uno.
Era un día de otoño en el que el cielo estaba cubierto de nubes y un suave viento agitaba las hojas doradas que cubrían el suelo. La chica de cabello azul eléctrico y gabardina roja, llamada Sky, estaba sentada en la parada del autobús, con un libro de tapas amarillas sobre su regazo.
El agudo chirrido de los frenos del autobús la hizo levantar la cabeza bruscamente de su libro. Rápidamente lo cerró, y caminó hacia el vehículo. Le dio un puñado de monedas al conductor y tomó asiento junto a una anciana, que sostenía una bolsa de papel marrón.
Tras unos diez minutos, el autobús paró. Sky caminó hacia el conductor, del cual se despidió con un gesto, y bajó. La chica tan sólo tuvo que cruzar la calle para llegar a la cafetería en la que trabajaba.
Abrió la puerta de madera gastada y cristal, a la vez que la pequeña campana dorada sobre esta emitía aquel característico sonido. Sky caminó hasta la barra, donde su compañera, Molly, la saludó con una sonrisa. Dejó la gabardina roja en un perchero y se recogió su cabello por los hombros en una cola.
El uniforme de la cafetería consistía en un vestido negro, con un delantal rojo atado a la cintura, y unos tacones rojos. Además, Sky llevaba los labios pintados del mismo rojo.
-Atiende aquella mesa, por favor -le dijo Molly.
Sky asintió y se dirigió hacia el chico sentado en la mesa señalada. Era un chico de cabello azabache y ojos azules como el mar, que en su mano tenía un carboncillo y frente a él un bloc de bocetos en blanco.
-Buenas tardes, ¿qué quiere tomar? -dijo Sky, esbozando la mejor sonrisa que pudo.
-Un solo americano, gracias -murmuró el chico, con la mirada perdida.
Sky se dirigió a la cafetera, preparó el café y se lo llevó al chico. Al ser él el único cliente, la chica se sentó tras la barra y retomó su lectura.
-Sky -La voz de Molly la sacó de su lectura-, aquel chico te llama.
Dejó su libro a un lado y caminó con paso raudo hacia el chico del carboncillo.
-¿Quiere algo más? -le preguntó Sky.
-Sí -dijo él mirándola fijamente-, otro café.
Sky asintió, y le preparó el café. En su camino de vuelta a la barra, notó la mirada del chico puesta en ella. Incómoda, se volvió a sentar y retomó de nuevo la lectura.
Miró de reojo al chico, que ahota trabajaba sin cesar en algún dibujo.
Al fin, dieron las diez de la noche.
-¿Cierras tú, Sky? Es que quedado con Jordan -dijo Molly, sonriente.
-Claro.
Molly se puso su abrigo y salió corriendo al encuentro de su novio.
Aquel chico seguía sentado ahí, inmerso en su mundo de trazos desiguales.
-Perdone, pero es la hora de cerrar -dijo Sky, desde la barra.
El chico levantó la cabeza bruscamente.
-Oh, lo siento, claro -dijo mientras recogía sus cosas a toda prisa.
-Tres dólares -dijo Sky.
-Claro, claro -dijo el distraído muchacho, dejando unas monedas sobre el mostrador-. ¿Mañana estará aquí?
-Eh, sí.
-Maravilloso -Esbozó una brillante sonrisa, y se marchó.
Sky, confundida, cogió su abrigo rojo, apagó las luces y cerró el local, mientras se adentraba en la espesa lluvia.
A medida que caminaba, la lluvia se iba siendo más y más espesa, hasta que llegó el punto que tuvo que parar a refugiarse en un bar.
Tras la barra había un chico, muy alto y musculoso, de cabello rubio demasiado repeinado haci atrás.
Sky, cuyo aspecto era similar al de un cachorro empapado, se sentó frente al chico, que la miraba.
-Un café con leche, muy caliente, por favor.
El chico asintió y se puso manos a la obra. La chica de cabello azul pasó su mirada por el bar, de decoración pobre y pocas personas.
Una chica de cabello negro, cortado a la altura de la barbilla, con intensos ojos negros miraba a Sky fijamente.
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