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Capitulo X

Por alguna desconocida razón, Karan aceptó el descabellado plan de Ryu de buscar la espada del rey Nuada. Tal vez el hecho de pensar que su madre lo guiaba en tal empresa lo impulsó a seguir el loco plan del vampiro. Lo cierto era que desechó la idea de volver a Wessex y buscar el apoyo de la orden de cazadores.

Cuando la ropa y ellos mismos estuvieron secos, se pusieron en marcha. Lo primero que harían sería buscar armas.

La noche continuaba tan oscura como al inicio de samhain. Al salir a un claro del bosque, la luna, que casi completaba su círculo, lucía muy alta en el cielo. Aquello extrañó al cazador.

—¿Cuánto tiempo pasamos en esa cueva? Debería ser ya luna llena y aún no se completa su silueta en el cielo.

Ryu miró hacia arriba.

—Parece que no ha pasado mucho desde que salimos del círculo de Amergin.

—¡Es imposible! Debe haber pasado al menos un día desde los eventos del banquete de samhain.

Entonces Karan recordó la profecía: «La tierra que se hundirá en la oscuridad», y las visiones que le mostró Melifer donde siempre era de noche. La comprensión le alcanzó. No había amanecido y tal vez nunca lo hiciera.

—Es la profecía —dijo el joven cazador—. «La hora donde la tierra se hundirá en la oscuridad.»

Extrañamente, Ryu sonrió, pero su sonrisa fue triste.

—Debería estar feliz. Si la tierra vivirá una noche perenne, el sol nunca podrá dañarme. Los de mi estirpe podríamos reinar. —El vampiro rio de la expresión en el rostro de Karan— ¡Tranquilo cazador, no me mires como si quisieras arrancarme la cabeza! Tus ojos son demasiado lindos para que los arrugues así. No deseo una noche sin fin. Me gusta el dorado del sol y el azul del cielo, aunque no pueda verlos. Tendré que hallarles un sustituto que siempre pueda admirar, ¿no crees?

La intensa mirada de Ryu lo estremeció. Seguía sin entender por qué sus palabras, al igual que sus ojos, lo perturbaban de esa forma tan extraña. No respondió su comentario. ¿Qué podría decirle? se giró y continuó la marcha.

Caminaron hasta salir del bosque. Frente a ellos se encontraron una aldea arrasada por las llamas.

Gritos desesperados resonaban a su alrededor, personas que corrían intentando librarse del fuego. Karan no se contuvo, salió disparado hacia el pandemonium.

Metido en medio del fuego, Karan miró a su alrededor. Muchas personas gritaban suplicando auxilio. Como pudo liberó algunas de pesados maderos que las aprisionaban producto del derrumbe de las casas. En el suelo consiguió armas abandonadas, lanzas y espadas ensangrentadas de hombres que ya habían sucumbido al poder de las llamas. Ryu, detrás de él, también ayudaba a los aldeanos a escapar. Entonces, desde el fondo de la aldea escucharon un potente rugido. En medio de las casas incendiadas saltó un enorme cambia formas. Seguro era él la verdadera causa del desastre.

El espantoso hombre lobo tomó entre sus zarpas a un joven aldeano y lo despedazó. De inmediato, el pánico se extendió como espesa niebla entre los supervivientes del fuego. Karan y Ryu, juntos, se plantaron frente a la gigantesca bestia.

El cazador tomó del suelo una lanza y se la arrojó al vampiro, él se quedó con una espada. Ambos atacaron. La lanza de Ryu se hundió en el abdomen de la bestia del cual manó sangre espesa como si fuese un río de lava. Karan aprovechó y deslizó el filo del acero por su garganta. En medio de un agónico gorgoteo el monstruo cayó vencido, luego el joven guerrero le decapitó.

No podían hacer más, la aldea estaba casi por completo destruida, ya tenían una misión imposible por cumplir, hallar la entrada al reino de los Aos sí. Así que, mirando hacia atrás, al fuego levantarse en el aire y tragarse cuanto tocaba, marcharon en busca de la mítica espada del primer rey celta: Nuada.

A medida que caminaban el paisaje se repetía: aldeas arrasadas, cambia formas haciendo de las suyas entre los humanos y ellos, en aquella noche eterna, sin tener una clara idea de cómo conseguir lo que necesitaban.

Karan estaba agotado por la lucha en la aldea y la caminata. El no tener un rumbo cierto empezaba disolver sus esperanzas en el plan de Ryu. Comenzaba a cuestionarse, quizás habría sido mejor ir con la orden de cazadores en Wessex aunque eso implicara un largo viaje. Pero a su lado el vampiro lucía relajado, como si estuviesen en medio de un paseo primaveral buscando manzanas.

Cuando iba a proponerle viajar hasta Wessex, una bandada de cuervos sobrevoló sus cabezas. El graznar áspero e insistente les alertó. Las aves no avanzaban solo batían sus alas encima de ellos, volando en círculos, un comportamiento que le extrañó a Karan.

Una de las aves se había separado de la bandada y les observaba posada sobre la gruesa rama de un roble. El negro pájaro volvía de un lado al otro su cabeza; los ojos, brasas de fuego, brillaban en medio de la noche. El cuervo desplegó sus alas y voló hacia el este, sin prisa. Ryu tomó de la mano a Karan y corrió en pos del ave que de vez en cuando se detenía sobre algún árbol, tal como si esperara que le siguieran.

—¡Es Morrigan! —exclamó Ryu mientras corrían. Karan se preguntó cómo podía estar tan seguro. ¿Acaso su condición sobrenatural lo dotaba de algún tipo de vínculo con la diosa? ¿O era solo intuición?

Persiguieron al ave hasta que de nuevo se hallaron en medio de un claro de bosque, sin embargo, el cuervo había desaparecido.

Desconcertados, ambos miraron en derredor. No había nada más que árboles en la lejanía, de la bandada de negras aves no quedaban rastros.

En ese momento el cielo retumbó y pareció abrirse en dos. Un relámpago lo cruzó de arriba abajo e iluminó la densa oscuridad nocturna. La luna brilló en medio de un fulgor fosforescente. El retumbar de muchos caballos se escuchó cada vez más cerca, gritos de guerra y un aterrador carnix chillando al viento.

Las nubes se arremolinaron encendidas por los relámpagos, brazos de fuego descendieron hacia ellos, traían consigo miles de seres flotando fantasmales entre las llamas. Algunos, a caballo, portaban lanzas y espadas, sus rostros feroces daban órdenes a grandes perros de caza. Otros, en cambio, eran mucho más sutiles. Hechos del endeble material del que están fabricados los sueños, parecían aparecer y desaparecer, hermosos y a la vez aterrorizantes.

En medio de aquella extraña hueste corrían humanos con las ropas desgarradas y ensangrentadas. Muchos de ellos mutilados, incluso uno que otro sin cabeza, intentaban escapar de los seres que los perseguían. Al clamor de sus amos, los perros se abalanzaban sobre estos muertos caminantes para darles caza.

Karan giró confundido y asustado hacia Ryu, quien le miró con la comprensión en sus irises violeta.

—¡Es la cacería salvaje! ¡Vamos, es nuestra oportunidad!

Sin perder tiempo, el vampiro tomó de la mano a un aterrorizado Karan y junto a él se arrojó en medio de aquella hueste fantasmagórica.

Corrían como posesos en medio de los fantasmas de los humanos despedazados durante aquella funesta noche. Detrás, los enormes perros babeaban a punto de cernirse sobre ellos. Vampiro y cazador esquivaban las grandes patas de los caballos de los guerreros espectrales. Los Sluagh sidhe, volaban en derredor tratando también de atraparlos.

Un hermoso ser alado de aspecto femenino se arremolinó en torno a Karan, que la miraba aterrado. «Humano» dijo y tiró de él para llevarlo consigo.

El cazador, con el corazón retumbando de miedo, sujetó más fuerte la mano de Ryu, quien se envolvió alrededor de su brazo sin soltarlo. Ambos se elevaron llevados por el sluagh sidhe.

Continuaron en medio de la cacería sin conocimiento del tiempo que pasaba, lo mismo daba si eran minutos u horas, acompañados por relinchos, ladridos y el estruendoso sonido de la tormenta alrededor.

Delante de ellos un corpulento guerrero a caballo, en la cabeza un casco de bronce con enormes cuernos de toro, era quien les dirigía. Cuando Karan fijó en él su mirada, notó que portaba en la diestra una brillante espada; cada vez que la agitaba esta resplandecía como si en sí misma fuera un relámpago. A su lado Ryu susurró en su oreja:

—Claimh Solais. —Y quien la portaba no debía ser otro que el rey Nuada.

La hueste espectral se tornó en un vórtice escalofriante. Iban cada vez más rápido flotando en el aire, llevándose a su paso las almas de aquellos que acaban de fallecer en esa noche fatal a manos de los cambia formas.

Los perros de caza y los sluagh sidhe también tomaban a los vivos que hallaban en su camino, secuestrándolos como el hada acababa de hacer con Karan.

Sobrevolaron una pequeña colina, entonces el ejército giró vertiginoso. Vampiro y cazador se encontraron en un torbellino que los sumergió en las entrañas del montículo de tierra, directo a la entrada del sídhe de los aos sí.

Después de atravesar el montículo de tierra, Karan se encontró en el otro mundo, el reino gobernado por los dioses y habitado por las hadas. Los fantasmas que fueron perseguidos durante la cacería salvaje no estaban, probablemente se habían quedado en la tierra.

Todo lo que vivía el cazador escapaba a su comprensión, el corazón le retumbaba, asustado.

En ese otro mundo la noche se había ido, en su lugar brillaba la luz del sol. Angustiado, giró hacia su compañero inmortal, creyó que lo vería huyendo de los luminosos rayos, pero en lugar de eso, el vampiro lucía fascinado. Sus ojos violetas miraban embelesados hacia arriba, al cielo de un azul tan claro como la mañana primaveral.

Por todas partes se alzaba algún magnífico palacio y de cada rincón salían extraños seres de increíble belleza, pero con rostros fieros y aterradores. Delante de ellos desmontaba el rey Nuada con la espada anhelada al cinto.

Karan, sobreponiéndose a la sorpresa y al terror, le hizo señas al vampiro quien, reticente, apartó los ojos del claro cielo y los dirigió al rey y su espada. Ambos se dispusieron abordarlo, pero fue Karan quien habló.

—Rey Nuada —dijo el cazador agachando la cabeza, reverente frente al imponente líder fantasmal—, este guerrero demanda vuestra atención.

Pero el rey Nuada dirigió sus ojos vacíos a Ryu.

—¡Un rey vampiro! ¡Hemos cazado un rey vampiro!

Los guerreros espectrales dieron vítores de júbilo, Karan los miró perplejos. La mayor parte de los integrantes de la hueste los rodearon, pero a él no le prestaban atención, sus ojos velados parecían fijarse solo en Ryu. El cazador se asustó de su entusiasmo y de lo que pudieran hacerles. Por encima del alboroto volvió a hablar:

—¡Los vivos necesitan ayuda, vuestra espada es la única que puede vencer la amenaza!

El rey no atendió a su pedido. Había empezado a caminar alrededor de Ryu, mirándolo apreciativo.

—¡Un rey vampiro en mis huestes!

—Majestad —volvió a hablar Karan—, necesitamos vuestra espada.

Cuando escuchó aquello, el rubicundo rey al fin le prestó atención.

—¿Mi espada? ¡No os daré mi espada, cazador!

—¡Y yo no me quedaré en tus huestes si eso es lo que pretendes, rey! —habló Ryu, mirando de frente a Nuada.

El rey de la cacería salvaje se sorprendió.

—¿Y quién crees que sois para oponerte a mis designios?

—Soy el rey de los vampiros, lo sabéis. No tengo porqué obedeceros —la voz de Ryu resonó potente— y no permaneceré como miembro de vuestra cacería.

Karan presintió el desastre del inevitable enfrentamiento y anteponiéndose a lo que pudiera pasar, dijo:

—Majestad, arriba, los cambia formas arrasan aldeas enteras, los humanos tiemblan y temen. Frente a esa horrenda amenaza ¿qué es la cacería salvaje? Solo un cuento para niños.

El rey Nuada apretó la mandíbula, sus dientes rechinaron, lo miró con furia aterradora.

—¿Cómo os atrevéis?¡ No sois más que un simple humano!

El cazador no se inmutó, mantuvo su tono de voz tranquilo, pero claro y potente.

—En lugar de este vampiro que está algo flaco y enclenque —Karan vio de soslayo la mirada asombrada de Ryu sobre él—, os ofrezco a un verdadero guerrero, un monstruo, os ofrezco al alfa de los cambia formas. Si me dais vuestra espada yo cosecharé su cabeza y os la traeré.

El rey Nuada aflojó los puños en que se habían apretado sus manos. Lo miró evaluándolo. Karan acogió la esperanza al ver que el rey consideraba su propuesta.

—¿Un alfa decís?

—Un alfa es mejor que un débil rey vampiro. —La mirada al principio desconcertada de Ryu, se convirtió en una afilada cuchilla que se clavaba sobre él—. Seréis invencible, un verdadero terror con el alfa de los cambia formas en vuestras filas. Solo debéis prestarme vuestra espada y yo os lo daré.

Una sonrisa escalofriante apareció en el rostro de Nuada.

—Puedo ver lo que pretendéis, niño. No me importan los humanos arriba ni si perecen en las manos de los licántropos, —Ante las palabras del rey Nuada a Karan se le heló la sangre, su plan no estaba funcionando—, pero me gusta divertirme, un espectáculo siempre es bienvenido. Os propongo algo. Luchad con uno de mis guerreros, si lo vencéis os daré mi espada, pero si no, me quedaré con el vampiro. ¿Qué decís?

Karan miró de soslayo a Ryu. El vampiro tenía la mandíbula apretada. De seguro dudaba de que fuera capaz, él también lo hacía. Realmente sería una hazaña casi imposible vencer a un guerrero de la cacería salvaje, sin embargo, necesitaban esa espada y por supuesto no le dejaría Ryu a Nuada. Pero antes de que Karan pudiera decir algo, el rey vampiro dio un paso al frente y habló:

—¿Qué pasa si el cazador no gana? ¿Qué pasará con él?

Nuada volvió a sonreír de manera aterradora.

—El cazador morirá, por supuesto. Si me agrada su ritmo de pelea puede que le permita quedarse en mis huestes cuando se convierta en fantasma.

Ante sus palabras, los guerreros espectrales dieron risotadas jubilosas.

—No hay trato —dijo, tajante, Ryu para asombro de Karan—. Me quedaré a cambio de que le deis la espada y le permitáis volver.

Karan frunció el ceño. Estaba asombrado. ¿Ryu estaba dispuesto a sacrificarse por obtener la espada? ¿Tanto le importaba el destino de la humanidad? No lo dejaría hacer tal sacrificio. Volverían juntos o no volverían, pero no pensaba dejarlo atrás, no era algo que su honor de guerrero le permitiera hacer.

—No. Lucharé y os daré un buen espectáculo —dijo, resuelto, el cazador—. No tenéis nada porque preocuparos, rey Nuada, si pierdo ambos nos quedaremos, pero si gano, me daréis la espada y al vampiro.

El rey Nuada rompió a reír de nuevo, parecía por demás divertido y muy confiado. Ryu en cambio veía a Karan con los ojos lanzando chispas de rabia. Pero él se mantuvo impertérrito en su decisión.

Mientras preparaban el enfrentamiento y el banquete que Nuada disfrutaría, Ryu se acercó a Karan.

—¡¿Te has vuelto loco, cazador?!

Karan miró sus ojos iracundos y preocupados.

—¿Acaso no confías en mí? ¿Crees que perderé? No permitiré que te sacrifiques por la humanidad, no te dejaré aquí.

Ante sus palabras, Ryu resopló contrariado.

—¿La humanidad? ¿Crees que hago esto por la humanidad? —De pronto la rabia abandonó los ojos violetas—. No quiero...

Pero no terminó la frase. Uno de los hombres tocó una carnix de bronce y de inmediato un enorme guerrero apareció frente a ellos. En su mano portaba un gran mazo. Karan se puso en guardia mientras Ryu era apartado hacia atrás, a la mesa del banquete con Nuada.

El guerrero de Nuada parecía tener una fuerza descomunal, si lograba golpearlo con ese enorme mazo la vida de Karan llegaría a su fin. Por fortuna, sus movimientos eran lentos y eso, aunado al peso de su arma, obraban en su contra.

El cazador esquivaba con agilidad cada golpe que su oponente buscaba asestar, pero no conseguía acercársele y si continuaba así pronto se cansaría, algo que por obvias razones no le sucedería al guerrero fantasma.

Alrededor de ellos los miembros de la hueste de la cacería salvaje vitoreaban a su campeón, Ryu, por el contrario, se mantenía en silencio, con una mirada aprehensiva sobre él.

Intentando esquivar un nuevo golpe, Karan trastabilló y perdió el equilibrio, antes de caer pudo ver de soslayo como Ryu se levantaba con la intención de saltar dentro de la arena. Pero el cazador se repuso y antes que el mazo impactara en su cara, rodó por el suelo. Su rapidez desconcertó al enorme guerrero, en un instante Karan se había levantado de nuevo.

Ryu permanecía atento, mirándolo sin pestañear y con el ceño fruncido en el borde de la arena, parecía a punto a intervenir en cualquier momento.

Karan se paró firme frente a su oponente y con la mano izquierda le hizo señas para que se le acercara. El fantasma sonrió, levantó el mazo y se arrojó hacia él, Karan lo esquivó y aprovechó la inercia del Hombrón para empujarlo hacia adelante, el fantasma cayó de bruces, entonces el cazador aprovechó y apoyó la hoja de su espada en su nuca.

Antes de que el guerrero fantasma pudiera girarse Ryu gritó:

—¡Ha ganado! ¡Nuada, el cazador ha ganado! Si vuestro guerrero viviera solo habría hecho falta deslizar la espada para decapitarlo.

El resto de la hueste abucheó al vampiro, pero Ryu no se inmutó.

—¡Honra vuestra palabra! ¡El cazador ha ganado!

Nuada se levantó y caminó hacia la arena. Su ceño fuertemente fruncido le hizo a Karan temer lo peor.

—Os tendré vampiro —le dijo el rubicundo rey a Ryu— . Tarde o temprano seréis parte de mi hueste. —Luego se volteó y dándole la espada a Karan agregó—: Me daréis la cabeza del alfa. A la tercera noche iré por mi espada y por el alfa, si no tenéis alguno de los dos, tú y el vampiro seréis míos, os llevaré a ambos.

Karan exhaló aliviado al tomar la brillante espada en su mano. Cuando giró para mirar a Ryu este le veía con una sonrisa y ojos brillantes.

Ahora debían hallar la manera de salir de ahí. El cazador quiso preguntar, pero antes de poder hacerlo, Nuada y sus huestes fantasmales habían desaparecido. 


***Hola mis amores, ¿qué les ha parecido el capitulo? ¿Qué les pareció la cacería salvaje? 

Y Karan que sigue sin darse cuenta de lo que siente Ryu :P  En el siguiente capitulo esperen la reacción del vampiro a haber sido llamado flaco y enclenque jajajaja.


Les digo que "La cacería salvaje" forma parte de la mitología celta. Se presenta en varias regiones de Europa siendo la premisa fundamental siempre la misma: un grupo fantasmal o sobrenatural de exploradores ataviados con indumentaria de caza, perros rastreadores  y acompañados de caballos, , etc., comandado por una figura mitológica, en una desenfrenada persecución a través de los cielos, a lo largo de la tierra o por encima de ella.​​ Frecuentemente, era una forma de explicar las tormentas.

Los cazadores eran comúnmente almas perdidas, deidades o espíritus de ambos sexos, comandados por un dios o alguna figura mitológica o legendaria. Cuando el cristianismo tomó el dominio de la región, la cacería salvaje pasó a estar comandada por el ángel Gabriel, por Caín o el mismo diablo

Ser testigo de una cacería salvaje era visto como un presagio de alguna catástrofe venidera, como una plaga o una guerra, o, en el mejor de los casos, de la muerte de aquel que presenciara tal evento. ​Las personas que estuvieran en el camino y se toparan con la cacería podían elegir entre dos opciones: arrojarse al suelo y sentir cómo las gélidas patas de los animales le pisan la espalda, o dejarse llevar por la partida de caza, corriendo el riesgo de ser depositado lejos de su casa o morir durante la furiosa embestida de los personajes malvados y pasar a ser otro integrante más de la misma.​ También se creía que quienes se cruzaran con la cacería podían ser arrastrados al inframundo o al reino de las hadas.

En cuanto al otro mundo celta, hay varios mitos relacionados con él que varían de acuerdo a la región, pero paso a explicarles los que elegí para recrear esta historia.

 El otro mundo puede dividirse, mas o menos, en unas tres estancias: Los sidhe que serían los montículos huecos donde viven las hadas y a donde fueron exiliados los dioses cuando perdieron sus tierras. Las islas paradisíacas ubicadas mas allá de occidente donde no hay penurias, ni desgracias y el Annwn o inframundo galés. Las almas una vez que habían abandonado su cuerpo, se dirigían a la costa noroccidental de allí embarcaban hacia una isla en naves fantasmagóricas. 


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