Capítulo 5
(Canción en multimedia para escuchar mientras lees)
En la caída miré a mi alrededor como había muebles y raros frascos. En nada caí al suelo. Y vi la bebida en la mesa que decía "bébeme". Esta vez antes de beber cogí la llave y entonces bebí. Y me dirigí a la pequeña puerta y abrí.
Todo era como recordaba. Las plantas los hongos, los bichos. Todo era simplemente hermoso. El conejo estaba justo delante de mis ojos.
- ¿Alicia? - preguntó confundido.
- Tienes que llevarme con el sombrerero. No tengo tiempo, sé que esto es un sueño.
- Tweedledee y Tweedledum te escoltarán hasta allí.
Y así hicieron. Íbamos guiados por el lirón cascarrabias. Nunca había llegado a caerme bien del todo pero tenía que apechugar con ello.
En nada llegamos a donde el castillo de Mirana, La Reina Blanca.
En cuanto entramos ella nos recibió.
- ¡Alicia! Que grata sorpresa verte por aquí. - dijo con su voz tranquilizadora.
- Vengo buscando al sombrerero.
- Oh, está tomando té en el comedor. Podéis uniros si queréis.
Al entrar esquivé en seguida una taza de la liebre. De inmediato oí sus carcajadas.
- ¡ALICIA! ¿¡Qué haces aquí!? ¿Me he metido en otro lío y ni siquiera me he enterado? - dijo riendo el sombrerero.
- Vine para quedarme. - dije sentándome a la mesa. Me sirvió una taza de café.
- ¿¡EN SERIO!? Ya era hora.
- Ahí arriba me toman por una loca.
- ¿Acaso no lo estás?
- ¡Por supuesto que lo estoy! Pero ahí arriba es algo malo.
- Pero las mejores personas lo están.
- Lo sé, sombrerero. Una amiga me ayudó a llegar aquí. - sorbí mi té.
- ¿Amiga? ¿Y la dejaste sola?
- Emm, no, seguro que pronto Peter va a por ella.
- Eso no parece propio de ti, Alicia.
- Ella sabe que yo vendría aquí. Puede encontrarme si quiere.
- Lo dices como si entrar pareciera lo más fácil del mundo.
- Para mí lo es.
- Ay Alicia, no has perdido tu muchedad eh. Me encanta.
- ¿Más té? - me preguntó la liebre y apenas al asentir virtió más en mi taza.
- Pero es hora de que despiertes, Alicia.
- ¿Qué? - pestañeé y en nada me encontré en el laberinto de setos.
Como aquel día, vi al conejo blanco. Que intentaba esconderse entre las rosas blancas. Corrí tras él. Podía escuchar a lo lejos gritaban mi nombre. Quizás mi madre. No, era una voz más familiar.
- ¡ALICIA! ¡ALICIA DESPIERTA! ¡ALICIA!
Entonces sentí que volví a caer y a caer y cuando justo iba a chocar con el suelo...
- ¡ALICIA! - abrí los ojos y vi a Wendy con ojos llorosos - ¡AL FIN DESPERTASTE!
Miré alrededor y vi a Cherise, policías e varios más.
Cherise se acercó a mí.
- ¿Qué tal la visita? - preguntó.
Empezó a desvanecerse hasta dejar sólo su sonrisa. Como aquel gato.
- Alicia, que rayos miras. - me dijo Wendy.
Los policías nos cogieron de inmediato. Y nos montaron en su coche esposándonos de manos.
- Tranquilas, sólo os llevaremos de vuelta al psiquiátrico.
Wendy empezó a chillar. Yo empecé a llorar. Quería quedarme allí. El País de las Maravillas, allí era mi hogar.
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