Capítulo 20.
Aunque estaba convencida de que tenía que hacer algo, durante los siguientes días trató de seguir con su vida de la mejor manera posible. Estuvo con Meg y Amber y trató de disfrutar de su compañía a pesar de que su mente siempre solía estar muy lejos. Acudió a sus clases pero apenas se enteró de lo que hablaban en éstas. Seguía tomando las pastillas de su madre, un día si y dos no, pero las pesadillas seguían allí. No vio a ninguno de los chicos en esos tres días y eso tan solo la hizo sentir demasiado sola. Pensó varías veces en llamarlos, en enviarles algún mensaje o incluso presentarse en la puerta del piso de Cory pero al final se quedaba tan solo en su casa, esperando a que alguno de ellos apareciera por arte de magia.
Fue al cuarto día, por la noche, cuando recibió una llamada desconocida. No conocía el número de teléfono y eran casi las once de la noche. No entendía quien podía llamarla a esas horas y le inquietó aún más el hecho de que no tuviera guardado el número. En un primer momento optó por dejar la llamada correr pero tenía demasiado curiosidad y miedo al mismo tiempo. Había visto muchas películas de miedo y bien sabía que una llamada desconocida no era una buena señal.
Por suerte, cuando descolgó, una voz que ella ya conocía pronunció su nombre.
-¿Paul? ¿Eres tú? -preguntó Brooke que sin darse cuenta había comenzado a sonreír.
-El mismo.
-¿Cómo has conseguido mi número?
-Cory me lo dio... ya que él no se atrevía a llamarte, he tenido que hacerlo yo. ¡No falta que me lo agradezcas, tío! -exclamó esto último y supo que no iba dirigido a ella. Paul no estaba solo, era bastante probable que Aaron y Cory estuvieran con él y el hecho de que éste último la estuviera escuchando le hizo sentir un ligero calor.
Escuchó un ligero murmurllo al fondo y aunque no supo escuchar lo que decían, si que reconoció el gruñido de Cory.
-¡Hola, Brooke! -esa vez fue Aaron quien habló
-¿Qué tal estás, por cierto? -preguntó esa vez Paul. No tenían orden alguno en el que hablar, como si se estuvieran quitando el teléfono los unos a los otros.
-Bien, estoy bien.
Pero él lanzó un ligero resoplido.
-Estás mintiendo y lo sabes.
-Bueno, ¿vosotros como estáis? -quiso saber, por qué en realidad no serviría de nada llevarle la contraria a Paul.
-Pues... Cory está de mal humor, como siempre. Aaron está contento ya que ha aprobado un examen y sigue siendo el más listo de los tres... y yo estoy algo cansado de ser la alegría del grupo, la verdad. Ah, y también el más atractivo.
Brooke tuvo que reír al escucharle. Era imposible no reírse cuando Paul hablaba; no importaba la situación en la que se encontrasen, él siempre sacaba algún comentario que relajaba a todo el mundo.
-Debe ser agotador... -dramatizó ella.
-No te haces una idea.
Estuvieron hablando durante un rato aunque la mayor parte del tiempo lo dedicó a escuchar a Paul hablar cosas sin sentido. Sin embargo, le encantó, pues eso hizo que desconectara un rato, que pensara en otra cosa que no fueran asesinatos, sangre y muerte. Y algo le decía que aquella había sido exactamente la intención de Paul.
Cuando la llamada terminó se sintió mucho mejor. Mucho menos sola.
Una de las cosas que le alivió fue el no ver a Bryan. El chico no había asistido a clase y nadie sabía el por qué. Era como si hubiese desaparecido y, aunque esto también le preocupaba, supo que por el momento era mejor así. No quería cruzarse con él.
-Esta noche vamos a salir, ¿contamos contigo, verdad? -le preguntó Meg mientras caminaban por el campus. Era viernes y, como cada viernes, Brooke debía de inventarse cualquier excusa para declinar sus invitaciones.
-No sé si podré... de todas formas, te voy hablando durante la tarde.
Sin embargo, esa vez Meg no pareció tragarse esa respuesta.
-Ya me conozco esa historia; llegará la tarde, me enviarás un mensaje diciéndome que no vas a salir y cuando yo te pregunte tú dejaras de contestar -Brooke se sintió algo culpable... lo cierto es que aquello sonaba horrible, pero era lo que había estado haciendo.
Le hubiese encantado salir esa noche, ponerse uno de sus mejores vestidos y tirarse horas y horas en el pub con sus amigas. Un mes atrás, lo hubiera hecho. Pero ahora ya no podía, no podía por qué estaba convencida de que si lo hacía, todo volvería a suceder de nuevo. Ni si quiera podía escuchar las canciones que sonaron esa noche en el local pues el simple hecho le daban ganas de llorar, de vomitar. Ya nada volvería a ser igual.
Meg siguió mirándola.
-No me digas que aún estás enfadada por lo que pasó esa noche... Brooke, nosotras no sabíamos que ibas a irte sola a casa. Leo nos aseguró que irías con él y...
-Eso ya está olvidad, Meg. No estoy enfadada, simplemente no me apetece tanto salir como antes. Puede que esté madurando, ¿no? -trató de bromear con esto último y entonces vio como su amiga puso una mueca de disgusto.
-Si madurar es convertirte en una aburrida, entonces espero no hacerlo nunca.
Brooke se forzó para soltar una risa. Echaba de menos reírse con sus amigas. Pero entonces, Meg volvió a hablar.
-Es por ese chico, ¿verdad?
-¿De qué chico hablas? -preguntó, tratando de hacerse la tonta, deseando que la conversación no tomara ese rumbo.
-Sabes muy bien de quien hablo... el delincuente. -aquel era el mote que las dos chicas habían puesto para Cory y aunque a Brooke seguía sin gustarle esa manera de dirigirse a él, no dijo nada. No quería que Meg pensara que le importaba más de lo que de verdad lo hacía.
-Ni si quiera sabes si es un delincuente o no -respondió, aunque era bastante evidente que Cory estaba muy lejos de ser un ciudadano noble y ejemplar.
Pero por el rostro de Meg apareció una ligera sonrisa. Brooke sabía que tipo de sonrisa era esa. Su amiga estaba a punto de contarle un cotilleo.
-Bueno, en realidad si que lo sé... después de lo que Sana nos contó el otro día.
Brooke sabía que lo mejor era dejarlo pasar, que no debería hacer caso a los comentarios y mucho menos de Sana, una chica que le encantaba hablar de todo el mundo, fuera cierto o no. Incluso hubo un año en el que se inventó que Brooke iba a ingresar en una clínica de desintoxicación tan solo porqué paso un fin de semana fuera del pueblo. No se podía confiar en lo que Sana dijera... y sin embargo, sintió la necesidad de saberlo.
-¿Qué es lo que contó?
Meg se encogió de hombros.
-Nada que no supiéramos. Lo típico en esa clase de gente.
-Bueno, repiten las mismas historias una y otra vez sobre la gente de ese barrio pero ni si quiera nos hemos molestado en averiguar si son ciertas o no. Estoy empezando a pensar que todo son cuentos.
-Puede ser... pero, ¿te ha contado tu amigo el por qué estuvo a punto de ir a la cárcel hace unos meses? -el rostro de Brooke se volvió pálido, justo la reacción que Meg estaba esperando -. Ya me lo imaginaba. Al parecer, él junto a otros tres chicos le dieron una paliza a un chico. Murió.
Brooke no creía eso. No podía creerlo... y aún así, sintió como sus manos sudaban más de lo normal.
-A la gente le gusta mucho hablar y a Sana la que más. No se puede acusar a alguien de algo tan grave, ¿sabes? -sonó muy segura, mucho más de lo que se sentía, por qué Brooke sabía que eso no podía ser cierto pero, aún así, no podía dejar de pensar en ello. Entonces, recordó lo que Cory le había dicho días atrás, como había mencionado algo sucedido el verano pasado, algo de lo que no había querido hablar. ¿Sería eso a lo que se refirió?
-A Sana le gusta hablar, pero a su padre no. Él fue el juez del juicio. Al final, solo uno de ellos fue a prisión ya que declaró que había sido el único en pegar a aquel chico pero todo el mundo sabía que no había sido cosa de uno. Se libraron por poco.
-¿Y por qué le pegaron? ¿Se sabe algo de ello o eso Sana no ha querido contarlo? — nada más decirlo, de dio cuenta de lo mal que sonaba.
-¡Por dios, Brooke! ¿Realmente importa el motivo? Eran cuatro tíos contra uno, no hay nada que lo justifique. Es de cobardes y malas personas. Es un asesinato.
Brooke no dijo nada pues sabía que, en el caso de que Meg estuviera en lo cierto, tenía razón. Ella sabía que los chicos escondían algo, sabía que era probable que hubieran hecho alguna que otra cosa de la que era mejor no hablar en voz alta pero... ¿matar a una persona a golpes? No, eso no podía haber sido cosa suya. No eran unos asesinos.
-Al parecer no lo conoces tan bien como crees y si te digo esto no es para hacerte daño, tan solo lo hago por qué me importas.
Meg sonaba sincera, pero sin embargo Brooke ya no estaba escuchándola. Por su cabeza tan solo pasaba la imagen de Cory , Paul y Aaron matando a una persona, golpeándola sin parar hasta que dejara de respirar. El móvil sonó en su bolsillo y supo que era probable que fuese un mensaje de Paul pero decidió ignorarlo. Estaba hecha un lío. Sabía que debería hablar con ellos, que no debería creer tan rápidamente las cosas que otros contaran, pero ella misma había visto esa mirada en el rostro de Cory, había visto lo tranquilo que él se había mostrado esa noche... como si todo eso no fuera nuevo para él, como si se hubiera enfrentado a cosas mucho peores.
Y al mismo tiempo, sintió que nada de eso tenía sentido. Esos chicos le habían ayudado, habían permanecido a su lado sin necesidad de hacerlo, le habían hecho sentir menos sola, más protegida. ¿Cómo era posible que Paul con sus sonrisas divertidas y sus comentarios siempre graciosos hubiera hecho algo así? O Aaron, con su inteligencia, su calma y su expresión amable, tratando de hacerla sentir cómoda en todo momento. Ni si quiera Cory, quien parecía odiar a todo el mundo, le veía capaz de hacer algo así. Puede que hubiese mucha oscuridad en él pero él la había salvado, él se había preocupado por ella, él había pronunciado su nombre de una manera que nunca antes nadie lo había hecho. Estaba convencida de que dentro de él no todo estaba oscuro.
Sentía que se iba a volver loca.
Salió de su última clase. Se paró en frente del grande aparcamiento donde algunas personas ya se estaban yendo y otras esperaban junto con su grupo de amigos a que su clase comenzara. Se sentó en uno de los escalones de las escaleras que llevaban a la puerta principal del edificio. Debía de esperar a Amber y Meg que pasarían a buscarla.
Y entonces fue cuando lo sintió. Notó una mirada clavada en ella y entonces lo vio; estaba apoyado en un coche negro que estaba aparcado junto a los demás, como si fuera uno de ellos, un simple estudiante más. Pero no lo era, no era un estudiante. Ni si quiera era una persona normal. Era un monstruo, el monstruo que acechaba las pesadillas de Brooke. Tan solo un paso de peatones los separaba y él no dejaba de mirarla, con esos ojos que una vez ya la habían mirado. Pudo sentir como su sangre se congelaba, su pulso se disparó y si no hubiera sido por qué estaba sentada en uno de los escalones, se hubiera caído al suelo.
Era él.
Hubiese reconocido aquel rostro en cualquier lugar. Ese rostro había estado reproduciendose por su mente todos los días. Por qué aquel rostro pertenecía a la persona que había estado a punto de matarla.
Era él.
El asesino de la cabaña.
Era él, el que había convertido su vida en un constante infierno.
Y estba ahí, observándola, y cuando él vio que ella lo estaba mirando también, sonrió. Nunca había visto una sonrisa tan terrorífica como aquella.
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