Capítulo 22
Taehyung se bajó de su moto lo más rápido que sus piernas le permitieron y observó los alrededores en busca de sospechosos o refuerzos; la oscuridad de la noche dejaba varios puntos ciegos. Obvió todas sus incertidumbres y corrió dentro, sin saber cómo demonios ayudaría a Jungkook si su herida había empeorado, pues Hoseok estaba fuera de la prefectura ayudando en una investigación policial.
Todo era su culpa, lo sabía. Las circunstancias eran una locura, el peligro podría estar en cualquier parte, él mismo supo desde siempre que no podría comprar tiempo por más de una semana, ¿qué le había hecho pensar que duraría más que eso? ¿Era acaso su ego como hacker? ¿Cómo fue capaz de poner en riesgo la vida de su mejor amigo así? ¿Hasta qué punto se sobrevaloraba? Continuó recriminándose a medida que avanzaba.
Estando en la sala de espera, se abrió paso al interior de la habitación con el corazón en la mano, tratando que las palabras precisas para disculparse pudieran salir de su boca, pero después de abrir la puerta solo pudo quedarse de pie bajo el marco y suspirar. Estaba aliviado al ver los cadáveres; al percatarse de la manera certera en que habían sido asesinados, recordó una vez más por qué Jungkook era el líder de Bangtan. ¿Cómo podía alguien en su estado acabar con dos tipos de esa forma?
Al no ver a nadie más ahí, dio la vuelta rápidamente y se dirigió al quirófano, buscando señales de su amigo, donde se encontró con una escena que le devolvió la serenidad.
—¡Oh, Taehyung! ¡Qué bueno que llegas! —Con esas palabras fue recibido—. Jungkook se encuentra estable ahora, su cuerpo se sometió a un estrés muy grande de imprevisto que lo hizo desmayarse. El daño en la herida no fue tan grande y la hemorragia fue mínima.
Cual ley de acción y reacción, cayó de rodillas al suelo, golpeándolo con sus puños y apoyando su frente en ellos. Su cuerpo temblaba y respiraba profundamente, cerró sus ojos con fuerza para impedirle la salida a las lágrimas. Lo que más necesitaba escuchar había sido dicho sin siquiera preguntarlo. Un tenue "gracias" fue todo lo que pudo sacar a duras penas, sin que su voz se quebrara.
Jimin estaba sorprendido, no esperaba esa reacción tan exagerada, sin embargo, ese alivio que transmitía el hombre arrodillado frente a él era completamente verdadero. No dijo nada fuera de lugar, solo lo observó en silencio, se acercó a abrazarlo esperó hasta que este se tranquilizara, dedicándole palabras de aliento.
Solo bastaron un par de minutos para que el de cabellos grises se recompusiera. Si Jimin había conseguido mantenerse fuerte ante lo que estaba en la habitación a su llegada, lo suficiente como para ignorarlo y asegurarse de garantizar la estabilidad de Jungkook, él no podía llorar en el suelo cual damisela.
—Quédate aquí —le dijo al doctor tras ponerse en pie, para luego abandonar el cuarto.
Una hora después, todo estaba como si nada hubiese sucedido. Yoongi y Namjoon habían arribado, se habían encargado de recoger y llevarse los cuerpos, así como de eliminar todo rastro de evidencia. El castaño, quien había quedado en el interior del salón de operaciones, solo pudo escuchar movimientos y ruidos, mas no supo nada de lo que sucedió de la puerta hacia fuera.
Jungkook continuaba dormido. Jimin salió de la habitación, fue a la cocina y unos minutos después se acercó a V, ofreciéndole una taza de té, este tenía la mirada perdida, pero a la vez concentrada, como si mirara a la nada pensando en todo; dentro de su cabeza se enumeraban las opciones de las que disponía.
—Gracias —dijo y bebió el primer sorbo.
—¿Qué te ocurre? ¿Pasa algo malo?
—Haaaaa —suspiró con pesantez—. Solo pensaba en qué hacer ahora, tuve tantas cosas en la cabeza que olvidé buscar un lugar para trasladar a Jungkook. Aquí ya no es seguro —agregó con seriedad.
Jimin, viendo la evidente preocupación del hacker, tuvo una idea, pero antes de que pudiera pronunciar palabra, recibió una reprimenda por su comportamiento irresponsable.
—Dejando este tema de lado, ¿qué haces aquí, Jimin? ¿No se suponía que estabas de guardia en el hospital?
—He estado haciendo unos cambios en mis turnos, quiero quedarme con Jungkook hasta que se mejore. —Sonrió inocente.
—¡¿Serás tonto?! —La hora del sermón había llegado—. ¡Sabes en qué situación estamos, si vas a tener algún tipo de contacto con cualquiera de nosotros, especialmente con Kook, debes informarlo, no puedes pasearte por aquí como si anduvieses por el prado! ¡Es peligroso!
—Lo sé, lo siento... Entiéndeme, estoy preocupado. Podría pasarle cualquier cosa en mi ausencia. Todo va bien, pero nunca había hecho una operación de ese tipo. Si ocurre algo, quiero estar aquí, es todo —replicó con rostro arrepentido, bajando la mirada.
—No es como si no te comprendiera, pero te pido que también entiendas nuestra posición, no podemos ponerte en peligro, no tenemos ese derecho.
—No tienen que sentirse presionados por nada. Si estoy aquí, es por voluntad propia. Además, acabó valiendo la pena que estuviera aquí, Jungkook está a salvo y eso es lo que importa.
—No trates de acabar con el tema. Esta vez tuvimos suerte, pero para la próxima quién sabe.
—Está bien, seré más cuidadoso. —Hizo un puchero, resignándose, o sería sermoneado toda la noche—. Por cierto, tengo la solución a su otro problema.
—¿A qué te refieres?
—A lo de dónde llevar a Jungkook... ¿Por qué no simplemente lo llevamos a mi casa?
—¡¿Te has vuelto loco?! —exclamó incrédulo.
—Piénsalo. Nadie sabe de mi existencia y estando al lado de la casa del propio Jungkook, nadie sospecharía. Ya sabes lo que dice el refrán: si vas a ocultar un alfiler, el mejor lugar es un alfiletero. ¿No lo crees?
—"¿No lo crees?" —repitió con una mueca—. ¡No digas algo inteligente de la nada, me hará parecer idiota a mí por regañarte antes! Además, no existe ese refrán. —Le dio un pequeño golpe en la cabeza.
Tal vez Nochu se opondría a la idea; aunque quizás así se mantendría tranquilo, con Jimin a su lado probablemente la venganza pasaría a un segundo plano momentáneamente.
Inmediatamente después se dispusieron a trasladar a Jungkook, aún sedado, a la casa del médico, por lo menos hasta encontrar un nuevo lugar para ocultarlo. Todo fue rápido, se habían asegurado de no estar siendo monitorizados. La precaución no estaba de más, cada vez eran más las cosas en juego y las personas implicadas, no estaban en posición de permitirse ser atrapados desprevenidos.
Una vez en casa, tras despedir a Taehyung y los demás, Jimin subió las escaleras para dirigirse a su habitación donde descansaba Jungkook plácidamente, se acercó a él y se recostó a su lado. Los recuerdos lo invadieron de manera espontánea, no recordaba desde cuándo, pero le había comenzado a parecer un sueño lejano la posibilidad de estar juntos de esa manera, compartiendo la misma cama bajo su techo. Su relación se había encaminado nuevamente; empero, como se encontraba todo actualmente, dudaba que pudieran tener un noviazgo "normal", el peligro era inminente.
Solo bastaron unas horas para que el amanecer se hiciera presente. El paso del tiempo solo dio al traste con el apacible y profundo sueño de Jungkook, hasta ese instante favorecido por los sedantes, convirtiéndolo poco a poco en una pesadilla que comenzaba a atormentarlo silenciosa y fervientemente.
En el interior de su subconsciente, con una apariencia similar a la de su niñez, el joven sicario caminaba desasosegadamente por un sendero carmesí rodeado por una inmensa e inagotable oscuridad que parecía extenderse más allá de donde su vista alcanzaba. Poco tiempo después, fue capaz de distinguir una silueta que recordaba a la perfección, cuya identidad pudo reconocer en cuanto escuchó su voz.
—Jungkook, hijo, ven aquí. Ven a los brazos de mamá.
—¡Mamá! —Corrió a sus brazos gritando, la abrazó y comenzó a llorar desconsoladamente—. Lo... siento, yo... soy débil, por eso... no pude salvarte.
Ella no respondió, solo lo acurrucó entre sus brazos. Tras un par de segundos, comenzó a apretarlo contra su pecho usando fuerza tal que el pequeño comenzó a patalear al sentirse asfixiado, pudiendo solamente levantar su mirada al escucharla hablar una vez más.
—¡Claro que eres débil! —Le gritó despectivamente, apretando el agarre—. ¡Por eso me dejaste morir, por eso me abandonaste, no me salvaste!
Cada frase era un latigazo, tan fuerte que desgarraba toda fibra de su pequeño corazón. Continuó forcejeando por liberarse, en esta ocasión con más fuerza; logró ver los ojos de su progenitora, totalmente negros, aparentando tener tras ellos el infinito, o, más bien, el vacío, del cual brotaban lágrimas de sangre, acompañando una resentida expresión.
—¡Suéltame! —gritó y pateó lo más fuerte que pudo, consiguiendo zafarse.
Escuchó un crujido que lo hizo voltearse; lo que vio lo hizo cerrar sus ojos con fuerza e iniciar una carrera veloz y desesperada por escapar.
Esa persona que compartía la imagen de quien lo trajo al mundo, ahora tenía el brazo derecho fracturado a nivel del codo. Justo después el resto de sus miembros empezaron a romperse de igual forma, haciéndola caer de espaldas sobre el camino, comenzando a arrastrarse por el suelo con sus extremidades torcidas persiguiéndolo. Por último, fue su cabeza la que se giró en un ángulo de 180 grados, observando al pequeño huir despavorido. Dibujó una sonrisa desquiciada y lo persiguió mientras le gritaba.
El niño trataba inútilmente de no escuchar esa voz, ahora distorsionada, que lo hacía estremecerse del terror, como si los gritos desesperados de los espectros del infierno fueran los que siguieran sus pasos. No lo logró por mucho tiempo, dentro del monólogo de eso que se acercaba por su espalda, escuchó algo que lo hizo aterrarse incluso más que la idea de ser alcanzado y perder su vida.
—¡Vamos conmigo, allá también está tu amado Jimin! ¡Pues claro, por tu culpa él también está en mis mismas circunstancias! Jajajaja —rió exageradamente.
El solo hecho de pensar en ello propició que abriera sus ojos que hasta el momento habían permanecido cerrados, ayudándolo a convencerse de que esa no era su madre, no podía serlo. Todo el calor y amor que recibió durante su más temprana infancia eran verdaderos, no le cabía la menor duda.
Frente a él estaba Jimin, esperándolo a unos metros de distancia con la hermosa y gran sonrisa que siempre lo salvaba, brindándole la seguridad de que esa entidad mentía.
Cuándo iba a extender su mano para atraerlo hacia sí y abrazarlo, escuchó el sonido de un disparo, cuya marca apareció en la frente del castaño, que se desplomó delante de sus ojos y se convirtió en una nube oscura que lo envolvió de manera asfixiante antes de que pudiera sostenerlo. Eso, unido a su anterior perseguidor que enredó sus retorcidos y sangrantes miembros a su alrededor, lo hundió en desesperanza, oscuridad y desaliento.
Dio todo por perdido. Se resignó a abandonar. Una vida sin Jimin era un sinsentido. Si para estar con él tenía que ser en lo profundo del infierno, allá iría sin rechistar, después de todo, si tan hermosa persona estaba en esos confines era por su culpa, por haberlo involucrado en tan turbios menesteres. Cerró los ojos y se dejó sumergir...
—Kookie. ¡Jungkookie! ¡Jungkook! —El verdadero Jimin lo llamaba desde la realidad, sacudiéndolo suavemente para hacerlo despertar.
No sabía cuál era la pesadilla, pero la expresión de infinito sufrimiento del azabache que con la respiración entrecortada gemía de dolor, apretaba los puños y sudaba, lo habían hecho despertar, preocupándose por el estado de su novio, que luego de unos segundos más abrió los ojos de golpe.
Observar a quien sintió haber perdido en un sueño que se había vuelto demasiado real, lo hizo atraerlo hacia sí con el brazo y unir sus cuerpos, en busca de una confirmación del pragmatismo de lo que presenciaba. Esa sensación tan familiar que recordaba a la perfección. Esa confortabilidad. Ese refrescante y ligeramente dulce aroma de sus cabellos. Esa suavidad y tersidad de su piel... Era real, esta vez sí lo era.
—Jimin… —dijo, con un nudo formándose en su garganta y las lágrimas de alivio comenzando a asomarse, mientras hundía su rostro en el cuello del mayor.
Jimin solo se quedó en silencio y se aferró a él con más fuerza, intentando transmitirle confianza y seguridad; nunca pensó sentir a su novio, de quien siempre emanaba un aura de temple orgulloso y feroz, temblar entre sus brazos, lleno de dudas, miedo y fragilidad. Se aseguraría de ser su refugio, su lugar de retorno; de ser para él un médico que no solo curara las heridas de su cuerpo, sino también las de su alma. Tal vez no podía afirmarle: te protegeré del peligro, dado que no poseía las habilidades físicas para cumplir dicha promesa, pero había unas palabras que podía pronunciar sin vacilar:
—No estás solo. Estoy aquí para ti, ahora... y siempre.
El menor relajó sus hombros, lo miró a los ojos con un inusual brillo en su mirada que denotaba inmensa devoción y lo besó con suavidad y profundidad. Intentó inútilmente contener sus lágrimas y desenredar todas palabras que contenía su corazón, pero ambas cosas le fueron imposibles. A pesar de sus grandes esfuerzos por transmitir cuanto sentía, acabó resumiéndolo en una palabra, una que fue más que suficiente para agrupar todo; la única que sus labios le permitieron pronunciar:
—Gracias. —Y el llanto se deslizó silenciosamente por sus mejillas.
Alivió ese profundo dolor, mostró sin máscara su indefenso ser oculto tras una quebradiza fortaleza resguardada por la soledad, ahora derrotada. Expuso ese niño indefenso, deseoso de cariño y prisionero de las tragedias que acababa de ser salvado.
Espero les haya gustado. A modo de disculpa, publicaré los dos capítulos de la semana hoy.
Por cierto, publiqué un concurso de shots: “Jikookmin Shots Awards 2021”. Si algunx escribe y está interesado en participar, pueden pasar a darle una mirada.
Chao chan 😘
Hasta ahora XD.
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