Capítulo 29
Jamás le había costado tanto concentrarse en clase como esa mañana. Sin importar lo mucho que se esforzara, su mente iba una y otra vez a la bruja, y lo mismo ocurría con su mirada. Recordaba esos efímeros minutos en el baño, esos minutos en los que ella lo había visto como si de verdad lo quisiera, y ansiaba ver ese deseo reflejado en sus ojos una vez más. Pasó la primer clase devanándose los sesos en busca de una manera para averiguar si la bruja sentía algo por él, o si aquello había sido solo producto de sus hormonas.
Fue inútil, y no se le ocurrió nada hasta que, al final de la clase mientras estaba recogiendo sus pertenencias, Natalie se acercó a hablarle. Hasta ese momento nunca se había sentido tan feliz de verla, e incluso la saludó con una sonrisa.
—Hola... —dijo Natalie de nuevo, sonriendo a su vez, aunque medio segundo después se llevó una mano al rostro en gesto de vergüenza—. Ay, lo siento, parezco tonta, ya te dije hola dos veces...
Lev rió, pero no tanto por el comentario de Natalie, sino porque sentía la mirada de la bruja sobre él. Se encontraba en su pupitre, a su izquierda y a medio metro de distancia, por lo tanto podía oír todo con claridad.
—No te preocupes, está bien, no pareces tonta —la tranquilizó Lev, y le pareció que la sonrisa de Natalie se ensanchaba—. No me había dado cuenta, pero tienes una sonrisa muy bonita —dijo a propósito, y antes de que ella le pudiera agradecer por el cumplido, añadió—: ¿Necesitabas algo?
—¿Qué? Ah, sí, algo así, es que mañana hay examen de historia, aunque eso ya lo sabes —dijo con obviedad, y Lev se vio obligado a ocultar su sorpresa al oírla. Tenía tantas cosas en mente que ni siquiera recordaba que al día siguiente tenían un examen—, y bueno, como eres uno de los más listos y siempre entiendes todo... Me preguntaba si podrías ayudarme a estudiar esta tarde, luego del partido de baloncesto. Aunque si no puedes está bien...
—Claro, ¿en tu casa? —preguntó él con tono despreocupado.
Natalie lo miró boquiabierta por un momento, como si no terminara de creer lo que había oído.
—¿Entonces sí aceptas? —preguntó, y Lev asintió—. ¡Gracias! Y sí, en mi casa, a las seis si te parece bien —agregó muy sonriente. Al verla así, Lev sintió un pinchazo de culpa por estar ilusionándola de ese modo—. En fin, ya no te molesto más... ¡Nos vemos esta tarde, y suerte en el juego de hoy! —exclamó, acercándose a él y plantándole un beso en la mejilla antes de que pudiera reaccionar.
Al instante oyó un crujido que resonó en todo el salón, sobresaltando a los pocos que aún permanecían ahí. Cuando Lev giró el rostro hacia la bruja, se la encontró sosteniendo un pequeño trozo de madera en la mano. Acababa de romper una esquina de su pupitre.
—¿Eso ya estaba por romperse? —inquirió Jake, dándole una mirada suspicaz.
—Eso parece —contestó ella con naturalidad, dejando el trozo de madera sobre el asiento.
Lev tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no sonreír como idiota. Estaba casi seguro de que An estaba celosa.
—Bueno, ¿vamos? —preguntó Gwen, dirigiéndose a todos.
—Adelántense, nosotros ya vamos —dijo la bruja, y Lev no necesitó preguntar para saber que ese "nosotros" lo incluía a él. Cuando Gwen y Jake abandonaron el salón y quedaron a solas, ella se giró hacia él—. ¿Natalie? —interrogó con desdén.
Lev se encogió de hombros.
—¿Qué tiene? Como ayer no parecías muy feliz de que intentara ganar la apuesta contigo, pensé que podía intentar con alguien de aquí.
—Y precisamente tenía que ser Natalie... —masculló, asintiendo para sí misma—. Hay más de cien chicas en este colegio con las que podrías haberlo intentado, y a ti se te ocurre elegirla a ella... ¡No es justo! ¡Es como hacer trampa!
—¿Qué? ¿Por qué? Yo no soy ningún tramposo.
—¡Ay, por favor! Claro que es trampa, Natalie ya está enamorada de ti. Solo basta con que le digas "hola" para que ella ya se esté imaginando el vestido que usará para la boda y cómo van a llamar a su primer hijo —dijo con el ceño fruncido.
Lev contuvo una carcajada.
—Hija —la corrigió, fingiendo seriedad—. Ella podría escoger el nombre si fuera niña, pero si es niño a mí me gustaría que se llamara Elend. Y como está tan enamorada no creo que le importe que yo escoja el nombre, ¿verdad?
La bruja se cruzó de brazos y lo miró como si quisiera arrancarle los ojos con sus propias manos.
—Ah, mira qué gracioso estás hoy...
—Me levanté de muy buen humor —explicó Lev, sonriendo.
—Cancela esa cita con Natalie. No puedes intentarlo con ella, lo tienes muy fácil, escoge a otra —demandó.
—No es una cita como tal, es una cita de estudio, y olvidé lo del examen de historia, estudiar con ella no me vendría mal...
—¿Cita de estudio? —preguntó con notable incredulidad—. Se te echará encima en cuanto pueda, y en lugar de estudiar historia, acabarás estudiando su cuerpo.
—¿Tan débil crees que soy como para acostarme con la primera que se me eche encima? —Lev la imitó cruzándose de brazos. Aquella afirmación no le había gustado nada. Había estado en casa de Natalie varias veces, incluso sin que sus padres o hermana estuvieran en casa, y él jamás había sentido la tentación de ceder ante sus insinuaciones, que eran bastantes. Si no le había provocado nada antes, mucho menos lo haría ahora cuando toda su atención estaba siendo acaparada por la bruja.
—Sí, eres débil. Ayer en el baño, antes de que tu madre llegara, sentí el bulto en tu entrepierna —dijo. A Lev le comenzaron a arder las mejillas—. Si en un par de minutos y con tan poco yo pude conseguir eso, seguro que ella también.
—Sí, es cierto lo de ayer —contestó, tras aclararse la garganta—, pero tú misma acabas de decirlo, estaba en el baño contigo, no con Natalie. Así que no compares, que a mí ella no me provoca ni el uno por ciento de todo lo que me provocas tú —soltó, y sus palabras lo tomaron por sorpresa tanto o más que a la bruja.
Ella se lo quedó mirando por más de un segundo en completo silencio y, cuando le pareció que iba a decir algo, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta del salón.
—¿A dónde vas? ¡Estamos hablando! —dijo Lev, yendo tras ella. An se detuvo y volteó sin necesidad de que la sujetara.
—No hay nada que hablar. Cancela la reunión con ella, y escoge a otra o ya puedes ir dando por perdida la apuesta.
Salió del salón y Lev la siguió. Trotó hasta quedar frente a ella, impidiéndole el paso.
—Entonces te escojo a ti —dijo, confiando en que eso no le molestaría y así dejaría de estar enojada, pero la expresión de la bruja no cambió.
—No —espetó, y le pasó por al lado.
Lev alcanzó a tomarla por el brazo, suspiró, y entonces apuntó con la cabeza hacia una de las pocas chicas que andaban por el pasillo en ese momento.
—¿Esa entonces?
Ella siguió su mirada hasta la chica, la observó de pies a cabeza y torció la boca en un gesto de desprecio. Lev sonrió y esperó que hablara.
—A ver —dijo ella con tono de resignación, soltándose de su agarre—, dime, ¿qué pedirías si ganaras la apuesta?
—¿Me vas a dejar ganar?
—Responde mi pregunta.
Lev no había pensado en lo que quería como premio si ganaba, por lo general, cuando apostaba con Jake y sus otros amigos lo hacía por dinero o comida, pero no podía desperdiciar una oportunidad como esa por algunos billetes o helado de chocolate.
—Te pediría que me dijeras que sí —contestó tras pensarlo bien. La bruja le dio una mirada inquisitiva—. Me refiero a que este sábado Jake y tu hermana irán otra vez al parque de diversiones, y...
—Sí, lo sé, Gwen me invitó, pero ya sabes que no quiero ser el mal tercio —explicó ella.
—No tienes que serlo, podríamos ir juntos... —sugirió, armándose de valor e ignorando el nudo que se había formado en su estómago a causa de los nervios—. ¿Si?
Los segundos que transcurrieron hasta que la bruja se dignó a responder le parecieron una tortura.
—Bien, tú ganas entonces —dijo, y comenzó a caminar, de modo que cuando Lev salió de su estupor tuvo que trotar una vez más para ponerse a su lado.
—¿Entonces sí?
—Sí —respondió sin mirarlo.
Lev esbozó una sonrisa. Y se mantuvo de buen humor por el resto de la tarde, y durante el juego, al ver que la bruja había ido a verlos por primera vez junto a Gwen, su felicidad no hizo más que acrecentarse. Ni siquiera la expresión triste de Natalie luego de decirle que había surgido un problema y que no iría a su casa pudo arruinar esa sensación de bienestar. Lo único que logró preocuparlo un poco ese día fue la expresión y la voz de su mejor amigo cuando, minutos después de haber llegado a casa, entró a su habitación diciendo:
—Tenemos que hablar sobre An.
—¿Sucedió algo con ella? —preguntó Lev, alarmado.
—Eso mismo me pregunto yo, ¿sucedió algo con ella? Esta mañana estuvieron actuando muy raro... —comentó Jake, y su expresión apesadumbrada se suavizó un poco—. ¿Y qué fue todo eso con Natalie?
Lev rió, y acto seguido comenzó a explicarle el motivo por el cual hizo eso, así como también lo que había ocurrido el día anterior con la bruja en su baño, aunque sin dar demasiados detalles.
—Ah, ya entiendo. Bueno, parece que funcionó porque parecía bastante celosa, tanto que hasta rompió el pupitre... —murmuró Jake—. De hecho, venía a hablarte de eso, hoy fue el pupitre, ayer ese casillero, el otro día me contaste que rompió el picaporte de su puerta...
—¿A dónde quieres llegar? —lo interrumpió. Por lo visto él no era el único que venía observando ese tipo de cosas en la bruja. Y estaba seguro de que Jake ya había comenzado a armar teorías.
—¿No te parece que tiene demasiada fuerza?
—Sí, lo noté, y tengo una sospecha de cuál podría ser la causa, pero es...
—¿Imposible porque se supone que solo los hombres de tu raza poseen esas habilidades? —adivinó Jake. Lev asintió con una sonrisa al ver que ambos creían lo mismo—. Tal vez se debe a una alteración biológica, no sé... ¿No sabes de ningún caso similar?
—No, que yo sepa eso jamás ha ocurrido. Lo único que sé es que las mujeres de nuestra raza tienen un carácter bastante fuerte, o eso oía decir a los adultos cuando era niño.
—Bueno, el carácter fuerte sí que lo tiene —bromeó Jake—, pero también parece tener la fuerza, y la misma resistencia que tú. Ningún ser humano que haya caído de una altura de seis metros se levanta como si nada a los pocos minutos, y sin tener ninguna fractura.
—Lo sé —asintió Lev—, pero no se cura como lo hago yo, y cuando golpeó a Meghan y a su primo no les causó tanto daño.
—Cierto, pero tú dijiste que pueden controlar su fuerza siempre y cuando no estén demasiado enojados, cuando me golpeas en los entrenamientos no me haces nada —le recordó—. Aunque An parecía muy molesta cuando los golpeó a ellos dos, de seguro no estaba cegada por la ira, por eso sus golpes no fueron mortales, a diferencia del golpe que mató a ese chico en el baño. Estuve investigando por mi cuenta, ya que en ese artículo que leímos juntos no decía mucho —le explicó—. El chico murió en el acto, y según parece, mi querida cuñada le estrelló la cabeza contra la pared. No muchas veces, sino una sola... No es tan difícil imaginar lo furiosa que habrá estado en ese momento.
—¿Entonces de verdad crees que pueda ser como yo? —preguntó Lev. Su amigo asintió.
—A menos que haya otra raza similar a la tuya, es lo único que se me ocurre. Y otra cosa curiosa es que ella parece tener esa fuerza desde mucho antes de haber cumplido los dieciocho —comentó—. Además sabe pelear desde pequeña, es más dragón que tú —añadió con tono burlón—. A su lado sí que pareces un ratón.
—Respecto a eso, ya no soy un ratón, me ascendió a gato —aclaró con una sonrisa de suficiencia, y Jake rió—. Ah, había olvidado decirte, iremos contigo y con Gwen el sábado.
—¿Vamos a tener una cita doble?
—Algo así.
Jake sonrió, pero a diferencia de sus sonrisas de siempre, esta no iluminó el azul de sus ojos. Al menos así lo percibió Lev.
—Entonces al fin están avanzando, ¿cierto? —preguntó Jake, a lo que él respondió con un asentimiento—. Y por eso estás así de feliz —afirmó, más para él mismo que para Lev.
—Sí —repuso, y lo miró fijo. Siempre se quejaba de que su mejor amigo parecía leerle la mente, pero él también sabía cuándo algo iba bien o mal con Jake—. Dime, ¿qué sucede?
—¿Qué sucede de qué?
—Vamos, quieres decir algo, pero por algún motivo te estás conteniendo.
Jake volvió a sonreír, bajó la mirada y sacudió la cabeza.
—¿Y luego soy yo el que te lee la mente? —Se puso de pie, se acercó a él y le palmeó el hombro—. No es nada, no te preocupes. Me tengo que ir ahora, quedé en ver a mi ángel —dijo, caminando hacia la puerta del dormitorio—. ¡Te veo mañana!
Lev no le creyó, pero de todos modos lo dejó ir. Si había algo que quería decirle, estaba seguro de que terminaría haciéndolo tarde o temprano.
Tras llegar a casa y darse una ducha, An tomó sus apuntes de historia y se sentó a estudiar para la prueba del día siguiente. No quería hacerlo, se irían en dos meses y tanto como si todo salía bien o mal, no regresaría. Al menos ella no. Así que, ¿qué sentido tenía esforzarse en sacar buenas notas?
Eso mismo le había preguntado a Lev esa mañana, y según él, si mantenían sus buenas notas la directora no citaría a sus padres, y eso les ahorraría muchos problemas. De modo que An intentó volver a concentrarse en sus apuntes, pero ya no pudo. Había pensado en Lev, y aunque solo hubiera sido por un segundo, su mente se empecinó en quedarse estancada en él.
Dejó caer la cabeza sobre los apuntes, como resignándose. Pensó en lo que había ocurrido el día anterior en su baño, en lo cerca que había estado de perder el control y besarlo en más de una ocasión, y en la ducha que se había visto obligada a tomar al regresar a casa. No tenía un horario específico para ducharse, pero si tomaba una ducha en la noche, entonces no necesitaba tomar otra en la mañana. Esa noche, sin embargo, había tenido un sueño con Lev, uno demasiado realista, tanto que se despertó algo agitada y, por más que hizo el intento de seguir durmiendo e ignorar cómo se sentía, al final acabó levantándose para echar a Mau de su dormitorio y cerrar con llave. Luego tuvo que tomar una ducha antes de ir a la escuela.
Con solo recordar lo que había hecho, An sintió ganas de darse la cabeza contra el escritorio, pero se contuvo. Si lo hacía, Lev lo sentiría y le preguntaría qué había pasado, y lo último que necesitaba era oír su voz. Ya había tenido suficiente de Lev por ese día. O al menos eso era lo que quería creer.
Levantó la cabeza, tomó una hoja de sus apuntes e hizo el intento de leer para apartar a Lev de su mente. Cinco minutos más tarde se dio por vencida, dejó el papel sobre el escritorio, suspiró y se puso de pie. Necesitaba hablar con Gwen.
Cuando bajó a la sala, luego de haberla buscado en su habitación y no hallarla, An la encontró en compañía de Jake. Su hermana estaba sentada a horcajadas sobre su regazo, con las manos de él aferradas a su trasero por debajo de la falda rosa mientras que ella le sujetaba el cabello con una mano, y la otra estaba perdida en algún lugar entre medio de ellos que An no podía ver. Estaban tan concentrados devorándose el uno al otro que se vio obligada a aclararse la garganta para hacerse notar.
Ni bien la oyeron, Jake apartó las manos del trasero de Gwen y ella hizo el intento de levantarse, pero entonces él le colocó las manos en la cintura al tiempo que le daba una mirada que era una mezcla de horror y súplica. Ella soltó una risita, y no se movió de allí, tanto para el alivio del rubio como de An, que supuso cuál podía ser el motivo por el que no quería que Gwen se levantara, y era mejor así. Ver a su cuñado en ese estado sería en extremo vergonzoso.
—Ahora que Matt no está y Sara tampoco, tú no pierdes el tiempo eh...
—Yo solo vine a cenar, ni estaba enterado de que Sara no estaba aquí —se defendió Jake. Levantó una mano y apuntó a Gwen con el índice—, y ni bien llegué, ella me atacó. Soy inocente. Lo juro —añadió, ganándose un golpecito en el hombro por parte de Gwen.
—¿Ah, si? ¿Me echas toda la culpa a mí? ¡Embustero! —contestó ella, cruzándose de brazos y haciéndose la ofendida.
—Ningún embustero, claro que tienes la culpa. Eres tan preciosa que es imposible rechazar tus besos —le dijo Jake con voz melosa, y depositó un pequeño beso en la punta de su nariz.
—Sigo aquí. —An levantó una mano, y ambos la miraron sonrientes—. Aunque ya me voy a la cocina así dejo que se despidan.
—¿Me estás echando? —preguntó Jake.
—Solo por un momento, tengo que hablar con Gwen de algo muy importante, es urgente —explicó, haciendo énfasis en la última palabra—. Puedes volver más tarde, eso sí, vayan a la habitación porque la próxima en interrumpir podría ser Sara y no quieres eso —le advirtió antes de dirigirse a la cocina en busca de agua.
Cuando su hermana fue a acompañar a Jake a la puerta, An regresó a la sala, dejó el vaso con agua sobre la mesa y se tiró en uno de los sofás. No tenía ni idea de qué iba a decirle exactamente a Gwen. Abrió los ojos en cuanto la oyó regresar.
—¿Qué es eso tan urgente? —preguntó, sentándose en donde había estado antes con Jake.
An no respondió de inmediato, por lo que la enana le dio una mirada impaciente.
—Es sobre Lev —acabó por decir. Se incorporó y cruzó las piernas como indio—. ¿No lo ves raro últimamente?
—¿Raro cómo? ¿Te refieres a lo de esta mañana? —preguntó, parecía confundida—. Porque sí lo vi raro, fue muy amable con Natalie, y jamás noté que le prestara atención por más de medio minuto y mucho menos que le sonriera tanto o le hiciera un cumplido... ¿Será que de repente le gusta?
—No —espetó An—, no le gusta. Lo de Natalie era solo por una apuesta entre él y yo.
—¿De verdad? ¿Qué apuesta?
—Una apuesta sin mucha importancia que hicimos ayer... —dijo, moviendo una mano con desgana como si quisiera espantar a una mosca.
—Anda, dime de qué se trataba esa apuesta, por favor —insistió con un puchero, así que An no pudo negarse. Le contó sobre lo que se trataba la apuesta, pero no le mencionó nada acerca de lo que ocurrió después—. Ya entiendo, entonces sacando que su comportamiento de esta mañana fue por esa apuesta, yo no veo nada raro con él, está como siempre.
—No me refiero a raro en su actitud, sino en su... apariencia. Está diferente.
—Nop, sigue igual —aseguró su hermana, muy a su pesar. An suspiró, y su rostro adquirió una expresión casi triste por un segundo, el tiempo suficiente para que Gwen lo notara y se cambiara de sofá para sentarse a su lado—. ¿Estás bien?
—No.
—¿Por qué? ¿Sucedió algo malo?
—Sí, que yo sí lo veo muy distinto... —dijo, refiriéndose a Lev.
—No te estoy entendiendo, ¿distinto cómo?
An suspiró una vez más, alargó la mano para agarrar el vaso con agua, y se bebió todo su contenido de un trago. Lamentó que no fuera alcohol, incluso aunque no la pusiera ebria, lograría relajarla. Y eso era justo lo que necesitaba para responder a esa pregunta sin tanta dificultad.
—Como más... ¿Guapo? —titubeó, y vio que los ojos de su hermana se abrían mucho más ante la sorpresa—. ¿Y me podrías explicar desde cuándo tiene una sonrisa tan encantadora? ¿O unos ojos tan hermosos?
Gwen se llevó una mano a la boca en un intento de contener la risa.
—¡Lo siento! —se disculpó de inmediato cuando An la miró como si fuera a matarla, pero ni eso consiguió borrar la estúpida sonrisa de su rostro—. ¡Es que esto es tan bonito! ¡Estás enamorada de Lev! —chilló emocionada. An la miró con horror al oír aquella afirmación en voz alta—. ¿Y sientes maripositas en el estómago cuando lo ves?
—¡Agh! ¡Claro que no! ¡No siento maripositas! —dijo casi asqueada—. Más bien parece que tengo un nido de víboras en el estómago, y cada vez que él está cerca se despiertan...
—Bueno, para el caso es lo mismo. —Su hermana rió mientras se encogía de hombros—. ¿Se lo dirás?
—¿Qué cosa?
—Que si le dirás a Lev que te gusta.
An sacudió la cabeza de un lado a otro con vehemencia.
—Sabes bien que soy pésima con ese tipo de cosas —dijo. Se le daba mejor demostrar que decir—. Además, no es momento para ese tipo de distracciones, nuestra atención debe estar puesta en prepararnos para el viaje, en planear algo lo suficientemente bueno como para rescatar a mi madre y a sus padres. Ni siquiera sabe utilizar una espada todavía... Hay mucho que hacer como para andar jugando a los enamorados, eso te lo dejo a ti y a Jake.
Gwen sonrió como si no le creyera una palabra.
—Jake me comentó que vendrán con nosotros el sábado, como una cita doble... —dijo ella, sin dejar de sonreír—. Pero está bien, entiendo, no tienen tiempo de jugar a los enamorados.
—Me pidió eso por haber ganado la apuesta, tuve que decir que sí.
—¿Tuviste? ¿Seguro? —preguntó Gwen, y An sintió ganas de insultarla por molestarla así—. Estoy segura de que si hubieras dicho que no, Lev habría pensado en alguna otra cosa, no te hubiera obligado a decir que sí...
An bufó.
—¡Fue un impulso! ¡Quise decirle que sí y lo hice! —soltó—. Pero fue un error, y no va a volver a pasar.
—¿Por qué no? ¡A él le gustas!
—Lo sé —dijo An, recordando lo que Lev había dicho esa mañana sobre que Natalie no le provocaba nada de todo lo que le provocaba ella. También recordó cómo se había sentido al oírlo, por un momento había creído que estaba a punto de sufrir un ataque cardíaco—. Y eso solo lo complica todo, sería más fácil si el enamoramiento fuera unilateral.
—¿Por qué no puedes dejarte llevar por lo que sientes? —se quejó Gwen.
—Ya te lo dije, no es momento de distracciones.
—No creo que vayan a distraerse por eso, para Lev también es primordial todo lo que se refiere a sus padres. Solo estás poniendo excusas.
An dejó caer la espalda sobre el respaldo del sofá y cerró los ojos para no tener que verla. Odiaba que la conociera tanto.
—Sí, ¿y qué? —admitió—. ¿Podemos hablar de otra cosa?
—Está bien, pero piénsalo, no tendría nada de malo que te dejaras llevar por lo que sientes. Lev es bueno, y parece que está loco por ti. Nada podría salir mal —aseguró Gwen, y sus palabras estuvieron rondando en la mente de An por las siguientes horas.
Luego de cenar con su hermana y con Jake, que había regresado minutos antes de que la comida estuviera lista, An subió a su habitación. Vio una película para intentar distraerse y no pensar en él, así como tampoco en lo que Gwen había dicho. En parte funcionó, pero cuando la película terminó, sus pensamientos volvieron a Lev. Quería verlo.
Chequeó la hora, faltaba poco para que fueran las once. Tal vez él ya estaba dormido.
"¿Lev?", decidió llamarlo.
"¿No deberías estar durmiendo, bruja?", respondió al instante.
Ella sonrió, y salió de la cama. Aún no se había puesto el pijama, de modo que solo necesitó ponerse las zapatillas y tomar una chaqueta. Cuando terminó, salió por la ventana, internándose en el frío de la noche y más que decidida a ir a verlo.
¡Hola!
¿A qué creen que fue An en realidad? ¿Y qué será eso que Jake no quiso decirle a Lev? 🤔
Mientras esperan al próximo capítulo, les dejo este link en el comentario de este párrafo (o en el tablero de conversaciones), es un test de veinte preguntas para ver cuánto saben sobre la historia! ➡
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¡Muchas gracias a todos por sus votos y comentarios! ¡Los amo! ❤❤❤
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