*Alicia*
Semiinconsciente, me arrastraron por una serie de retorcidos pasillos, no sabía hacia donde me llevaban, pero tampoco me importaba, había fallado, le había fallado al País de las Maravillas, y le había fallado a él, a mi sombrero.
Los guardias que me arrastraban se pararon en seco ante una puerta, uno de ellos se adelantó para abrir la puerta con llave, entonces me tiraron dentro. Volé un par de metros y, sin fuerzas para levantar los brazos y parar la caída, aterricé de cara, mi nariz soltó un crujido horrible y empezó a vomitar sangre como una posesa.
El sabor metálico de la sangre inundó mi boca, escupí, tratando de no ahogarme en mi propia sangre.
Levanté la cabeza a duras penas, las paredes eran negras como la tinta, alcé el brazo y estiré los dedos, rocé la pared más cercana con la punta de los dedos, la superficie negra se rizó y del negro se desprendieron todos los colores del arco iris que se separaron y se agitaron, extendiéndose por la habitación. La madriguera.
La recordaba bien. La madriguera era donde había empezado todo, tenía lógica que todo terminara con ella.
Al fondo creí distinguir la silueta de Cheshire, me sonreía, no estaba sola.
Nunca lo había estado. El gato Cheshire se acercaba flotando, extendí una mano temblorosa.
-¿Alicia? ¿Qué tienes pensado hacer?
Sonreí, el gato dio una voltereta en el aire, quedando boca abajo.
-Abajo la sangre roja.- Susurre con voz ronca, el gato desenvirtió su sonrisa.
-Abajo la sangre roja.- Respondió y ambos reímos.