Capítulo 3.
Llegué a mi escuela tras caminar durante un rato. Fue la primera vez en que realicé el trayecto a pie, así me sorprendió lo lejos que estaba de cada. Seguía asustada por la perspectiva de dejar a mamá sola con ese monstruo, pero no puedo hacer nada para evitarlo: en cuanto mamá comenzó a limpiar sus heridas alguien o algo tomó el control de mi cuerpo. Era consciente de lo descabellada que sonaba la idea. De un momento a otro, la idea de regresar a mi escuela se materializó y no fui capaz de oponerme a ella.
Eso no evitó que mis ojos ardieran y tuviese que pestañear para ahuyentar las lágrimas. Me estremecía ante la simple perspectiva de que algo incluso peor pudiese ocurrirle a mamá en mi ausencia. Lo que era contraproducente, teniendo en cuenta que no había sido capaz de protegerla en la última ocasión. De pie, en un extremo alejado del estacionamiento observé a muchos de mis compañeros llegar. Bajaban de sus autos intercambiando bromas y conversando animadamente.
Todo parecía exactamente como siempre, excepto porque yo no estaba entre ellos. Tampoco parecía que mi ausencia les importara lo más mínimo
Esto me sorprende. La mayoría de nosotros hemos sido amigos desde siempre, en todos y cada uno de los momentos de nuestras vidas. Así que cuando llegué aquí, esperaba encontrarlos tristes, o como mínimo desanimados. Quiero decir, técnicamente sigo estando en coma.
¿Como pueden sonreír mientras yo estoy en esa situación?.
Una sensación de tristeza, y sobre todo decepción, se apodera de mí. Aquí tampoco las cosas son como recordaba.
Cada risa de "mis amigos", provoca que el frío vaya resurgiendo. Ganando intensidad, alimentándose de mi tristeza, y demás emociones negativas.
Un descapotable amarillo se estaciona a unos metros de mí, captando toda mi atención. Sólo me lleva un segundo, darme cuenta de que se trata del auto de Melisa.
Melisa es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón. Ella siempre ha sido uno de los pilares de mi vida. En el jardín de niños, en la primaria, en la secundaria, siempre ha estado allí. El amor que siento por ella es muy similar al de una hermana.
Por esas mismas razones, una parte de mí desea ver a Melisa triste o deprimida. Sé que es muy egoísta de mi parte, pero no podría soportar perderla a ella también.
La puerta del vehículo se abre, Melisa baja de él.
La observo por apenas un instante, e inmediatamente me siento la peor persona del universo.
Melisa, quien siempre ha sido conocida por transmitir energía y vitalidad, ahora luce totalmente rota. Pronunciadas ojeras surcan su rostro, su aspecto y vestuario son descuidados. La Melisa que yo recuerdo, jamás hubiera vestido de esta forma. Ella era una fanática absoluta de la moda.
Incluso su forma de andar es diferente, carece de vida o energía.
Puede verse que está completamente destruida .
Esta afirmación, desencadena en mi corazón un férreo sentimiento de culpa. Me siento culpable de que la luz haya abandonado a mi mejor amiga.
Melisa atraviesa el estacionamiento, totalmente sola. Camino tras ella, la sigo al interior de la escuela. A medida que la observo, me doy cuenta de muchos más detalles. Uno de ellos , es que luce más delgada que antes.
Mi amiga camina como si cada paso representara un esfuerzo, apenas y presta atención a su alrededor. La mayoría de personas en el pasillo le dirigen miradas de pena y compasión, pero nadie se acerca a ella.
Entramos al aula de Matemáticas, donde supongo es la primera clase. Aún con la mirada perdida, Melisa se sienta en una mesa al fondo de la habitación. Recibiendo otra ronda de miradas compasivas. Unos minutos después la clase comienza.
No pasa mucho tiempo antes de que alguien llame la puerta.
—Puede pasar —dice nuestro profesor en tono compasivo.
Un instante después, observo como Josh, mi novio, atraviesa el aula con paso apesadumbrado. Mi corazón se encoge de dolor, cuando lo observo con mayor detenimiento.
Su aspecto es tan deprimente como el de mi amiga. Las mismas ojeras, el mismo andar desesperanzado. Su piel normalmente bronceada, ahora luce pálida y sin vida. Todo él parece cansado. Josh llega hasta el final del aula, y se sienta al lado de Melisa.
Por segunda vez el mismo día, el dolor se vuelve tan intenso que las lágrimas escapan de mis ojos. Y sí, se qué no me creerás. Pero no soy alguien que llore con frecuencia.
Frustrada por mi impotencia, e inutilidad, observo como transcurre el resto de la clase. Una hora después, suena el timbre que anuncia el horario de receso. La mayoría de mis compañeros salen del aula rápidamente. Melisa y Josh intercambian algunas palabras, que no logro escuchar, mi amiga sale del aula.
Examino toda la habitación, y me percato de que los únicos que siguen en sus asientos son Josh y Stephanie.
Podríamos decir que Stephanie es mi máxima enemiga. Nunca hemos discutido directamente, pero me desagrada la forma en que ella se expresa, como manipula a los demás para obtener lo que quiere. Y sí, odio que ella siempre haya estado enamorada de Josh.
Stephanie camina hasta la puerta. Ella sale del aula por apenas un instante, regresa rápidamente. Su rostro exhibe una sonrisa provocativa. Josh también se levanta de su silla, en su rostro no hay un mínimo rastro de dolor o tristeza. En cambio sonríe ampliamente.
Justo la misma sonrisa que alguna vez me dirigió a mí.
Él camina en dirección a Stephanie, pasando a través de mi. Una vez llega a su lado, se inclina hasta que sus labios hacen contacto.
Totalmente petrificada, observo como ellos se besan con pasión intensidad. Antes de que pueda procesar lo que estoy viendo, ellos se separan repentinamente.
—¡Oh Dios!, no puedo creer lo lejos que has llegado con todo esto. El teatro de novio deprimido te queda a la perfección —dice Stephanie en tono burlón.
—Esto es increíble. Mi padre me deja hacer todo lo que quiero, lo mismo aquí en la escuela —responde Josh con una sonrisa—. A fin de cuentas, ¿Quién se va a meter con alguien que acaba de perder al amor de su vida?.
Los dos ríen al unísono. Y ese sonido es una puñalada directa a mis entrañas.
Siento como si cada músculo, cada articulación, estuviera quemándose.
—Espero que no despierte —continúa hablando Josh—. Imagina lo incómodo que hubiera sido dejarla al terminar las elecciones. Después de todo, esa es la única razón de que estemos juntos.
En cuanto percibo la crudeza y el desprecio en sus palabras, siento como la corriente de frío, que de por sí ya es intensa, alcanza un nuevo nivel. No puedo mover un sólo músculo, una sola articulación. El dolor es demasiado intenso.
Lo único que sí puedo hacer, es pensar.
La única razón de que estemos juntos son esas elecciones. La afirmación de Josh hace eco en mente. Obligándome a aceptar un hecho.
La relación en la que confíe por los últimos tres años, está únicamente sostenida por interés.
Josh y Stephanie continúan besándose, pero soy incapaz de seguir viéndolos. Corro fuera de la habitación. Apenas he llegado al pasillo, cuando un pensamiento inexplicablemente aparece en mi mente.
Tengo que regresar a casa.
Esto es lo último que pienso, antes de que mi cuerpo comience a moverse por su cuenta.
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