♡「Capítulo I」Alice en el País de las Cartas ♡
「Es hora de que ella vuelva, dormida entre blancas azucenas, ella volverá al lugar donde todo comenzó.
Es hora de volver a casa, es hora de volver a donde todo comenzó. 」
Un rayo de luz golpeaba la ventana de la habitación de una joven, Alice abrió sus ojos de par en par mientras su rostro seguía pegado entre la sábana blanca de su cama y una almohada de plumas llena de saliva, con el cabello rubio revuelto y enredado además de unos ojos azules que se negaban a abrirse como si tuvieran voluntad propia.
—Hoy es un nuevo día—se dijo la chica en voz baja después de ver la pared de su dormitorio—, pero presiento que esta vez será diferente a lo habitual.
—¿Alice? ¿Ya te has despertado?—murmuró un joven desde el otro lado de la puerta.
—¡Ya cállate!—gritó Alice mientras se hacía un ovillo en la cama— ¿Podrías dejarme sola? ¡No te quiero ver!
Un pequeño silencio incomodo invadió el cuarto por unos minutos hasta que el cerrojo de la puerta de Alice comenzó a sonar haciendo que se abriera y aquel chico pudiera entrar. Alice solo se escondió entre las mantas para que no la viera, estaba lo suficientemente agotada para no querer recibir visitas, sin embargo, aquel hombre que correspondía al nombre de Arthur Kirkland, era lo más parecido a un hermano o un padre para la chica.
—A mí no me engañas niña—dijo mientras caminaba hasta acercarse a la cama y sentarse en una de las orillas donde estaba el bulto—. Estás despierta, no te hagas la tonta, ¡Vamos! ¡Despiértate! ¡Mueve el trasero de una vez que es de día!
—¡Maldición!—protestó Alice levantándose de golpe—¿Por qué te gusta molestarme tanto! ¿Qué no tienes algo mejor de hacer?
—Si estuvieras dormida no me hubieras contestado—Arthur rió mientras acariciaba la cabeza de Alice—. Soy tu hermano, es normal que me preocupe por ti. Estos días has estado muy agitada y casi no sales, ¿La escuela ha estado pesada?
Alice bajó la cabeza un poco mientras Arthur seguía revolviendo su cabello.
—Sí, ha estado algo difícil—murmuró haciendo un puchero—. Ya veo, solo te preocupas como un buen hermano...
Alice se detuvo de golpe con esa última palabra... ¿Arthur? ¿Un hermano? ¡Jamás! Arthur no era su hermano. ¡Eso sería muy raro! A pesar de vivir poco con él, Arthur la consideraba una hermana menor al punto de decirlo sin pena. Alice siguió con la cabeza baja, sus piernas apenas salían de la sabana; la chica bostezó un poco y después se recostó en los hombros de Arthur dando a entender que ella todavía estaba cansada.
—Va, si quieres sigue descansando—murmuró mientras dejaba de tocar el cabello de la chica—. Cuando te levantes, avísame para prepararte el desayuno.
Alice asintió en respuesta mientras se separaba de Arthur y se recostó en su cama para intentar dormir, sin embargo, gracias a la luz que se filtraba por las cortinas de color rosa pastel, su intento no fue existente así que se volteó hacia un lado donde la luz no llegara tanto. Arthur sonrió, se levantó para acariciarle la espalda en señal de dulces sueños seguido de un beso en la frente. Después de ver cómo Alice trataba de dormirse, lo mejor que pudo hacer fue dirigirse escaleras abajo para dejar a la chica dormir.
Alice se quedó dormida después de que Arthur se fue...
Y fue entonces donde lo más raro comenzó. Alice soñó que estaba en un espacio de completo color negro con un camino luminoso y una voz que le hablaba.
Ella ya no está aquí...ella yace dormida entre las azucenas blancas que adornaban su castillo. Ella ahora ya no está aquí; su cuerpo está dormido, sin vida. Ella ya no es lo que debería ser.
—¿Quién eres?—gritó Alice desesperada.
Nadie contestó.
—¿Quién eres?
Silencio nuevamente.
—¿Quién eres?— gritó Alice de golpe mientras se levantaba de su cama.
—Parece que solo fue un sueño—dijo mientras suspiraba.
Los ojos de Alice estaban llorosos, era como si una enorme nostalgia la invadía cada que veía a su alrededor. Alice estaba temblorosa, no sabía lo que estaba ocurriendo; aun así, se dispuso a salir de la cama y ponerse los zapatos para empezar el día.
—Ella ya no está aquí—dijo Alice para sí misma—. El comienzo de todo...¿Qué querrá decir?
La chica salió de su habitación, volteó a los lados para fijarse que nadie la veía hasta llegar a la escalera, la cual bajó de puntillas hasta llegar a la sala.
—Hasta que te despiertas—gritó Arthur de forma sarcástica mientras cocinaba—. ¿Dónde estabas Alicia? ¿En el país de las maravillas?
Arthur se acercó a la rubia y nuevamente le revolvió el cabello, Alice hizo un puchero y después se acercó a una de las alacenas en busca de algo para desayunar pero Arthur se había adelantado sacando un plato de panqueques del horno de microondas.
—Pensé que no sabías usar el horno—dijo Alice de forma sarcástica.
—¿Qué crees que soy? ¿Estúpido?—respondió Arthur un poco molesto— Para tu información, sé cocina y usar el horno de microondas. No creas que soy un tonto.
Alice soltó una risita mientras se dirigía al comedor para desayunar, la chica tomó un par de cubiertos y un vaso para después dejarlos en la mesa, fue hacia el frigorífico para sacar una botella de jugo de naranja.
—Cuando termines de desayunar, ¿Podrías hacerme un favor?—dijo Arthur mientras tomaba un sorbo de su taza de té.
Alice asintió mientras se echaba un bocado a la boca, la chica siguió comiendo en silencio pensando en Arthur: "¿Por qué soy tan importante para él? ¿Qué he hecho yo para merecer tal trato?".
La rubia vio a Arthur por la rendija del ojo mientras éste veía el televisor y tomaba su té con tranquilidad desde el umbral de la cocina. Los pensamientos de Alice rondaban en torno al trato de Arthur, encontró una chica varada por las calles de Londres, sola, en la lluvia y sin ninguna esperanza. Él decidió recogerla, llevarla a su casa y vestirla. Ella representaba una hermana. Una pequeña chispa de alegría en esa casa monótona. Después de divagar un rato, Alice consiguió una conclusión: Arthur no tenía el amor de un hermano. Alice nunca había escuchado si Arthur tenía hermanos, sabía de conocidos y amigos, pero jamás de su familia directa. Eso podría responder a sus pensamientos ya que no cualquiera recoge a una niña de entre los barrios bajos.
Alice terminó de comer, dejó caer los cubiertos en el plato haciendo su típico sonido, dio un último sorbo de jugo hasta dejar el vaso vacío y se levantó para recoger la mesa.
—Voy a cambiarme de ropa—dijo Alice mientras tomaba una servilleta y se limpiaba la boca.
—Deja la mesa, la recojo antes de irme—propuso Arthur.
Alice salió de la cocina y fue escaleras arriba rumbo a su habitación cambiando su camisón blanco y pantuflas a un vestido de estilo marinero color azul marino, medias blancas y zapatos a juego con su vestido además de cepillar su cabello haciendo que se viera más ordenado además de recoger su flequillo con una pinza.
Aun así, en su cabeza seguía rondando aquellas voces de su sueño.
—Este día ha sido raro, sin embargo, algo me dice que es diferente—murmuró mientras se subía a la cama y abrió las cortinas dejando pasar la luz por completo—. Parece que algo interesante pasará.
Alice sonrió un poco tratando de mantenerse positiva, bajó de la cama y salió del cuarto topándose cara a cara con Arthur después de avanzar unos pasos. Éste vio el atuendo de Alice, el cual parecía algo distinto a lo que usaba día a día.
—¿Recuerdas que te dije que te pediría un favor?—dijo Arthur con una sonrisa.
—Sí.
—Pues quiero que ordenes el ático—dijo señalando el techo—. No te preocupes por hacer lo demás, yo lo haré cuando vuelva, solo encárgate de eso, la última vez que fui allá era un chiquero.
—No te preocupes, yo me encargo—murmuró Alice viendo el atuendo formal de Arthur—. ¿Tienes una junta o por qué la ropa?
—Algo así, pero eso no es de tu importancia.
—Nunca cambiarás Kirkland—dijo Alice de forma sarcástica.
Arthur no hizo caso de su comentario y se fue escaleras abajo para luego irse, Alice se limitó a alzar la mano haciendo un ademán de despedida para el hombre.
—Que te vaya bien.
Eso fue lo único que salió de la boca de Alice mientras Arthur salía y desaparecía de su vista. Alice suspiró y levantó los brazos.
—¡Bien, ya es hora de trabajar!—Alice bajó de las escaleras hasta llegar a la sala— Ay Arthur, esto no se va a limpiar solo y tú no tienes el tiempo necesario para dejarlo reluciente.
Con energía, Alice comenzó a ordenar la casa, la sala y limpiar la cocina. Para ella, echar una mano a aquella persona era lo menos que podía hacer por todo lo que había hecho por ella. Arthur era una persona bastante buena como para dejarle todo el trabajo.
En un rato Alice acabó velozmente, dejando la casa en buen estado. Ahora lo siguiente, era recoger el ático.
"Ella...ella volverá" una voz se escuchó de la nada haciendo que Alice cesara con sus tareas. "La mujer dormida entre lirios blancos...despertará"
"Esa voz" pensó Alice mientras volvía en sí.
—¿Alguien está hablando?—murmuró Alice volteando la cabeza a los lados, su cara se notaba algo preocupada— Creo que solo ha sido mi imaginación.
Alice ignoró la voz, volvió a voltear a los lados preocupada. El sueño que había tenido se estaba apoderando de ella al punto de que aquellas voces parecían aparecerse en su vida. Con eso en mente, Alice subió escaleras arriba dirigiéndose al ático.
El ático quedaba en un espacio escondido entre una trampilla cerca de las habitaciones donde dormían, Alice se plantó enfrente de la habitación de Arthur, cerca de la puerta del dormitorio había una pequeña puertecilla escondida entre el papel tapiz. Alice quitó el pequeño segurito que sobresalía hasta que un pequeño hueco se hizo presente junto a unas escaleras que daban justo al ático: Una pequeña habitación escondida dentro de la casa y el hueco del techo.
Alice subió hasta llegar a la habitación. Para tener una entrada pequeña, era una habitación muy grande y polvorienta, llena de cachivaches y cajas que parecía sacadas de una época antigua. Alice estornudó por el polvo y retiró algunas telarañas que impedían el paso hacia el lugar.
—Arthur, ¿Cuánto tiempo has estado sin limpiar?—dijo para sí misma— Un poco de orden no vendría mal, parece que tienes cosas de hace siglos. No me sorprendería si tuvieras las joyas de la reina aquí.
La rubia entró en la habitación sorprendiéndose del enorme cuarto que constituía el ático. Alice caminó sorprendida viendo las cajas y baúles olvidados en el tiempo, la chica llegó hasta donde estaba una pequeña ventana y la abrió haciendo que la luz y el aire inundara el lugar por completo. Ya iluminado, el lugar parecía verse más grande, con cachivaches y cajas de diversos colores, Alice curiosa, caminó entre todas las cajas viendo aquellos objetos que significaban mucho para el inglés. Sin embargo, algo llamó rápidamente su atención.
—¿Qué es esto?—murmuró Alice mientras tomaba una pequeña caja metálica como la de las galletas navideñas. La vio por dos segundos y luego la dejó encima de un baúl para volver a tomarla cuando terminara sus labores.
Poco a poco, aquel lugar olvidado en el tiempo y lleno de polvo comenzó a tomar más vida y orden conforme Alice iba y venía. El polvo bailaba hasta llegar a la ventanilla y desaparecer, las telarañas que alguna vez estuvieron ahí por mucho tiempo desaparecieron. Cuando Alice terminó tomó la caja y se dirigió a su dormitorio. Algo en su mente decía que debía dejarla en su lugar, sin embargo, su curiosidad le impulsaba a hacer lo contrario, haciendo que Alice se aferrara más a la caja.
—Veamos que hay aquí—murmuró mientras se sentaba en su cama y quitaba la tapa—. Esto se mira muy antiguo, debe de ser alguna reliquia.
Alice suspiró cuando logró quitar la tapa, pero en vez de joyas y oro, solo había una baraja de cartas cualquiera.
"Parece que de verdad deseas regresar" murmuró la voz de su cabeza. "Pequeña reina de los lirios blancos... ¿Por qué no regresas de una vez?"
Alice se detuvo soltando la tapa metálica y ésta cayendo al suelo.
—¿Quién eres?—vociferó Alice volteando a los lados— ¡Aparece de una vez!
Nadie contestó.
Todo se convirtió en silencio.
—¿Quién eres?—volvió a gritar pero esta vez se levantó dejando caer las cartas al suelo—¡Aparécete!
Alice sentía que se estaba volviendo loca, le gritaba a la nada de forma frenética, no recibía respuesta de aquella voz que se le aparecía en sueños. El cuerpo de la chica se llenaba de miedo, las lágrimas parecían brotar de sus ojos azules. Si era una broma pesada, esto llegaba al límite.
Las piernas de Alice dejaron de reaccionar y ésta cayó al suelo bruscamente de rodillas. Su mirada se fue directamente a las cartas, cuyas figuras tenían rostros familiares. Arthur... Alfred... Iban... Personas conocidas para Alice pintadas con finos rasgos y elementos delicados dignos de una pintura.
—¿Qué es esto?—murmuró Alice viendo el suelo que estaba cubierto de cartas— ¿De dónde ha salido?
"Alice... querida Alice...¿Lo recuerdas?"
"Esa voz" pensó Alice en cuanto la voz se hizo presente.
—¿Quién eres?
"Alice... querida Alice... ¿Quieres volver a casa?"
—¡Ya estoy en casa!—vociferó la chica alzando la cabeza—¡Estoy en casa! ¡Dime quien eres!
"Acaso no lo recuerdas"
—¡Dime quien eres! ¡Dime quien eres!
"Vamos Alice... volvamos a casa"
Alice siguió gritando a la nada, la chica lloraba, sus piernas se sentían pesadas y no podía moverse. Después de tanto gritar y que su garganta se cansara por completo, la chica soltó un último grito ahogado seguido de una sensación de caer al vacío; Alice cayó al suelo y las cartas la cubrieron por completo hasta que desapareció.
Alice sintió que cayó por completo, abrió los ojos, estaba en un completo vacío. Su mirada era borrosa, su cuerpo se sentía pesado.
—Todo esto es un sueño—murmuró Alice mientras intentaba estirar sus brazos—. Esto es un sueño. Las cartas, la voz... el vacío.
La caída de Alice parecía eterna, poco a poco recuperaba el control de su cuerpo, sin embargo, se limitó a cerrar sus ojos hasta intentar llegar a algún lugar.
° ~ ° ~ ° ~ ° ~ °
Alice desapareció de la nada como por arte de magia, en cuanto la chica tocó el suelo las cartas volaron por el cuarto y la cubrieron hasta que ésta se esfumó. El sonido de una puerta abriéndose se hizo presente, después unos pasos por la casa, los pasillos hasta que otra vez el sonido de una puerta abriéndose volvió.
Arthur entró al cuarto que pertenecía a Alice, ya había pasado bastante tiempo, el chico había llegado de su trabajo y la chica no se había manifestado por ninguna parte. Un extraño silencio se hacía presente en la casa. Arthur había tocado la puerta de Alice por bastante tiempo sin recibir respuesta alguna, así que decidió entrar a la habitación.
En cuanto el inglés logró entrar, vio el cuarto vacío. No había rastros de vida en aquel lugar donde residía una adolescente rebelde. Arthur caminó por el recinto viendo cómo todo estaba en su lugar hasta que su mirada dio al suelo y vio un juego de cartas y la caja metálica. El chico levantó una de las cartas la cual llamó su atención, tenía una chica hermosa dibujada en ella, rodeada de flores blancas.
—¿Qué has hecho Alice?
Arthur vio la carta nuevamente, tenía una cara de preocupación. Sin embargo, la soltó y decidió recoger nuevamente. Al parecer algo ya había comenzado.
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