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Capítulo 42.

Brooke estuvo esperando durante días, esperando que la policía apareciese en su casa, que la preguntaran acerca de los mensajes que Meg y ella habían intercambiado minutos antes de todo... pero nadie golpeó su puerta, nadie le hizo ningún tipo de pregunta y al final, la muerte de su amiga quedó en un terrible accidente provocado por la bebida.

Habían pasado casi dos semanas y a Brooke le sorprendió lo mucho que la gente podía superar las cosas, hacer como si nada hubiese ocurrido: las clases siguieron su curso, las personas siguieron yendo a las fiestas, el Young siguió abriendo sus puertas, y la vida continuó. Sin embargo, para ella, nada podía continuar. Nada podía seguir su ritmo, volver a lo que era. No salió demasiado de casa, ni si quiera de su habitación, y solo lo hizo para los pocos días que la madre de Aaron le pedía ayuda con la tienda. Por suerte, en todas esas veces, la mujer se quedaba con ella y no había vuelto a dejarla sola.

Las cosas tampoco parecía mejorar para los chicos: Cory seguía en la casa de Ezra, echando de menos su apartamento para el cual aún tenía que pagar una buena cantidad de dinero para su reforma y que, de alguna forma, volviera a ser lo que una vez fue. Él iba consiguiendo el dinero, poco a poco, pero esos días, debido a todo lo que había pasado y lo cerca que estaba la policía de sus vidas, intentaba mantenerse algo alejado de su trabajo y vendiendo tan solo a sus clientes de más confianza.

 Aaron intentaba mantenerse normal con sus padres y hermanas.

-¿Habéis oído lo de la muerte de esa joven? -preguntó unas noches atrás su madre, mientras todos estaban cenando. Por suerte, nadie notó como en ese momento al chico se le resbaló el tenedor de sus manos, ni mucho menos notaron como su corazón comenzó a golpear con fuerza contra su pecho. -Tenía tu edad, Aaron.

-Sí, algo he oído. -murmuró él, fingiendo que en realidad no le afectaba demasiado. Sin embargo, él no era tan buen actor como Cory, quien era capaz de ocultar todos sus sentimientos. A Aaron, la angustia se le veía con tan solo mirarle a la cara. Quizás fue por eso por lo que mantuvo la vista fija en su plato lleno de comida.

-Pobre chica... no me quiero imaginar como han de estar sus padres. -lamentó la mujer.

-¿Cómo murió? -preguntó la mayor de sus hermanas, que tan solo contaba con trece años. Aaron se preguntó durante un instante porqué su madre hablaba de esas cosas delante de las chicas.

-Dicen que fue un accidente en un local- respondió su madre.

-Un local de pijos. -agregó en un murmuro su padre, que no había dejado de comer. -En esos antros se meten de todo... no me extraña que al final haya ocurrido un accidente.

Aaron dejó de comer al escuchar a su padre y se preguntó que pensaría el hombre si supiera que él mismo había estado esa noche, que él mismo había frecuentado ese lugar.  Y bueno, él no se había metido ninguna de esas drogas pero sabía que los mismos Paul y Cory se las habían vendido alguna que otra vez... al fin y al cabo, no era mejor que ellos.

-Aún así, es una pena. -volvió a resaltar la mujer, echándole una mirada reprobadora a su marido. Aaron sabía que su padre era una gran persona, un gran hombre, pero en ocasiones, la falta de empatía y la frialdad le ganaba. Sí, había veces que su padre se le hacía demasiado parecido a Cory.

-Claro que lo es, pero en nuestro barrio mueren chavales de la edad de nuestro hijo o más pequeños cada día y no ves a la gente haciendo un gran drama por ello. Te apuesto a que en esa parte del pueblo ni se comenta todas las perdidas que tenemos cada año.

La mesa se vio envuelta en un gran silencio porqué... sí, su padre tenía razón, y hablando de esa forma se le hizo aún más parecido a Cory.

Y Paul, más que nunca, más que todos esos meses que había pasado solo, deseó con todas sus fuerzas que Ezra se encontrase a su lado. Él quizás no sabría tampoco que hacer, él quizás se hubiera mostrado igual de asustado que todos ellos, pero estarían juntos, afrontándolo y bien sabía él que a su lado todo era mucho mejor, el mundo dolía un poco menos. Pensaba en él justo en esos momentos, cuando la noche llegaba y sus padres volvían a casa, gritando, probablemente demasiado borrachos y colocados, sabiendo que en unos pocos minutos ambos caerían rendidos en el suelo durante horas. Desde que Paul había sido un niño, las cosas habían sido así en su casa: con padres que les importaba más lo que tuvieran para meter en su cuerpo que su propio hijo, peleas a cada rato y una casa sucia y vacía durante horas e incluso días. Se había refugiado durante años en casa de Cory, siendo acogido por él y por los padres de éste, quienes le habían tratado como si fuera un hijo más, y más tarde, también se sintió parte de la familia numerosa de Aaron en cuya casa siempre había un plato para él, sonrisas y buenas palabras. No, Paul nunca había tenido un hogar en condiciones, pero había encontrado una familia en esos chicos que le habían ayudado siempre a salir hacía delante. Y entonces vino Ezra quien ya no solo le ayudó a superar los días sino que también le enseñó a ser más feliz, a imaginar un futuro con algo más de luz.

En ocasiones, cuando estaba en la oscuridad de su cuarto, cerraba los ojos e imaginaba algunas de las conversaciones que había tenido con él.

-Ambos saldremos de este lugar. -decía Ezra, con demasiada seguridad, tanta que incluso Paul se permitía creerle durante un instante.

-¿Y donde iremos? -le preguntaba él, siguiéndole el rollo.

-Podríamos ir a algún sitio con mar, siempre me he imaginado viviendo cerca de la playa. -se formaba una sonrisa en sus rostros. -O podemos ir donde quieras, ¡que coño me importa! Pero lo haremos juntos... tú y yo.

-Juntos... tú y yo. -repetía Paul, como una especie de promesa y entonces comenzaban a hablar de la casa que tendrían, de como ésta estaría a tan solo unos pocos metros del mar y que sacarían a pasear a sus dos perros cada mañana, antes de irse a trabajar a unos trabajos aceptables, legales.

Realmente, hubo un tiempo en el que Paul creyó que de verdad podían conseguir eso, que de verdad la vida les dejaría ser felices de esa humilde forma. Aunque a él no le importaba salir nunca de ese barrio, no le importaba delinquir durante toda su vida, meterse en líos cada semana o vivir malamente, sin apenas dinero para llegar a fin de mes. Lo único que quería era que estuvieran juntos, que aunque fuese en lo más bajo o en lo más alto, lo vivieran uno al lado del otro. E irónicamente, eso es lo único que ya nunca más podría conseguir. Ni si quiera sabía aún si podría volver a tocarlo, si podría volver a besarlo o pasar sus manos por su rizado pelo oscuro.

Y de verdad que en esos días lo necesitaba. Su vida se estaba derrumbando, parecía correr peligro a cada minuto y no podía tener a la única persona que le hacía sentir seguro. No era nada justo. No se merecía eso, no se lo merecían.

*

Era la primera vez que iban a casa de Brooke. Su madre había ido a visitar a sus padres, sus abuelos, por lo que estaría dos días fuera. Una parte de ella se sentía mal por no acompañarla pero cuando vio a los tres chicos supo que había tomado la decisión correcta. Sentía que en ese momento tenían que estar juntos.

Paul y Aaron examinaban alrededor con cierta curiosidad y asombro.

-Wow, ¿todas vuestras casas son así? -preguntó Paul, lanzando un pequeño silvido.

-¿Así como? -preguntó la chica mientras tomaba asiento al lado de Cory, en el sofá de su salón.

-Pues... así. -respondió. -No sé, Brooke, no estoy acostumbrado a casas donde podrías criar a toda una clase de colegio. -Siguió mirando a su alrededor y entonces por su mente pasó el pequeño piso que compartía con sus padres y soltó un ligero suspiro. -De verdad que odio a la gente rica.

-Oye, Paul, estoy aquí. -le adviritó Brooke que aún así se mostró algo divertida. Las palabras del chico no le ofendían para nada y podía entender de donde venían.

-Tú eres la excepción. -corrigió, lánzandole un pequeño beso y guiñándole el ojo.

-Tíos, esta casa es con la que siempre he soñado desde que mis padres comenzaron a tener más hijas. ¿Sabéis lo que es compartir una habitación con unas niñas durante años? Esta casa hubiera solucionado todos mis problemas. -exageró Aaron que también seguía algo impresionado por la casa de su amiga.

Brooke sabía que ninguno iba con mala intención, que para nada estaban reporchando algo o intentando hacerla sentir mal pero ella no pudo evitar sentirse algo avergonzada, siendo quizás más consciente que nunca de lo privilegiada que había sido, de como nunca había pensado en las personas que vivía en las condiciones que ellos lo habían hecho hasta que los había conocido. Para ella, una casa como la suya y la de sus amigos era lo normal, para ella, una vida del nivel que ella llevaba era lo normal, como se supone que vivía la gente. Ahora se daba cuenta de lo cerrado que era su círculo, de la burbuja en la que había estado viviendo durante años.

-¿Habéis venido aquí solo a comentar la casa? -interrumpió Cory, echándola una mano, como si de cierta forma hubiera podido leer sus pensamientos. -Porque pensaba que habíamos venido aquí para decidir que coño vamos a hacer.

-Tienes razón. -respondió Aaron y su rostro se volvió algo serio. -pero antes necesito ir al baño. ¿Donde está? -Hizo aquella pregunta mirando a Brooke pero no fue ella quien contestó.

-Al final del pasillo a la izquierda. -respondió Cory de una manera demasiado natura, como si le hubiera salido solo, sin apenas pensar. De repente, sintió las miradas de sus amigos puestas en él, al mismo tiempo que notaba como Brooke se mordía con fuerza el labio, intentando no esbozar una sonrisa.

-¿Cómo sabes donde está el baño? -preguntó Paul con la frente arrugada pero con un atisbo de diversión en su mirada.

-¿Ya has estado dentro de esta casa? -quiso saber ahora Aaron, que había alzado las cejas con una ligera sorpresa. Cory bien sabía que se iban a reir de él más tarde. Miró a Brooke que le miró de vuelta y simplemente se encogió de hombros, tratando de no sonreír, dándole a él la libertad de respnder lo que quisiera.

-Bueno, sí, he estado alguna vez. -se limitó en responder pues el decir que había estado durmiendo en la habitación de arriba junto a Brooke durante más de dos meses sabía que traería más preguntas.

En los rostros de sus amigos había una ligera mezcla de diversión y sorpresa. Lo conocían tan bien que sabían que no estaba diciendo del todo la verdad.

-¡Vaya! ¿Y hay algo más que se os haya pasado contarnos? No sé, por ejemplo, ¿te has presentado ya a su madre? ¿También sabes donde está su habitación?

-¡Paul! - exclamó Brooke sin poder evitar reír, con la cara algo roja por la vergüenza. Cory se había encendido un cigarrillo pero entre calada y calada podía vislumbrarse en su boca una pequeña sonrisa, sabiendo que en realidad, el dormitorio era la parte que más conocía de esa casa.

Estuvieron durante un par de horas hablando del tema, contando las mismas cosas una y otra vez, analizando la poca información con la que contaban. Tenían algunas cosas bastantes claras: todo lo sucedido en la cabaña aquella noche tenía que ver con lo sucedido con Meg, Bryan estaba involucrado, probablemente eran un grande grupo y, sin ningunda duda, pretendían acabar con ellos. Sabían demasiado.

-Meg me dijo en el baño que buscaban acabar con personas como... vosotros. -explicó, sintiéndose incluso culpable de decirlo en voz alta.

-Pero, ¿qué son? ¿Una especie de secta de ricos asesinos? Da muy mal rollo. -murmuró Paul, con cierto temblor en su voz.

-Y no lo entiendo, ¿por qué entonces matar al hermano de Bryan? -preguntó Brooke que estaba intentando juntar todas las piezas sueltas.

-Quizás quería acabar con todo eso. Quizás se cansó de lo que estaban haciendo, quiso hacer algo... -comentó Aaron.

-Y ellos acabaron con él. -finalizó Cory.

-¿Pero de verdad creéis que Byran tuvo algo que ver en la muerte de su propio hermano? -preguntó Paul que de ninguna manera se podía imaginar como alguien haría algo así a su familia, a su propio hermano. Él y sus padres nunca habían tenido buena relación, de hecho, había jurado odiarlos durante buena parte de su infancia y adolescencia, pero aún así, nunca querría que nada malo les sucediese.

-¿Sinceramente? Sí. -contestó Cory sin ningún tipo de duda. -Ese tío sabe que mataron a su hermano, sabe que fue esa misma gente quien lo hizo y aún así sigue a su lado. Él es tan culpable como el tío que apretó el gatillo esa noche.

-Puede que esté amenzado de alguna forma... -intentó justificar Brooke, que al igual que Paul, se le hacía imposible que alguien hiciera algo así a su hermano.

-O puede que, simplemente, sea una mierda de persona. Creéme, hay muchas en el mundo. -cortó Cory, que no había nada que le hiciera cambiar de opinión.

Todos miraron a Aaron. Siempre querían saber que era lo que él estaba pensando. El chico soltó un suspiro al notar las miradas, pues ni él mismo sabía que pensar.

-No sé que deciros. -murmuró. -Por una parte, pienso igual que Cory pero, por otro lado, creo que hay algo en él que aún no sabemos. Las veces que Brooke ha estado con él, ha tratado de advertirla. Si hubiera querido hacerla algo, lo habría hecho en ese mismo momento. Quizás esté atrapado.

-No podemos confiar en él. -soltó Cory, poniendo mucho enfasis en cada palabra, pero entonces recordó esa visita que le habìa hecho, cuando fue a advertirle que se mantuviera lejos de Brooke. Recordó lo asustado que habiá parecido y como le dijo que no tenía más remedio. No le había contado a nadie eso.

-No digo que confíemos en él, no somos tontos. -defendió Aaron. -pero quizás, y solo quizás, no debamos ponerle en la lista negra tan pronto.

Esa vez fue Cory quien soltó un ligero suspiro.

-Puede que tengas razón. -admitió, a duras penas y una vez más, las miradas se dirigieron a él, con sorpresa. Cory pocas veces cambiaba de opinión. -Yo... bueno, supongo que hay algo que no os he contado.

Y comenzó a hablar; les contó como había aparecido en la puerta del joven, como lo había lanzado contra la pared y como incluso lo había amenazado con matarle. No hubo ninguna vergüenza en su tono.

-Espera, -cortó Brooke, tratando de asimilar la información -¿nos estás diciendo que fuiste a casa de Bryan, que le pegaste, le amenazaste y que nos estamos enterando justo ahora?

-Sí, eso es lo que estoy diciendo.

-En realidad, que Cory pegue y amenace a alguien no es nada nuevo. -comentó despreocupado Paul. -creo que es algo que ha llegado a hacer varias veces en una semana por lo que no tienes que preocuparte por eso.

-Lo dices como si estuvieras orgulloso. -le reprochó Brooke.

-Bueno, no hay nadie mejor para amenazar a alguien como Cory. La verdad es que es algo que se le da bastante bien. -aceptó Paul que, sin duda, parecía algo orgulloso.

-Tiene razón. -estuvo de acuerdo Aaron. -Supongo que es una especie de don o algo así.

Cory se encogió de hombros y su rostro pareció decir: ¿que le puedo hacer? Así soy yo.

Pero... podría haber sido peligroso. No sabemos aún quien es Bryan, no sabemos que papel juega en todo esto ¡y tú vas y apareces solo en su casa para amenzarle! -le echó en cara Brooke.

-Te recuerdo que tú hiciste lo mismo. Te fuiste a esa mansión abandonada sola. -le reprochó Cory.

-Bueno... sí, pero yo tenía un motivo.

-Yo también tenía uno.

-¿Ah sí? ¿Cuál? -le preguntó ella, casi retándole.

Y entonces, Cory, mirándole directamente a los ojos y de una manera natural y sencilla, respondió:

-Tú. -su voz sonó firme. -Fue después del accidente de tus amigas. Podría haberte pasado algo, él quería que sucediera. Así que sí, fui a su casa y que de gracias a que vinieron sus padres porque, de lo contrario, le hubiera dejado mucho peor de lo que le dejé.

Brooke se vio incapaz de responder, aún mirándole. Fue Aaron quien interrumpió.

-Bueno, vamos a poner una serie de puntos aquí. Vosotros dos -dijo, señalando a Brooke y Cory -dejad de meteros en líos por vuestra cuenta.

-Buena suerte con eso. -murmuró Paul, pegando un sorbo de su refresco. -Oye, Brooke, la próxima vez que vengamos, compra cervezas.

-Lo apuntaré. -le respondió y volvieron a mirar a Aaron para que siguiera hablando.

-Supongo que también deberíamos hablar con Bryan, es una pieza esencial en todo esto. Brooke, quizás tu debas investigar más sobre lo que pasó con tu padre... no lo sé, habla con tu madre, que te cuente todo lo que sepa acerca de él.

-Eso no será fácil. -les avisó; su madre se negaba a hablar de su padre. Le había hecho tanto daño, la había dejado tan destrozada que simplemente había enterrado todos los recuerdos que tenía de él, como si nunca hubieran estado allí. -Pero lo intentaré. .

-Bien.

-Deberíamos ir a la mansión. -propuso Cory, siendo consciente del peligro que era eso. -Es allí donde han sucedido la mayor parte de las cosas. Es allí donde habrá respuestas.

-Estoy de acuerdo. -habló Brooke.

-Yo no tanto. -admitió Paul. -pero contad conmigo.

-Es un riesgo que debemos tomar. -agregó Paul. -Sabéis... quizás nos equivocamos todo este tiempo. Quizás esa noche tuvimos que ir a la policia, haber hecho que ellos se encargaran de todo. Quizás nos hubiéramos ahorrado muchas cosas.

El silencio los envolvió y cada uno pensó en que probablemente tenía razón, en que quizás habían hecho las cosas mal desde el principio. Pero ya era demasiado tarde.

-Vale... ahora que ya hemos decidido que hacer, ¿quien tiene hambre? -preguntó Paul, levántandose de un golpe. -Brooke, ¿tienes algo que merezca comer en esa gigante cocina?

Y así fue como, de un momento a otro, pasaron a ser un simple grupo de amigos preparando algo para cenar. Brooke y Paul cocinaron las hamburgesas mientras que Aaron y Cory pelaban las patatas para luego freirlas. Los cuatro se movían por la cocina, chocándose de vez en cuando los unos con los otros, riéndose a cada rato, bromeando.

En uno de esos momentos, Cory pasó por al lado de Brooke, él untó un poco de salsa de ketchup en su dedo y le dio en la nariz, manchándosela de rojo. La sonrisa que el chico esbozó tras ello fue tan bonita que Brooke sintió que se podía quedar a vivir en ese momento.

Aaron cogió una de las patatas e hizo que Paul abriese la boca y la lanzó, entrando en ésta sin problema, provocando una carcajada en ambos.

Decidieron fingir que no habían estado pocos minutos atrás hablando acerca de unas personas que querían matarlos y siguieron comiendo entre risa. Paul bromeó acerca de como esa carne no era tan rica como la que vendían en el mercado de su barrio a pesar que le de ahora era mucho más cara y todos tuvieron que darle la razón. Eran unos chicos normales, un grupo unido, cuatro personas que disfrutaban las unas de las otras, que confiaban en el otro y que sí, se querían.

Pero encima de ellos siempre había una sombra, algo que les impedía disfrutar del todo del momento. Y fue en ese instante cuando el móvil de uno de ellos sonó; el de Paul. Extrañado, pues las únicas personas de las que recibía algún mensaje estaban en esa habitación con él, fue a mirar. Era un número desconocido. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo, como si antes de abrirlo ya supiera que no iba a ser nada bueno. Y entonces, su rostro palideció.

-¿Qué ocurre? -preguntó Aaron, que pareció ser el primero en darse cuenta del cambio de su amigo.

Lentamente, Paul dio la vuelta al teléfono y les enseñó el mensaje el cual constaba de una sola imagen. Era una casa, la casa de Brooke, la misma casa en la que estaban ahora. Sintieron como cada uno podía escuchar el corazón del otro debido a lo fuerte que éstos comenzaron a latir e, incoscientemente, la mano de Cory buscó la de Brooke y la de Brooke buscó la de Cory y entrelazaron sus manos, casi como acto reflejo, como un instinto natural.

-Esto nunca va a parar... -se lamentó Brooke, que sentía las lagirmas quemar en sus ojos. Ni si queira se iba a esforzar en intentar parecer fuerte.

Segundos después, recibieron otro mensaje, otra fotograía que apuntó directamente a la ventana de su habitación, que parecía estar ligeramente abierta. Brooke supo que ella la había cerrado, que desde hace meses ella siempre la dejaba cerrada. Y sin ni si quiera pensarlo, se soltó de la mano de Cory y fue corriendo hacia arriba.

-¡Espera! -escuchó como gritaba Paul y detrás de ella escuchó pasos, los tres chicos siguiéndola. Subieron juntos las escaleras, recorrieron el largo pasillo que llevaba a su habitación y cuando estuvo a punto de coger el picaporte de la puerta y abrirla, sintió como una fuerta mano agarraba su brazo, frenándola.

Cory la echó hacia atrás.

-Juntos. -le ordenó, mirándola a los ojos y mordiéndose el labio, Brooke asintió.

Los cuatro se pusieron uno al lado del otro, demasiado juntos. Sería imposible que entraran todos a la vez por la puerta pero en el momento en el que esta se abriera podrían ver con claridad que estaba sucediendo allí dentro. Y eso hizo Brooke. Giró el picaporte y la abrió con fuerza, dejando que se abriera para dejarles ver el interior pero sin llegar a entrar del todo. Pero el cuarto estaba vacío, tal y como ella lo había dejado. Sin embargo, parecía respirarse algo extraño en el ambiente aunque temían que todo fuera debido al miedo que sentían.

Entraron poco a poco, aún sin separarse, preparados por si tuvieran que salir corriendo o incluso atacar. Pero allí tan solo parecían estar ellos. Miraron a su alrededor, sus ojos se movieron con rapidez, intentando captar cualquier cosa, algo fuera de lo normal, pero no vieron nada.

Fue entonces cuando se escuchó la voz de Brooke.

-Allí-susurró, con la mirada fija en su mesilla de noche. Había una pequeña nota muy blanca, como si hubiera sido colocada con una gran delicadeza, junto a un pequeño marco en el que salía una foto de ella siendo más pequeña.

Se avalanzaron a por esa nota, como si fuese a ser la respuesta a todas sus preguntas, cuando en realidad, tan solo añadiría más incognitas y miedos.

Había algo escrito, una simple frase escrita con una tinta roja que parecía resaltar demasiado con la blancura del papel. Solo fueron seis palabras pero suficientes para hacer que la piel se les pusiera de gallina, que se sintieran más perdidos que nunca.

Mirad lo cerca que hemos estado. 

El mensaje estaba claro: no estaban a salvo.

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