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Capítulo 15.

Cuando Cory llegó a casa, sus dos amigos seguían allí, en la misma posición de antes aunque con un par de latas de cerveza más vacías. Se dirigió con cierta pesadez al suelo y se sentó al lado de Paul. Estaba agotado aunque en realidad no había hecho gran cosa hoy.

Fue a encenderse un cigarrillo pero no lo hizo tranquilo pues notó como Paul y Aaron no paraban de mirarle. Y no le gustaba para nada la expresión que tenían en sus rostros.

-¿Qué? -preguntó algo seco, pero aquello tan solo hizo reír un poco más a los chicos. El mal genio de Cory siempre les divertía, pero ahora más.

-Nada, tan solo queríamos avisarte de que ya hemos limpiado el suelo -dijo Aaron y Paul a su lado se mordió el labio con fuerza, evitando así soltar una carcajada.

Una arruga apareció en la frente de Cory. No tenía ni idea de lo que estaban hablando.

-¿Qué coño estás diciendo? -entonces, se giro al otro chico. -¿Y tú de que te ríes tanto?

Ninguno de los dos se molestó más en tratar de no reír. Se estaban riendo de él. No era la primera vez que lo hacían, claro, pero en aquel instante le molestó en especial pues ni si quiera sabía de que se podían estar riendo tanto. Pensó en lo molestos que eran aquellos dos a veces y también se dio cuenta de que le gustaba que fueran así. Era con los únicos con los que podía ser el mismo, dejar esa coraza de persona fría que se había construido. Incluso ahora, cuando veía como ambos no paraban de burlarse de él, lo disfrutaba.

-Estamos hablando de las babas que has ido soltando -explicó entonces Paul.

-Es la primera chica que dejas entrar en tu piso -añadió Aaron.

-Después de nosotros, claro -continuó Paul.

-Ni si quiera sé por qué os dejo entrar a vosotros -gruñó Cory.  Se arrepintió de lo que había pensado antes;en realidad, eran muy molestos. Demasiado. No los soportaba.

-Ni si quiera has parpadeado en todo este tiempo -siguió burlándose Paul, acompañado de la risa de Aaron.

-Después de todo lo que nos ha contado, ¿eso es lo único que sabéis decir?

Paul levantó la lata de cerveza que ya tenía vacía en su mano.

-Es el alcohol. Hace que todo me parezca menos serio y que me de igual. Ya mañana por la mañana me preocuparé de todo.

-Además, no todos los días se ve a Cory Lawson cautivado por una chica... eso es algo digno de comentar -siguió Aaron, que sin duda estaba disfrutando de la situación.

Estaban algo borrachos. Habían seguido bebiendo un poco después de que Cory se fuese con Brooke en el coche.

-Sois un par de idiotas. Lo sabéis, ¿verdad? -soltó pero no pudo evitar sonreír. No podría estar sin ellos de todas formas. -Me voy a a la cama y más os vale no mancharme nada o mañana os tocará a vosotros limpiarlo -amenazó. Los dos amigos se llevaron la mano a la cabeza e hicieron una señal como si estuvieran en el ejercito, recibiendo ordenes. Cory tan solo rodó los ojos y se fue, dejándoles allí para que así disfrutaran un poco de la noche. Que aprovecharan esos momentos pues era bastante probable que no durara demasiado.

Sabía que los tres tenían que tener una conversación, hablar de lo que iban ha hacer a continuación. Pero él estaba demasiado cansado y sus amigos algo bebidos. La conversación podía esperar.

Se quitó la ropa y se metió a la cama. De nuevo, estaba fumando demasiado. Trató de quedarse dormido pero después de dar varías vueltas supo que no sería fácil. Su cabeza no lo dejaba tranquilo. Pensó en muchas cosas; en lo que dirían a la policía o en quien podrían haber sido esas personas de la cabaña. También pensó en Ezra y en que debería ir a visitarle pronto. Con él, todo esto hubiera sido mucho más fácil. Y por último, pensó en Brooke. Estaba comenzando a molestarle esa chia y el hecho de que su mente siempre volviera a ella.

*

Cuando Brooke llegó a casa, encontró todas las luces apagadas. Su madre ya se habría ido a dormir. Siempre se acostaba antes de las once de la noche, después de que tomara su pastilla. Ella también necesitaba ahora alguna pastilla para conseguir dormir pero ayer ya le había quitado un par a su madre. Sospecharía demasiado si se le acabaran tan rápido.

Le esperaba una noche muy larga.

Se metió a la cama sin desmaquillarse. Le dolía un poco la cabeza, seguramente por el par de cervezas que había bebido en casa de Cory; ni si quiera le gustaba la cerveza pero de alguna forma esa sí le gustó, o al menos, no le desagradó tanto como las otras. Era probable que su ropa oliese demasiado a cigarrillo; salvo Aaron, Paul y Cory se habían pasado la mayor parte de la tarde fumando. Aún así, tampoco se quitó la camiseta y la falda que había llevado a lo largo del día y tan solo se tiró en el colchón mirando hacía arriba y pensando.

Cory no le había dicho gran cosa en el camino a casa. El chico no era un gran hablador. Tan solo se había limitado a mirar hacía la carretera, poco más. Y Brooke lo prefirió así, de todos modos, pues sentía que con él a veces no era capaz de hablar, al menos no del todo, no como una persona normal. Supuso que eran sus ojos, esa mirada tan intensa que tenía y que parecía juzgarla pero al mismo tiempo conocerla demasiado.

Recordó la última conversación que había tenido con él. Antes de dejarla en casa, Cory le había quitado el teléfono de las manos.

-¿Qué estás hacien...? -comenzó a preguntar pero no le dio tiempo a terminar la pregunta pues él ya se lo había devuelto tras teclear con rapidez en éste. Ni si quiera la miró mientras lo hacía.

-Creo que estaría bien que nos mantengamos comunicados... por si acaso. Así, por lo menos, no tendrás que venir hasta aquí andando cada vez que pase cualquier cosa.

Así que sí. Ahora tenía el número de Cory. Su nombre se veía reflejado en la pantalla de su teléfono y no supo durante cuanto tiempo se quedó mirándolo, pero lo cierto es que fue un rato largo.

No pensaba escribirle. Por supuesto que no. No tenía nada que decirle y hablarle a estas horas sería raro. Cory tenía que tener a muchas chicas detrás de él, pensó. Era probable que ahora ni si quiera estuviera solo. Además, él tan solo le había dado su número por si surgía una urgencia, no porque ella no pudiera dormir y se sintiera sola y asustada.

No podía escribirle. Él seguro que pensaría que era una estúpida por hacerlo.

Deseó haber tenido el número de Aaron o Paul. Al menos con ellos era mucho más fácil hablar, más agradable. Cory siempre parecía enfadado como si estuviera irritado con ella o con todo el mundo y las únicas veces en las que su rostro parecía iluminarse un poco, relajarse, quizás ser más él mismo, era cuando estaba con sus dos amigos. Nada más.

No iba a hablarle.

Pero entonces pensó; ella tenía su número pero él no tenía el de ella. Eso no parecía muy justo ¿verdad? ¿Qué pasaba si él tenía una urgencia o descubría algo? No tenía ninguna manera de comunicarse con ella. Quizás tan solo debería hablarle para que así guardara su número de teléfono. Se siguió sintiendo una estúpida mientras escribía el mensaje y se sintió aún más estúpida cuando le dio al botón de enviar y vio que ya no había vuelta atrás.

Hola, soy Brooke.

Su corazón comenzó a latir muy deprisa. Bloqueó la pantalla del teléfono y estuvo a punto de tirar éste por la ventana. Dios mio, ¿por qué le había hablado? De repente se había puesto muy nerviosa y se dijo a si misma que tan solo era un mensaje, que no pasaba nada. Al fin y al cabo era él quien le había dado su número, ¿no?

Quizás ni si quiera contestase. Puede que Cory ya estuviese durmiendo o que incluso le hubiera dado un número falso o...

Su móvil vibró. Había recibido un mensaje.

Pensé que no me ibas a escribir nunca.

Deja el teléfono y duérmete ya.

Incluso por mensaje sonaba borde y enfadado. Brooke tuvo que reprimir una sonrisa porque se imaginó a Cory diciéndole esas palabras, con su voz.

Fue a escribirle una respuesta pero entonces él volvió a contestar.

¿No puedes dormir?

                No, no puedo.

Lo sé.

He visto esas ojeras.

Soltó una risa a pesar del comentario tan atrevido.

                Imbécil.

Abrió mucho los ojos al ver que había enviado aquel mensaje. Acababa de insultarle. Acababa de insultar a Cory, un chico con el que ni si quiera debería hablarse, mucho menos llevarse mal. Probablemente se hubiera metido en un lío muy gordo y ahora ya no podía hacer nada por solucionarlo pues él ya había leído el mensaje.

Comenzó a escribir una torpe disculpa, tan rápido que incluso no escribió bien la mayor parte de las palabras, pero entonces comenzaron a llamarla. Cory la estaba llamando.

Dios mio.

Comenzó a temblar esperando lo peor. Quizás debería dejar que la llamada corriese y no contestar, simplemente no volver a verlo nunca más... pero él sabía donde vivía. Quizás estaba volviendo a ser muy paranoica pero si se dejaba guiar de todos los comentarios que había escuchado de chicos como él a lo largo de su vida, estaba claro que no se le podía insultar tan a la ligera y salir victoriosa de ello.

Con precaución, descolgó la llamada, esperándose lo peor.

-¿Me acabas de llamar imbécil, Brooke? -fue lo primero que dijo y aunque su voz sonó igual de sería que siempre hubo... algo más. Una pequeña diversión.

-Quizás -respondió ella, casi dudando. Se esperaba a un Cory cabreado pero se había encontrado con lo contrario. Él soltó un ligero ruido, algo parecido a una risa. ¿Es qué acaso había hecho reír a Cory? -Perdona, es que te has metido con mis ojeras.

-No me he metido con ellas, tan solo te he dicho que las tienes.

-Bueno, no es algo muy halagador que decir -le regañó Brooke y pensó en que si Cory llegase a descubrir lo mucho que costaba su corrector de ojeras probablemente la acabaría odiando.

Pero durante ese instante, disfrutó de ese momento, disfrutó de esa sensación; de ser simplemente una chica hablando por teléfono con un chico guapo que le había dado su número. Durante ese momento hizo como si aquella cosa fuese la más importante, como si los asesinos, cadáveres y todo lo que había pasado en aquella cabaña nunca hubiese ocurrido.

Solo era una chica normal y corriente, con problemas en los que la sangre y el horror no estuviesen involucrados.

Al menos durante esos minutos.

-Brooke -dijo él entonces. Su voz sonaba ahora un poco más suave. -Intenta dormir, ¿vale? Lo necesitas.

-Duerme tú también, Cory. No soy la única que tiene unas ojeras que asustan.

Creyó volver a escucharle reír un poco antes de que ella colgara.

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