1:12
Su grito me dice 'más'. Yo me detengo. Su silencio me ordena: 'más'. Y acaricio cada parte de su cuerpo con mi alocado aliento.
La miro. La veo disfrutar y es cuando soy envuelto por un halo conformado con norias, montañas rusas, un fuego incandescente.
Había vuelto a caer en la rutina.
Todo comenzaba a volverse aburrido, era un atorrante que en la búsqueda del placer, encontraba agobio.
El mundo vivía sumido en el aburrimiento.
Estaba aburrido porque me había ganado la frustración y la resignación a la fuerza de voluntad. Aburrido, porque había dejado que el miedo me ganara frente a la posibilidad de descubrir qué pasaría si fuera al menos una vez fiel a mis sentimientos. Decidido a seguir con la vida como si estuviese solo, porque solo estoy.
El mundo vivía sumido en el aburrimiento.
—Joven Jeon, esto no es un burdel, y no puedo permitir esta clase de comportamiento en esta institución, debe tomarnos con más seriedad—lo escuchó reprenderme en un leve eco mientras observó aquel péndulo en su escritorio—Su padre es beneficiario pero eso no le da el derecho a comportarse de esta manera tan, ¡vulgar!
Es ahí donde me percato de que ha dejado de hablar, entonces me obligo a tomar tierra nuevamente.
—Lo comprendo señor Director—respondí desinteresado, cruzándome de brazos, mientras no puedo controlar el movimiento involuntario de mi pierna—Pero, ¿Podría dejar los sermones de lado? ¿No puede sólo darme mi castigo y ya? Me gusta acelerar las cosas.
El director me miró sumamente molesto mientras abría
la carpeta guinda frente a él, y lo comprendía, enserio que si pero...Así era yo, no podía evitar comportarme así la mayor parte del tiempo.
—Dos meses de servicio comunitario en "Villa Felicidad"—habló escribiéndolo, supongo yo, para que no se le olvidará. ¿Cómo podría culparlo? La edad te pega.
—¡¿En él asilo para ancianos?!—exclamé comenzando a tomar todo esto más serio—¡Debe ser una maldita broma!—espete con una risa sarcástica—Podría hacer cualquier otra cosa, hasta rebajarme y limpiar baños, ayudar a la bibliotecaria, lo que sea...todo menos eso.
—Cómo puede ver, no estoy riendo—contestó fulminándome con su arrogante mirada—Ya hay alguien que limpia los baños, no va a quitarle su trabajo, y ni loco lo llevaría con la bibliotecaria, volveríamos a lo mismo, esos castigos ya no funcionan con usted.
—¡No puede hacer eso!—levante la voz mientras fruncía el ceño y azotaba mis manos en el gigantesco escritorio color vino—¡Exijo hablar con mi abogado! Llamémosle a mi padre.
—Oh joven Jeon, ya lo hice—respondió sonriendo victorioso—Y me dio la autoridad suficiente sobre us...
Abrí la puerta con cierta brusquedad después de levantarme abruptamente de la silla al dejar a ese señor con la palabra en la boca. Quería salir de ese lugar lo más pronto posible, era sofocante, y la ira recorría mis venas en ese momento.
—¿Y? ¿Qué dijo el viejito?—preguntó Jaehyun una vez me vió salir de la oficina.
Sin embargo yo le seguí de largo.
—Servició comunitario en la disida Villa Felicidad —respondí con molestia apretando los tirantes de mi mochila una vez vi cómo alcanzaba mi paso—Dos malditos meses.
—¿En el asilo de ancianos?—dijo soltando una fuerte carcajada—¿Pasarás los siguientes dos meses limpiando pañales?—siguió burlándose descaradamente.
—Cierra la boca—me quejé empujando al estúpido chico a mi lado y continué mi camino.
—Oye, ¿No es dónde trabajaba tu abuela?
—Ella es la fundadora, no trabajadora. Ubícate Jae—me quejé.
—¡Pareces un maldito puberto Jeon!—respondió con el mismo tono de burla—¡No puedo creer que lo hicieras con Young Mi en el auditorio!—me reprochó, como si aún no tuviera suficiente—¿Con Young Mi? ¿Enserio?
—¿Qué tiene de malo la chica?—le pregunté deteniendo mi paso—Sabe lo que hace.
Young Mi y yo no teníamos una relación seria, tampoco es como si buscáramos una, teníamos la misma visión acerca de las relaciones, compartíamos el mismo pensamiento acerca de la atrocidad que traía el amor consigo y eso me agradaba, hacia las cosas más fáciles para los dos, así que sólo nos veíamos de vez en cuando para pasar el rato, despedirnos y nuevamente volver a ser dos extraños, que salen con mas personas. Nada de ataduras.
—Oh, nada—mencionó con cierto tono sarcástico—Es sólo el hecho de que tiene escrito literalmente en la frente "Soy una maldita zorra"
—¡Ay cállate!—espete irritado—No deberías hablar así de las chicas Jae. Sé un caballero respetuoso.
—De las chicas no, de Young Mi si, ademas, ¿Desde cuándo somos "caballeros respetuosos"?—espetó riendo, haciendo comillas—No sé si llamarte estúpido o muy valiente—mencionó pasando su brazo por encima de mis hombros mientras reía.
—Sólo cierra la boca, no estoy de humor para escuchar tus idioteces menudo imbécil.
Se podía observar el caminar de las personas a través de la puerta entre abierta, iban ya sea a su trabajo, o estudiantes (como yo) camino a casa, por mi parte no me quedaba otra opción más que cumplir con el castigo otorgado o mi padre podría asesinarme al dañar así su imagen de padre ejemplar. (No literalmente, bueno, tal vez si).
Así que esa misma tarde, ya me encontraba en el lugar asignado.
"Villa Felicidad": él asilo de ancianos, un hogar donde gente capacitada se hacía cargo de personas con la tercera edad que ya no podía valerse por sí misma, una mierda total sin duda alguna. ¿Lo peor de todo? Mi abuela era la fundadora.
Música clásica resonaba por toda la sala, el olor era a madera vieja, y el ruido que la secretaría hacia al morder su chicle me estaba irritando.
— Jungkook—mencionó una viejita muy tierna al verme sentado en la sala de espera.
—Ah, hola abuela—respondí levantándome con pereza.
—Hola querido. ¡No sabes lo feliz que me puse al saber que vendrías a ayudar!
—Me imagino.
—Ven conmigo, seré quien te muestre el lugar, sígueme— dijo acomodando sus enormes lentes, que sin duda eran más grandes que su rostro y que hacían que sus ojos se vieran saltones.
Caminé detrás de aquella extraña señora, o sea, mi abuela, mientras admiraba el enorme y viejo lugar con disgusto, todo era tan rústico que me hizo sentir extrañamente en otra época. Definitivamente, anticuados, esa era la palabra correcta.
Observe cada detalle, cada grieta, incluso noté lo viejo que estaba el papel tapiz en las paredes, hasta toparme con el gran ventanal al final de las escaleras que daba vista al enorme jardín donde se encontraban todos aquellos señores que habían sido básicamente abandonados por sus familias.
Sin embargo, ellos no llamaron mi atención.
Sino aquella chica que platicaba dulcemente con una abuelita.
Su pelo era demasiado largo y se hallaba atado en una coleta alta, de un color negro lo suficientemente intenso que no hacía más que resaltar su piel pálida, sus ojos desaparecían como resultado de la sonrisa que le brindaba a aquella anciana, sus labios eran carnosos y rosados como sus mejillas.
«¿Qué hacía una chica tan joven y bella perdiendo el tiempo en este lugar?» Me pregunté.
Entonces, como si fuese una coincidencia total, ella levantó la mirada topándose con la mía y eso me estremeció por completo. Sin embargo el contacto visual apenas había durado unos segundos antes de que ella lo cortara.
—Jeon—escuche pronunciar mi apellido llamando nuevamente mi atención —¿Sucede algo?
—Ah, no—respondí volviéndome a mirarla—Lo lamento, ¿En qué estábamos?
«Quizá estar en ese lugar, no sería tan aburrido después de todo.» Fue el pensamiento que inundó mi cabeza.
Seguí a la directora hasta entrar a su oficina, quien no tardó en ofrecerme asiento en las sillas frente a su escritorio, por supuesto, lo tomé gustoso y me limité a guardar silencio.
—Tendrás que venir todos los días al finalizar tu jornada estudiantil— decía conmigo sentado al frente suyo—Deberás tender camas, acomodar los libros que utilicen de la biblioteca, cambiar su pañal, acomodar por orden alfabético sus medicinas y también brindárselas a la hora que corresponde
«¿Qué era? ¿Una maldita sirvienta?» aquella queja me vino repentinamente a la cabeza. Pero aquí no me podía dar el lujo de responder así. No si quería quitarme al director y a mi padre de encima, mucho menos ganar la contra de mi querida abuela, cuando podía ganar una aliada o provocarle un paro cardíaco.
—Mmm, ya debería estar cerca—susurro mirando su reloj y levantó la mirada como si buscase a alguien
«¿Quién? ¿Quien debía estar cerca?» cuestione observando a la puerta.
—¡Yi Seo, linda!...—gritó de la nada haciéndome sobresaltar.
—Ash, que susto—balbucee entre dientes llevando mis manos al pecho.
Unos dos minutos después, la misma chica de antes traspasó por el marco de la puerta con una leve sonrisa plasmada en su rostro.
—¿Me llamó, señorita Jung?—exclamó alzando sus dos cejas, y el impacto de su voz llegó a mi, era realmente linda, grave y con cierto toque dulce, pero mezclado con lo ácido.
—Si, quiero que ayudes al joven Jeon con su trabajo a partir de hoy—respondió la anciana—Quiero que lo hagas sentir como en casa estos dos meses que estará con nosotros. Cuídalo bien, te pediré ese favor.
Los ojos de aquella chica se posaron sobre mi, y yo correspondí de manera coqueta utilizando mi famosa sonrisa ladina que hacía a todas babear, sin embargo, no hubo una expresión en su rostro como a las que normalmente estaba acostumbrado a recibir.
Además, ¿Sentirme como en casa? No, gracias. Suficiente ya tenía con la mía.
—Yo me encargo—respondió apartando la mirada y la sonrisa desapareció de mi rostro.
—Y...¿Cuándo debo empezar?—interrumpí.
—Ahora—soltó y me callo como balde de agua helada en la cabeza.
La chica de la coleta alta salió de la oficina, no sin antes hacerme una seña para que le siguiera. Caminamos por el largo pasillo que conducía hasta un cuarto completamente blanco.
—Lava tus manos—exclamó señalando el lavabo, yo sin protestas hice lo que pidió—Y quítate tus zapatos, mientras estés aquí, usarás éstos—dijo mostrándome unos tenis completamente blancos y sin chiste.
—No voy a usar eso—reclamé burlón mientras terminaba de secar mis manos con una pequeña toalla.
De pronto fui interrumpido, gracias a un líquido que ella había rociado por todo mi cuerpo con un atomizador.
—¡Oye!—me quejé haciendo a un lado su spray—¡¿Qué demonios haces?! ¡¿No sabes que soy alérgico a esas cosas?!
—No te pregunté si querías o no, dije que vas a usarlo—contestó siendo firmé.
—Y yo te respondí que no, no usaré esas porquerías —le solté con brusquedad remarcando cada palabra dicha.
—Vas a ponerte los tenis—respondió de la misma manera.
—¡No! ¡¿Tienes idea de lo caro que son los que traigo puestos?! ¡Son edición limitada! Hechos a la medida, solamente para mi.
—Escúchame bien, no vas a arruinar mi trabajo, te acepte por que específicamente la directora lo pidió, no porque quisiese—dijo empleando un tono molesto—Ahora, no me hagas perder más mi valioso tiempo, y apresúrate, necesito enseñarte lo demás y aún estás contaminado—respondió enojada mientras azotaba los tenis contra mi pecho.
Aún no la conocía, pero ya la odiaba.
—¿Cómo te fue kookie?—preguntó mi amigo sentándose a mi lado.
—¡Es horrible!—respondí con fastidio—¿Sabes lo aburrido que es jugar ajedrez con un anciano? ¡Se tarda una eternidad en lanzar su siguiente movimiento!
—Cielos amigo—dijo meneando su cabeza negativamente—Mi más sentido pésame.
Palmeó mi hombro brindándome consuelo. Consuelo que no sirvió de mucho en realidad, pero agradecía el gesto.
—Y hay una chica qué...
—¿Una chica?—interrumpió y bien pude ver el brillo en sus ojos—¿En ese lugar?—exclamó sorprendido—¿Es bonita?
Automáticamente su imagen apareció en mi cabeza a través del cristal.
¿Qué si era bonita?
Puff. ¡Era hermosa!.
Su simple apariencia me hacía buscar sus ojos oscuros, casi negros, que desaparecían al mostrar tan genuina sonrisa, en esos labios hinchados, los cuales parecían haber sido pinchados por una abeja. Sus pómulos suaves, casi intocables, la barbilla al límite de su rostro, todo envuelto en una pálida piel de tersura dolorosa para cualquier tacto. Y pude jurar que una casi invisible sonrisa apareció en mi rostro por un efímero momento.
Pero todo eso fue reemplazado por el instante en que fruncía su ceño al aventarme esos espantosos tenis y el aburrido uniforme de enfermero.
—¡Es molesta!—lo interrumpí dramáticamente—¡Es mandona y cree que tiene razón en todo!
—Totalmente mi tipo—mencionó mi amigo con una boba sonrisa en el rostro.
Lo miré con desagrado, me parecía increíble el hecho de que existiese una persona más tonta que yo.
—Maldito masoquista—murmuré entre dientes.
—Yo sé lo que necesitas kookie—sonrió colocando la palma de su mano en mi hombro—Mingyu y yo planeábamos ir a un antro está noche, ¿Quieres unirte?
Lo pensé por un momento y la idea en realidad no era mala.
—¿Debería?—respondí sonriendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro