Capítulo 23
Entró en su habitación seguido de cerca por Jake. Se quitó la mochila y la lanzó sobre el sofá de cuero negro que tenía en un rincón, separado por un metro y medio de los pies de la cama. Luego se sentó frente al escritorio y prendió su ordenador.
—¿Me vas a decir qué fue lo que averiguaste o no? Casi no has dicho nada desde que hablaste con el zanahoria ese.
—Un minuto —dijo Lev, haciéndole un ademán para que espere. Necesitaba buscar el nombre de aquel chico antes de que se le olvidara.
Mientras tecleaba las palabras, su amigo se colocó los lentes, apoyó una mano sobre el escritorio y otra en el respaldo de su silla, y se inclinó frente a la pantalla para ver mejor.
—Asesinato de Ethan Corcoran, Portland... —leyó él—. ¿Quién es Ethan Corcoran? O bueno, quién era porque ahí dice asesinato y... —Guardó silencio y lo miró con cara de espanto—. Ay, dime que es una broma...
Lev se limitó a negar con la cabeza. Le dio click al primer resultado que se veía en pantalla y que se titulaba: "Joven de dieciocho años es asesinado en los baños de la escuela".
—El pelirrojo no llegó a decirme la razón, si hubieras retenido a Gwen más tiempo ahí afuera...
—Tenía frío y no quería comer ahí en el patio, ¿qué querías que hiciera? Además ahí debe decirlo —replicó, apuntando a la pantalla.
Ambos comenzaron a leer la nota periodística en silencio, hasta que llegaron a la parte donde se relataba el motivo por el que la joven, de quien ni siquiera habían podido averiguar el nombre, había atacado al chico. Lev suspiró, en parte aliviado y en parte abrumado. Ya no quería seguir leyendo, no lo necesitaba.
—No puedo ni imaginarme cómo se habrá sentido en ese momento —dijo Lev con la voz apagada—. Ella apenas tenía quince y ese desgraciado dieciocho, la superaba tanto en años como en fuerza... Podría haberla... —No era capaz ni de decirlo en voz alta, incluso con solo imaginarlo sentía que su sangre comenzaba a calentarse sobremanera.
—Fue una suerte que consiguiera defenderse. —Jake siguió leyendo. Al llegar al final de la nota había una fotografía, no del chico como la que salía al principio, sino de An saliendo de la estación de policías en compañía de Matt. Al pie de la fotografía tampoco se decía su nombre, ni el de su padrastro, tan solo que se trataba de la joven que estaba involucrada en dicho accidente y que el hombre a su lado era su padre—. Es raro que no sepan su nombre, del chico sabían hasta los nombres de sus padres, pero de An nada más que su edad y esta foto, y Matt ni es su padre —añadió su amigo, cerrando la página.
—Cierto, es muy raro, teniendo en cuenta que todos en aquel colegio estaban al tanto de quién era y qué había hecho. El pelirrojo llegó a decirme que por ese motivo ni los bravucones se metían con ella.
—Y con razón —repuso Jake—. Una cosa es molestar chicos menores que tú, darles un puñetazo o robarles un par de dólares, y otra partirle el cráneo a un tipo y matarlo. Por más que haya sido un accidente, es lógico que le teman.
Lev volvió a suspirar. No estaba tan seguro de que aquello había sido un accidente. Recordaba a An el sábado en la mañana, en casa de Leyre, diciendo que había muchas formas de matar a alguien. Había mencionado que golpear la cabeza de una persona contra algo bastante duro también era una opción, y recordaba bien su mirada mientras lo decía. No había visto ni una pizca de culpa en sus ojos. Además, la bruja podía dejarse llevar por su ira muy fácilmente, y un intento de violación era más que suficiente para despertar su enojo. Lev no podía culparla por eso, incluso él habría reaccionado de ese modo de haber estado ahí.
—¿En qué piensas tanto? —le preguntó su amigo, sentándose en el borde del escritorio y quitándose los lentes, que volvió a enganchar en el cuello de su camiseta.
—En todo esto...
—¿En qué exactamente? Tus sentimientos por la bruja no han cambiado, ¿o sí? Porque fue un accidente, ella solo...
—No creo que haya sido un accidente —lo interrumpió Lev—. De todos modos, accidente o no, mis sentimientos siguen siendo los mismos —admitió, y Jake lo miró con asombro.
—Wow, si meses atrás alguien me hubiera dicho que tú acabarías enamorándote de una asesina, lo habría tomado por loco —exclamó con tono divertido, y Lev sonrió mientras se encogía de hombros.
—Matt nos espera en dos horas, deberíamos usar ese tiempo para hacer la tarea —dijo, cambiando de tema.
Jake hizo una mueca de fastidio, pero aun así comenzó a sacar sus cosas de la mochila.
—¿Crees que An estará por ahí viendo el entrenamiento? ¿O que la veremos en algún momento? Porque no estoy preparado mentalmente para verla hoy, imagínate si Gwen llegó a verte con el zanahoria y se lo contó... ¿Y si ya sabe que tal vez nosotros sabemos? —preguntó, poniendo cara de espanto—. O peor, ¿y si el zanahoria mismo le dijo que te lo contó a ti?
—El zanahoria jamás habló conmigo —afirmó Lev con calma, dejando entrever una sonrisa.
—¿Le borraste la memoria? —Lev asintió—. Increíble... ¿Podrías borrar una parte de mi memoria también? Ya sabes a qué me refiero —agregó, y Lev se echó a reír—. Me encantaría olvidar eso, en serio, por favor, sé un buen amigo y haz que lo olvide —rogó.
—No te haré olvidar tu primera vez —repuso él—. Además, ¿de qué serviría que lo olvides, si de todos modos ya pasó? Eso no va a cambiar.
—Si yo no lo recuerdo entonces no pasó. Y si no lo recuerdo entonces puedo vivir feliz y engañado creyendo que mi primera vez será con Gwen, y no con esa... esa maldita —siseó, y Lev soltó otra carcajada.
—Yo seguiría sabiéndolo, y Zoe, y su amiga..., bueno, sus amigas.
—¡Pues le borras la memoria a todas ellas! ¡Por desgraciadas! Y tú no sé... ¡No me lo cuentas y ya! ¡Anda, por favor!
—No sé, es que a ver, por más que haya sido una mala experiencia, ¿estás seguro de que quieres olvidarlo?
Jake asintió varias veces.
—Si a ti alguien te enamorara, jugara contigo a la feliz pareja, te llevara a la cama y acto seguido te dejara porque era todo una broma de tu hermana, tú también querrías olvidarlo —dijo molesto. Desde que cumplieron quince, Zoe siempre los molestaba con lo mismo, diciéndoles que ya era hora de que se hicieran hombres. Lev la ignoraba, pero Jake siempre le echaba en cara que él no sería como ella, y que no terminaría acostándose con cualquiera. A raíz de eso, Zoe había planeado que una de sus amigas enamorara a su hermano, que cayó facilísimo y acabó acostándose con ella al mes. Era un error que Jake aún no se perdonaba, ni a él mismo ni a su hermana—. Y hablando de esa tarada, mamá me dijo que vendrá este fin de semana, así que luego me acompañas a comprar gusanos porque pienso llenar su cama de ellos —añadió con malicia.
—¿Por qué no piensas en otra cosa? Porque desde ya te digo que no voy a ayudarte a limpiar después, ¿y si mejor le pones algo en la comida? —sugirió. Zoe también había intentado que otra de sus amigas lo enamorara a él, aunque no había estado ni cerca de caer en eso.
—Buena idea, ¿pero qué? Tienen que ser bichos pequeñitos.
—Luego vemos, ahora mejor empecemos con esto —dijo Lev, refiriéndose a la tarea. Era bastante, y dudaba que pudieran terminar antes de las seis, hora en la que debían verse con Matt.
Lev no creía que verían a la bruja ese día, ya que ella había puesto la excusa de que no podría ayudar a Matt en los entrenamientos porque tenía demasiada tarea que hacer. Sin embargo, al tocar la puerta, fue ella quien abrió y los hizo pasar.
—Matt terminará de corregir unas cosas en unos minutos —les avisó, deteniéndose al pie de la escalera.
—¿Cómo está tu brazo? —preguntó Lev.
—Bien, no se ha infectado ni nada, al menos eso dice mi doctora —contestó, jugueteando con una pelota negra del tamaño de una naranja que tenía en la mano.
—¿Y dónde está esa doctora? —interrogó Jake—. Creo que estoy enfermo, tal vez verla me haga sentir mejor.
An hizo una mueca de asco, y Lev no pudo evitar sonreír.
—Está en su habitación, la puerta al final del pasillo —le indicó, y cuando Jake se adelantó y puso un pie en el primer escalón, ella lo tomó del brazo y lo hizo girarse. Luego le rodeó un hombro en forma amistosa, aunque su mirada era sombría.
—No me gusta cuando pones esa cara... —murmuró Jake, incómodo—. ¿Sabes que das miedo así, verdad?
—Sí, esa es la idea, Jake —repuso ella, manteniéndose impasible—. Pero tranquilo, será rápido. Solo quería dejarte en claro que si la enana derrama una sola lágrima por tu culpa, yo te haré derramar sangre —añadió con una sonrisa de boca cerrada al tiempo que lo soltaba. Lev estaba haciendo un gran esfuerzo para no reírse de la cara de su mejor amigo—. Aunque confío en ti, ¿sabes? Así que no creo que haya necesidad de llegar a eso.
—Así que solo querías asustarme, ¿no? —dijo él con tono acusatorio, y ella rió.
—Ya vete con tu amorcito.
Mientras Jake desaparecía escaleras arriba, An le lanzó la pequeña pelota a Lev, que se había distraído viendo a Mau bajar las escaleras y no consiguió pararla a tiempo. Ni del modo normal, ni con magia.
—¡Au! —se quejó, frotándose la frente.
—Tus reflejos son asquerosos —dijo An, yendo a buscar la pelota, que había rodado hasta la sala—. Creí que dijiste que estarías más alerta cuando yo estuviera cerca, ¿qué pasó?
Lev apretó la mandíbula, y la siguió sin decir nada. Cuando la vio inclinarse para recoger la pelota, él usó su magia y ésta salió disparada directamente hacia su mano.
—Te odio —dijo ella con fastidio. En respuesta, Lev sonrió y estiró su brazo hacia ella para devolverle la pelota. An la tomó de mala gana—. A ti y a tu estúpida magia.
—¿Es idea mía o tienes envidia de que yo sí sepa usarla y tú aún no? —preguntó solo para provocarla. Le gustaba verla perder la paciencia.
—Yo no necesito eso, me puedo valer de mis otras habilidades tranquilamente —dijo con aires de superioridad—. En cambio, tú... —Le clavó el dedo índice en el pecho, y ese pequeño toque bastó para que se le erizaran todos los vellos del cuerpo—, no eres nada sin magia.
—¿Que no soy nada? Sin magia sigo siendo un guerrero de la sangre del dragón, lo que me hace muy superior a un humano. —Bajó la mirada hacia el dedo de la bruja, lo tomó entre el índice y el pulgar y lo apartó de él—. Hasta podría quebrarte este dedo como si se tratara de una ramita —dijo, y los ojos grises de An adquirieron otro brillo, uno que hasta el momento jamás había visto, pero que le encantó.
—Anda, hazlo, ratoncito —lo apremió, sin despegar sus ojos de los de él, y sin siquiera hacer el menor intento de liberar el dedo de su agarre.
Antes de que Lev pudiera decir algo, se oyó el sonido de una puerta al abrirse y cerrar. La bruja apartó su mano y se separó de él en un segundo.
—Hola, Lev. Lo siento por hacerlos esperar... ¿Y el rubio? —preguntó Matt al no ver a Jake.
Lev no estaba seguro de sí debía responder o no. Decirle que estaba en la habitación de su hija no le parecía una buena opción.
—Arriba, iré a llamarlo —contestó An, pero no llegó a subir ni tres escalones cuando Gwen y Jake aparecieron al final de la escalera.
—¡Hola, Jake! —saludó Matt muy sonriente, aunque no era precisamente una sonrisa afectuosa.
—Hola, señor Henderson —contestó Jake con una sonrisa nerviosa.
—Gwen me contó que ustedes están... saliendo —comentó Matt—. Así que estaba pensando en que podrías venir a cenar hoy, me encantaría hablar contigo.
—No hará falta, yo ya hablé con él —aclaró la bruja.
—¿Ah, sí? ¡Perfecto entonces! —exclamó él, satisfecho—. Aunque de todos modos deberías venir, así podemos conocerte un poco más.
—No creo que sea el momento —dijo Gwen, que parecía muy incómoda y miraba a su padre y a la bruja con recelo—. Apenas comenzamos, y queremos ir despacio, seguir conociéndonos... Tal vez puede venir cuando sea algo más formal.
—Bueno, si así lo quieres está bien —contestó su padre—. Ahora será mejor que vayamos al patio, andando, que ya nos queda menos de una hora —les dijo a ellos dos, así que Lev tuvo que seguirlo.
Gwen fue con ellos, ya que pensaba ver la práctica, pero An se fue a su habitación. Y aunque a Lev le habría gustado seguir viéndola, se sintió aliviado de que no fuera a presenciar aquello, que estaba seguro sería un desastre. No quería darle más razones para burlarse de él y su ineptitud a la hora de luchar.
La habitación que había elegido cuando se mudaron no tenía una ventana que diera al patio trasero, pero la casa era grande, además de la habitación de ella, la de Gwen, y la de su madre y Matt, había otras dos. Una aún seguía vacía, y la otra, contigua a la suya y que tenía vista al patio trasero, había sido convertida en una especie de biblioteca. De modo que An se instaló allí cada tarde de esa primer semana, y mientras se ponía al día con las tareas observaba cómo iban Jake y Lev con el entrenamiento.
Había creído que serían un desastre total, unos completos inútiles, pero debía admitir que estaba algo equivocada. Jake tenía muy buenos reflejos, aprendía rápido y tenía muchísimo entusiasmo, con algo de tiempo y práctica sería suficiente para hacer de él un luchador más que decente. Por otro lado, Lev también había resultado ser mejor de lo que incluso él parecía creer. Demostraba menos entusiasmo que Jake, pero tenía la fuerza y la agilidad propia de los de su raza, tanto como si lo quisiera o no, lo llevaba en la sangre. Enojado sería un gran guerrero, aunque como ella misma venía comprobando, hacerlo enojar no era tan fácil. A diferencia de lo que había imaginado, Lev estaba controlando su ira mejor que muchos de su raza que An había conocido de pequeña, él no perdía el control casi nunca.
No importaba cuántas veces An le dijera que era malísimo para la lucha, que debía aprender a esquivar los golpes mejor, que era una vergüenza para su raza, o que la señora Foster, la vecina y dueña del difunto Monroe, parecía tener más reflejos que él. Aunque ninguna de esas cosas era realmente cierta, Lev no se enojaba por nada, parecía intuir que era todo falso y solo para provocarlo. Por lo que al final, la única que acababa enojada era ella, porque no conseguía que Lev perdiera el control, y también porque en respuesta, él le echaba en cara sus defectos y comenzaban una disputa que no tenía fin hasta que Jake y Gwen intervenían. Y a veces ellos estaban tan ocupados el uno con el otro que ni les prestaban atención. En esas ocasiones, An y Lev dejaban de discutir solo para quejarse de sus amigos.
—Lev, haz el favor y arráncame los ojos, ¿quieres? —dijo An el viernes durante el almuerzo. Su hermana estaba ofreciéndole un trozo de tomate de su ensalada a Jake.
—Solo si luego me los arrancas tú a mí —respondió él justo en el momento en el que su amigo aceptaba la comida del tenedor de Gwen.
Jake terminó de tragar y los miró.
—¿Qué? Solo me preguntó si quería, y la comida no se rechaza.
—Además no nos estamos besando delante de ustedes o cosas de ese estilo —aclaró Gwen, y pinchó otro trozo de tomate—. Solo es comida, ¿quieren? —preguntó a propósito, tendiendo el tenedor hacia ella y Lev.
Ambos negaron rotundamente.
—Solo espero que se ahorren esas demostraciones también esta noche —dijo An—. Nada de besos, al menos mientras estemos comiendo, por favor.
El domingo en la noche, cuando su hermana había regresado de su cita con Jake, le había contado que se habían besado en la casita del terror del parque de diversiones a donde habían ido, y que tras hablarlo detenidamente habían decidido intentarlo. An se había puesto más que feliz por su hermana, y aunque le gustaba verlos juntos, a veces tantas muestras de amor la asqueaban. En la semana jamás habían tenido que verlos a los besos, ya que a Gwen no le gustaba hacer ese tipo de escenas en público, pero los comentarios amorosos y el compartir comida era algo que se estaba volviendo muy usual.
—Quedamos en ver una película, y eso haremos —aseguró Jake—. Y tampoco se me antoja que su padre me muela a golpes si de casualidad regresan antes y nos encuentran a los besos.
—¿Y se puede saber qué película vamos a ver? —quiso saber Lev.
—Todavía no estamos seguros —contestó Gwen sin mirarlo, ya que estaba mirando con asco el trocito de pan de carne que Jake le estaba acercando—. ¡Quita eso! —exclamó, apartándolo mientras que él se reía, consciente de que ella no comía carne.
—Si es ella quien escoge la película es seguro que será una muy aburrida o muy cursi, siempre es así —afirmó An.
Y así fue.
Cuando llegó la noche y se reunieron en la sala de su casa, su hermana dijo que verían "Crepúsculo". An ya había perdido la cuenta de las veces que la enana había visto esa película y las que le seguían, pero habían sido suficientes para que ella comenzara a aborrecerlas con todo su ser. No obstante, Jake no parecía encontrarle ningún problema a esa película.
—¿Estás seguro que quieres ver eso? No sabes dónde te estás metiendo, una vez que veas la primera te hará ver todas las otras —le advirtió, pero Jake se encogió de hombros.
—Nunca las vi, así que si ella quiere verlas por mí está bien —dijo, dedicándole una sonrisita bobalicona a Gwen, acurrucada a su lado en el sofá.
—Creo que tomaré esto y me iré a mi habitación a ver "Mulan" o "Brave"... —An se levantó del sofá para tomar una de las cajas de pizza, pero Lev la tomó del brazo y la devolvió a su lugar.
"Te quedas aquí, yo no pienso ser el mal tercio", masculló él, y An lo miró con mala cara.
—Oí un par de críticas, pero no puede ser tan mala, ¿no? —preguntó en voz alta.
—No lo es —aseguró Gwen.
—Preferiría romperme los dedos de la mano derecha con un martillo —soltó ella, mientras que su hermana le daba inicio a la película.
"¿Por qué la chica tiene esa cara de sufrimiento por todo?", preguntó Lev media hora más tarde, y An tuvo que contener la risa.
"¿Porque es una pésima actriz? Hasta tú tienes más gracia que ella, y eso que la mayoría del tiempo pareces robot."
"No empieces, bruja, que la estamos llevando en paz."
"¡Ay, pero me aburro! ¿Qué quieres que haga? Oye, ¿no puedes provocar un corte de electricidad? Así nos vamos todos a dormir y asunto arreglado."
An vio a Lev sonreír y sacudir la cabeza de un lado a otro levemente.
—Shhh, hagan silencio —protestó Jake, y tanto ella como Lev lo miraron sorprendidos.
—Pero si no estamos hablando —dijo Lev.
—¡Sí lo hacen! No del modo normal, pero sé que lo hacen telepáticamente, veo sus caras por el rabillo del ojo —les dijo, mirándolos con los ojos entrecerrados.
—Disfruten su película, nosotros nos vamos —sentenció ella, poniéndose de pie. Mau, que estaba echado en medio de ella y de Lev, también se levantó, se estiró, y saltó al suelo. An, al ver que Lev aún no se levantaba, le hizo una seña con la cabeza.
—¿Y a dónde van? —preguntó Jake, muy intrigado.
—Vamos a mi habitación, a tener sexo desenfrenado durante toda la noche, así que hagan el favor de no interrumpir —dijo solo por molestar, y de paso avergonzar a Lev, a quien ya se le había puesto la cara casi roja.
—Ya era hora... —murmuró el rubio en voz baja, aunque no lo suficiente para que An lo pasara por alto.
—¿Qué cosa?
—Hablo de la película, de algo que acaba de pasar... Lo entenderían si hubieran prestado más atención —contestó Jake al instante—. ¿Verdad? —le preguntó a Gwen, y ella asintió.
An decidió no decir nada y salió de la sala, seguida por su gato y Lev. Pasó junto a la escalera y se detuvo frente a la puerta que daba el sótano.
—¿Y esta puerta a dónde da? —interrogó Lev.
—Al sótano. —An abrió la puerta, metió la mano y comenzó a palpar la pared en busca del interruptor de la luz.
—¿Y se puede saber para qué me traes aquí?
—¿Por qué esa desconfianza? —replicó ella, había notado el recelo en su voz—. ¿Acaso crees que te mataré o algo así?
—No, pero tengo razones de sobra para no fiarme de ti, me golpeas cada vez que me distraigo...
An comenzó a bajar las escaleras, con Mau por delante.
—Entonces no te distraigas —contestó. Ese era otro modo que tenía de molestarlo, y a la vez prepararlo. Cada día, An aprovechaba cualquier oportunidad para lanzarle algún objeto, ya fuera pequeño o grande, o hacer amagos como si fuera a darle un puñetazo, y así ver qué tan alerta estaba. Hasta el momento no había llegado a golpearlo con las manos, pero la mitad de las cosas que le arrojaba sí terminaban estrellándose contra él, sobre todo cuando estaban en la escuela, ya que Lev era incapaz de usar su magia para detenerlos.
Lev bufó, y lo oyó bajar los escalones tras ella.
—¿Me vas a decir qué hacemos aquí o no?
—Ya, espera... —dijo ella, mirando alrededor en busca de lo que necesitaba.
El sótano era demasiado grande para su gusto, y estaba repleto de cajas, las cuales contenían libros viejos, ropa, floreros, cuadros, y todo tipo de vajillas que Sara compraba y jamás usaban. An no entendía cuál era el propósito de conservar tantas porquerías cuando fácilmente podría venderlas, y usar el dinero para otra cosa. Había tenido la esperanza de que al mudarse, su madre se olvidara de todo aquello en la otra casa, pero no. Cada una de las cajas había salido del otro sótano para acabar en ese.
Pero aparte de toda esa basura, ahí abajo también se hallaban las cosas que utilizaban ella y Matt; espadas de entrenamiento, lanzas, un par de arcos, flechas, el blanco para el tiro con arco, y un muñeco de trapo viejo que también utilizaban como objetivo a veces. La mitad de las cosas se encontraban en un rincón, en una estantería, pero An no veía los arcos ahí.
—Toma eso y ponlo contra aquella pared —le pidió a Lev, señalándole el blanco de tiro. Él la miró extrañado, pero fue a tomarlo—. ¿De casualidad has tocado un arco en estos diez años o ni eso?
An abrió un gran baúl de madera que había junto a la estantería, y allí encontró los arcos que buscaba. Tomó uno y cerró el baúl.
—No —contestó él mientras terminaba de colocar la diana en el sitio donde ella había dicho—. ¿Es tuyo? —preguntó al dar la vuelta, refiriéndose al arco.
—No, el mío está guardado en una caja bajo mi cama, junto con el carcaj, unas cuantas flechas y demás. —Se acercó a él y le tendió el arco. Luego fue a tomar un par de flechas—. Y además es mucho más bonito que este, pero eso no importa.
—¿En serio me vas a hacer tirar?
—Sí, los hombres de tu raza también saben manejar arcos —le recordó, y Lev hizo una mueca—. Tú ya has perdido diez años, es hora de que empieces a ponerte al día, ¿no te parece?
Lev miró hacia arriba y pareció pensarlo, al final suspiró.
—De acuerdo, dime qué tengo que hacer, pero te lo advierto, si comienzas a decirme la gran vergüenza que soy para los de mi raza me largo —dijo, haciendo que An soltara una pequeña carcajada.
—Solo intento ayudarte —repuso—. Y a ver, tómalo con el brazo que prefieras, con el que te sientas más cómodo. Habría que hacer una prueba antes para ver si eres zurdo o diestro de ojo, pero ahora no se me antoja, así que te lo dejo a instinto. —Lev tomó el arco con la mano izquierda, así que ella le puso la flecha en la mano derecha, y comenzó a acomodarle la posición de los brazos y el arco—. Mantén la espalda recta, igual la cabeza, no bajes el codo...
—¿Intentas ayudarme? —preguntó con tono de incredulidad, girando la cabeza para verla—. Sí, claro, decirme lo malo que soy para este tipo de cosas suena como una gran ayuda.
—Mira el blanco —le dijo ella, y apoyó el índice en su mandíbula para que volteara el rostro—. Suelta cuando estés listo. Y nada de magia para que la flecha vaya al medio, ¿entendido?
—No soy ningún tramposo.
Soltó la cuerda y la flecha salió zumbando hasta dar en la línea donde acababa el círculo central y comenzaba el otro. Dos centímetros y habría sido perfecto. An sonrió.
—Bien, se nota que tu puntería sí es buena —dijo, y Lev se sorprendió por el cumplido. An reprimió otra sonrisa, caminó hasta la diana y retiró la flecha—. Y respecto a lo otro, de verdad te digo esas cosas para ayudarte... No voy a mentirte, en esta semana he visto que eres muy bueno con las maniobras y demás, pero te falta algo...
—¿Así que ahora resulta que soy bueno? Llevas toda la semana diciendo que soy malísimo.
—Lo hago para ver si te enojas, y ver si así a la hora de pelear te sale el lado animal —admitió An—. ¡Es que no peleas con pasión! Sí, creo que es eso, tienes que dejar de reprimir ese lado animal tuyo, dejar de controlar tanto ese deseo de luchar que seguro sientes al enojarte.
—Sabes bien que uno de los nuestros puede ser muy peligroso si pierde el control —remarcó él.
—Cierto, pero tú lo controlas muy bien, estoy segura de que podrías permitirte liberar esa ira a la hora de pelear sin llegar a ningún extremo. Además te sienta bien dejar de estar tan pacífico siempre —soltó, casi sin darse cuenta.
—¿Ese fue otro cumplido? —preguntó Lev, desconcertado.
An le tendió la flecha.
—Anda, sigue tirando, a ver si puedes darle diez veces al centro —le dijo, ignorando su pregunta—. Tal vez lo anterior fue solo suerte de principiante, y tu puntería en realidad apesta —añadió para molestarlo, a lo que Lev le arrebató la flecha y se preparó para tirar una vez más.
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