capítulo único
Temblé ante el primer rugido. Respiré profundo y me recordé a mí mismo el porqué estaba allí. Llegar a esa cueva tan alta y tan inhóspita no había sido fácil.
"¿Qué estás haciendo aquí, Jungkook?", pensé al ver de reojo el precipicio a mis pies.
Estaba sudoroso y las piernas me temblaban. Pero el esfuerzo valía la pena: una nueva alineación de los Tres Grandes del Cielo tendría lugar aquella noche de solsticio. Exactamente como había sucedido once años atrás, cuando me extravié y encontré aquel lugar por pura casualidad.
"Jungkook, ¿realmente crees que fue una casualidad?", seguía hablándome a mí mismo. Siempre ha sido mi forma de lidiar con la ansiedad.
En aquel momento, hace once años, yo era casi un crío pero no había olvidado, ni un solo día, lo que había pasado aquella noche extraña y singular.
Otro rugido, éste más profundo y más cercano, me trajo del recuerdo y me puse en alerta. Justo cuando los Tres Grandes del Cielo completaban una alineación perfecta, su sombra apareció en la entrada de la cueva. Y un segundo después, apareció él...
—Jimin...—balbuceé al verle.
Era más alto y más imponente de lo que yo recordaba. Tenía el cuerpo cubierto de pelo negro, apelmazado y desgreñado; ojos inyectados en sangre y se erguía en dos patas terminadas en garras oscuras y afiladas. Me miró por un momento y emitió un sonido largo y desgarrado, mostrando su lengua bífida. Luego, avanzó despacio mientras la luz que proyectaban los astros alineados en el Cielo comenzaban a bañarlo y a envolverlo.
Ver aquella forma bestial me hizo dudar si realmente era él...
"Tranquilo, Jungkook...", tuve que repetir en mi mente varias veces.
Utilicé la poca voz que me quedaba, por los nervios, e insistí:
—¿Jimin? ¿Eres tú?
Cuando llegó junto a mí, cerca, tan cerca que hasta podía yo sentir su aliento, la metamorfosis en su rostro y en su cuerpo se había completado. Ya no era una bestia deforme y gigante quien me miraba, sino un hombre joven, de piel pálida y hermosos ojos de ámbar rasgados. Aquellos ojos eran inconfundibles. ¡Eran sus ojos!
—¡Mi Jimin!— mi voz ya recobraba su tono normal.
Él pareció reaccionar. Estaba semidesnudo y se le notaba la respiración agitada.
Y tal como había sucedido aquella primera noche, volvía a suceder ahora: con urgencia, pero con dulzura; en profundo y sacro silencio pero diciéndome todo con cada beso, Jimin me hizo suyo, sin detenerse, hasta el amanecer.
Mis gemidos y los suyos invadieron la cueva. Yo me sentía embriagado con cada movimiento suyo. Jimin aceleraba el ritmo cada vez que yo le imploraba por más.
Sólo las veces que pegaba su lengua a la mía, mis gemidos menguaban por breves segundos. Pero entonces, la danza de nuestros vientres se volvía más salvaje y mis gemidos se unían otra vez a los suyos.
Y justo al alba, cuando estábamos exhaustos los dos, me dio un último beso silencioso, antes de convertirse en bestia y desparecer con destreza por el risco afilado de la montaña...
"Por favor, " recé en silencio, "Por favor, Jimin, que no tenga que esperar otros once años para volver a sentirte dentro de mí...Qué así sea..."
—¡Qué así sea, mi Jungkook!— resonó en la montaña, detrás de mí, justo al comenzar mi descenso... Y entonces, sonreí...
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