Inorgánico
La oscuridad lo rodea mientras su cuerpo queda entumecido como un trozo de madera la deriva. Aunque por suerte esta vez no hay ataques invisibles ni una sensación de asfixia que le hace temer por su vida. Solo su cuerpo, que se niega a obedecerle.
Así otra vez queda aislado del resto del mundo. En medio de la nada. Y todo porque no tuvo la voluntad suficiente como para echar el freno a tiempo.
¿Cómo es qué fue que llegó a esto? No fue por despecho ni por dolor. Esa persona hace ya tiempo que dejó de tener espacio en su vida.
Tal vez... solo quería olvidar. A él, al mundo, a su familia... Eso hizo que ser nadie fuese tan liberador.
Ahí debió ser cuando su cuerpo le dejó de lado por primera vez. O tal vez fue él quien lo dejó primero... Tal vez se merezca lo que le está pasando. Todos le abandonan después de todo y lo más probable es que nadie llore por él.
— ¿Tan horrible persona soy?
Debería de ser eso ¿No? Él hace daño a todos a su alrededor. Nunca se abre a nadie, nunca habla con nadie y siempre decepciona a los demás.
Sí, es como aquellos que abandonaron al Calim... Un sucio traidor que solo sirve para empañar el buen nombre de la raza.
Esa idea hace que la tristeza lo inunde de nuevo. Odia ser avergonzarse de sí mismo y se odia a sí mismo por no hacer nada para remediarlo. Porque no lo hace, nunca. Ni siquiera en este momento... Solo se queda ahí, acurrucado a la espera de que todo acabe de una buena vez.
Al menos hasta que un grito repentino rasga su línea de pensamiento y le despierta.
— [¡¿Quién en este universo infinito se le ocurriría pensar que era una gran idea crear un mueble que atacase diagonalmente las zonas frontales de las rodillas de los demás?!] —exclama una voz desconocida, maldiciendo en una multitud de formas y tamaños en el sentido más literal.
Esto hace que Keynar se quede inmóvil a pesar de haber recuperado la sensibilidad. Principalmente para intentar discernir el por qué hay un desconocido en su habitación en un contexto no sexual y cómo hacer para sacarlo de ahí sin que los demás clientes del crucero saquen conjeturas de contexto sexual sobre él.
Ni loco vuelve a involucrarse en ese tipo de escándalos justo antes de empezar su nueva vida.
— Me cago en la deficiente e inútil seguridad humana de las narices ¡Mi primer día y ya me asaltan en mi propia habitación! ¡Ya decía yo que era demasiado tiempo sin tener problemas con el sistema de administración de una especie tan retrasadamente estúpida! Y encima me deja encima de la cama después de dejarme inconsciente... Eso es que o piensa que no me daré cuenta de lo que ha pasado al despertar o quiere hacerme indecencias aprovechando que no me puedo defender... —Se concentra para ver si siente algo extraño en su cuerpo— Bueno, por lo menos tengo la ropa puesta, así que casi seguro que no me ha hecho nada raro. Ya tengo suficiente traumas como para sumar un abuso sexual a la lista de cosas que me hacen odiar la vida... —piensa alterado.
El desconocido no se percata de que está despierto y se sienta en el borde de la cama para seguir quejándose. Algo que Key aprovecha para analizar el nivel de peligrosidad del intruso.
Su piel es rugosa, oscura y carece tanto de pelo como de cualquier tipo de recubrimiento queratinoso. Esto indica que es un ser resistente a ambientes extremos y, por lo tanto, en alguien con buenos instintos de lucha.
Aun así, la forma en la que habla se le hace demasiado conocida. Después de todo cualquier miembro de VIK-TOMPA que se aprecie han escuchado alguna vez sobre lo raros que son los del sector Dimny para comunicarse. Y esa es una muy buena señal para Keynar, porque se trata de una de las zonas más pacíficas de Suana.
Con un poco de suerte algunos aitarks entre esos hippies habrán atenuado cualquier característica racial.
— Que yo sepa Dimny es bastante fiel a la alianza. Esto no parece ser una conspiración política, la verdad... Aunque claro, si yo quisiera crear una organización criminal opositora a VIK-TOMPA, utilizaría a dimnianos para no despertar sospechas. Bueno, de todas formas no me queda otra que reducirlo. Mi especie ya tiene mala fama como para que me relacionen con un rebelde a la organización —piensa totalmente convencido que de es más preferible enfrentarse a un individuo potencialmente letal que a la opinión pública.
Con cuidado abre los ojos para asegurarse no hay más de un enemigo en la habitación. Luego se sienta muy lentamente para evitar que la cama cruja por su peso y se acerca al criminal por la espalda aprovechando que aun se regodea en el dolor.
En estos momentos es realmente conveniente que los humanos tengan muebles tan peligrosos.
— [Hah, definitivamente hoy no es mi día de suer- ¡ARG!] —Mientras el intruso se lamenta por su injusto sufrimiento Keynar salta sobre él con una agilidad inesperada en alguien tan sedentario y le somete con una llave de estrangulamiento.
Por suerte aprendió a asfixiar a sus enemigos una semana antes de escapar. No iba a irse a vivir en un planeta como la Tierra sin comprender las nociones básicas sobre cómo reducir a un carcamal subdesarrollado.
— [¡¿Te crees que puedes agredirme en mi propia habitación y esperar que no tome represalias?! ¡Pues adivina! ¡Soy una Estrella Verde y lo que has hecho cuenta como un crimen contra las relaciones diplomáticas! ¡Legalmente puedo matarte y nadie me lo podrá reprochar, maldito bastardo!] —escupe en su mismo idioma mientras le inmoviliza las extremidades superiores con las piernas, doblándolas de formas en las que no deberían de doblarse jamás.
Solo alguien como Keynar es capaz de mostrar tanta agresividad y aun así estar completamente convencido de que es una persona civilizada y pacífica. Eso sí, luego son los otros los que le hacen sentir que su vida corre peligro.
— [¡A-agh! E-eeshg... Eshgperga... Ugh] —El intruso se retuerce aun más, haciéndole creer que ya ha ganado la pelea.
Al menos hasta que su cuerpo sale disparado por un pulso de energía dorada que le arroja el criminal, quien aprovecha su renovada libertad para respirar todo el aire posible. Que tampoco es que necesite respirar, pero su cuerpo tiene ese reflejo por naturaleza... Un defecto de fabricación muy poco conveniente dadas las circunstancias.
— ¡AVISO! ¡RIESGO DE SOBRECARGA! ¡POR FAVOR, ALEJARSE DE LA ZONA DE PELIGRO DEBIDO A UNA AMENAZA POTENCIAL PARA SU SEGURIDAD! —la muñequera emite con urgencia, sacando a Keynar del aturdimiento.
— ¿Atacarme con un arma de pulsos? ¡¿Cómo ha podido pasar esto a través de los escáneres?! ¡Ni siquiera la Tierra tiene tan poco nivel tecnológico y VIK-TOMPA les ha estado ayudando con la seguridad! —piensa confundido.
Rápidamente se levanta del suelo para encarar al malnacido que casi le provoca un infarto con lo que presume que es un arma ilegal capaz de saltarse los sensores. Por suerte para él, su cuerpo es resistente a casi todo, así que no se morirá por recibir uno o dos más.
— [¿Pero... a ti... que... te pasa...?] —pregunta dolorido mientras se masajea la garganta.
Su vestimenta es extremadamente similar a la de Keynar, solo que más holgada y dejando expuesto gran parte del pecho del ser presuntamente de un género similar al masculino. Esto indica que o es un miembro corrupto de las Estrellas Verdes o un infiltrado con una identificación falsificada.
Sea lo que sea está claro que tiene a una peligrosa organización respaldándole.
— [¡¿Que me pasa?! ¡Lo que pasa es que me estoy defendiendo de un criminal! ¡Eso es lo que pasa!] —grita en un intento de intimidarlo.
Y lo consigue. Es más, el pobre tiene tanto miedo que se le traban las palabras y tiene que negar que es un delincuente de forma no verbal. El problema es que con el pánico se le olvida que la manera en la que niega su especie es, por así decirlo, inusual. Así que lo que Keynar ve es como su atacante enrolla sus labios como si fueran persianas y muestra sus afilados dientes de forma amenazante.
— Mierda, no parece que vaya a irse por mucho que intente espantarlo... ¡¿Por qué no intenta huir como cualquier escoria que se aprecie?! —piensa molesto por la terquedad del intruso.
Por lo menos puede deducir que lo que quiere esta persona es silenciarlo. No por nada le dejó en la cama después de noquearlo en vez de amordazarlo en la ducha como habría hecho él en su lugar. Eso significa que tal vez pueda intentar convencerle de que no le denunciará si se marcha de buena gana.
Solo tiene que sacar su lado más diplomático y civilizado para hacerle creer al intruso que no le acusará anónimamente a las autoridades justo después de que haya salido por la puerta.
— [Mira, como me das pena por ser una criatura estúpida que ha conseguido evolucionar por pura chiripa, te voy a dar la oportunidad de irte ahora mismo y mantener lo que sea que tengas en lugar de dignidad intacto] —le pide (ordena) de forma calmada (terriblemente agresiva).
Y esa... es su forma de ser diplomático y civilizado.
Lo que pasa cuando careces de vida social, estás resentido con el universo y estudias ingeniería biotécnica día y noche como un poseso... es que alcanzas un estado mental en el que siempre estás cabreado y todo individuo que no seas tú mismo te incordia.
Ese es un rasgo positivo cuando tienes que competir por el éxito en la sanguinaria lucha por los mejores puestos académicos. Pero no tanto cuando tienes que socializar y lo único que encuentras a tu alrededor son decepciones vivientes a las que no puedes evitar insultar cada vez que les diriges la palabra.
— [Mira, no sé por quién me tomas, pero me ofende muchísimo que pienses eso de mí nada más conocerme de frente. Es más, si hay alguien aquí que ha de disculparse ese eres tú, que me has atacado traseramente sin motivo] —dice con un nulo sentido de la autopreservación.
¿Después de todo que culpa tiene él de que saliese volando en arco nada más tocarle? Eso fue un pequeño accidente causado por la inestabilidad a la que estaba sometido en ese momento. Si hasta se preocupó por ponerlo horizontalmente sobre la cama y revisar con detalle que no tuviera heridas graves, por la Madre Volcán.
— Mira que hay gente tan desagradecida...
— [Yo no me disculpo ni con los de mi especie, me voy a disculpar con una criatura inferior como tú, no te jode] —le responde antes de lanzarle una patada a la cara.
El intruso consigue bloquear el golpe con su brazo, pero la fuerza que iba detrás es tal que se cae contra el suelo. Por su parte, Key se agarra la pierna con fuerza al sentirla adormecida, pero no por la intensidad de la patada ni por la dureza de su enemigo, sino por la corriente que recorrió su cuerpo al momento de tocarle.
— ¿Su piel conduce la electricidad? No, eso es imposible, su piel no parece un material conductor ni de lejos... Reconozco cuando algo puede electrocutar y con esa piel no se puede... ¡No es compatible con la electricidad! —piensa alterado. Después de todo un enemigo que se comporta de forma impredecible es peligroso.
En cambio, el intruso hace todo lo posible por no perder la consciencia después golpear su cabeza contra la misma pata de la mesita con la que se chocó antes. Nunca entenderá como alguien pudo pensar que poner esas cosas en un crucero era buena idea.
— [A-a ver... Admito que no soy del todo demasiado inocente en este minúsculo asunto...] —intenta dialogar (Dialogar de verdad, no la verborrea pasivo-agresiva de Keynar), pero antes de poder terminar el pie de su anfitrión cae sobre la mesita de noche, rompiéndola a pocos centímetros de su cabeza.
Su especie una vez fue considerada invencible en combate cuerpo a cuerpo, pero ahora él, un representante de la misma, se encuentra temblando por culpa de un enano larguiducho. Un enano que por cierto tiene un pie bastante resistente como para romper un mueble de caoba sin rasguñarse siquiera.
— [Vas a decirme cómo funcionan tus malditas descargas eléctricas, a explicarme de que estás compuesto y a disculparte por ser una inmunda escoria del universo lo suficientemente estúpida como para mostrarse ante mí] —dice con una voz tan helada que pareciera que su propia diosa le hubiera abandonado.
A la mierda VIK-TOMPA, la opinión pública y la reputación de su especie. No se ha pasado media vida estudiando materiales y procesos biológicos de todo tipo de especies para que venga este miserable y le electrocute con un método desconocido.
— [Cuando me dijeron que debía sobrepasar las dificultades, no pensé que se referirían a cosas como esta...] —murmura aterrado.
Viendo que no tiene forma de enfrentarse a semejante alienígena y que le da miedo lo que le haría si se enterase de que no estaba escuchando lo que le decía, opta por la medida más factible y razonable a su alcance... Se mete debajo de la cama lo más rápido que puede con la esperanza de sobrevivir un día más.
— ¡Tú, maldita sabandija! —exclama de indignación.
¿Cómo se le ocurre al criminal huir de su interrogat-, de su negociación pacífica?
Rápidamente se agacha para sacarle de ahí y hacerle pagar tanto por atacarle como por ocultarle información de interés científico. Pero el intruso, consciente de que iba a perseguirlo, sale desdel otro extremo del mueble antes siquiera que Keynar pudiera ingresar. Cosa que agradece al ver la cantidad insana de pelusas que ahora lleva el polizón encima.
Está claro que esa falta de limpieza en los hoteles es algo inherente en los seres humanos.
Como teme que la cama de mala calidad (Cualquier cama que no sea de agua o superior es de mala calidad) pueda soportar que corra por encima para arrojarse sobre el intruso, decide rodearla a toda velocidad para interponerse entre la puerta de salida y el delincuente que (Según él) amenaza su vida.
— [¡Aléjate de mí!] —grita desesperado el "peligroso criminal" mientras intenta escapar del piso.
Pero sus súplicas no son escuchadas, pues el demente agresivo se lanza encima suyo, entrellándolo contra la esquina de la pared. El choque es tal que caen de varios fragmentos de su hombro, algo que no escapa a los ojos del negociador pacífico.
Keynar observa intrigado la herida, una que no sangra ni supura sustancias, sino que emite una leve luz dorada. Luego los fragmentos de lo que parece una especie de mineral vuelven a sus anteriores posiciones para reensamblarse y no dejar constancia de la fractura, lo que revela la identidad del intruso.
— [¿Eres un... inorgánico?] —pregunta retóricamente, porque está claro que ningún ser orgánico podría regenerarse así.
Los inorgánicos son raros, esquivos y pocas veces crecen lo suficiente como para pertenecer a VIK-TOMPA. Pero todos comparten un aspecto en común: Tienen habilidades que superan por mucho a los orgánicos. Y en este caso el factor curativo es una de ellas
— [ Aahh... No debí copiar con tanto detalle el sistema nervioso... Los receptores de dolor son una enorme molestia...] —murmura mientras se sujeta el hombro.
Es la última vez que cambia de forma sin fijarse en lo que se está haciendo a sí mismo. Su cuerpo actual es débil, lento, frágil y tiene tantos puntos débiles que no puede enumerarlos todos... Definitivamente tendrá que remodelarlo cuando llegue a su habitación.
— [Tu especie] —le dice tajante, despertándolo de la ensoñación producida por el golpe y recordándole que está a punto de recibir la paliza de su vida.
Antes de pensar en remodelaciones primero tendrá que pensar en cómo salir de esta sin quedar hecho gravilla.
— [Tu especie] —le repite con más intensidad.
— ¿Quizás lo golpeé demasiado fuerte? Espero que no, básicamente es un milagro de la biología y aún no me ha dicho a qué especie pertenece para poder estudiarla... —piensa preocupado.
Las razas inorgánicas son muy aislacionistas y, dado su potencial evolutivo superior, muy valoradas por VIK-TOMPA. Así que da igual cuanto lo quiera, sonsacarle la información sobre su especie a base de golpes es un crimen mucho mayor que el suyo.
Solo le queda buscarla él mismo entre los billones de datos de la red.
— [¿Mi qué...?] —pregunta extrañado.
A estas alturas debería de estar pateando sus restos ¿No?
— [¿Por qué aun no me ha partido en trocitos?]
Nunca pensó que se extrañaría de no estar siendo asesinado brutalmente... Quizás sí que se precipitó al aceptar la propuesta del intercambio.
— Hah... [El nombre de tu e-s-p-e-c-i-e] —le dice muy lentamente para que su defectuoso cerebro pueda entenderlo.
Tal vez deba decirlo con mímica... Solo tiene que pensar en cómo decir nombre y especie con gestos.
Como son criaturas tan raras la información de las mismas está protegida. Por eso si quiere desentrañar el misterio de sus habilidades, necesita el nombre de su raza como mínimo para iniciar su investigación sin pasarse horas entre archivos.
¡Es por la ciencia!
Y por los beneficios que le traerá replicar ese factor regenerativo...
¡Pero sobre todo por la ciencia!
— Ah... Soy un Grekkawravderfeltirshinserdüldktzerm, Grekkaw para abreviar... —responde de inmediato.
— Mejor obedezco en lo que pueda para que le deje salir de aquí con vida... Solo espero no perder demasiadas partes de mi cuerpo... —Llora internamente por su situación.
Siempre se tiene que meter en ese tipo de situaciones... Es que no puede pasar un viaje sin cagarla de forma monumental o quedar encerrado con un psicópata.
— Vale, puedes irte —le comenta, habiendo grabado las palabras con su muñequera.
Nunca está de más ser precavido. Los inorgánicos se comunican de forma anómala y no es raro que las palabras que usen para definir elementos propios de su cultura sean tan... inentendibles.
— ¿Qué?
¿Ya? ¿Tan fácil? ¿Después de todas esas agresiones hacia su persona, esto acaba así?
— Que te vayas, esta es mi habitación. A menos, claro, que quieras vértelas con los de seguridad... —le explica con una mirada fría.
El Grekkaw se levanta titubeando y se aleja lentamente de él. Luego recorre el pasillo vigilándole de reojo por si decide atacarlo por la espalda.
Solo cuando llega a la puerta, le da la espalda y se va de ahí de un portazo.
— Sistema, descarga toda la información disponible sobre esa especie, haz uso de mis derechos como diplomático si hace falta —le habla a su muñequera, la cual brilla en respuesta a la orden.
Entonces Keynar recuerda que aun no ha recibido su equipaje y se indigna por la impuntualidad humana. Está claro que no va a poder salir hasta que vengan con sus maletas. No piensa arriesgarse a que luego las guarden con el resto de objetos extraviados y las vendan en una de esas subastas que se dice que hacen con las cosas ajenas.
— Bueno, no pierdo nada por darme una ducha... —se dice a sí mismo.
De alguna forma tiene que matar el tiempo. Además, entre la caminata por el puerto, el aire rancio del coche, el shock de haber perdido el color de su tatuaje y el haber escapado por los pelos de ese peligrosísimo criminal le han cargado de mucho estrés.
— Bien comenzamos... Y aún faltan varias horas de viaje... Por el lado positivo al menos aquí los lugares de ocio no están ocultos —piensa mientras se quita la ropa y programa la recopilación de sus canciones favoritas para subirse el ánimo.
Probablemente todos los pasajeros del crucero le acaben odiando, pero la situación lo requiere. Se avecina una sesión intensa de canción de ducha sin límites. Que se la ha ganado.
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