Extra Halloween
*** Este extra surgió producto de una dinámica de escritura por el mes de octubre. El disparador usado es Atuendo de parejas y es una versión moderna de Ryu y Karan, espero que lo disfruten.
Como siempre en Halloween, la casa de Gwyddeon estaba a reventar. Era legendaria la fiesta de disfraces que ofrecía para esa fecha, muchos de sus compañeros del instituto esperaban todo el año por ella. Karan iba y se divertía un poco, pero lo que más le gustaba era la tradición que mantenía con sus amigos de vagar por el pueblo cuando ya la noche de brujas trasnochaba. Lía, Phidias, Ryu y él escogían algún lugar lúgubre y sombrío para pasar la noche contando historias de miedo, bebiendo cerveza, comiendo snacks y trozos fríos de pizza. Pero ese año, al parecer, todo sería diferente.
—¿Cómo que no irán? —preguntó Karan entre sorprendido y molesto—. ¡Es nuestra tradición!
Phidias y Lía se miraron a las caras, ambos sonrieron un poco avergonzados.
—Ya sabes, hermano —explicaba Phidias—, también queremos algo de intimidad.
—¿Algo de intimidad? —Karan enarcó la ceja—. ¡Pero se la pasan teniendo intimidad, se besuquean en todas partes! ¡Hoy es halloween!
—¡Ay, ya! —exclamó Lía algo exasperada—. ¡El año que viene también será halloween! Te prometo que iremos contigo. —Lía entornó los ojos y volteó a mirar a Phidias, parecía que quería comérselo—, pero esta noche tenemos otros planes.
—¡Asquerosos!
Ahora Karan entendía el verdadero significado de sus disfraces. Lía iba vestida como Morrigan, la diosa celta de la muerte y la guerra, y Phidias como Dagda, el dios druida. Según la mitología, Dagda y Morrigan hacían cositas en la noche de halloween.
—¿Por qué no van ustedes dos, hum? —preguntó Phidias sin hacer caso a la exclamación despectiva de Karan.
Karan giró y observó a Ryu a su lado, que se había mantenido en silencio durante toda la discusión. Su amigo le sonrió mostrándole todos los dientes.
—Puedo ser buena compañía —dijo manteniendo la sonrisa en los labios—. Sé muchas historias de miedo, te pondré los pelos de punta.
Karan lo observó, lo cierto era que a menudo lo lograba sin tener que contar ninguna historia de miedo.
—Vamos. —Ryu no esperó su respuesta, enlazó el brazo con el suyo y lo jaló apartándolo de la pareja de enamorados—, la pasaremos bien, te lo prometo.
Karan dejó escapar un sonoro suspiro y se dejó arrastrar por su amigo.
En el cielo, multitud de nubes cubrían las estrellas e impedían que el disco lunar brillara. Cada tanto algún grupo de niños y adolescentes disfrazados se les cruzaba por el camino. La algarabía era máxima debido a la celebración de la noche de brujas, muy popular en el pueblo; sin embargo, ellos andaban en silencio, Karan aún estaba molesto por lo que consideraba una traición. Ryu, por el contrario, sonreía cada vez más feliz. Entraron en una tienda y compraron las bebidas y los snacks para pasar la noche. Continuaron andando hasta alejarse cada vez más del barrio residencial y las fiestas de disfraces.
—Así que Van Helsing, ¿eh? —preguntó Ryu mirando de soslayo a su rubio amigo. Karan no contestó, le hubiera extrañado que lo hiciera—. ¿No te parece curioso que yo me haya disfrazado de vampiro?
—¿Por qué tendría que parecérmelo?
—Pues porque hacemos pareja. Yo soy la presa y tú el cazador. —Ryu movió las cejas de arriba abajo un par de veces .
Karan se giró hacia él y le sonrió burlón.
—Eso me agrada. Podría clavarte una estaca en el corazón a ver si dejas de ser tan idiota.
—Tal vez sea yo quien te clave otra cosa —murmuró para sí Ryu.
—¿Qué dijiste? —Karan entornó los ojos y lo miró con suspicacia.
—Preguntaba si iremos al cementerio, como siempre —contestó Ryu en tono inocente.
A Karan le gustaba pasar la noche de brujas entre muertos, contando historias de terror. No era su afición favorita, pero a Ryu le agradaba complacerlo.
—Estaba pensando en esa casa abandonada que vimos la otra vez, ¿la recuerdas?
—Sí, la recuerdo —respondió Ryu, repentinamente serio.
Unos días atrás, habían ido a llevar a uno de los perros de Karan con el veterinario, quien había mudado su consultorio a las afueras del pueblo. En el trayecto pasaron frente a una casa casi en ruinas. Karan, como siempre, sintió la fascinación inmediata que ese tipo de lugares producían en él, Ryu, por el contrario, se estremeció. La casa le produjo aversión, tenía malas vibras.
—¿Quieres que pasemos la noche allí? —preguntó temiendo la respuesta—. Creo que es mejor el cementerio. Los muertitos extrañaran tu bonita cara y tu agradable voz si no vamos.
—¿Tienes miedo? —le preguntó Karan con una sonrisa ladeada—. ¿No que me harías temblar con tus historias y ahora le temes a una casa abandonada?
Ryu pensó que esa probablemente no era solo una casa abandonada, sin embargo, quería complacer a Karan, así que aceptó. Con suerte, la casa sería lo suficiente macabra como para lograr que su amigo buscara refugio en sus brazos. Quizá no tuviera chimenea o tal vez las ventanas estarían tan rotas que el frío gélido de la madrugada entraría por ellas. Podía imaginar a Karan temblando y él ofreciéndose a abrigarlo en sus brazos.
—¿Qué te ocurre, por qué sonríes como pervertido? —preguntó Karan, mirándolo con el ceño fruncido, luego agregó—: Mira, ahí está la casa.
De nuevo lo recorrió ese estremecimiento desagradable al observarla. La farola de luz en la acera parpadeaba, iluminaba a destajo la fachada destartalada: la verja oxidada, la pintura desconchada en las paredes y las ventanas, algunas con los vidrios rotos, mientras que otros estaban oscurecidos por el polvo. Ryu tuvo un mal presentimiento. Prefería cumplir sus fantasías con Karan en el cementerio que, aunque lúgubre, no le inspiraba una sensación tan inquietante.
—Mi querido Van Helsing, ¿por qué no cazamos monstruos en otro lado?
—Déjate de tonterías, vampiro. Andando.
Karan sonrió con suficiencia al verlo. Cuando lo hacía de esa forma, algo se estremecía en el pecho de Ryu. Le encantaba el rubio, le gustaba que fuera desafiante, que se las diera de inalcanzable y orgulloso; sin embargo, en las actuales circunstancias, no podía dejar de pensar que cometía una imprudencia. Se dijo así mismo que estaría alerta.
El sobretodo oscuro de Karan, muy similar al que usaba Hugh Jackman en la película, ondeó cuando una ráfaga de viento sopló desde el oeste. Las hebras rubias que le caían en la frente y un poco más abajo de la mandíbula se alborotaron; no obstante, él no se inmutó, realmente parecía un cazador dispuesto a buscar algún monstruo dentro de la casa. Incluso, Ryu notó que en la espalda llevaba una ballesta, ¿era de verdad?
—Oye —Ryu caminó de prisa para alcanzarlo—, ¡sí que es realista tu disfraz! Esa ballesta...
—¿Funciona? —completó la pregunta Karan. Ryu asintió—. El de la tienda dijo que sí.
—Van Helsing quería matar a Drácula. —Ryu sonrió de medio lado—, ¿serías capaz de matarme?
—Eso depende. ¿Eres un vampiro malo o bueno? En algunas historias, Drácula está al servicio de Van Helsing.
—¡Oh!, ¡es cierto! —Ryu amplió la sonrisa y se le acercó hasta chocar el hombro con el suyo, luego le guiñó un ojo—. Hay algunas donde llegan a ser amantes.
Karan rio con gracia, avanzaban a la casa mientras bromeaban.
—Ya quisieras.
—¿No te gustaría cazarme? ¿Dominar al poderoso, antiguo y malvado rey de los vampiros?
La voz de Ryu se había tornado grave y profunda. En el cielo, una nube se movió y el disco perfecto de la luna quedó al descubierto, la luz plateada los iluminó. El viento sopló con fuerza y agitó los cabellos de Ryu, negros como plumas de cuervo, que llevaba sueltos, cayéndole en los hombros. Karan observó los ojos de ese color violeta tan extraño que los miraban sin parpadear y sin poder evitarlo, se turbó. Tragó saliva.
"Me gustaría volverte mi esclavo" pensó, sintiendo como se le calentaban las mejillas.
Por suerte, la farola no iluminaba lo suficiente como para que Ryu notara el rubor, al menos eso suponía Karan. Cada vez le costaba más hacerse el indiferente frente a él. Lo cierto era que a Karan le gustaba la insistencia de Ryu, le agradaba que le dijera frases ingeniosas que le pusiera a latir a mil por hora el corazón. Llevaban meses en ese coqueteo, estaba consciente del interés de su amigo en él, aunque este nunca le había propuesto nada en concreto. Era como si Ryu lo cocinara a fuego lento y estuviese decidido en que fuera Karan quien diera el primer paso.
Ryu soltó una carcajada melódica.
—Y aquí estoy, acompañando al cazador.
Vampiro y cazador saltaron la verja oxidada. La puerta chirrió cuando Karan la empujó. Adentro, la oscuridad era casi total, a través de las ventanas rotas se colaba la luz parpadeante de la farola e iluminaba de forma fantasmagórica los muebles desvencijados y cubiertos de suciedad.
Ryu sacó una linterna del bolso que llevaba cruzado en el pecho, cuando apuntó al suelo una rata corrió para ocultarse. El haz de luz dio sobre uno de los sofás cuya tela se hallaba rasgada y el relleno esparcido alrededor. Siguió alumbrando con la linterna, Karan observaba los muebles, todos lucían igual: con marcas profundas que surcaban las superficies de madera o las telas, como si alguien se hubiese dado a la labor de rasgarlas con cuchillos... o garras.
—Vándalos —susurró Ryu—. No debemos ser los primeros que han entrado aquí. Hay que tener cuidado, tal vez haya alguien dentro.
Karan asintió, su amigo tenía razón, lo más probable es que indigentes o drogadictos tuvieran la casa por refugio. O quizás no. Lo cierto era que Karan tenía un presentimiento, en esa casa se ocultaba algo.
Señaló con la cabeza la planta de arriba, Ryu arrugó el ceño, luego negó.
—¡Vamos! —ordenó Karan en un susurro.
—¡No! —Ryu empleó el mismo volumen para negar con energía.
—Entonces iré solo —dijo Karan, apenas emitiendo sonido y encaminándose a las escaleras.
Escuchó a Ryu maldecir a sus espaldas, no obstante, el halo de luz lo seguía. El piso de arriba estaba en igual condiciones que el de abajo: polvo, fragmentos de porcelana esparcidos que provenían de jarrones, los cuales alguna vez fueron adornos y vidrio de los cristales de las ventanas. El viento afuera susurraba y agitaba adentro de las habitaciones los colgajos que pretendían ser cortinas.
Sin embargo, algo era diferente allí: el olor. Karan arrugó la nariz debido a la podredumbre. Olía a animal descompuesto, tal vez algún gato o un perro yacía muerto en uno de los dormitorios.
De pronto, se escuchó un crujido, Ryu se puso alerta, se irguió cuan alto era, sus oídos se agudizaron al igual que su vista.
—Karan —pidió en voz muy baja—, ponte detrás de mí.
El rubio caminaba delante de él y Ryu deseaba protegerlo en caso de que realmente alguien peligroso se estuviera ocultando en la casa. Maldijo otra vez en su interior, en lo sucesivo tenía que ser más firme y no dejarse convencer por los bonitos ojos azules de Karan, no podía complacer cuanto capricho descabellado se le ocurriera. Todos sus sentidos habían gritado peligro desde el primer momento en que se topó con la maldita casa, no debió ignorar las señales.
El corazón empezó a latirle con fuerza, tenía miedo, no por él, sino de pensar que algo pudiera sucederle a su amigo. Iba a tomarlo del brazo y jalarlo para ocultarlo detrás de su cuerpo, cuando Karan, tomó la ballesta que llevaba en la espalda y cargó en ella una enorme saeta que más parecía una verdadera estaca. La habilidad con la que lo hizo lo desconcertó. Su amigo avanzó apuntando al frente con el arma.
—¿Qué estás haciendo, maldita sea? —susurró Ryu, angustiado—. ¡Tenemos que irnos de aquí!
—No —contestó Karan—, ahí hay algo.
El rubio señaló una de las habitaciones que mantenía la puerta entornada. Ryu maldijo en sus adentros, Karan se tomaba muy en serio su disfraz. ¿En verdad se creía un puto cazador?
Ryu se preparó. En efecto, del otro lado había algo, algo monstruoso.
Las cosas ocurrieron en un parpadeo. Karan abrió la puerta, pero antes de que él pudiera entrar o lo que fuera que estaba adentro, saliera, Ryu lo tomó de uno de los hombros y lo arrojó hacia atrás. Una zarpa enorme y peluda rasgó el aire, justamente donde un segundo antes estuvo parado Karan. Un gruñido escalofriante y el olor pútrido se hizo más fuerte. La linterna cayó al suelo y la habitación se sumió en la oscuridad.
Con horror, Karan vio como la zarpa de lo que parecía ser un enorme oso, arremetía contra Ryu. El animal salió de su escondite y se le fue encima a su amigo. La linterna solo alumbraba el suelo donde había caído, así que Karan nada más lograba ver los zapatos de Ryu y lo que parecían ser las enormes patas de un perro. Necesitaba la linterna y apuntar la ballesta si quería salvar a Ryu. Se arrojó al suelo y la tomó.
Al parecer, Karan había tomado la linterna que antes se le cayera de las manos y con ella alumbraba al monstruo antropomorfo, que tal y como pensó, era un licántropo. La gigantesca bestia le sacaba al menos veinte centímetros, se paraba en las patas traseras y tenía el cuerpo cubierto de pelo castaño. Del enorme hocico goteaba sangre fresca. Tenía que alejarlo de Karan. Las uñas de Ryu crecieron y los colmillos crecieron en su boca, no tenía sentido continuar ocultando su verdadera naturaleza cuando la persona que amaba se encontraba en peligro. El licántropo le lanzó un manotazo que por poco aterrizó en su cara, Ryu lo esquivó con un giro y volvió a atacar con su mano de filosas garras convertida en una especie de lanza, con ella lo hirió en un brazo, el licántropo chilló adolorido.
Por el rabillo del ojo, Ryu contempló a Karan. De pie en el umbral de la puerta, observaba la lucha con la boca abierta, en la mano sostenía la ballesta, de pronto pareció reaccionar.
—¡Apártate, Ryu!— Gritó y apuntó al hombre lobo.
No obstante, la bestia extendió el brazo y agarró a Ryu por el cuello, levantándolo varios centímetros del suelo. El hombre lobo giró manteniendo a Ryu aferrado y se colocó de tal forma que el cuerpo del vampiro pasó a ser un escudo. En esa posición, Karan no podía disparar sin arriesgarse a darle a Ryu.
Aterrorizado, veía como Ryu golpeaba los brazos de la bestia para que lo soltara. Karan se maldijo a sí mismo, había sido un mal plan que puso en peligro a su amigo. Solamente tenía una opción, acercarse lo suficiente, tanto como para que fallar fuera imposible. Tomó uno de los virotes y con él en mano a modo de lanza, Karan se arrojó hacia el licántropo, que al verlo aventó a Ryu a un lado para esperarlo. Fue demasiado fácil para el hombre lobo apartar a Karan de un manotazo, el joven fue a dar al suelo. El licántropo iba por él cuando otra vez Ryu le hizo frente. Lo agarró de un hombro y, demostrando una fuerza sobrehumana, lo estrelló contra la pared, la cual de inmediato se agrietó.
Rápidamente, Karan se levantó, tomó la ballesta y la cargó. Antes de que el licántropo se recuperara del golpe, descargó el perno, el cual se hundió profundamente en el pecho del hombre lobo, haciéndolo aullar de dolor.
Karan, de pie y con la ballesta en la mano, respiraba con dificultad.
—¿Estás bien? —preguntó Ryu.
El joven asintió. Ryu lo miró dudando de su reacción ahora que había revelado su verdadera naturaleza. Llevaban siendo amigos varios años y en todo ese tiempo, Ryu siempre ocultó lo que realmente era. La luz del día no era un problema, contrario a la extendida creencia folclórica, los vampiros podían caminar bajo el sol, también comer. La dificultad siempre fue controlar las ansias de morderlo y mas porque el joven le gustaba mucho. Ahora temía que Karan quisiera clavarle en el pecho uno de esos virotes.
—Esto... ya lo sabes, soy un vampiro.
Karan recogió los pernos esparcidos en el suelo, montó uno en la ballesta y apuntó.
—Siempre lo he sabido. —El rubio sonrió y disparó.
El zumbido de la saeta en el aire se le hice perfectamente audible. Pasó tan cerca que le agitó el cabello y fue a clavarse en el licántropo detrás de él que aún no moría.
—¿Por eso me trajiste aquí? —preguntó Ryu, desconcertado—. Tú sabías de este licántropo, ¿no es cierto? Después de todo, hoy hay luna llena.
Karan caminó hacia él y se detuvo a centímetros de su cuerpo. Ryu no necesitaba la luz para ver el fulgor de sus ojos azules. El joven rubio le sonrió.
—Tres años, seis meses y catorce días hace que nos conocemos, ese mismo tiempo llevo sabiendo que eres un vampiro, ¿cuánto más pensabas ocultármelo?
Ryu le acarició la mejilla enrojecida por el golpe del hombre lobo.
—Tampoco tú me dijiste que eras un verdadero cazador.
—¿Lo sospechabas?
Ryu negó. Jamás se le cruzó por la mente que su esquivo amigo pudiera serlo, ambos ocultaban cosas.
—Parece que los dos tenemos secretos —dijo Karan acercándose más, tanto que Ryu podía sentir la calidez de su aliento golpearle los labios.
Ryu observó los ojos azules y esos labios rosados con los que llevaba mucho tiempo fantaseando, si no lo hacía en ese momento no lo haría nunca. Abrazó su cintura y lo sintió temblar cuando lo atrajo más hacia sí.
—¿Qué más ocultas, cazador? —preguntó sin dejar de mirar como la lengua remojaba esos labios que lo enloquecían.
Cerró los ojos y los probó. No eran como nada que hubiera imaginado. Ardían y picaban. No eran dulces, no eran tiernos; eran desafiantes, poderosos, firmes y querían poseerlo. Van Helsing era el enemigo de Drácula, pero en esta historia el vampiro sería su digno compañero.
**** Ni crean que van a irse in dejar un comentario, jajajaja, díganme ¿qué le pareció Karan y Ryu modernos?
Fotito hecha con IA de la parejita versión moderna y disfrazada
Besitos, se les quiere.
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