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Capítulo 51 (parte 3)


Cuando Cory entró en la habitación que le habían asignado, separada por un par de puertas de la de Brooke, supo que no podía quedarse allí ni un minuto más. Que ambos debían salir de aquel lugar. La sensación de que algo iba mal no lo había abandonado desde que su coche, el cual había llenado de gasolina el día anterior, los había dejado tirados en la carretera. Pero había sido en el momento en el que habían entrado en aquel hostal, cuando habían conocido al marido de Amy, cuando realmente sintió que estaban en peligro, que todo aquello podía terminar muy mal.

El matrimonio se despidió de él de la misma forma que habían hecho con Brooke, haciéndole saber que si necesitaba cualquier cosa estarían abajo, pero justo antes de que cerrarán la puerta tras ellos, la mujer le dirigió una última mirada.

-En aquel cajón de allí tienes sabanas limpias por si pasas frío esta noche. -le dijo y entonces desapareció, dejándolo completamente solo. Y lo cierto es que hubo algo en esa última mirada que Amy le dirigió que lo hizo dudar, que lo hizo pensar en esas palabras que le había dicho. Pareció haber algo más tras ellas, en sus ojos, un mensaje secreto que quería que él supiera pero lo único que quería en aquel momento era ir en busca de Brooke, no soportaba el saber que se había quedado allí sola, aún sabiendo bien que aquella chica podía apañárselas sola. Después de todo este tiempo, Cory había llegado a la conclusión de que probablemente él la necesitase más a ella que ella a él.

Cory no tenía frío, ni si quiera iba a pasar más minutos en aquel lugar, mucho menos la noche entera, pero sin embargo, volvió a pensar en la mirada de Amy, en como le señaló aquel cajón, en como creyó reconocer cierta desesperación y miedo en ella. Cory creía mucho en su intuición y sabía que cuando su cuerpo le decía algo, cuando le pedía que hiciese cualquier cosa, era por algo. Así que, quizás para quitarse la curiosidad que había crecido dentro de él, fue hacía aquel cajón del armario que le había señalado.

Y por supuesto, no fueron sabanas limpias lo que encontró.

Comenzó a temblar, de repente sintió el frío entrando por sus huesos y el miedo se instaló en él más fuerte que nunca. Desde el principio había deseado que Amy y su marido fueran tan solo una pareja de locos, que hubiesen tenido la mala suerte de caer en el hostal de dos personas desequilibradas y mal de la cabeza pero lo que encontró fue mucho peor.

El cajón estaba lleno de fotografías suyas, de Brooke, de los chicos, de los cuatro juntos y por separado. Fotos de Brooke caminando por la calle, de ellos dos entrando en un coche, de Aaron yendo al taller de su padre y de Paul entrando en la cárcel para visitar a Ezra.

Aquello resultó ser mucho peor de lo que esperaba; el hecho de que estuvieran allí, en aquel lugar, estaba más que planeado. Era una trampa y ellos habían caído de lleno. Cory supo entonces que en su vida ya no existían las casualidades ni la mala suerte, sino que todo estaba pensado, que todo lo que les ocurría tenía un fin, que estaban jugando a juego al cual ni si quiera habían querido entrar.

Con rapidez, cogió todas las fotografías que pudo, ni si quiera supo para qué, y se las guardó en la mochila que había cargado con él. No iba a esperar ni un minuto más.

Tenía que buscar a Brooke y una vez que la encontrara, debían de salir de allí.

Brooke se relajó en el momento en el que escuchó aquella conocida y querida voz susurrar en su oído.

-Soy yo. -le dijo Cory. -Estoy aquí. -Y entonces, con suavidad, plantó un pequeño y dulce beso en la mejilla de la chica al mismo tiempo que quitaba la mano de su boca.

-¿Qué está pasando? -susurró ella al girarse para mirarle a la cara. Sin embargo, se arrepintió al instante pues el rostro del muchacho no reflejaba nada más que miedo... y si Cory sentía miedo era porque las cosas estaban mal, muy mal.

-Te lo explicaré luego. Ahora tenemos que irnos. -le cogió de la mano y a oscuras, comenzó a arrastrarla por los pasillos. Brooke trató de moverse a la misma velocidad que él aún cuando nunca se había caracterizado por ser una persona demasiado rápida.

-¿Qué es lo que has visto, Cory? -no pudo evitar preguntarle mientras bajaban las escaleras, tan rápido que ni si quiera supo como hicieron para no tropezar.

-Nada bueno. -fue lo único que respondió Cory.

Llegaron al rellano de la planta baja y una alivio recorrió sus cuerpos al ver que éste se encontraba vacío. Pasaron por el recibidor donde habían estado hablando con el matrimonio hacía tan solo unos minutos atrás y se plantaron en frente de la puerta principal. Seguían estando a oscuras pero por las ventanas se colaba la luz de la luna lo que hacía que no estuvieran en una oscuridad completa.

Y entonces, Cory tiró con fuerza de la puerta, como si por un momento hubiera creído que todo sería tan fácil. Lanzó una serie de insultos al ver que ésta no se abría y por mucho que volvió a tirar de ella una y otra vez, con toda la fuerza que había dentro de sí, siguió sin obtener resultado.

Seguían agarrados de la mano cuando escucharon un leve ruido a sus espaldas y al girarse, vieron como una pistola los apuntaba directamente, empuñada por Amy quien lloraba y temblaba al mismo tiempo. El cuerpo de los jóvenes se congeló salvo sus manos entrelazadas, las cuales apretaron ahora con más fuerza, como si sentir el toque del otro fuera a salvarlos de aquello.

-No podéis iros. -habló la mujer. -No puedo dejar que lo hagáis.

Y lo cierto es que se la veía tan débil y asustada que aún siendo ella la que sujetaba el arma, Brooke sintió pena.

-¿Por qué no? -se atrevió a preguntar. No era la primera vez que la apuntaban con una pistola pero aún así, no creía que pudiera alguien acostumbrarse a ello por muchas veces que lo hubieran experimentado. Echó una rápida mirada a Cory a su lado quien parecía lucir sereno, con la misma calma de alguien que sabe que la otra persona no va a disparar. No entendía como podía estar tan seguro. -Amy, ¿por qué nos has traído hasta aquí?

Pero ella tan solo seguía llorando, sujetando con fuerza la pistola pero temblando al mismo tiempo.

-No puedo dejaros... Ted vendrá en cualquier momento y tenéis que estar aquí. -la sola mención a su marido había hecho que la piel de Brooke se erizara. Aquel hombre no le había dado buena espina desde el primer momento y ahora, después de todo esto, mucho menos.

La mano de Amy temblaba tanto que Brooke no pudo evitar temer que fuera a disparar en cualquier momento, incluso tan solo por equivocación.

-Tú no quieres hacer esto. -habló entonces Cory, de una forma tranquila y pacificadora, como si estuviera hablando con un niño pequeño pero sin llegar a tomarlo como estúpido. -Me dijiste que abriera ese cajón porque querías que viera lo que había dentro de él. Querías ayudarnos. Tú no quieres hacernos daño, tú quieres que salgamos de aquí.

Por el rostro de la mujer cayeron más lagrimas.

-Pero, yo... yo no puedo. No tengo elección. -lamentó. -Mi pequeña está enferma y ellos... ellos tienen el dinero y... -habló muy bajo como si estuviera hablando más para si misma que para ellos. En un primer momento pareció que estuviera desvariando, diciendo cosas sin sentido pero no era así; aquella mujer tenía una razón por lo que hacía aquello. Quizás todos los que tuvieran que ver con ellos tenían algo detrás, un beneficio que obtener a cambio. Quizás mucho de ellos no tengan elección

-Amy, déjanos marchar. -le pidió Brooke y no supo como hizo para que aquello sonara más a una orden que a una suplica, pues realmente se sentía como ésto último. En aquel momento ni si quiera estuvo segura de que aquel fuera realmente su verdadero nombre.

Pasaron unos segundos que se sintieron eternos y Brooke mentiría si durante un instante no pensó en la posibilidad de que la mujer disparara, de que en un acto de quizás locura y desesperación, los disparara a ambos y así acabara con todo de la manera más desastrosa y rápida posible. Pero entonces, algo pareció cambiar en Amy, no pudieron identificar del todo lo que fue ni el porqué pero tras una lucha que pareció tener consigo misma, acabó bajando la pistola.

-Ted tiene la llave de esa puerta y aunque consiguierais salir por allí os verían. -explicó, aún con las lagrimas cayendo por sus mejillas. Brooke prefirió no pensar en el hecho de que había utilizado el plural, de que era muy probable que allí hubieran más personas. Se dirigió a Cory. -En la habitación en la que estabas, en el baño hay una pequeña trampilla en el techo. Os llevará directamente a la guardilla, allí podréis salir por el tejado hacía la parte de atrás. Está algo alto pero es la única manera para que no os vean.

Trataron de recopilar toda la información y echaron a correr hacía el lugar que les había informado, no sin antes pasar por el lado de Amy con cierto cuidado, con temor de que volviera a levantar la pistola. Pero ésta no hizo nada y en su lugar, se quedó mirando hacía el suelo a un punto fijo.

Brooke no pudo evitar poner una mano en su hombro; puede que no conociera toda la historia de esa mujer, puede que ella había sido la culpable de haberlos puesto en esa situación pero aún así, sentía cierta tristeza por ella, porque sabía que al haber hecho aquello probablemente hubiese perdido mucho más de lo que imaginaban.

-Gracias, de verdad. -murmuró con total sinceridad y sin perder más tiempo, fueron escaleras arriba, de nuevo hacía las habitaciones.

Sin embargo, la calma no duró mucho y mientras subían por los escalones, escucharon un murmullo proveniente de abajo, del mismo lugar de donde habían huido. No lograron escuchar con exactitud lo que decían pero sin duda pudieron oír el gran disparo que terminó con la conversación y con la vida de Amy, la misma que los había ayudado, la que quizás podría haberlos salvado si tenían la suficiente suerte.

-Vamos. -le susurró Cory mientras cogía de nuevo su mano y la arrastraba hacía arriba. Parecía como si aquel disparo no hubiera surgido efecto en él, mientras que a Brooke se le dificultó el respirar.

-La han matado. -musitó ella mientras se dejaba llevar. Era como si al gente a su alrededor no parara de morir y siempre parecía ser por el mismo motivo... ellos.

Llegaron a la habitación donde Cory había pasado tan solo unos minutos y fueron directos hacía el baño, esperando tan solo que aquello no fuera una trampa más, que Amy hubiera cometido un último acto bueno en su vida. Y así fue. No tardaron demasiado en vislumbrar la trampilla la cual parecía más bien un agujero en el techo mal tapado. Cory golpeó con fuerza y tras unos cuantos golpes consiguió abrirlo y junto a ésto, también se desplegó unas escaleras. No hicieron ningún comentario acerca de porqué habían decidido poner aquello en el baño pues en aquel momento tenían cosas más importantes en las que pensar... por ejemplo, en los pasos que se oía tras de ellos.

-Sube tú primero. -le ordenó Brooke y antes de que Cory pudiera reprochar, ella volvió a hablar. -Así podrás ver si es seguro allí arriba. Luego te seguiré. -Sin embargo, el chico aún se mostraba reacio. -No vamos a discutir sobre esto. Sube.

Y quizás fue el tono de voz que utilizó o el hecho de que los ruidos se escuchaban cada vez más cerca lo que hizo que Cory comenzara a subir hacía arriba. Estaba oscuro y no pudo evitar arrugar la nariz en cuanto percibió el olor a cerrado que emanaba el lugar, como si no hubiera sido limpiado desde hace años. Parecía seguro, quizás no de una manera higiénica pero al menos no había nadie. Amy les había dicho la verdad.

Brooke comenzó a subir por las escaleras de la misma forma en la que Cory había hecho, pero fue en el momento en el que la mitad de su cuerpo estaba ya con el muchacho y la otra aún en aquel baño, cuando sintió como tiraban de su pierna hacía abajo y si no hubiera sido por los rápidos reflejos de Cory, quien la atrapó nada más notar aquel movimiento, quizás hubiera caído al suelo. El miedo la invadió por completo y cuando miró al chico, quien seguía sujetándola de los brazos, pudo ver el mismo temor reflejado en sus ojos.

Ni si quiera quiso mirar hacía abajo para ver quien estaba tirando de ella, tan solo podía mirar a Cory quien comenzó a tirar de ella hacía arriba con fuerza. Sintió un gran dolor por todo su cuerpo el cual estaba siendo estirando desde arriba y abajo. Comenzó a patalear, a mover sus piernas con fuerza, con la esperanza de golpear a aquella persona que no parecía querer dejarla ir. Oyó como el hombre decía algo pero sus oídos parecían estar taponados y no podía escuchar nada a su alrededor. Solo sentía dolor, dolor y miedo y aún más miedo al ver los ojos de Cory, al ver como estos parecían haberse llenado durante un momento de lágrimas.

-Cory... no me dejes. Por favor. -Le pidió mientras se aferraba a él y seguía luchando con esas manos invisibles que continuaban tirando de ella.

-Nunca. -contestó él y sonó como una promesa, como un juramente que le había hecho en aquel momento él a ella.

Y entonces, Brooke no supo que fue lo que le pasó, no supo si fue el dolor reflejado en el rostro de aquel chico que siempre se mostraba tan frío pero que ahora parecía estar llorando por ella, porqué no le pasara nada. Quizás fuera eso, la preocupación en Cory, la manera en la que ambos sabían que no podían fallar, que no podían fallarse el uno al otro, que debían de permanecer juntos, lo que le dio la fuerza suficiente como para golpear con su talón derecho la barbilla de aquel desconocido que tras ese momento de debilidad, le soltó las piernas y Cory aprovechó para tirar de ella hacía arriba, ponerla a su lado y acto seguido cerrar la trampilla. Brooke se sentó encima de esta para evitar así que fuera abierta y el chico arrastró hacía esta un pesado mueble que parecía encontrarse abandonado allí arriba, junto a muchos otros.

Se quedaron en silencio, éste interrumpido por las agitadas respiraciones de ambos que se encontraban uno en frente del otro, mirándose, como si no se fueran a volver a ver.

-Gracias por no dejarme ahí. -susurró Brooke mientras seguía tratando de recuperar el aire, pero no le sirvió de nada pues el beso que Cory plantó en sus labios volvió a quitárselo. Fue un toque ansioso, casi desesperado, al mismo tiempo sintió como posaba su grande mano en su mejilla, trayéndola aún más hacía él.

Cory se dio cuenta de que tenía que estar a punto de perderla para sentirse lo suficientemente valiente como para hacer aquello que tanto deseaba siempre,el besarla.

-Salgamos de aquí de una vez. -fue lo único que él pudo decir al separase de ella. 

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