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Capítulo 12

—¡Por favor! —le rogó Jake por enésima vez mientras él intentaba comer en paz, tarea que no estaba siendo nada fácil.

—¡Ya te dije que no! ¡Deja de insistir! —exclamó en voz baja. Estaban en la cafetería, almorzando, y a Lev le preocupaba que alguien pudiera oírlos.

—Pero ¿qué te cuesta? Solo tienes que tirarle la comida encima, y no tienes que mover ni un dedo, lo puedes hacer desde aquí —insistió su amigo, pero él volvió a negarse—. Eres un aguafiestas, en serio... ¿De qué me sirve tener un mejor amigo medio brujo si no puedo explotar su magia para fastidiar a los que no nos agradan? —se lamentó antes de darle un mordisco a su taco.

Gwen y An, que por ser lunes había tenido que regresar a la escuela tras su suspensión, rieron por las quejas de Jake, quien llevaba toda la mañana intentando convencer a Lev de hacer algo contra Tom.

—Si An pudiera usar su magia, seguro que ella sí lo haría —continuó él cuando terminó de tragar—. ¿Verdad que sí? —le preguntó a la bruja, que no podía responder porque estaba masticando.

Lev admiraba la persistencia de su amigo para ciertas cosas, aunque en momentos como ese se le hacía un tanto molesto. El noventa por cierto del tiempo Jake conseguía lo que quería, ganaba siempre por cansancio porque no le importaba si tenía que pasar un mes o más insistiendo. Él lo hacía sin problemas.

—¿Que si haría que se le cayera su bandeja encima? —dijo cuando acabó de comer, echándole un vistazo a una de las mesas ubicadas en el centro de la cafetería, donde se hallaban Tom y sus amigos, entre ellos Meghan—. No...

—¿No? —preguntó Gwen sorprendida.

Para Lev también fue una sorpresa oír esa respuesta, aunque lo alegró saber que tal vez An no era tan imprudente como parecía.

—¿Lo ves? Hasta ella cree que está mal utilizar la magia para este tipo de cosas y arriesg...

—Haría que el techo se derrumbara sobre su cabeza —dijo An antes de que él terminara.

Lev y Gwen le dieron una mirada incrédula, y Jake soltó una risotada.

—¿Qué estabas diciendo? —le preguntó con sorna, y la expresión de Lev se volvió aún más seria.

—Ahora me alegro de que todavía no aprendas a usar tu magia... —le dijo Gwen a su hermana, ganándose una mala mirada de su parte.

Lev divisó una figura por el rabillo del ojo y, medio segundo después, el pelirrojo de la semana anterior estaba sentado en el extremo de la mesa con una enorme sonrisa en el pecoso rostro y saludándolos. A Lev ya había comenzado a desagradarle, dado a que se había pasado del martes al viernes pidiéndole al hada alegre el número de su hermana, aunque ésta se negó a dárselo.

—¿Se te ofrece algo? —se apresuró a preguntar él en un tono que distaba mucho de ser amable.

El pelirrojo se mantuvo sonriente.

—Sí, pero no contigo —dijo y volteó a ver a An; ella ya había acabado sus tacos y estaba arrellanada cómodamente en su silla.

—¿Qué quieres, Fosforito?

—Ese es un apodo del pasado, llámame por mi nombre, por favor —pidió el chico, que ya había dejado de sonreír—. Y vengo a hacerte la propuesta que no pude hacer la semana pasada, ¿qué dices de volver a lo nuestro? ¿Has visto ya todos los bravucones que hay aquí? Desde primer a último año, y por sorprendente que suene, los peques de primero son más peligrosos que los monigotes de último. Como sea, el dinero de casi la mitad de los estudiantes acaba en sus manos, eso no está bien... Deberíamos hacer algo, en realidad, tú deberías...

—¿Tú deberías hacer algo? No entiendo... —intervino Jake, para el alivio de Lev. Planeaba mantenerse en silencio y escuchar, como siempre, pero cuanto antes se enterara de qué estaba hablando el pelirrojo mucho mejor—, a ver, ¿se refiere a hacer algo contra los bravucones estos de la escuela?

—¡Exacto! —contestó el pelirrojo—. En Portland, An era la que mantenía a raya a esos idiotas y evitaba que golpearan y les quitaran el dinero a los debiluchos...

—¿En serio? ¿Así que defendías a esa gente solo porque sí? Es un gesto muy noble... ¡Ya decía yo que no podías ser tan mala! —le dijo Jake a la bruja, mucho antes de que el chico acabara de hablar.

—¿Tengo pinta de ser la mujer maravilla o cualquiera de esas superheroínas que defienden a la gente gratis? —inquirió ella con los ojos entornados sobre su amigo.

Jake parecía muy confundido y se había quedado en silencio, por lo que fue Gwen quien habló:

—La respuesta es no, claro que no lo hacía gratis —dijo, y Lev percibió el tono de desprecio mezclado con el reproche en su voz—. En lugar de acabar en manos de bravucones, ese dinero iba a parar a manos de estos dos estafadores... —Hizo un gesto con la mano hacia su hermana y el joven. A Lev no le sorprendió para nada, le era fácil imaginarse que la bruja hiciera tal cosa—, así que era lo mismo.

—¡Claro que no era lo mismo! —replicó An—. Solo les pedíamos el cuarenta por ciento de su mesada, ellos podían andar por la escuela sin temer a que nadie los golpeara ni les robara su dinero del almuerzo, y yo podía partirles la cara a unos cuantos imbéciles que sí se lo merecían... ¡Todos ganábamos! ¿Dónde está la estafa?

—¡En que te encanta golpear idiotas y podías hacerlo tranquilamente gratis! Como una buena acción —le recriminó Gwen.

—No, no, no... —intervino el pelirrojo—. Mi padre dice que si eres bueno en algo, tienes que cobrar por ello. Y tu hermana es más que buena haciéndole frente a cualquier persona, aunque sean monigotes que le lleven una cabeza y sean más músculos que cerebro... ¡No puede andar por ahí dándole su protección a cualquiera por mera lástima!

—A ti te defendía por lástima, y porque eras nuestro vecino —dijo Gwen con algo de saña, lo que sorprendió bastante a Lev. Hasta el momento no había visto que Gwen tratara así a nadie, así que eso no hizo más que reafirmar su opinión de que a ella el pelirrojo no le agradaba ni un poquito.

—¿Qué pasó con tu filosofía de perdonar y empezar de cero, eh? ¿Por qué me sigues guardando rencor? Ya pasó más de un año... —le contestó el pelirrojo en tono cansino, a lo que Gwen solo le lanzó una mirada asesina.

Lev giró el rostro casi por instinto para ver a Jake, quien parecía tan confundido como él. Solo que a diferencia suya, su mejor amigo sí estaba planeando preguntar y salir de dudas.

—Ya cállate, Fosforito —espetó An antes de que alguien pudiera decir algo.

—¡Ya te he dicho que me llames Zack!

—Como sea, ya lárgate antes de que te eche a patadas por molestar a mi hermana.

—Bien —dijo Zack a regañadientes—, pero antes dime si aceptas o no.

—No, tengo que ocuparme de asuntos más importantes. No tengo tiempo de andar salvándole el trasero a los demás, ni aunque me paguen.

—¿Qué? ¡Pero ya le he hablado de ti a un par de personas!

An se incorporó en su silla tan rápido que Lev se sobresaltó, al igual que Jake y Gwen.

—¿Y qué les has dicho? —inquirió, clavando su mirada en el pelirrojo, que le dio una sonrisa nerviosa.

—Solo un par de cosas... como para que sepan de lo que eres capaz...

—¿Y entre esas cosas mencionaste eso? —A medida que hablaba se iba acercando más al pelirrojo, y él a su vez se iba encogiendo en su silla. Negó con la cabeza en respuesta—. ¿Entonces no se lo contaste a nadie?

Zack dudó un instante.

—Bueno... Hay alguien que lo sabe, pero es mi mejor amigo, y te prometo que no se lo...

El pelirrojo no consiguió acabar su frase. An ya lo había agarrado por el cuello de la camiseta.

"Te recuerdo que estamos en la escuela, deja de meterte en líos, ¿si? Te van a terminar expulsando", le advirtió Lev de inmediato por medio de su telepatía. Ella lo miró por un segundo, pero no dijo nada y volvió a fijar su atención en Zack; estaba inmóvil, con los ojos cerrados como si estuviera frente a un monstruo que no quería ver.

La bruja aflojó su agarre y el chico abrió los ojos.

—Ah, veo que todavía tienes esto —dijo ella, tomando entre sus dedos el cordón del collar que llevaba él por dentro de la camiseta. Era un collar simple, hecho con un cordón trenzado de color negro y en lugar de un dije tenía la punta de una flecha. A Lev le pareció haberlo visto antes, pero no recordaba en qué parte—. Bien, escucha. Si tu amigo llega a abrir la boca y ese rumor se corre por esta escuela, juro que te clavo esta punta en los ojos y luego te ahorco con el collar —lo amenazó antes de soltarlo por completo—. Ahora largo.

Zack asintió varias veces antes de levantarse y alejarse de allí.

—¿Y tú no piensas decirle nada? —preguntó finalmente Lev, mirando a Gwen, ya que ella era siempre quien la regañaba y el hecho de que estuviera tan tranquila lo extrañó. Ésta se encogió de hombros y bebió un trago de su cajita de jugo—. De acuerdo, ¿se puede saber qué es eso que no quieres que diga o lo matarás? —dijo, esta vez dirigiéndose a An.

—No, no se puede.

—¿Por qué no? Se supone que era tu mejor amigo en la infancia —se quejó Jake, como si le hubiera leído la mente.

—Tú lo has dicho, era, tiempo pasado —remarcó ella—. Ahora es amigo cuando mucho.

Lev la observó con las cejas en alto, casi indignado, pero prefirió no decir nada.

—Está bien, no nos cuentes... Igual ni queríamos saber —dijo Jake, haciéndose el importante—. ¿Y tú? ¿Por qué te desagrada tanto el pelirrojo? ¿Era tu nov...?

—¡Claro que no! —replicó Gwen sin siquiera dejar que terminara de formular la pregunta—. Pero... salí un tiempo con uno de sus hermanos mayores... Es una larga historia —dijo, restándole importancia.

Jake asintió sin decir nada, dando a entender que comprendía la situación.

—Ni tan larga... Creo que no llegaron ni al mes —bromeó An, lo que le ganó una mirada de reproche de su hermana—. ¿Qué? Era un idiota con todas las letras, y en mayúsculas. Me alegro de que no hayan durado mucho, te mereces a alguien mucho mejor y que de verdad te quiera, ¿cierto, Jake? —le preguntó con una sonrisa casi cómplice.

"¿Tanto se le nota que le gusta tu hermana?", preguntó Lev, que captó al instante la indirecta de la bruja para su amigo.

"Es como si llevara pegado en la frente un cartel que dice 'Me gusta Gwen', aunque parece que ella es la única que no se da cuenta...".

Por primera vez en mucho tiempo, Lev notó que su amigo parecía algo nervioso. 

—No tengo idea de que fue lo que te hizo ese chico, pero...

—Salía conmigo y con otra chica al mismo tiempo, y Zack lo sabía, pero por supuesto que no dijo nada para proteger a su hermano —soltó Gwen con una mueca de total rechazo—. Aunque al final me enteré por mi cuenta, y ella casi lo dejó impotente...

—Fue la primera vez que Gwen estuvo de acuerdo en que golpeara a alguien —explicó An con una gran sonrisa.

—No lo entiendo... ¿Cómo podía salir con otra teniéndote a ti? —murmuró Jake con aire distraído, logrando que las mejillas del hada alegre adquirieran un tono más rosáceo del usual.

Lev se llevó una mano cerca de la boca mientras intentaba no reír por el comentario de Jake. Volteó el rostro al frente y vio a An con la mirada fija en su bandeja, mordiéndose la cara interna de la mejilla en un esfuerzo por no reír también, y golpeando la mesa con los dedos. Fue ahí cuando lo notó; llevaba el mismo collar que el pelirrojo atado a la muñeca izquierda.

—¿Es el mismo collar que tenía ese chico? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta, pero quería saber el motivo por el cual llevaban el mismo accesorio.

An tardó un momento en darse cuenta de que le hablaba a ella y entonces asintió, pero para su mala suerte no agregó ninguna explicación.

—¿Y por qué tienen el mismo collar? —curioseó Jake con una naturalidad que Lev envidió, aunque claro que también lo agradeció.

—Bueno, como oyeron hace unos minutos, algunos estudiantes me pagaban por protegerlos de los bravucones —dijo, y él y su amigo asintieron—, y eran entre cuarenta y cincuenta personas más o menos...

—Espera —la cortó Lev, analizando la situación nuevamente—, ¿defendías a toda esa cantidad de personas? ¿Y cada uno de ellos te daba el cuarenta por ciento de su mesada? ¿Cada mes? —Esperaba que fuera algo así como una cuota anual, y no mensuales, aunque tratándose de la bruja...

—Pues sí, cada mes. Pero yo solo me quedaba con el treinta por ciento, el otro diez era para Zack. Por ser el cobrador, contador, y además por conseguir a los estudiantes.

—Tu hermana tiene razón, qué estafa... —dijo Lev—. Con lo que disfrutas golpeando gente y encima te las ingeniaste para ganar dinero por ello. Increíble... De verdad que no tienes vergüenza...

—Ay, no empieces tú también, suficiente tengo con ella —protestó, apuntando a su hermana—. En fin, volviendo a la pregunta de Jake, eran demasiadas personas como para andar rodeada de todos ellos y vigilándolos a cada segundo, así que a Fosforito se le ocurrió hacer copias de mi collar y entregárselas a cada uno de ellos —explicó, y extendió su mano al centro de la mesa para dejar a la vista la punta de flecha del collar. Parecía hecha de plata, y tenía grabados de forma prácticamente perfecta un león alado de un lado y una leona del otro—. Esta punta no se consigue tan fácilmente, ni siquiera yo sé de dónde las compra Matt, pero el caso es que si los bravucones veían que algún estudiante llevaba esto, entonces no tenían que tocarlo, a menos que quisieran tener un encuentro conmigo... —añadió con una sonrisa que a Lev se le hizo casi macabra.

—¿Les cobrabas también por los collares? —preguntó Lev con recelo. An siempre había sido de moral bastante baja desde pequeña, pero no le cabía ninguna duda de que había empeorado con los años.

—No, pero debería haberlo hecho ahora que lo pienso mejor —admitió—. Y antes de que me sigan regañando, mejor hablemos de lo importante. Estaba pensando que podríamos comenzar con nuestra búsqueda de la entrada a Anraicht el día de nuestro cumpleaños. Solo faltan un par de días y será suficiente para organizarnos, ¿no creen?

Hallar dos árboles casi idénticos, separados entre sí por una distancia de unos dos metros, con dos ramas que brotan de ellos y se cruzan a la altura de tres metros, formando así una x, no sonaba nada sencillo. Más cuando no tenían ni la más mínima certeza de que pudiera haber un portal allí, en los alrededores de Eugene y Portland. Según lo que An y Lev recordaban, la cantidad de portales en el mundo humano era incontable, mientras que en Anraicht había poco más de cien y sus ubicaciones eran bien conocidas, incluso había un mapa. Ellos nunca habían visto uno cuando eran pequeños, pero sabían cómo se veían gracias a varios dibujos hallados en los libros que les mostraba el maestro Caiden, y también estaban al tanto de lo que se necesitaba para abrirlos.

Tras recuperar su memoria, y hacerse a la idea de que aquello era real y no producto de su imaginación, An había tomado la decisión de que debían volver a Anraicht y averiguar la causa que llevó a Arleth, su madre, y a Yvaine, la madre de Lev, a enviarlos lejos de allí. Lev pensaba del mismo modo, y su hermana al igual que Jake estaban dispuestos a ayudarlos, así que al menos le reconfortaba saber que no estaban solos en ello.

Habían acordado que se irían de campamento el viernes, día en el cual ella y Lev cumplían la mayoría de edad. Sin embargo, no sería un fin de semana de campamento típico o alocado de adolescentes, más bien era una excusa y se pasarían todo el sábado y parte del domingo buscando el portal. Eran conscientes de que las probabilidades de encontrarlo a la primera eran pocas, por no decir nulas, pero irían cada fin de semana a recorrer las zonas boscosas más cercanas si les era posible hasta dar con el dichoso portal.

Lev y Jake ya habían conseguido el permiso de sus padres ese mismo día, así que solo faltaba que An hablara con Sara, eso era fácil... Lo difícil sería conseguir que le dijera que sí.

—Deberías decírselo tú —le dijo An a su hermana mientras ésta cortaba unas zanahorias—. ¡Si se lo pides tú seguro dice que sí!

—Cuando sepa que solo iremos nosotras y los chicos no creo que vaya a aceptar...

—Es por eso que le diremos que irán otras chicas también.

Gwen dejó el cuchillo sobre la tabla cuando acabó con las zanahorias y volteó el rostro hacia su hermana, que estaba apoyada contra el mueble a su lado y despedazaba un brócoli con cara de asco. Ella se lo quitó de las manos antes de que ya no quedara nada de él.

—Si no vas a ayudar por lo menos no estropees las verduras —protestó—. Y lo que dices sería mentir, sabes que soy pésima para eso y se dará cuenta...

An había olvidado ese pequeño detalle.

—Bueno, tú le pides permiso, yo le digo sobre las otras chicas, y entre las dos vemos cómo convencerla, ¿bien? —preguntó, a lo que su hermana respondió con un asentimiento antes de poner a hervir las zanahorias.

—Oye —dijo Gwen tras unos segundos de silencio—. ¿Te agrada Jake?

—Sí, bastante, de hecho... —contestó An un tanto sorprendida por esa repentina pregunta. Giró la cabeza en su dirección e intentó escudriñar su rostro en busca de una confirmación a lo que ella ya se estaba imaginando, pero Gwen apartó la mirada para centrarse en una cebolla que acababa de tomar y poner sobre la tabla.

—¿Y... te gusta?

An comenzó a reír al oír esa pregunta tan absurda.

—¿Qué? —consiguió decir, y al instante tomó el brazo de su hermana que iba a comenzar a picar la cebolla—. No cortes eso todavía, sabes que me hace llorar.

Gwen dejó el cuchillo sobre la tabla y la miró.

—Pregunto que si te gusta... Es que parecen llevarse muy bien y...

—No, no me gusta —se adelantó a aclarar ella, y notó que el cuerpo de su hermana se relajaba—. Me agrada, sí, y también nos llevamos muy bien, pero es que, ¿a quién no le agradaría Jake? Es de esa clase de personas que le agradan a todo el mundo. Además es el único que me apoya cuando quiero golpear a alguien... En esas situaciones hasta preferiría tenerlo de hermano a él en vez de a ti —confesó.

Gwen sacudió la cabeza de un lado a otro, parecía estar luchando entre hacerse la indignada y sonreír. Al final ganó la última.

—Entonces... ¿No te gusta?

—No. ¿Y a ti?

Gwen volvió a poner toda su atención en la cebolla, aunque ni siquiera la estaba cortando.

—Es lindo... —contestó, intentando no darle importancia, pero An sabía que sí la tenía. Mantuvo su mirada sobre ella hasta que ésta se dignó a mirarla de nuevo y seguir hablando—, también es muy agradable, y divertido... ¿Pero crees que yo le pueda llegar a gustar? —preguntó entonces, dudando, y al mismo tiempo dando por sentado que sí, que tenía un interés en Jake.

An volvió a reír y con ganas.

—¿Lo dices en serio? ¿Has visto alguna vez la forma en la que un perro vagabundo mira un filete de carne? —Gwen asintió, mirándola con confusión—. Bueno, haz de cuenta que Jake es el perro y tú el filete... Solo le falta babear cada vez que te ve.

La enana abrió los ojos ante tal sorpresa y, poco a poco, una tímida sonrisa fue apareciendo en su rostro. An también sonrió y la dejó para que pudiera seguir cocinando en paz.

Casi al final de la cena, An le dio un puntapié a su hermana por debajo de la mesa para que sacara el tema del campamento con su madre. Y Gwen así lo hizo, siguiendo las instrucciones de An con cuidado para no recordarles que el viernes en realidad era su cumpleaños, porque eso podría complicar los planes. An tenía la esperanza de que Sara y Matt no estuvieran al pendiente de fechas y días, y que debido a los líos de la mudanza lo olvidaran. Sin embargo no fue así...

—Pero el viernes es tu cumpleaños —dijo Sara, que no se veía nada feliz con su idea—, y serás mayor de edad... Creí que lo celebraríamos juntos, en familia, como cada año...

An dirigió la vista hacia ella y, tras un par de segundos, volvió a centrarse en las pocas verduras que aún quedaban en su plato. Desde que sabía que Sara en realidad no era su madre biológica, como le había hecho creer desde siempre, le costaba mirarla a los ojos por un tiempo muy prolongado.

—Por eso, me gustaría hacer algo diferente —contestó, haciendo su mayor esfuerzo para que esa excusa de último momento sonara convincente.

—Entonces podríamos ir a acampar en familia —sugirió ella al instante.

—No me parece que eso sea buena idea —opinó Matt, ahorrándole a An el trabajo de inventarse más excusas—. Dicen que irán con un par de amigos, ya está grande y tú acabas de decirlo, ha pasado todos sus cumpleaños con nosotros. Ahora deberías dejar que lo pase sola con sus amistades, ¿no crees?

An y Gwen cruzaron una mirada de alivio. Eran conscientes de que si Matt estaba de acuerdo en dejarlas ir, entonces haría todo lo posible para que su esposa también aceptara.

Sara lo pensó un momento y entonces preguntó:

—¿Quiénes son esos amigos que irán con ustedes? ¿Hay algún chico en ese grupo?

—Los vecinos, Jake y Lev... Ustedes ya los conocen —dijo Gwen.

—Nada de qué preocuparse entonces, parecen chicos muy responsables. Al menos sé que Lev lo es, conozco a Will y Clary, sé el tipo de crianza que le habrán dado —dijo Matt con mucha tranquilidad.

Una vez más, Sara pareció hacer oídos sordos a lo que él decía.

—¿Y los demás? ¿O solo son ellos dos?

—No, claro que no, también irán otras tres chicas...

—¿Y cómo se llaman esas chicas?

—Natalie, Kat y Lissa —soltó An sin pensarlo mucho. No le agradaba ninguna de ellas, pero fueron los primeros nombres en acudir a su mente y no podía perder tiempo en inventar otros. Cuanto más tardara en responder, más sospecharía Sara—. Ah y el hermano mayor de una de ellas, no lo conocemos pero fue la condición de sus padres para darle permiso, la protegen bastante... —añadió, como para darle un poco más de credibilidad a su mentira.

Sara se tomó sus buenos segundos para decidir.

—De acuerdo —dijo al fin, pero antes de que An y Gwen pudieran agradecerle, ella agregó—: pero yo también tengo una condición, solo te daré el permiso si consigues comportarte por estos cuatro días, de lo contrario, volveré a castigarte otras dos semanas —advirtió.

—¿Serías capaz de castigarme en mi cumpleaños?

—Muy capaz —aseguró Sara.

An comprendió rápidamente que hacerse la víctima y apelar a su lástima no le iba a funcionar.

—¿Hoy ya se cumplen las dos semanas desde que me pusiste ese castigo, cierto? —preguntó para estar segura, y Sara asintió—. Bueno, la verdad no se me antoja salir de un castigo para meterme en otro, así que está bien, me portaré bien lo que resta de la semana, es pan comido —afirmó con toda confianza. Había logrado comportarse toda la semana anterior, y no le había costado mucho. En parte porque Gwen le recordaba no meterse en líos cada cinco minutos, y como si fuera necesario, también lo hacía Lev. Sin embargo, no contaba con que su décimo octavo cumpleaños traería más que regalos y el placer de ser mayor de edad. Había algo más. Algo que tanto ella como Lev estaban pasando por alto. 

¡Hola!

¿Qué tal les está pareciendo la nueva versión? ¿Les está gustando?

Vengo a darles las gracias a todos esos que todavía me leen, votan y comentan. De verdad, me hace muy feliz saber que hay gente a la que le gusta lo que escribo...
¡Muchas gracias!

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¡Hasta la próxima nota de autor!
¡Los quiero!
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