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4. El Trueno

Cuando desperté, él ya no estaba. Sentí la frialdad desde mi mano recorriendome entera. No quise abrir los ojos, no quería ser consciente de que ya no estaba. Sabía que él no me reconocería, debería haber sabido que no era tan sencillo, pero aún así dolía. Esperaba despertar y encontrarlo a mi lado, esperaba que él me recordara, que recordara el País de las Maravillas y todo aquello que vivimos allí. No sé lo que esperaba... Tendría que haberme contenido, no tendría que haberme precipitado. Todo era culpa mía... El gato tenía razón... Era mi culpa, y yo tenía que arreglarlo.
Abrí los ojos poco a poco al oír la puerta abrirse "Que sea él, por favor, que sea él" pensé con fuerza. "Alicia, si de verdad quieres algo piensalo y deséalo con todas tus fuerzas, así, si no consigues lo que deseas, al menos lo has tenido en tu imaginación por unos instantes." El recuerdo de la voz del Sombrerero susurró en mi mente. Pero no era él, cuando la puerta se abrió apareció una enfermera. Volví a cerrar los ojos, no quería ver a nadie, a nadie que no fuera él. Le había fallado al gato.
-¿Cómo se encuentra?- No respondí, no quería hablar, no si no era con él.- Entiendo que estés confusa y asustada...- Cambio en la forma de hablar, quería ganarse mi simpatía. "Pues buena suerte" pensé.- Sé que los episodios son horribles e intensos, pero tienes que hablar con alguien. Tal vez...
-¿Y tú que sabes?- Estallé, mi voz era un leve bisbiseo, con un tono frío y una mirada helada. Quería zarandearla y gritarle, ¿Qué sabía ella? ¿Qué podía saber ella? Más palabras vacías, simples consuelos, cómo si estar aquí no fuera lo suficientemente malo, como si el impulso asesino habitual no fuera lo bastante fuerte para que encima viniera este patético proyecto de psiquiatra a decirme lo que es horrible, ¡Yo inventé esa palabra! ¡Es mi calificativo desde siempre! ¡No intentes robármelo!
Y era cierto, completamente cierto. Entre las últimas palabras que mi padre me dijo antes de que me encerrara aquí, esa la repitió varias veces, como un mantra para mentalizarse de que había perdido otra hija. Esta vez de una manera diferente, más traumática supongo. "Es horrible, realmente horrible. ¿Cómo pueden ocurrirle tantas cosas horribles a una misma familia? Es horrible, ciertamente horrible." Las palabras golpearon el interior de mi mente, la estiraron y la encogieron como una tortura medieval, sentí como si mi cerebro fuera a estallar en cualquier momento. Quise agarrarme la cabeza con las manos, pero me las habían atado. Abrí los ojos, cuatro enfermeros se cernían sobre mí, luché, pataleé, grité, me resistí. Me inmovilizaron y mordí a alguien, que soltó una maldición, el sabor metálico de su sangre me recorrió el paladar. Grité, más fuerte.
-¡Es horrible, soy horrible, todos somos horribles! ¡Todo es horrible!
-Ya está, estás bien... tranquila.-Murmuró la enfermera.
Me moví y me resistí, forcejeé. Los enfermeros no podían conmigo, así que se sumó un quinto.
-Alicia...- Paré de forcejear al oír su voz y lo miré, estaba preocupado.- Alicia... estoy aquí, tranquila... confía en mí.- Les hizo un gesto a los demás para que dejaran de inmovilizarme contra la camilla. Respiré hondo.- Estoy aquí... ya ha pasado... Ahora respira y tranquilizate ¿Está bien?- Asentí, asintió. Les hizo un gesto y todos salieron de la sala, en cuanto hubo salido y cerrado la puerta el último de ellos, él me cogió la mano y, distraidamente, comenzó a trazar círculos en ella con su pulgar.
-Te pedí que te quedaras...- No me parecía que empezar con reproches fuese la mejor opción, pero necesitaba decírselo.
-Lo siento...- Murmuró, se llevó mi mano a sus labios y la dejó allí, aferrada entre sus manos.-Lo siento.- Repitió.
-Gracias... gracias por venir.-Bisbiseé.
-Tenía que hacerlo, era lo miníno que podía hacer...- Asentí y cerré los ojos, la cabeza me iba a estallar en cualquier momento.- Alicia...- Susurró, apreté un poco su mano, dándole a entender que lo estaba escuchando. Se aclaró la garganta antes de hablar, como si fuera a dar un discurso.- Escucha... sé que apenas nos conocemos y que no tengo derecho a preguntarte nada extraoficialmente pero...- Tragó saliva.- ¿Puedo preguntarte algo?
-Esa ya es una pregunta...- Me sonrió, le sonreí.- Puedes. Pero de la respuesta que te dé no me hago responsable.
-Me parece bien.- Sonrió, se aclaró de nuevo la garganta y respiró hondo.- ¿Por qué me dijiste que no perdiera mi muchosidad? ¿Qué significa eso?
-Doctor, eso son dos preguntas...- Sonreí.
-Cierto... pero puedes responder solo a una...
-Es fácil, la muchosidad es aquello que te hace mucho.- Sonrisa del gato Cheshire.
Arrugó la nariz en su peculiar expresión de desconcierto.
-¿Y eso que quiere decir?
-Dijiste una pregunta.- Lo corté. Se mordió el labio y suspiró.
-Está bien...
Cerré de nuevo los ojos, las oleadas de dolor cada vez eran más fuertes.
-¿Te duele la cabeza?- Gemí como afirmación.- Bien... tranquila...- Me subió la manga de la camiseta que se me había bajado tras el forcejeo. Sin darme cuenta me había arrancado la vía de un tirón, prueba de la brutalidad de mi arrebato era la herida sanguinolenta del interior de mi codo, había manchado la camiseta y las sábanas. Suspiré, y él frunció los labios. Me limpió la herida con sumo cuidado y me vendó el brazo.
-¿Por qué será que cada vez que nos vemos yo acabo sangrando y tú curándome?- Sonreí.
Se rió, dio la vuelta a la camilla con el carrito del gotero y me instaló la vía en el otro brazo. Ajustó los goteros y añadió otra bolsa de medimentos al carrito.
-Ya está... solo tienes que procurar no arrancártelo otra vez.-Me sonrió con dulzura y se apartó un mechón de su cabello que se había escapado de su coleta.- Si lo vuelves a hacer, te pegaré la vía para que no puedas quitártela.
-Lo volveré a hacer si no te encuentro a mi lado al despertar.- Lo amenacé.
Se ruborizó y apartó la mirada al tiempo que rebuscaba algo en su libreta.
-Quiero hacerte ahora yo una pregunta, extraoficialmente hablando.
-Muy bien, adelante. Pero no me hago reponsable de lo que te vaya a responder.-Imitó mi sonrisa del gato Cheshire.
-Me parece perfecto.- Sonreí. Llevaba tiempo deseando formularle esa pregunta. Para mí era de vital importancia, para mí esa pregunta lo era todo. Si la respuesta era satisfactoria nada podía salir mal. Respiré hondo y me aclaré la garganta, imitándole. Él apreció el gesto con una sonrisa.- ¿Sigues siendo el Trueno?
Arrugó la nariz, confuso.
-No te entiendo.- Se disculpó.
-Ya... debí suponerlo.- No lo recordaba, pues claro que no lo recordaba.- ¿Puedo hacerte otra pregunta?- Pregunté con timidez.
-Adelante.
-¿Cómo te llamas?- Parpadeé.
-Brontë.- Hubo una pausa, para él fue un silencio incómodo, para mí, una pausa para reflexionar y tomar aire.- ...Y no, no es por las hermanas Brontë, aunque ya me gustaría ser como ellas.
-¿Morir de tuberculosis en plena juventud?- Reí, aunque quería llorar, quería gritarle y golpearle hasta que recordara, era frustante.
-Me refiero a su imaginación, a la forma en la que siguieron y siguen presentes después de su muerte. Me gustaría hacer algo así, me gustaría ser recordado...¿A ti no?
Cerré los ojos con fuerza y apreté los dientes, no podía estar preguntándome esto, no podía hacerme esto. Tragué saliva, temblando. Y respiré hondo, muy hondo.
-Sí, todo el mundo quiere ser recordado, aunque nadie lo vea, aunque pocos lo sientan. Todo el mundo merece ser recordado.
Él sonrió, satisfecho con mi respuesta.
-Será mejor que te deje para que descanses, a ver si te se pasa ese dolor de cabeza y te tranquilizas un poco.- Abrí los ojos de golpe, asustada. No quería estar sola de nuevo, no quería pasar por lo mismo otra vez.- Tranquila, estaré fuera, en la puerta, esperando tu llamada.- Asentí, confiaba en su palabra.
Puso un vaso de agua sobre mi mesita y caminó hacia la puerta con decisión, cuando su mano aferró la manivela no me pude contener, y hablé.
-Me alegro de que, a pesar de todo, sigas siendo el trueno.-
Fingí dormirme, y él se marchó. El trueno se fue con la duda en su corazón confuso.
-Brontë...- Saboreé su nombre entre mis labios, me gustaba.- Brontë... el trueno...

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