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Epilogo

Jungkook, se encuentra sentado en una silla de cuero, mientras observa unas fotografías de un nuevo caso que está investigando.

Ve el informe escrito que uno de sus investigadores le ha transcrito, suspira y mira las especificaciones de su cliente.
Jungkook presiona un botón del teléfono, y espera respuesta.

—Dime —escucha la voz de una chica.

—Haneul, pídele a Josh que venga —le ordena.

—Enseguida.

Jungkook toma un pequeño papel con adhesivo en la parte trasera, lo pega en la parte superior y toma un bolígrafo.
Dos toques en su puerta y luego está se abre.

—Estoy aquí —canturre Josh mientras con sus manos dentro de los bolsillos de su chaleco, color café claro.

—Necesito que visites estos lugares —dice mientras a punta.

Cuando termina, le entrega el reporte.

—Cumple con las indicaciones del cliente. Se discreto, toma fotografías, vídeos y si puedes recolecta ADN.

El chico asiente, mientras le da una breve ojeada al reporte.

—¿Algo más? —pregunta Josh.

Jeon, niega.

—Cuídate.

El sale de la oficina de su jefe.
El pelinegro se pone de pie, camina en línea recta y se detiene hasta llegar frente a la puerta del baño, gira el pomo, entra y luego cierra la puerta.
Desabotona su pantalón y baja su cierre.

—Jeon —escucha la voz de Haneul, a lo lejos, mientras hace sus necesidades.

—Espera —alza un poco su voz, Jungkook.

Sube el cierre de su pantalón y luego lo abotona, enciende el grifo del lavabo, lava sus manos, apaga el grifo y seca sus manos con papel.

Hace bola el papel y antes de abrir la puerta, lanza el papel al cesto de basura. Sale del pequeño cuarto de baño y encuentra a la chica frente a su escritorio.

—Hay una chica que quiere verte —le informa Haneul.

—Deja su caso en mi escritorio —le pide Jeon.

—No quiere exponerme su caso.

El pelinegro observa a su asistente.

—No me veas así, le insistí tres veces y se niega. Dice que eres al único que le expondrá su caso —la chica se encoge de hombres.

—¿Sabes su nombre?

Haneul, niega.

—Me dijo que no se piensa ir hasta que la recibas, así que recíbela para que se marche de mi vista —le pide la chica.

—Bien, revísala y deja el teléfono en línea si escuchas que se sale de control...

—Sé el protocolo, Jeon, no es necesario que me lo recuerdes.

El pelinegro asiente y toma asiento sobre su silla de cuero.

Haneul sale de la oficina, sonríe para disimular su desagrado ante la chica que espera en la sala.

—El detective Jeon la recibirá, pero debo revisarla.

La chica rubia se pone de pie de inmediato y se acerca a Haneul.

—No soy una asesina, deje eso hace mucho —sonríe la rubia, mientras es revisada de pies a cabeza.

—Listo, sígame —le pide Haneul, encaminándola hacia la oficina.
—Está aquí —le informa.

Deja que la rubia entre a la oficina y luego cierra la puerta.

La rubia observa la oficina y lentamente camina hasta la silla que se encuentra frente al escritorio del detective.

Jeon alza su rostro cuando escucha el sonido de la silla.

—Hola, detective Jeon —saluda la rubia, sonriendo.

—Tú —la señala Jungkook, con su dedo índice poniéndose de pie.

—Es bueno verlo después de un año —la chica suelta un suspiro.

—Por favor toma asiento —le pide Jeon. —¿Cómo estás, Emma? —pregunta el pelinegro, tomando asiento nuevamente.

—Cómo verás muy bien —habla la chica, tranquila.

—Creí que vivías en Nueva York —entabla conversación, Jungkook.

—Así es, pero tengo un caso, y pensé en ti. Así que heme aquí —la chica se acomoda en la silla.

—Dime en qué puedo ayudarte —se ofrece el pelinegro.

—Primero confesare algunas atrocidades que hice. ¿Puedo?

—Por supuesto que sí, Emma —acota Jeon.

—Hace un año atrás hice lo que jamás pensé hacer. No lo hice por obligación, ni por complacer a mi jefe y amigo.

Jungkook apoya sus codos sobre su escritorio.

—Hice que su casa estallará, abrí la llave del gas y coloqué una trampa en la puerta de la habitación principal. Un detective falleció.

La rubia no despega su mirada de Jeon.
El pelinegro traga grueso al recordar de lo que Emma está hablando.

—Paso a mi segunda confesión, entre a la estación de policías fingiendo ser una enferma mental, busqué una sala y lance todo al suelo hasta conseguir que me dejaran sola por unos largos minutos. Coloqué una bomba casera de tiempo, cuando termine de fingir estar bien, salí de la estación y tú ya sabes el resto.

—¿Qué es lo que quieres decirme? —la cuestiona Jeon.

—Que no todo fue su culpa, también fui su cómplice —confiesa y luego hace una pausa—. La carta que te dejó con la USB, ¿las leíste?

—¿Cómo sabes? —interroga sorprendido, Jeon.

—Yo fui la que dejó eso luego de todo el caos —explica Emma. —¿Aún lo amas? —pregunta la rubia, tocando la llaga.

—Me abandonó.

—¿Aún piensas en él?

—Se fue —dice Jeon.

—¿Lo echas de menos?

—Sí, mierda sí. Pero se marchó sin tener el valor de enfrentarme —suelta exasperado el pelinegro.

—¿Qué hubieras hecho tú? —lo confronta la rubia—. Tendrías el valor de enfrentar a la persona que amas luego de mostrarle que has sido un asesino durante tu juventud.

Emma se pone en pie.

—¿Cómo te sentirías si los ojos que te veían con amor, de un momento a otro te ven con decepción?

Jeon guarda silencio.

—Eres un maldito detective privado, renunciaste luego de haber mentido por el chico del cual te enamoraste como adolescente, y que durante un año no te atreviste a buscar.

Jungkook observa a Emma.

—Él no desea que lo encuentre —habla el pelinegro.

—¿Estás seguro? —pregunta la rubia—. En tu carta no dice eso.

Jeon abre una de las gavetas de su escritorio, saca el sobre y luego la carta.

—Estuve presente cuando la escribió —le hace saber la chica al detective—. Lee, Jeon, utiliza tu instinto policial, si es que deseas encontrar a Jimin.

El corazón del pelinegro se acelera al escuchar el nombre del castaño.

Jungkook comienza a leer la carta, mientras que Emma toma un retrato, lo gira y observa una fotografía de Jimin sonriendo luciendo sus bellos ojos color miel.

—Justo donde el sol nace —articula Emma, ganándose la atención de Jeon. —Jimin ama ese lugar. Lo visitó de niño cuando sus padres vivían, el lugar del sol naciente —menciona la rubia, mientras que la mente de Jungkook empieza a recordar esa historia que el castaño le narró.

—Le prometí que viajaríamos juntos —balbucea Jungkook, mientras se pone de pie Jeon.

—No es necesario, ya que él ha estado esperando por ti un año en ese lugar —confiesa Emma, haciendo que el corazón de Jungkook se acelere y sus manos empiecen a helarse.

—¿Y qué sino espera por mí? —duda Jeon.

—Tú sigues esperando por él, aun sabiendo lo que hizo. Él espera por ti porque sabe que eres la única persona capaz de amarlo tal y como él es.

La rubia saca de su bolso dorado un boleto y un papel con una dirección.

—Compré un boleto, no te obligare a tomarlo, pero debo marcharme a Nueva York en dos horas y media.

El pelinegro le arrebata el boleto a Emma.

—No pienso perder más el tiempo.

La chica sonríe.

—Dile que lo extraño y que lo amo —le pide Emma.

Jungkook toma un pequeño bolso, de la misma gaveta saca un celular lo introduce al bolso junto con la carta y el boleto. Sale de su oficina y se encuentra con Haneul.

—Yo...

—Ve por el chico del cual no dejas de hablar, me haré cargo de tus casos —dice la chica.

—Haneul.

—Lo sé, soy genial. Debes aumentarme el sueldo, ahora vete —le pide la chica señalando la puerta.

—Les debo una grande, ambas —dice Jungkook, haciendo una reverencia ante ambas chicas, para luego dirigirse al aeropuerto.


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Un año atrás...

—Colócate esto —le pide el rubio, entregándole una boina color negra al castaño—. Vamos, baja.

Jimin se coloca la boina, y sale del taxi solo con su pasaporte y un boleto.

—Ey —lo llama Nam, haciendo que el castaño lo observe con su mirada vacía y destrozada. —Si quieres quedarte, nos quedaremos —se acerca a Park y lo toma de su mano.

—No —responde bajo, aferrándose a la mano del rubio—. Debemos irnos, aún debemos sanar.

Nam asiente, sujeta con fuerza la mano de Jimin y entran al aeropuerto.

Mientras esperan en la pequeña fila, Jimin abraza a su mejor amigo.

—¿Crees que hago lo correcto, Joon? —pregunta el castaño.

—No si lo haces por querer recuperarte —corresponde el rubio.

—Lo hago porque necesito tiempo, y él también, aunque no lo sepa —dice Jimin.

—Tu turno.

El chico deja de abrazar a su amigo, se gira y le entrega el pasaporte y su boleto al encargado.

Ambos sabían que si pasaban esa línea era gracias a Jeon. Espera unos largos segundos y el encargado le entrega el pasaporte a Jimin.

—Gracias —susurra el castaño.

—Que tenga un buen viaje a Japón —se despide el encargado.

Jimin solo asiente y pasa de largo, espera por Namjoon, y luego ambos suben al avión con la idea de empezar desde cero, y de que un día Jungkook pueda entender el mensaje en la carta.


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Tokio/Japón

Actualidad...

—Espérame —le pide Jimin a su mejor amigo, el cual, se encuentra sentado cómodamente sobre un sillón de cuero color ocre.

—Tómate todo tu tiempo —dice sarcásticamente el rubio.

—No seas pesado, Joon —reprocha Jimin, tomando un libro con fotografías de habitaciones.

El castaño sale de su oficina y se dirige a su clienta.

—Puede ver algunas de las decoraciones de habitación que he realizado —le sugiere mientras le entrega el libro de fotografías—. Puedo personalizarla si gusta, solo debe especificar que es lo que desea del resto me encargo yo.

La pelinegra se sienta, y abre el libro de fotos.

—Mi secretaria se encargará de anotar la inmobiliaria que desea. Cuando revise su lista le llamare para poder visitar su casa y planear la decoración.

La mujer asiente con una hermosa sonrisa que adorna su rostro.

—Un gusto conocerla, señora Kimoto.

—El gusto ha sido mío —dice la pelinegra.

Jimin se gira sobre sus talones y su secretaria se acerca de inmediato a él.

—Hazla sentir cómoda, y anota todo lo que te diga.

La chica asiente.

—Hasta mañana —se despide Jimin, entrando a su oficina.

—Hasta mañana, señor Park —escucha el castaño a lo lejos.

—He terminado por ahora.

El chico toma su chaqueta y cierra su laptop.

—¡Al fin! —exclama el rubio. —Muero de hambre —dice mientras el rubio se pone de pie—. Te toca pagar

Jimin se coloca su chaqueta, pero al escuchar las últimas palabras de su amigo se detiene por unos segundos.

—Por qué cada vez que vienes por mí, me siento ridículamente estafado —protesta el castaño, haciendo reír a su amigo.

—Yurabi nos espera —dice emocionado Nam.

Jimin coloca sus ojos en blanco y suspira, viendo lo infantil que su mejor amigo se comporta cuando lo obliga a pagar la cuenta.

—Realmente creo que el jefe del restaurante esta harto de vernos —comenta el rubio, entrando al auto.

—¿Y a ti qué? —replica Park. —Le pagamos por comer, por emborracharnos y por pasar en ese lugar, mientras el sol se esconde —añade un poco molesto.

—Era un simple comentario —parlotea Nam.

—No me interesa, si tienes más pensamientos de ese tipo resérvatelos o no me acompañes. No es obligación.

Jimin gira hacia la derecha.

—Ya entendí, y lo siento —se disculpa el rubio, cuando sabe que ha incomodado y lastimado al castaño.

Al llegar al restaurante, se dirigen a la misma mesa que se han sentado por casi un año seguido. Jimin ordena Gyoza, un platillo que lleva raviolis chinos rellenos de verdura y cerdo. Namjoon por su parte pide Kushiyaki – brochetas de carne y verdura.

Disfrutan de la comida, mientras ríen y conversan de su día o se dicen un mal chiste el uno al otro. El sol empieza a ocultarse y el castaño fija su mirada en el hermoso acontecimiento como siempre lo hace.

Namjoon bebe por completo su vino mientras observa a su amigo, mira a alguien de pie frente a la mesa, gira su rostro hacia la izquierda y reconoce a Jeon.

Deja la copa sobre la mesa y se pone de pie, sin decir ni hacer ruido para que Jimin no se entere.

—Te tardaste demasiado —susurra el rubio, cuando pasa de largo frente al pelinegro, retirándose para dejarlos solos.

Mientras se aleja sonríe, sabe que Jimin desde ahora será completamente feliz, y eso a él lo hace feliz.

—¿Puedo sentarme? —habla por primera vez Jungkook, sintiéndose completamente nervioso.

—Esta ocupado.

Jimin, mira hacia el frente y observa la silla sola.
Gira su rostro hacia la izquierda y ve a alguien de pie, alza su vista y las palpitaciones de su corazón se descontrolan en el momento que sus ojos, cuerpo y alma, reconocen al hombre de pie frente a él.

—Jungkook —articula el castaño, incrédulo, pero feliz de ver al pelinegro frente a él.

—Jimin —verbaliza en voz baja Jeon, dándose cuenta que los bellos ojos color miel del castaño, lo siguen mirando con el mismo brillo, intensidad y amor con que lo hacían en el pasado. —Perdón por demorarme un año —se disculpa.

Jimin niega y se pone de pie, sonriendo nervioso.

—Te esperaría el tiempo que fuese —confiesa Jimin.

—Estas más hermoso —dice Jeon, observando el rostro del castaño.

—Lamento haberme ido sin enfrentarte, pero no estábamos listo para esto. Y aun ahora tengo miedo de que no estés listo, y que estés aquí solo por un impulso.

Jungkook, niega.

—Me moría por verte, y no te busqué porque creí que no querías ser encontrado, hasta que Emma apareció en mi trabajo.

El castaño abre sus ojos un poco al escuchar el nombre de su amiga.

—¿Dijiste Emma?

El pelinegro asiente.

—Gracias a ella estoy aquí, y a que desde ese día que me dejaste y te marchaste no he dejado de pensar en ti y en tus lindos ojos.

Los ojos de Jimin empiezan a llenarse de lágrimas.

—Lo siento, Jungkook.

—Esta bien, esta bien. Mi amor y deseo hacia ti sigue intacto, mi amor —le hace saber Jeon.

—Cambié. No soy más Alias Black Swan, lucho todos los días contra mi mismo, y cuando creo no poder controlarlo pienso en ti, y logro vencer a mi otro yo.

El pelinegro escucha lo que el castaño dice.

—Yo realmente espero que estes aquí para iniciar de cero, Jungkook —la voz de Jimin empieza a quebrarse. —Durante este año sin ti, me di cuenta que te necesito a mi lado, no he dejado de pensar en ti ningún maldito día, hora, minuto y segundo que estuvimos lejos —el castaño sorbe su nariz.

Jungkook alza sus brazos y lleva sus manos al rostro de su lindo chico.

—Por favor, no dejes de amarme.

—No lo hare, cariño —susurra Jeon, limpiando cada lágrima que los ojos color miel de Jimin derraman.

—No me abandones —le pide entre sollozos el castaño, llevando sus manos al pecho del pelinegro—. Aprendí a amarte de la misma manera que tu me amas. Te necesito en mi vida, cada día a mi lado, Jungkook.

En ningún momento Jimin despega su mirada de Jeon.
El pelinegro sabe que lo que dice su chico es verdadero. Es la primera vez que se atreve a hablar de lo que siente, y esa acción y la forma en la que su corazón y cuerpo reaccionan a la presencia del castaño, le confirma que debe quedarse a su lado. Después de todo, ambos se habían prometido jamás abandonarse.

—Jimin, te juro que te amo y te amaré con la misma intensidad que lo hice en el pasado —asegura Jungkook, mientras abraza el cuerpo del castaño.

Ahora ambos se sienten completos, se tienen el uno al otro, sin importar el pasado oscuro y lleno de dolor del menor.
El tener a Jeon le hace olvidar el pasado y concentrarse en el futuro al lado del hombre que llego para cambiar su vida y para amarlo.

Han pasado los años y la historia favorita de aquel niño castaño, ojos color miel sigue siendo el Lago de los cisnes, y es que después de haber decidido convertirse en un Cisne Negro, comprendió con la llegada del hombre del cual se enamoró, y le mostró que nadie lo embrujó y lo obligó en convertirse en Alias Black Swan. Que fue su mente la que se creó ese personaje para no sentirse solo, y en vez de sentir dolor y tristeza le ofrecía odio y venganza.

Los dos aferrados el uno al otro mientras ven el ocaso en el país del sol naciente, uniéndose de nuevo para ser uno solo, desde ahora y para siempre.

Jimin comprendió que su único y absoluto rival era su alter ego, era esa sombra mental que lo atormentaba. Él jamás fue un Cisne Negro, él siempre fue un simple Cisne Blanco manipulado por su lado oscuro, llamado Alias Black Swan.

Fin.













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Gracias por leer esta linda y loca historia.

Mucho love para todos ♥️
Lilo.

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