Capítulo 1
«Tener un lugar a donde ir es el hogar. Tener a alguien a quien amar es la familia. Tener ambos es un bendición».
🦂
NIX GRIMALDI
La tensión en el aire era palpable mientras mis ojos se deslizaban hacia el reloj en mi muñeca, que marcaba impasible las diez y treinta de la noche. Me encuentro frente a la puerta de mi casa, con la llave en la mano y el corazón latiendo desbocado en mi pecho.
La luz del farol proyectaba sombras alargadas sobre el camino de piedra embarrado de musgo, creando un escenario de incertidumbre y temor que me hacía dudar en dar el siguiente paso. El frío de la noche se colaba por mi abrigo, enviando un escalofrío por mi espalda mientras en mi cabeza se encontraba una lucha interna de si entrar o no.
Mi abuela, con su mirada penetrante y sus palabras afiladas, era un enigma constante en mi vida. Cada encuentro con ella era un desafío, un campo de batalla donde las expectativas y las críticas se entrelazaban en una danza peligrosa. El recuerdo de sus reprimendas y su autoridad me paralizaba todos los malditos días en el umbral de mi propia casa, temiendo el enfrentamiento que sé que me espera en su interior.
Las veces que llegué tarde o no cumplí con sus expectativas resuenan en mi mente, creando una atmósfera de tensión que pesaba sobre mis hombros como una losa. Esta noche, el miedo a un nuevo choque con mi abuela me impedía dar el paso hacia adelante, como si temiera las consecuencias de cada palabra que cruce mis labios una vez dentro.
Con la respiración entrecortada y los pensamientos enredados en un remolino de dudas, me preguntaba si debía arriesgarme a cruzar esa puerta y enfrentarme a mi abuela, o si debía buscar refugio en otro lado. La lucha entre el deber y el miedo se desataba en mi interior.
Nix solo debes entrar, y hacer de cuenta como si no está.
Oh sí, claro, como si fuera tan fácil hacerme la vista gorda y pasar derecho hacia mi cuarto.
Dando un último respiro, reúno un poco del valor que no tengo y abro la perilla de la puerta, dándome en la cara el olor de la cena y el ambiente cálido del hogar. Mis sentidos se vieron abrumados por la familiaridad reconfortante del hogar, aunque estaba teñida con una tensión latente.
—¡Hola, ya llegué! —anuncio parada en la alfombra de la puerta.
—Llegas tarde, ¿dónde estabas? —escucho la voz de mi abuela desde la sala.
—Me quedé en el trabajo un poco más tarde, haciendo turno para así traer más dinero a la casa. —Digo pasando de la puerta de entrada a la sala, tratando de tranquilizar mi corazón asustado.
En un sillón está el cuerpo de mi abuela sentado, con los pies arriba de la mesita de madera cruzados. Observo el repiqueteo constante de sus uñas azules en el brazo del mueble y esa pequeña acción hace que quiera irme a mi habitación de una maldita vez.
—¿Dónde está el dinero? —Pregunta girando su rostro hacia a mí, sus uñas parando de hacer la acción anterior.
—No lo tengo. —Susurro, sabiendo que mis palabras son una jodida mentira y que lo tengo escondido en mi mochila.
—¡Estás mintiendo! —Grita parándose bruscamente del asiento y acercándose a mí para agarrarme fuertemente del antebrazo.
—No, no... no estoy mintiendo. —Trato de decir asustada por su cercanía, sintiendo como su mano en mi brazo arde.
Que no revise mi mochila por favor, por favor. Que no la revise, por favor.
—Te doy techo, al menos para algo debes servir. —Dice con descaro, como si no supiera que esta casa es mía, mi mamá me la heredó antes de morir. Esta propiedad era de mi abuelo quien se la heredó a mi madre y por derecho la casa me pertenecía, lo decía las escrituras.
—Aún no he cobrado, me lo darán mañana. —Miento. Al menos espero no estar aquí para entonces. No sé con qué más mentirle, no puedo seguir haciéndolo.
—Eso mismo dijiste ayer, ¡no sirves para nada! —grita frustrada en mi cara, logrando que alce mi rostro para mirarla a los ojos y notar las pequeñas arrugas en ellos.
—Es que hoy hubo un problema con la caja. —Trato de explicar una mentira igual de ridículas que las otras.
—Eres igual de inservible que tu madre. —Me suelta del antebrazo dándose por vencida conmigo.
Cada vez que mencionan a mi madre de manera despectiva, siento cómo el fuego del odio arde dentro de mí, consumiendo todo a su paso. Es como si una bestia salvaje se despertara en lo más profundo de mi ser, rugiendo con furia y sed de venganza.
Mis puños se aprietan con fuerza, mis dientes crujen con la intensidad de mi rabia contenida. No puedo soportar escuchar cómo profanan su nombre, cómo intentan mancillar su memoria con palabras venenosas.
Ella puede que ya no esté físicamente conmigo, pero su espíritu vive en cada fibra de mi ser, y no permitiré que nadie la difame impunemente. Porque cuando tocan a mi madre, tocan la parte más oscura y peligrosa de mí misma, una parte que no teme enfrentarse a cualquier adversidad con tal de proteger su honor y su legado.
—Porque mencionas a mi madre en esto, ella no tiene nada que ver. ¡Odio cuando la mencionas, solo para embarrar su nombre en todo lo que hago! —Grito conteniendo la rabia, mirando en su dirección.
El golpe llegó de repente, como un relámpago que rasga el cielo en una noche oscura. El sonido de la mano de mi abuela chocando contra mi mejilla resonó en mis oídos como un trueno, dejando un zumbido ensordecedor en su estela. Un estallido de dolor ardiente se apoderó de mi rostro, como si mil agujas ardientes me atravesarán la piel.
Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendidos por la fuerza del golpe, mientras mi mejilla ardía con un fuego abrasador. La mirada helada de mi abuela se clavó en mí con una intensidad gélida, sus labios apretados en una línea fina de desaprobación. Podía sentir el peso de su decepción y su ira, como un puñal que se hunde profundamente en mi pecho.
Por un instante, me quedé sin aliento, paralizada por el shock y el dolor. Pero luego, una oleada de indignación y rebeldía se apoderó de mí, encendiendo una llama de determinación en mi interior. Apreté los puños con furia, desafiando con la mirada el dominio de mi abuela sobre mí.
—¡No me hables de esa manera porque cada vez que lo hagas, te voy a romper la boca, Nix! —Vocifera furiosa, en sus ojos se veía la rabia contenida y como su piel tomaba un tono más rojo. —Y claro que tiene que ver, si ella no se hubiera enamorado de ese bastardo animal, ¡tu no estarías aquí siendo una inútil!
Hago como si sus palabras no me dolieran, como si sus palabras no hubieran roto algo en mí, como si sus palabras no me hubieran lastimado internamente de nuevo, como si con solo decirme que soy una inútil no me doliera. En esto era buena y lo sabía; podía ocultar mis emociones delante de ella para que no supiera cuán grandemente me habían hecho daño sus palabras y me habían lastimado.
Lo odiaba, odiaba todo de mi. Yo solo quería ser amada y tener una familia en la cual encajar, estar rodeada de personas con las cuales pueda entablar algún tipo de vínculo.
—No es mi culpa haber nacido, no es mi culpa ser.... tu nieta. —Digo esto último con dolor, porque es difícil para mí admitirlo, admitir que si, había nacido en esta familia donde solo éramos nosotras dos y yo no era querida.
—Ojalá y no lo fueras, como deseo que no hubieras nacido. Eres una maldición, naciste para alimentar el maldito vínculo que tenían mi hija y el estúpido de tu padre. —Brama con todo el veneno del mundo en sus palabras.
Siento rabia en mi ser, por sentir tanto, porque a pesar de todo el daño que me ha hecho desde niña la sigo... queriendo.
Sabía que solo se comportaba de aquella manera desde que murió mi mamá, ella no era así, solo estaba tratando de comprender, de comprenderme ¿no es así? soy difícil a veces, lo sé, solo es eso ¿verdad?
—Estoy harta, harta de todo... —Digo esto como una última manera de poder defenderme y no caer en pedazos por la tristeza y el dolor en mi corazón.
—Ojalá y te hubieras muerto tú y no ella. —Susurró con desdén, ajena al impacto que esas palabras tenían en mi alma. —Pero no, esa estúpida se fue a enamorar. Lárgate de mi vista y más te vale traer mi dinero mañana. —Me ordenó con frialdad. Sus palabras afiladas me hicieron retroceder.
¿Cómo podía mi abuela desear mi muerte de esa manera, cómo podía menospreciar el amor que mi madre había encontrado en su vida?
—Dime una cosa abuela, ¿por qué me odias? Tu odio hacia a mí en realidad no tiene sentido, lo único que he hecho toda la vida es esforzarme al cien para mantenernos a ambas.
—El animal del que se enamoró tu madre es el culpable. Todo mi esfuerzo... ni eso valoro, la eduqué tan bien y... ¡mira cómo terminó! —Se mueve hacia la mesa tratando de tomar el vaso que contenía un poco de licor y así darse un trago. —¡Lárgate de mi vista! no puedo seguir viéndote.
—Ni siquiera conozco a mi padre, pero algún día lo haré y me iré de tu lado. Así podrás obtener la libertad que tanto anhelas. —Dicho esto con una promesa en mis labios me marcho hacia mi habitación sin siquiera mirar hacia atrás.
Cuando estoy a punto de llegar a mi habitación, doblo hacia la izquierda dirigiéndome hacia el sótano, impactando contra mí, la oscuridad y el polvillo que me hizo toser y taparme la nariz.
Prendo la bombilla sin antes haber cerrado la puerta, lo que menos quiero es una interrupción no deseada. Bajo las escaleras despacio, intentando no hacer ruido.
Una vez abajo, me dirijo hacia las cajas apiladas y las muevo dejándome ver la alfombra que se encontraba debajo de ellas.
Levanto la alfombra para encontrar el pequeño hueco ocasionado por mí, meses atrás. Dentro de él está mi pequeño cofre de recuerdos, donde está mi pequeña alcancía lo suficientemente pequeña para no llamar la atención.
Quitándome la mochila, saco el dinero del pequeño bolsillo y lo introduzco dentro de la alcancía, tapándola. Al poner mi alcancía nuevamente en el cofre veo las cartas sin leer que me había robado tiempo atrás del cajón con llave de mi abuela.
Me pican las manos de querer agarrar una y leerla, nunca lo había hecho pero siento que hoy es el momento, así que tomo la primera que se me presente. El sobre es color beige y no tiene ninguna información escrita, la abro y me encuentro con una gran hoja en color blanco, doblada a la perfección y con una letra dulcemente hermosa, así que comienzo a leer:
Querida Adeline Grimaldi,
Es difícil poner en palabras cuánto te extraño y cuánto deseo estar a tu lado en este preciso momento. Cada día que pasa sin ti se siente como una eternidad, y mi corazón anhela tu presencia y tu cálido abrazo más que nunca.
Mi sol, desde el momento en que te conocí, has iluminado mi vida de una manera que nunca pensé posible. Eres mi roca, mi inspiración y mi mayor alegría. Cada momento a tu lado es un regalo del cielo, y no hay un solo día en el que no agradezca por tenerte en mi vida.
Quiero que sepas que, aunque estemos separados físicamente en este momento, mi amor por ti nunca vacila ni disminuye. Siempre estás en mi mente y en mi corazón, y cada pensamiento está impregnado con el deseo de volver a estar juntos, de reír juntos, de llorar juntos, y de enfrentar juntos todo lo que la vida nos depare.
Me gustaría compartir una noticia contigo que seguramente te alegrará tanto como a mí. "La situación que nos mantuvo separados ha sido solucionada", y ahora estoy en un nuevo lugar que espero que pronto podamos llamar nuestro hogar nuevamente. Estoy ansioso por construir nuevos recuerdos juntos, por explorar nuevos horizontes a tu lado y por crear un futuro lleno de amor, alegría y aventuras compartidas.
Por último, quiero que sepas dónde encontrarme, mi amor. Mi nuevo hogar está en: Via del Corallo, 12 Palermo, Sicilia, Italia. Te espero con los brazos abiertos, listo para abrazarte y nunca dejarte ir.
Con todo mi amor y anhelo,
Hugo Vitale.
No puedo contener la emoción que siento en este momento. Acabo de leer una carta de un hombre que seguramente podría ser mi padre, mi corazón está lleno de alegría, pero también estoy asustada.
Desde pequeña no he sabido quién es mi padre, ni si está vivo o qué pasó con él, cada día ha sido un desafío. Su ausencia ha dejado un vacío en mi corazón que solo él podría llenar. Pero ahora, saber que seguramente está vivo y que está en algún lugar de Italia hace que mi corazón esté lleno de esperanza y felicidad renovada.
El corazón me late con fuerza, casi desbocado, mientras tomo la carta. Mis manos están ligeramente temblorosas y siento un nudo en la garganta que amenaza con ahogarme.
Ha sido un largo camino, todo lo que he pasado desde niña hasta ahora, y sé que ya es hora de que acabe todo, de que pare cada maldito sufrimiento con mis propias manos porque sé que finalmente llegó el momento de encontrarme con mi padre.
Hoy mismo me iría y dejaría todo atrás para vivir mi propia felicidad.
🦂
Bienvenidos/as a Alianza.
Este es el capitulo 1. Espero les haya gustado mucho. Seguiré actualizando seguido si todo sale bien.
—¿Opiniones del capítulo?
Nos vemos pronto. Cuídense.
—Erika M.
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