Capítulo 39: Parte 2
Tras terminar de comer, Lev fue a hablar con la posadera. Necesitaban algo de comida para el camino, ya que en los bolsos solo llevaban ropa, botellas de agua, paquetes de galletas, chocolates, y papas fritas. Pura comida chatarra que estaban reservando para cuando estuvieran alejados de la vista de todos, específicamente para cuando llegaran al templo en ruinas al que se dirigían. Lev esperaba con todas sus fuerzas que la construcción siguiera en pie, o de lo contrario su plan se iría por la borda.
Un minuto más tarde regresó a la mesa con un pequeño saco de arpillera cargado con diez manzanas y cinco panes. Gwen lo tomó, lo guardó en su bolso, y entonces abandonaron la posada, precedidos por el mozo de cuadras. Lev iba detrás del joven, pero aun así, al poner un pie fuera del establecimiento, su mirada recayó sobre el montón de cosas tiradas junto al poste para atar a los caballos. Hizo a un lado al muchacho y corrió hacia ahí. Eran las cosas de An; su espada, su daga, el arco, y el carcaj con el grabado de unos dos leones alados.
Gwen, que había ido tras él, dio un grito ahogado al ver las pertenencias de su hermana allí en el suelo.
"An, más te vale que esto sea una broma", dijo Lev, deseando oír la voz de la bruja en su mente. Su corazón martilleaba de pánico, y un escalofrío le recorrió la espalda, helándole la sangre. "Por favor di algo", rogó, y su mirada se dirigió al camino.
Medio kilómetro por delante de donde se hallaban, volvía a alzarse un bosquecillo y el camino serpenteaba entre sus árboles, haciendo casi imposible ver quién o qué pasaba por allí a más de un kilómetro de distancia.
—Tranquila, tal vez es una broma para Lev. Recuerda que estaba muy enojada con él —le decía Jake a Gwen, mientras la rodeaba con un brazo—. Sabes bien que nadie podría hacerle daño, ella sabe defenderse...
—Es verdad, nadie podría hacerle nada mientras está en sus cinco sentidos. —Francis dio un paso hacia Gwen, pero se detuvo de golpe, estiró los brazos como para mantener el equilibrio, y parpadeó un par de veces, sacudiendo la cabeza.
—¿Estás bien? —preguntaron al unísono Gwen y Jake.
—Sí, creo —balbuceó el pelirrojo, con la mirada algo perdida.
Lev se acercó, pensando en las palabras de Francis y en lo que acababa de ver. Él tenía razón; nadie podría llevarse a An estando consciente.
—El jugo —dijo, más para sí mismo que para los demás—. Tú bebiste del vaso de An.
—¿Estás queriendo decir que alguien le puso algo en la bebida? —inquirió Jake. Lev asintió—. ¿Pero quién haría algo así? Nadie sabe quién es en realidad, mucho menos luego del cambio que le hiciste —añadió en un susurro, ya que el muchacho de los caballos seguía cerca.
—Tú, ve a buscar a los caballos ahora mismo —le ordenó Lev con brusquedad. El terror de no hallar a la bruja se estaba transformando en cólera.
No respondió a la pregunta de Jake, no se sintió capaz. Había sido tan ingenuo, tan estúpido. Aunque hubiera cambiado el color de su cabello y de sus ojos, cualquiera que la conociera de antes la reconocería. Y la única persona capaz de eso, que sabía que irían y que pasarían por allí, era su hermano. Esa noche, en la cabaña de Leyre, había sido lo bastante idiota como para contarle sobre su plan para recuperar a su madre y a Arleth. Kier se había mostrado comprensivo, incluso le dio su bolsa con oro para ayudarlo, y juró no entrometerse siempre y cuando él le prometiera que, luego de rescatar a su madre y a su tía, se iría de Anraicht y no volverían a poner un pie allí. Todo aquello era su culpa.
Suya, de Kier, y de quien sea que hubiera adulterado la bebida de An. Por suerte, no necesitó pensar demasiado para saber quién había sido.
Con la sangre bullendo en sus venas, se volvió hacia la posada. Mientras avanzaba, hizo que la puerta se desprendiera de las bisagras, y esta cayó hacia el interior del edificio con un fuerte estruendo. Cuando puso un pie sobre la puerta derribada, fue recibido con un silencio sepulcral y unos veinte pares de ojos se posaron sobre él. Oyó las voces de Jake y Gwen llamarlo, pero se oían muy lejanas, incluso las personas y objetos a su alrededor se convirtieron en un borrón. Lo único que percibía con claridad era a la mujer regordeta detrás de la barra. Clavó sus ojos, que ahora destellaban con un brillo peligroso, en ella, y avanzó con paso firme.
La mujer retrocedió hasta que su espalda chocó contra el estante repleto de botellas que tenía detrás, y miró en todas direcciones con los ojos abiertos de par en par, como un animalito asustado.
—¡Que alguien detenga a este demente! ¡Sáquenlo de aquí! ¡Le pagaré lo que quiera a quien lo saque! —comenzó a chillar la posadera, pero Lev extendió la mano izquierda en su dirección, y, muy despacio, fue cerrándola como si estuviera apretando algo.
La mujer abrió la boca y emitió unos sonidos ahogados mientras se llevaba las manos al cuello, y seguía boqueando en busca de aire. Su rostro se estaba poniendo rojo, y la piel le brillaba de sudor.
Lev abrió su mano y dejó caer el brazo a un costado, permitiéndole respirar otra vez. Justo en ese momento, captó una sombra a su derecha y un sonido metálico que le resultó muy familiar, seguido de un grito de advertencia por parte de Jake. Lev giró en el mismo segundo en el que un hombre robusto y con barba le lanzaba un tajo con su espada, solo para ver como esta chocaba contra una barrera invisible y la hoja se partía en pedazos como si estuviera hecha de cristal. El hombre se quedó tieso, mirando consternado los trozos de acero desperdigados en el suelo.
—Toma tus cosas y vete de aquí. Todos salgan de aquí. —Su voz sonó más grave y gutural que nunca, y retumbó en cada rincón de la estancia como un trueno—. Si no se largan los prenderé fuego —añadió con gesto inexpresivo. Para enfatizar sus palabras, levantó un poco su mano derecha, y en las puntas de sus dedos aparecieron unas pequeñas llamas que pronto se extendieron por toda su mano como un guante de fuego.
Esperó a que el hombre y el resto de la clientela se largara, y entonces regresó su atención a la posadera, que seguía pegada al estante y lo miraba con terror.
—¿Qué fue lo que le puso al jugo? —preguntó, y esperó que la mujer estuviera lo bastante asustada como para hablar a la primera y sin mentir. Sin embargo, la posadera se mantuvo en silencio, de modo que Lev comenzó a acercar la mano en llamas a la superficie de la barra.
—¡No! —gritó la mujer, levantando ambas manos. Lev se detuvo, y la miró fijo—. No sé... Le juro que no sé qué era eso, yo solo hice lo que me pidieron —añadió, hablando muy rápido.
—¡¿Cómo que no sabe?! —gritó Gwen, arrebatándole las palabras a Lev, y plantándose a su lado—. ¡Mi hermana podría estar muriéndose ahora mismo por su culpa! ¿Quién le pidió que haga eso?
Los saltones ojos de la mujer iban de él a la enana una y otra vez. Al final se detuvieron en él.
—Un hombre, pero no me dijo su nombre —titubeó.
—¿Cómo era? ¿Tenía el cabello negro? —interrogó Lev. Quería confirmar sus sospechas.
La mujer asintió varias veces.
—Iba muy bien vestido, él y el otro muchacho que lo acompañaba, creo que eran guerreros dragón, llevaban el broche con forma de dragón —contestó, apuntándose el pecho—. Llegaron muy temprano, y se sentaron por allá en el rincón, el de cabello negro. Ese fue quien me dio la botellita y me ordenó que se lo diera a la joven de cabello rojo —continuó, y compuso un gesto de arrepentimiento—. Le juro que solo lo hice porque temí que me hicieran daño a mí o a mis muchachas... Son guerreros de la reina, no es gente con la que...
—Claro, entiendo —la cortó Lev, recorrió la estancia con la mirada lentamente, y luego volvió a ver a la mujer—. Espero que le haya pagado lo suficiente como para construirse otra posada —dijo, y apoyó la mano en llamas sobre la barra. El fuego se extendió por la madera en una milésima de segundo, igual de rápido que los gritos desesperados de las mujeres.
"Salgan de aquí los tres y suban a sus caballos", ordenó, hablando en la mente de su mejor amigo, de Gwen y de Francis.
Las llamas en su mano tomaron la forma de una gran bola, y la lanzó hacia las escaleras. Esperaba que no hubiera nadie arriba, puesto que no estaba en sus planes matar a alguien. Vio a la posadera y a las demás mujeres saliendo por una puerta que estaba detrás de la barra, y entonces lanzó otra bola de fuego hacia un rincón de la estancia, y otra a la punta opuesta. Y otra, y otra, hasta que pronto las llamas lo envolvían todo a su alrededor. Se cubrió la nariz y la boca con el antebrazo, y salió antes de que el fuego se propagara hasta él, y corrió hacia el otro lado del camino, donde lo aguardaban Jake y los demás junto a los caballos.
—¿Había alguien dentro? —preguntó su amigo, mirando hacia la posada en llamas con aprensión.
—Creo que no —contestó él con un tono monótono. Fuera de la construcción ya se estaban congregando un pequeño grupo de personas, entre ellos las mujeres y los pocos clientes que habían decidido quedarse afuera cuando él les ordenó largarse. Iban y venían con cubetas intentando apagar el fuego, pero era en vano. Lev sabía que no lo conseguirían. Apartó la vista y se dirigió a Francis—: ¿Estás en condiciones de montar?
El pelirrojo asintió.
—Bien, porque necesitamos ir rápido, y no pienso detenerme si te duermes y te caes del caballo —espetó de mala gana. Tenía que admitir que ya no odiaba al zanahoria tras enterarse de que entre él y An no había nada, pero de todos modos no iba a mostrarse amable si se convertía en un retraso—. ¿Alguien ha visto a Mau?
Lev soltó una maldición al ver que todos sacudían la cabeza en gesto negativo. El felino había desaparecido la noche anterior antes de llegar a la posada, supusieron que iría de caza, aprovechando que no podía entrar con ellos, pero ya era hora de que hiciera acto de presencia. No podía irse sin el animal.
Lo llamó mentalmente, confiando en que apareciera lo más pronto posible. Sin embargo no lo vio por ninguna parte. Dos minutos más tarde, cuando Lev ya comenzaba a perder la poca paciencia que le quedaba, alcanzó a divisar una enorme silueta negra en medio del camino donde comenzaba el bosque. La mancha oscura se movía de un lado a otro, como si estuviera esperando con impaciencia. No cabían dudas de que se trataba del guardián. Lev suspiró con algo de alivio, azuzó el caballo y salió a todo galope, dejando atrás la posada en llamas.
¡Y volvimos!
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué creen que va a pasar con An?
Les puedo contar que el siguiente cap va a ser muy muy especial, ahí los dejo con la intriga 👀
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