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11. La madriguera (parte 2)

*Bronte*
-Esta es tu útima oportunidad, querido. Elige bien.
Scarlett se alzaba, orgullosa con la nariz alzada, altiva y desafiante, intentando.sin exito fingir indiferencia.
-¡Abajo la sangre roja!- Reí y me carcajeé como un poseso, no me.importaba, sin Alicia no me importaba morir. Estaba atado a la silla eléctrica, el cuero del asiento de esta crujía bajo mi cuerpo. El tercer cubo de agua volcó su contenido sobre mí a la muda orden de la reina roja.
-Morirás.
-Seré libre.
-No sabes de lo que hablas, estás loco, desequilibrado, totalmente de mente.
-¡¡SI!! ¡Más loco que nunca! ¡JA, JA, JA, JA!
-Bronte, no te reconozco, me das miedo.
-¿Y quién es Bronte? ¿Y quién es el Miedo? ¿Sabes? Enel País de las Maravillas no.existe tal cosa. Miedo es.un ser que no tiene cabida entre maravillas.
-Bronte, nada de lo.que dices tiene sentido, ¿Vas a morir por ella?
-No, por ella, no, eso jamás. Sólo muero por mí, la gente solo puede morir por sí misma. Cada uno por su propia causa.
-Di que no la amas, Bronte. Di que todo esto es solk una pesadilla y despertaremos para estar juntos de nuevo. Di que olvidas todo esto y te arrepientes. Vamos, dilo, amor mío.
-La amo. Amo a mi Alicia como el girostato de la girostera ama girotear.
-Bronte...
-Ya no soy él...
-¿Y quien eres ahora, entonces?
Entrecerré los ojos y arrugué la nariz, confuso ¿Que quién era? Sonreí, lo sabía, despues de tanto tiempo de dudas, lo sabía. La gran sonrisa.de gato Cheshire se dibujó en mi rostro, grande y brillante como.na lúnula menguante.
-Soy el Sombrerero loco de Loquilandia.- Fue una declaración de principios mas que una presentación.
La reina roja no pudo contener más su enfado, su cara se puso roja como el trasero de un babuino budicioso, agarró la palanca que conectaba la silla electrica a la corriente y se dispuso a activarla. Entonces el tiempo se ralentizó, la habitación fue engullida por un túnel en blanco y negro, los guardias y la reina roja desaparecieron, como todo a mi alrededor. Caía, sí, estaba cayendo, lo sentía en la boca del estómago en forma de pequeñas descargas. Seguía cayendo y cayendo y me parecía lo más maravilloso de todos los mundos.
El blanco y el negro del túnel se desligaron, retorcieron y estallaron, los colores de la Madriguera aparecieron, más relumbrosos que nunca.
Muebles, estatuas, comidas y demás objetos diversos de toda clase desfilaron ante mis ojos mientras seguía cayendo.
El tiempo parecía haberse detenido, ensanchado y reiniciado. El descenso no parecía tener fin. En el tiempo que llevaba cayendo me habia dado tiempo a jugar a la cupola con un puerco espín con sombrero vaquero, arreglado el bajo del vestido a una señora oca y confeccionado una tiara con perlas, cristales e hilo de pescar. Entonces, cuando incluso me había quedado dormido, de un golpe sordo, toqué tierra firme.
Me quedé tumbado en el sitio donde había caído, abatido y cansado.
-Sombrerero...
Cerré los ojos con fuerza, esa voz...
-No creo en fantasmas.- Le ladré con rabia.
Su risa resonó en mis oídos, su cuerpo se recostó contra el mío, me giré hacia ella, sin creer que en realidad la estuviese viendo.
-Alicia... ¿Dónde... dónde estamos?
Miré a mi alrededor, fascinado, era tan maravilloso que me costaba creer que fuera real.
-En casa, hemos vuelto a casa. Sombrerero, bienvenido de nuevo al País de las Maravillas.
Sus labios acogieron a los míos y yo recibí a los suyos como si fuera un azucarillo y ella una taza de té, derritiéndome entre sus brazos de porcelana.

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