Primer álbum | Entertainment
Cool song No. 1 | Dog days are over
Enero 2015, Vancouver
Oliver contaba las grietas que no pisaba desde el bar hasta el departamento donde vivía, a veces eran más, a veces eran menos. Era como un método para olvidar todo lo que tenía qué hacer y distraerse con un juego que amaba cuando era niño; y ahora, lo recordaba como si su cerebro se rehusara a dormir mientras afuera llovía a cántaros como una típica noche de Vancouver.
Tal vez tenía frío o tal vez solo era cierta incertidumbre por algo de lo cual no quería recordar, como casi siempre. Se movió en la cama con cuidado y se giró a su derecha donde sus ojos encontraron a Silver dándole la espalda. Acto seguido, la abrazo intentando ser la cuchara grande y suspiró dispuesto a dormir como si quisiera convencerse de que eso lo ayudaría a conciliar el sueño.
—Mhh...—Sil se quejó, aún con los ojos cerrados y resopló segundos después, al parecer adivinando—. ¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó, sin sonar molesta pero algo cansada de preguntar aquello a menudo.
—Está lloviendo—fue lo único que se le ocurrió tras ver la ventana de reojo donde la lluvia golpeaba haciendo un ruido que le estremecía hasta los huesos. Y eso era raro, a él nunca le dio miedo la lluvia.
—Bien—dijo ella, moviéndose deshaciendo el abrazo y volteando hacia él.
Oliver pudo ver como ella aún tenía sus ojos cerrados y no tenía ánimos de cambiar aquello; abrió su grueso edredón para que el chico pudiese meterse bien en la cama con ella y cuando lo hizo, intentó cubrirlo con él, convirtiéndolo ahora en la cuchara pequeña.
—No volveré a molestar—aseguró.
—Solo, no hables—le pidió, buscando dormir de nuevo a pesar de la ya no rara proximidad del chico en su pequeña cama.
—Te extrañé—siguió hablando como si ella se lo ordenara. Tal vez solo para molestarla o quizá si quería decírselo, pero el tono de broma solo indicaba lo primero.
—Creí que llegabas mañana—Silver se rindió.
—Ya es mañana, son las cuatro de la mañana del domingo—rio, bajo y con un movimiento intentó acomodarse debajo de ella, abrazándola como si la acunara; sabía que Silver adormilada era como tratar con un costal de papas.
—¿Sí? —frunció el ceño y ni siquiera se molestó por poner algo de poder en su voz—. Más te vale que Fred no te vea salir de aquí por la mañana.
—¿No me ves en meses y te preocupa Fred?
—Me preocupo por ti—rio.
—¿Y no me extrañaste?
—Si te digo que sí, ¿me dejarás dormir?
—Sí, sería suficiente para mí.
—Sí, te extrañé—bostezó y se encogió más en sus brazos—. ¿Contento?
—Claro.
El día que salió de Vancouver para probar suerte en otros lugares, no tenía muy claro a lo que se enfrentaba; todos lo sabían y él más, puesto que casi nunca, en sus veintidós años de vida, supo a qué se enfrentaba pero no era difícil reconocer que las cosas, en la mayor de las veces, solían estar a su favor por más extraño que parezca.
Un día, pocos después de su último cumpleaños, su manager llegó con la noticia de tener presentaciones programadas, en bares, en pequeños festivales y festejos alrededor de la provincia y algunas otras en la frontera con Estados Unidos. Fueron semanas de ir de aquí a allá; de dormir en un autobús y después regresar al sofá del departamento como cualquier otro día. Pero hace tres meses que no bajaba del autobús mientras recorrían el norte de Estados Unidos y hacían promoción a su EP, y esa misma noche ese autobús lo regresó al edificio donde el sentía que estaba su hogar, por más extraño que parezca.
Pero mirando el techo de la sala mientras intentaba congeniar el sueño, con toda esa lluvia que empezó después de que terminara de colocarse su ropa de dormir, comenzó a cuestionarse el significado de hogar. ¿En realidad tenía uno? Se divertía con los chicos en el autobús y en los hoteles de dos estrellas que frecuentaban, le llenaba el estar en todos y en ningún lugar, pero de un momento a otro sentía añoraba algo que le hiciese sentir seguro y nunca había sentido algo parecido.
¿Alguien esperaba por él? Sus padres, sus hermanas, ¿en verdad se preguntaban si él estaba bien? Después de todo el desprecio que se dieron y de perdonarse como si nada hubiese pasado, ¿aún seguían preocupándose?
Todo aquello llegó como una avalancha que lo cubrió por completo hasta el punto escapar de ella y recordando si alguna vez pisó alguna grieta, eso mientras caminaba hasta la habitación de Silver en silencio y se metía en su cama esperando que ella lo aceptara como siempre que regresaba. Y sorpresivamente fue así.
—Las sesiones fotográficas son agotadoras, y a veces me causan jaqueca— pasó la brocha con pintura azul en la pared una vez más y miró al resultado—. Este color es feo—dijo, señalándolo y volteando hacia Fred quien estaba muy ocupado tratando de desempacar todas las cosas que había traído del departamento.
—No es feo—frunció el ceño y le miró. Oliver estaba en una escalera pintando la parte alta de la pared más grande del pequeño local—. Es un azul muy suave, hace que el lugar se vea más grande, además ya vas a terminar. Y sí tanto te molestan las sesiones fotográficas, entonces no te dedicas a salir en ellas—comenzó a contar todas sus brochas y pinceles, buscando donde acomodarlos en la parte de esa habitación que se convertiría en su estudio.
—Es buen dinero, además mi cara es vista por personas extrañas todo el tiempo, y después, cuando te reconocen, es genial—quiso convencerse también el mismo, pues conseguir trabajos de ese tipo solo por llamadas tras haber enviado correos con sus fotografías—. ¿Crees que deba buscar una agencia? —preguntó después, volteando con el chico pero éste solo se encogió de hombros.
—Podrías sacarle mucho jugo—respondió—. Porque por alguna razón creen que te ves bien frente a una cámara—murmuró aunque sabía que podía escucharlo perfectamente—. Si son trabajos pequeños donde solo prestas tu rostro en cosas locales...—hizo una mueca—, buena manera de gastar tu tiempo libre—le miró.
Oliver frunció sus labios pensando y regresó a su trabajo con la pintura.
Tenía semanas libres y no tenía idea de cómo gastarlas pues nunca sintió que lo que hacía contara como trabajo, cosa que le hacía muy feliz. Por las mañanas salía directamente al apartamento de Win reuniéndose con la banda y seguir intercambiando ideas sobre letras de canciones o creando vagas melodías con el afán de poder terminar los detalles del primer álbum que ya tenían confirmado. Por las tardes salía almorzar solo por las tardes, a veces iba a casa a ver a su familia o buscaba la manera de charlar con alguien que no fuese de la banda pues estaba un tanto atosigado por haber pasado meses con ellos, y esa persona, últimamente, era Fred.
No contaban con una larga relación que al principio se destacó por pintarse con los colores de los celos en el rubio por el hecho de que era el nuevo amigo de su mejor amigo, pero Oliver no reaccionaba a los desprecios y se quedó, pasando de ser tolerado por el chico hasta llegar a ser considerado como su amigo.
Sabía que Fred era una persona difícil pero para él nadie lo era por siempre. Además, ya no había un Wesley con ellos por el cual pelear.
—¿Cómo pagaste este lugar? —habló de nuevo, dándose por vencido con el color y continuando el trabajo que Fred le pidió esa mañana al verlo desayunando con Silver como si nunca se hubiese ido.
—Pedí un préstamo—Fred respondió—. Y lo invertí en esto, ahora espero que me vaya bien sino voy a morir endeudado con el banco. Pero tengo un libro en circulación, eso me da esperanzas.
—¿Por qué simplemente no le pediste a tu papá? —rio—. ¿No eres como Ricky Ricón?
Fred ahogó una risa.
—Claire es Ricky Ricón—hizo comillas con sus dedos diciéndolo—, yo solo viví bien, no puedo quejarme de nada económicamente hablando.
—Pero tenías piscina—le señaló con la broca—. Eso es de gente rica.
—¿Sabes qué también es de gente rica? —rio—. Manejar un Mercedes que le regalaron al cumplir dieciocho, pero no tengo uno, uso el autobús. Porque es dinero de mi papá, no mío y no quiero andar por la vida con su dinero.
—¿Tú papá tiene un mercedes?
—No.
—Qué mal.
—¿Y tú? ¿Te quedarás ya en Vancouver o eso está por verse?
—Está por verse—rio—. ¿Has visto a Wes? Ya casi es su cumpleaños, aún se siente raro verte a ti y no a él.
—Lo vi en Navidad—respondió, sin muchos ánimos de meterse en ese tema y rio—: ¿En serio no me vas a decir?
—¿Qué? —dijo con dificultad y aún con cierta gracia, bajó de la escalera con la pintura en sus manos y el mango de la brocha sosteniéndose en su boca—. Son planes, no me gustan decir mis planes ni emocionarme anticipadamente—comenzó a mover la escalera arrastrándole sobre el piso.
—¿Porque la suerte de puede traicionar? —el rubio bufó.
—Sí.
—Nunca te vi como alguien supersticioso.
—No soy supersticioso—se encogió de hombros—, pero, ¿para qué presumir mis fracasos a los demás? Es mejor que no tengan idea de que pasaron.
Fred le miró de nuevo, con un gesto de juego y a la vez de reto, mientras se recargaba en el mueble que dejó justo en el medio del local el cual indicaba el lugar donde haría la separación para dividirlo y así formar la tienda y el estudio. Usaba sus anteojos y una de sus viejas camisas manchadas de pintura, para Oliver era raro verle así. Era como reencontrarse con otro Fred pero tampoco creía que era malo.
—Pasa por debajo de la escalera—le retó.
Oliver carcajeó.
—¿Qué? —la señaló, burlándose de ella—. ¿Por qué?
—Si no eres supersticiosa, solo hazlo—se cruzó de brazos.
—Mmh... No quiero.
—¿Ves?
—¡No! —negó con su cabeza—. Nunca en mi vida he pasado por debajo de una escalera, y ésta no está tan mal ahora, ¿qué tal si ahora que pase debajo de una comienza a irse todo en picada?
—No existe tal cosa, Oliver.
—No es que crea en eso es solo que tampoco quiero comprobarlo. Es como cuando alguien decide matarse solo para averiguar si existe el paraíso o algo así.
—¿Entonces no vas a pasar? —enarcó una ceja.
La campana de la puerta los hizo mirar hacia la entrada, Beth pretendía sacudir su paraguas antes de entrar por completo al lugar mientras sonreía tímidamente al hacerlo.
—Beth, ¿podrías decirle que pasar por debajo de una escalera no hará que seres malignos controlen su vida?
—Eh...—la chica frunció el ceño sin entender y solo miró a Oliver quien ya había subido de nuevo a la escalera y trataba de terminar la parte de la pared que quedaba—. ¿Está mal creer en algo así? —regresó la pregunta hacia Fred, ya entrando por completo dejando su paraguas a un lado mientras se quitaba su gabardina—. La buena y la mala suerte...
—Es ridículo.
Beth miró a Fred sin creer que él dijera eso y el rubio simplemente rodó los ojos.
—Son una falacia—ella se encogió de hombros acercándose, Fred sonrió complacido por eso—. Pero a veces es como un placebo—añadió después—, y no creo que esté muy mal... Los humanos somos raros.
—Gracias—Oliver levantó sus brazos, después de eso dio un último par de pinceladas a la pared y bajó como pudo de la escalera—. ¿Quién tiene hambre? A unas calles venden burritos muy buenos, ¿quieren?
—Usa mi paraguas—Beth señaló a sus espaldas mientras reía.
—¿Para qué? —Oliver frunció el ceño mientras caminaba hacia la puerta y arreglaba su suéter bajándole las mangas que había recogido para poder pintar.
Ambos siguieron con la mirada a Oliver y se detuvieron justo en la puerta de cristal por la cual pudieron apreciar que la ligera lluvia había parado y poco a poco comenzaba a haber más luz.
—Los días de perros se acabaron—se burló justo antes de abrir la puerta y salir de ahí.
Cool song No. 2 | Alone, togheter
Junio 2015, Toronto
—Esta es una ciudad muy extraña—presionó uno de los botones de la puerta y el cristal de la ventana bajó; el conductor del auto le miró por el espejo retrovisor y lo sintió como cierto regaño, y de inmediato remedió eso presionándolo de nuevo para que subiera—, es muy grande—continuó hablando por teléfono, tratando de ignorar la inquietud que tenía desde que salió de su hotel esa tarde.
—Es ruidosa, más que Vancouver—Wesley respondió, del otro lado del teléfono con un tono bastante ajeno a lo que acontecía Oliver.
—Creo que ya voy a llegar...—se movió un poco para poder ver la pantalla del teléfono del conductor donde marcaba el destino y solo estaba a una calle de distancia—. ¿Me recuerdas el piso?
—Piso siete, departamento veintisiete—dijo él.
—¿Tengo que subir siete pisos? —resopló, recargándose en el asiento y haciendo un puchero como si Wesley pudiese verlo.
—Hay elevador.
—¿Elevador? —rio—. Qué elegante—se mordió el pulgar y miró por la ventana al edificio de enfrente cuando el auto se detuvo—. Oh, si—susurró, formando una sonrisa en sus labios poco a poco mientras abría la puerta y le agradecía al conductor con la mirada antes de salir—. ¡Wes! ¡Estoy frente a ti! —gritó, azotando la puerta del auto que había pedido. Comenzó a reír, y con torpes pasos se subió a la acera—. ¡Estoy ahí! —señaló al espectacular que estaba sobre el edificio cruzando la calle, llamando la atención de más de una personas por eso.
—Lo sé, te veo desde mi ventana, casi todos los días—Wes rio.
—No puedo creerlo, nunca me había visto tan grande—siguió admirando la fotografía que había hecho para un anuncio de una tienda departamental, donde se mostraba a él abrazando a una chica al mismo tiempo en el que sostenía un paraguas para la lluvia, con ropa evidentemente cara que nunca en su vida hubiese comprado por gusto propio.
—Por eso no te extraño—bromeó.
—Cuando me llamaron para hacer eso, no lo creí... Bueno, no creí que me imprimieran de tal tamaño—comenzó a caminar de reversa hacia la puerta principal del edificio que Wes le había dicho sin dejar de verse allá arriba.
—¿Ya estás abajo?
—Síp—se giró, olvidándose del anuncio y presionando el botón número veintisiete repetidas veces.
—No tenías qué—dijo Wes, después de que el ruido que indicaba que estaba abierto hiciera presencia y Oliver pudiese abrir la puerta.
—Sí, si tenía—colgó, entrando a la pequeña recepción y corriendo al elevador.
Era su primera vez en esa ciudad y la primera vez que veía a Wesley desde que ambos dejaron Vancouver por distintas razones y estaba ahí por asuntos de su trabajo, había regresado a la rutina donde en la cual pasaba en un autobús visitando ciudades pero ahora podía decir que era algo más grande pues habían dedicado esa pequeña gira de presentaciones y festivales de artistas locales a recorrer casi todo el país y Toronto era la última ciudad prevista antes de regresar a Vancouver.
—¿Quieres algo de beber? —ofreció Wesley, caminando hacia la cocina mientras que Oliver revisaba cada centímetro de ese departamento.
—¿Tienes alguna soda?
—Sí.
Ver a Wesley después de casi un año lo llenaba de nostalgia porque no podía dejar de pensar que fueron solo semanas, pero en el momento en el que su amigo abrió la puerta de ese extraño departamento pudo sentir ese tiempo caerles encima. Esperaba que Wes le recibiera con su alocado cabello, su camisa con el logo de alguna banda y una botella de cerveza en su mano mientras suelta un comentario sarcástico que se le haya ocurrido al verlo. Pero no, Wes simplemente le brindó una sonrisa sin nada sardónico en ella mientras lo invitaba a pasar al mismo tiempo que intentaba acomodar las mangas de su camisa formal haciendo muy obvio que ésta le molestaba.
—Ahora eres rico—espetó, parándose en la sala admirando el ventanal que mostraba el balcón, en el cual podría apreciarse fácilmente el anuncio donde él aparecía.
—¿Por qué? —rio Wes, acercándose a él con una lata de Coca-Cola en sus manos.
—Tienes un balcón, y pinturas decorativas—comenzó a señalar las paredes con cierta extrañez. No imaginaba que Wesley viviera de esa manera tras haber vivido con él antes en un departamento que carecía de decoración de buen gusto—, y una alfombra—miró sus pies.
—Ah—Wes frunció el ceño y le dio la lata, Oliver la tomó sin verle—. No sé si te das cuenta pero este lugar es mucho más pequeño y lamento decepcionarte pero, no, nada de esta decoración es mía—fue hasta el ventanal y corrió la persiana para que entrara más luz; Oliver sonrió en cuanto vio mejor su cara afuera.
—¿Alguien más vive contigo?
—Adrien—respondió—. Alguna vez fue el departamento de una pareja recién casada pero se divorciaron el año pasado, y él necesitaba dinero y hay una habitación extra... Al parecer los vecinos creen que soy la razón por la cual ellos se separaron pero no me importa porque no tengo dinero para pagar algo mejor—se encogió de hombros.
Oliver arrugó su nariz.
—¿Al menos es decente?
—Parece que sí, es optimista pero lo he escuchado llorar por las noches... Creo que ella se quedó con la mayoría de sus bienes... En fin—suspiró—. ¿Cómo te ha ido?
—Bien...—abrió la lata con cuidado y le dio un sorbo rápidamente.
—¿Sólo bien? Has estado rondando por el país en los últimos meses y solos dices: ¿Bien?
—Es una sorpresa, no quiero decirlo antes de que ocurra, porque si no siento que...
—Que se arruinará y blah, blah, blah—Wesley rodó los ojos.
—Solo me ha ido bien—finalizó.
—¿Y vas a volver a Vancouver?
—Me quedaré dos días más aquí y regreso, creo que me dedicaré a buscar un lugar para mí, ¿sabes? Un lugar solo para Oliver—buscó como acomodarse en el sofá y se dejó caer en él—. Ya no soy para un simple sofá. ¿Quieres mandarles un mensaje a todos? —enarcó una ceja.
—No estamos en 1947, Oliver—rio, imitando la acción del chico pero en el otro sofá.
No había pasado mucho tiempo como para cambiar de manera radical, pero para Oliver, Wesley lucía muy diferente. No porque se vistiera de otra manera u hablara con un acento al que no está acostumbrado, sino que emanaba algo diferente de él y no lograba saber qué era. Estaba sonriente, relajado y por un momento creyó que tal vez Wesley era más feliz solo.
—¿Puedo preguntar? —Oliver le miró, queriendo ser serio pero sabía que nunca iba a funcionar en él. Wes frunció el ceño confundido—. ¿Por qué?
—¿Por qué...?
—Ya sabes.
Se había sentido con la libertad de hacerlo pues las cosas ya se habían enfriado bastante en el último año, ya no era nada nuevo, ya no causaba que guardaran silencio tras comentarlo cada vez que uno de ellos pisaba la habitación, ya no se trataba de crear hipótesis de alguna razón. De un momento a otro, Wesley y Claire habían dejado de existir y no podía ser más extraño para ellos que fuese así.
Oliver no comprendía esas cosas, jamás había tenido suerte —o, si se ve desde su perspectiva favorita, jamás había tenido mala suerte— en el amor, no sabía qué significaba tener una pareja seria. Pero al menos sabía cuándo una pareja parece quererse de verdad y eso lo deducía siempre que los veía a ellos.
Wesley rio, como si ya no le quedara de otra y negó con su cabeza mientras se cruzaba de brazos, lentamente. Era el mismo Wes, pero no el de hace un año sino el primer Wes que conoció aquella vez en el baño de la universidad y que había seguido desde el corredor solo porque lo vio portar una camisa de The Who. Y era un lema: Nunca dejes escapar a alguien que lleve puesta una camisa de The Who.
—No estoy hecho para esas cosas—fue lo único que dijo, después de unos segundos en silencio en los cuales quizá buscó una razón creíble.
—Siempre creí que si eras esa clase de tipo que si lo estaba.
—Yo también—quiso reír de nuevo—. No aproveché mi buena suerte—se encogió de hombros.
—Yo sigo sin creer que Silver aún me quiera.
Wes arqueó sus cejas—: ¿Aún... frecuentas a Silver? —cuestionó, con un tono más severo y con cierto deseo que le dijera que no. Y no pudo evitar reír por eso.
Era una historia muy extraña, seguía siéndolo. Cada vez que él regresaba a Vancouver, ella estaba ahí, y continuaban como si nada pasara hasta que llegaba el momento en el que tenía que marcharse de nuevo y se olvidaban por completo el uno del otro, pero aun así estaban seguros de que la próxima vez que se vieran frente a frente, lo continuarían donde lo dejaron. Era como un círculo vicioso del cual ninguno quería salir pero tampoco se daban cuenta de que lo era.
—Algo así, como amigos—mintió.
—Sí, amigos—aseguró, con ironía y se puso de pie.
—Hey, no es mi culpa, ¿por qué todos me culpan a mí?
—Cuando todo esto comenzó eras el adulto, eso se llama estupro. Pero conociéndote, dudo que hayas querido aprovecharte de su inmadurez.
—Hey—se puso de pie también—. Silver no es inmadura.
—No dije eso exactamente.
—No digas sobre daños psicológicos que no eres el mejor para eso ahora.
Wesley suspiró, hizo una mueca y después miró a Oliver quien se había olvidado ya de la charla pues parecía interesado en lo que decía el mensaje en su teléfono.
—Vamos a salir hoy—espetó, después de escribir un mensaje y miró a Wesley con determinación.
—¿Qué? —comenzó a reír como si eso le pareciera una idea loca.
— Oye, me deprimes. Te siento como mi abuelo después de enterarse que su segunda esposa lo quitó del testamento antes de morir—se excusó—. Puedo asegurar que la última persona con la que te acostaste, o si quiera besaste, fue Claire—quiso burlarse, pero Wesley se quedó en silencio demostrando aquello—. ¿Qué?
—Quizá sí.
— Oh, por Dios— abrió sus ojos lo más que pudo y comenzó a reír—. Creo que ya eres virgen de nuevo.
—¿Eso es algo malo?
—Hermano, ha pasado un año y sigues sin superar a Claire—hizo una mueca—, no soy nadie para decirte esto pero—miró a su alrededor—. ¿Cuánto tiempo estarás de luto?
Wesley comenzó a reír—: ¿Alguna vez te has marchado de una relación en la que aún amabas a esa persona?— inquirió, con un tono más serio pero no tan triste como Oliver esperó.
Ambos se quedaron callados esperando una respuesta. Oliver no tenía mucho que decir y sabía que Wesley era consciente de eso. Había tenido relaciones antes, pero eran cortas, tanto que no podía nombrarlas o recordarlas todas; no porque hayan sido muchas sino porque el impacto en su vida fue tan poco que no sentía que merecían algún lugar en ella. ¿Sintió alguna vez tristeza? Sí. ¿Sintió alguna vez amor? Por supuesto. Pero tal vez debía reconocer que a todos nos golpea de manera diferente, o tal vez no lo había golpeado a él con tal magnitud.
Oliver pensó y pensó, y la única que llegaba a su mente era Silver; porque acababan de hablar de ella, quiso creer, y porque era la única chica constante en el último par de años aunque lo que tenían no tenía un nombre en especifico.
Siguió en silencio pensando y Wesley suspiró.
—No tengo tiempo para esas cosas ahora—respondió al fin, al darse cuenta de que Oliver no hablaría con seriedad de su pregunta y dándole punto final a esa charla.
—¿No tienes tiempo de qué? ¿De divertirte? ¿De vivir? —enarcó una ceja—. Entiendo la parte sobre la nueva ciudad y el cambio pero—frunció sus labios—, ha pasado un año, Wes... No creo que las cosas vayan a arreglarse por sí solas.
Cool song No. 3 | The winner takes it all
Julio 2015, Vancouver
—Y entonces, lo llamamos Norris.
—¿Norris?
—Como Chuck Norris—afirmó, acomodando mejor a Ganímedes en sus brazos aunque era muy evidente que la gata no quería quedarse con él.
—Entonces... Vieron un perro en la basura de una gasolinería y decidieron adoptarlo y ponerle Norris—la rubia intentó resumir todo lo que él llevaba diciendo en los últimos diez minutos que tenía su encuentro en la cocina.
—Más o menos—hizo un gesto de dolor por culpa de las uñas de la gata contra su piel y negó con su cabeza—. Él es un buen perro—le dijo—, ama comer galletas y todo lo que cae al suelo del autobús.
—Oliver, los perros no deben comer todo lo que los humanos comemos—Claire enarcó una ceja esperando a que él bromeara con eso mientras le daba un sorbo a su té de las mañanas.
—Bueno, no se come todo—se encogió de hombros—, a veces si le damos comida para perro pero no sabe tan bien y no sé si él merezca solo comer eso en toda su vida.
—La probaste, ¿verdad?
—Solo una vez—se excusó—. Me dio curiosidad, ¿acaso nunca te ha dado curiosidad a que sabe lo que come tu gata del demonio? —se quejó de nuevo cuando ella intentaba subir por su hombro y rasguñaba su cuello por eso.
—No.
Oliver resopló—: Sabe mal—concluyó y tientas buscó una bolsa de gomitas que recién había sacado de la alacena—. ¿Vas a ir a la fiesta mañana? —preguntó, mientras metía una de esas gomitas ácidas a su boca.
—Uh, lo olvidé—Claire cerró sus ojos y golpeó su frente con el puño de su mano un par de veces regañándose a sí misma—. ¿A qué hora es? Tengo ir a clínica mañana por la tarde.
—¿Cómo pudiste olvidarlo?
—Oliver, lo siento. Estas cosas las programan con poco tiempo de anticipación.
—A las nueve—respondió sin muchos ánimos—. Es la fiesta del álbum, es histórica y tienes que estar ahí—insistió, abriendo sus ojos en grande tratando de verse preocupado por ello.
—Bueno, llegaré un poco tarde, pero prometo que ahí estaré, ¿sí?
—¿Qué te he dicho? No comas eso si no vas a morir—entró Fred a la cocina, con una niña de cabello rubio y corto en sus brazos quien parecía muy feliz de ver a su padre enojado y a la vez asustado.
—¿Qué comió? —preguntó Claire, riendo sin preocupación pues no era la primera vez que aquello pasaba.
—Papel... Y lo vomitó—respondió Fred, abriendo el refrigerador del cual sacó pequeño cartón de jugo de manzana; colocó a Eleanor en el mueble de la cocina y se dedicó a abrir el jugo para después dárselo—. Ahora hay vomito de una niña traviesa en el piso—le dijo con seriedad y ella simplemente sonrió mientras tomaba su jugo por la pajilla.
Claire y Oliver vieron como ella tenía su ropa húmeda como si él hubiese intentado lavar su boca.
—¿Es un perro ahora? —Oliver se burló—. Tengo un perro ahora, se llama Norris.
Fred frunció el ceño mirando a Oliver detenidamente y negó con su cabeza—: ¿Por qué cargas a un gato negro? Es mala suerte—le señaló, obvio.
—Ya he vivido mucho con ella y nada me ha pasado—la miró—. Excepto estos rasguños—la dejó caer tras soportar el último roce de las uñas contra su piel y la vio marcharse rápidamente de la cocina mientras Eleanor reía por eso.
—¿Se comió algún documento importante? —Claire preguntó, cambiando el tema.
—Intentaba estudiar pero me descuidé un poco hablando por teléfono y cuando voltee ya había mordido una de mis hojas de apuntes tres veces.
Los tres miraron como la pequeña veía a Fred con atención al mismo tiempo que movía sus pies con cierto ritmo, intentando verse adorable para que él olvidara su enojo.
Oliver no pasaba mucho tiempo con ella como para tener una gran relación con la hija de su amigo pero podía decir que era uno de sus personas pequeñas favoritas —aunque la verdad no conocía a muchos bebés— pero Eleanor era ocurrente y sacaba de quicio a Fred más rápido de lo que cualquiera pudiese hacerlo y tenía la ventaja de que el rubio no pudiese odiarla como a todos los demás.
—No lo hagas—le dijo.
—Lo siento Fred, tienes a una pequeña controladora contigo—comentó la chica.
—¿Controladora? ¿En serio? —le dijo, y Eleanor de inmediato señaló a Claire como si le pidiera que pasara la charla a ella.
—¿Vendrás a la fiesta? —Oliver cambió el tema cuando Fred tomó a Eleanor de nuevo en sus brazos.
—Fiesta—Fred afirmó—. ¿Es hoy?
—¡Mañana! ¿Qué les sucede? Presento mi primer álbum de estudio y actúan como si fuese una estúpida exhibición de arte.
Fred le miró de mala gana y Oliver rio.
—No, en serio—tranquilizó—. Es mañana, les dije hace dos meses.
Vio cómo la rubia quien solo se escondía bebiendo su té y Fred pensaba mientras Eleanor torcía su oreja sin dejar de beber el jugo.
—Lo sé—Fred se encogió de hombros—, estaba bromeando. Iremos, le prometí a Beth que iríamos.
—¿Entonces solo vas porque se lo prometiste a ella?
—¿Quieres que te mienta?
—No, así déjalo.
—¿Te irás después?
—Una semana más y voy a Alberta.
—¿Pararás por Toronto algún día?
—Fui hace como dos semanas, no creo que paremos ahí dentro de un buen tiempo.
—Oh, genial—Fred comenzó a hablar como un robot, mirando de reojo a Claire quien de inmediato rodó los ojos un tanto harta de la situación.
—Pueden nombrarlo, no me interesa—arrugó su nariz y salió de la cocina—. Además, es tu mejor amigo, yo entiendo que debas hablar con él, no se trata de que tomen un bando—buscó sentarse en una de las sillas del comedor para continuar en su computadora.
—Sí, pero no estamos orgullosos de lo que te hizo—Oliver metió un par de gomitas en su boca y le siguió.
—Pero es nuestro asunto, ustedes no tienen por qué sentirse mal por ello—Claire insistió.
—No se ve muy bien—comentó el castaño con la boca repleta—. Digo, creo que es más solitario que nunca.
—¿En serio? —la rubia enarcó una ceja—. Wow...
—¿Nunca hablaron? —Fred cuestionó, saliendo también de la cocina junto con Eleanor—. Wesley nunca me quiso contar después de todo esto.
—No—hizo una mueca—. Bueno, sí, pero no hablamos de nosotros. Solo nos separamos y ya. No me preocupo por él en realidad—miró su computadora y suspiró antes de ponerse a leer lo que tenía ahí—. Todos sabemos que está perfectamente bien, es Wesley—pronunció su nombre como si lo acentuara y quisiera hacer que lo recordaran como ella.
Golpearon la puerta y fue Fred el primero en aprovechar eso para salir de la conversación, y Oliver lo siguió sin siquiera poner un pretexto pues Claire parecía que en cualquier momento comenzaría a llorar por recordar o a golpear algo por la misma razón.
Ninguno de los dos era bueno para hacer sentir mejor a las personas y eso quedó claro en el momento en el que se enteraron de todo ese asunto el año pasado. Fred simplemente iba de un lado a otro como paloma mensajera y a Oliver le tocaba fingir que nada era incómodo mientras se golpeaba mentalmente para no bromear sobre el asunto.
Porque mentiría si dijera que no está aguardando a que todo ese suceso solo fuese recordado como algo sin importancia para poder hacer bromas de ello. Iba a hacerlo en ese momento, pero ver como Claire mordía su dedo índice y parpadeaba rápidamente le hizo ver que no era el momento.
—No está bien—susurró a Fred.
—Yo sé que no está bien—dijo de la misma manera deteniéndose y volteando disimuladamente hacia Claire quien de espaldas no les daba una señal clara de lo que hacía—, vivo con ella.
—No, digo, me refiero a Wesley. Cuando fui a Toronto lo obligué a salir conmigo y terminó vomitando en el Uber y tuve que pagar extra—dijo lo último con un tono molesto—. ¿No crees que ya debieron superarse?
—Me contó eso—rio—. Demonios, cuando Wesley se deprime de verdad deja de beber y actúa como la persona más sana del universo.
—¿No debería hacer algo para destruirse?
—No me preguntes a mí—siguieron golpeando la puerta y se apresuró a abrir. Oliver le siguió igual.
—Entonces creo que no hice bien.
—¿Qué hiciste?
—Convencí a Wesley de venir para el lanzamiento—confesó, con algo de miedo por la reacción.
—¿Qué? —Sue fue la única que dijo algo, ambos voltearon hacia la persona que estaba afuera cuando Fred abrió la puerta—. ¿Por qué hiciste eso? —susurró viendo detrás de ellos que Claire parecía estar en otro lado aunque estuviese a pocos metros de ellos.
—Oye, no me culpen tanto, es mi amigo, lo quiero en mi gran día—se defendió.
—Sí, pero...—Sue vio como Eleanor pedía sus brazos y de inmediato la tomó, pero después de eso los obligó a salir al corredor y cerrar la puerta para poder hablar bien—. Sabes que no tuvieron el rompimiento más lindo de todos.
—¿Y eso significa que nos olvidemos de Wesley por completo? —Fred enarcó una ceja y Sue negó con su cabeza.
—Pero dijiste que lo convenciste, si no quería venir es porque aún no se siente listo de venir porque sabe que Claire estará ahí.
—Bueno, le dije que sería bueno reencontrarse y terminar de cerrar cosas...—dijo con algo de duda—. Es feo que no sean ni amigos—se defendió—, sentí como si mis padres se hubiesen separado... Fred, tu sabes de eso—le miró.
—Cállate, Oliver.
—Él la engañó—Sue le recordó—, Claire no quiere verlo. No la estoy defendiendo—señaló a Fred antes de que él dijera cualquier cosa a favor de su mejor amigo—, es solo que veo las circunstancias y lo que veo en Claire son inmensas ganas de darle un puñetazo en la cara.
—Tú dijiste que no querías ver a Fred y ve—lo señaló—. Y si tener a mi mejor amigo en mi lanzamiento significa que su ex novia le dé un puñetazo en la cara—se encogió de hombros—, es un riesgo que estoy dispuesto a aceptar.
—Hey—Fred arrugó su nariz—, él es mi mejor amigo.
—Yo pagué por su vómito, no me hables de esas cosas—paró su mano contra al chico.
—No importa de quién es amigo—Sue detuvo la riña antes de que aumentara y suspiró, pero la risa de Eleanor la distrajo de inmediato—. ¿Por qué está húmeda? —tocó su pecho y Fred rodó los ojos.
—Comió papel y vomitó.
—¿Qué? —intentó mirarla mejor pero la niña solo sonreía ante la preocupación de su madre—. ¿Cómo dejaste que comiera papel?
—Hey—Fred la paró—, a mí no se me cayó del sofá una vez.
—Sí, si fue a ti.
—Bueno, está bien, ¿o no? Así aprende lo que no debe hacer.
—No puedo creer que hayas dejado que comiera papel.
—No puedo creer que la utilices para tu blog.
—Ni siquiera muestro su rostro—se defendió.
—¿Y eso qué?
—Significa que...
Oliver levantó su mano llamando la atención.
—Eleanor y yo queremos decir que: ¡Cállense! —la bajó cuando ellos lo hicieron.
—Ugh—Sue rodó los ojos recordando la charla—. Bien, no le digan a Claire, mañana solo evitaremos que se encuentren, ¿sí?
—Sí—Fred asintió.
—Ustedes lo harán porque estaré muy ocupado— se giró dándole punto final y abrió la puerta del departamento, encontrándose con Claire quien parecía esperarles con los brazos cruzados y una expresión de pocos amigos.
—¿Acaso creen que soy ridícula? —enarcó una ceja—. No me molesta que él venga—bufó.
Los cuatro intercambiaron miradas más ninguno supo qué responder.
—Es más, prepararé galletas para que pueda llevárselas a Toronto y compartirlas con toda chica que se le cruce en frente y tenga ganas de besar—sonrió, dándose media vuelta y regresando a su lugar.
—Genial, ¿ya podemos comenzar con las bromas? —Oliver rió.
Cool song No. 4 | Do me a favour
Julio 2015, Vancouver
—¿La están pasando bien? ¿Sí? Excelente—habló rápidamente interrumpiendo un trío de personas que charlaban animadamente y que pararon en cuanto él les dirigió la palabra. Eran dos hombres y una mujer que parecían esperar a que él dijera algo más para seguir con una plática pero la verdad era que no tenía nada que decirles exactamente pues nunca los había visto en su vida.
Desde que empezó la noche hasta ese momento no se había permitido dejar de sonreír, y a pesar de que tener un buen humor era parte de él, ya sentía entumecidas sus mejillas de tanta apariencia de buena vibra que quería dar. No entendía por qué, pero sabía que tenía que agradar a las personas que habían asistido solo por ellos y que, por lo que había escuchado, muchas de esas personas venían de otras ciudades e incluso esperaron horas para poder entrar a la fiesta que estaba más llena de personas de lo que esperaron.
—Sí...—buscó una escapatoria ante el trío de miradas curiosas y señaló hacia atrás—. Iré por allá, a preparar algo—dijo sin mucho cuidado y se retiró.
No sabía si eso le agradaba del todo aunque muchos desearan ese especial poder, sabía que la gente lo conocía, que sabían cosas sin que él tuviese que decirlas y que les parecía importante tener una firma hecha por su mano sobre un cartón que protegía el disco que compraron con el dinero que ya estaba en su cuenta bancaria. Ahora parecía muy ilógico.
Oliver lo entendería si se tratara de Bowie o Paul McCartney, pero no, las personas estaban ahí por algo que de lo que él formaba parte y no lograba creer que aquello no era un sueño.
Siguió sonriendo mientras buscaba a alguien que conociera pero al cabo de dos minutos se hartó y fue directamente a la barra, la golpeó con las palmas de sus manos ligeramente queriendo crear un ritmo mientras pensaba en qué pedir pero sintió algo extraño en la madera.
Miró las palmas de sus manos y vio pequeñas piedras blancas cubriéndolas.
—Lo siento, derramé sal—un chico se lamentó de inmediato con un trapo en su mano dispuesto a limpiar—, acaba de pasar, estaba por limpiarlo—siguió diciendo.
—No importa—Oliver rio, con cuidado sacudió sus manos y miró al otro chico que esperaba su pedido—. Solo una cerveza—dijo.
—¡Al fin te encuentro! ¿Por qué no te quedas quieto? —Silver apareció a su lado, aun con el uniforme de su trabajo y respirando pesadamente como si acabara de correr—. No me dejaban entrar, ¿puedes creerlo? Tuve que llamar a Fred para que les dijera que me dejaran pasar porque tú no respondes tu teléfono—le miró de mala gana y Oliver simplemente rio. Aceptó su cerveza y dejó un billete sin esperar el cambio.
—Creo que no lo escucho—dijo alto, hizo una seña de que caminaría y Silver fue a su lado—. Parece ser un éxito—le miró—. Al menos hubieras ido a cambiarte.
—Lo haré en el baño—señaló su mochila—. ¿De dónde salió tanta gente? —no le gustaba las aglomeraciones, de hecho no le gustaba nada que no tuviese paz o que hubiese ruido sin su consentimiento.
—Creo que les agradamos—respondió él, dándole un sorbo a su vaso de cerveza—. Es muy extraño, siento que puedo cerrar los ojos y señalar una persona y esa persona va a aceptar ser mi amigo solo porque sí.
—Y eso no es bonito.
—¿Por qué no?
—Porque eres más propenso a los falsos amigos—dijo obvia.
—No me intimida tanto como quisiera—se encogió de hombros.
—¡Oliver! —agradecido por encontrarlo, un chico fornido y pelirrojo se acercó a ellos—. Pasó algo malo.
—¿Muy malo?
—Rob se intoxicó con fresas y se le hinchó la cara, no creo que pueda tocar esta noche.
—Ouch—arrugó la nariz—. ¿Y dónde está?
—Owen lo llevó al hospital y nos dijo que siguiéramos con la fiesta—frunció el ceño sin entender cómo eso será posible sin el baterista con ellos.
—Bien—se mordió el labio buscando opciones, hasta que paró en una mesa que tenía a un lado donde alrededor de diez personas estaban—. Ustedes—los señaló y ellos de inmediato le miraron esperando por cualquier cosa que él fuese a decir como si tuviese mucha importancia solo por venir de él—: ¿Alguno sabe tocar la batería? —preguntó.
Uno de ellos, tímidamente levantó la mano dudando sobre si sería buena idea hacerse notar en ese momento.
—¿Cómo te llamas? —casi gritó. El chico de cabello largo y en extremo rizado comenzó a tartamudear.
—Gordon—atinó a decir.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte.
—Es algo—se encogió de hombros—. ¿Sabes leer partituras?
—Seguro.
—Bien, ve con Win—señaló al pelirrojo y bebió de nuevo de su cerveza.
—Qué eficiente—murmuró Silver al ver como Win se llevaba a Gordon detrás del escenario.
—Aunque no lo creas, a veces sirvo para algo—bromeó, aclaró su garganta y la miró—: Apostemos.
—¿Sobre qué?
—Sobre qué va a pasar después de todo esto.
—¿Sobre ti?
—Sobre todo.
—¿Y qué apuestas?
Oliver rio.
—Si a partir de este día y dentro de... dos años me convierto en alguien mundialmente conocido, tú... te casarás conmigo.
Silver le miró sin creer lo que decía esperando a que comenzara a reír diciendo que era una broma pero él no dejó su lado serio abandonarle. La chica frunció el ceño aun esperando pero Oliver se mantuvo firme.
—Wow—terminó diciendo—. Fue más fácil de lo que pensé.
—¿Entonces es un sí?
—Dudo que siendo famoso quieras casarte conmigo—bufó—. No lo entiendo, ¿qué pasa si no es así?
—Nada, sigues tu vida como sea que vaya a ser mientras me señalas y me llamas perdedor hasta que me toque morir.
—No tiene sentido.
—Lo tiene para mí.
—Oliver—suspiró—. Puedo apostar toda mi paga a que más de la mitad de las personas que están en este lugar ahora quieren contigo—identificó a Claire a lo lejos, tocó el hombro de Oliver indicándole que iría para allá y él la siguió.
—¿Al menos lo intenté?
—Mi favorita fue cuando fingiste que te ahogabas con la sopa de letras y solo era para que viera cómo escribiste: Cásate conmigo, en tu plato.
—Y solo me tomó cinco minutos buscar y ordenar las letras—dijo orgulloso.
—Pero escribiste mal cásate.
—Oye, no soy perfecto.
—¿Qué tanto trauma tienes con el querer que alguien se case contigo?
—Porque así cuando lo pida en serio y me digan que no, ya no me sentiré tan mal por ello. Hasta ahora nadie me ha dicho que sí.
—Dios, ¿a cuántas más les has pedido que se casen contigo?
—No a muchas, en realidad; te sorprendería saber que las mujeres me odiaban en preparatoria, era un bicho raro y nadie quiere que el bicho raro se les acerque, ahora espero que se retuerzan en su propio veneno cuando me vean en portadas de revistas—rio—. ¡Hola! ¿La están pasando bien? ¿Sí? Excelente—dijo como burla al llegar a una mesa donde Claire, Wesley, Beth y Fred estaban, con estos últimos dos formando una barrera invisible que solo aumentaba la tensión en el lugar.
—Creo que iremos a...—Fred rápidamente se puso de pie, tomando de la mano a Beth para que lo hiciera también—, por ahí, por algo—fue lo único que atinó a decir y se llevó a la chica con él perdiéndose entre las personas.
—Yo tengo que cambiarme—Silver sonrió apenada y se marchó lo más rápido que pudo.
—¿Ya son amigos? —preguntó Oliver con una sonrisa tal cual niño, ganándose miradas de reproches por parte de ambos—. Veo que no, pero aún tienen tiempo—buscó su teléfono, la hora marcaba las diez de la noche y había un mensaje de Roel que le decía que fuese con ellos para los detalles de la presentación que tendrían—. Me tengo que ir, los veo luego. Gracias por estar aquí y... Wesley, aléjate de las chicas ebrias—dicho eso, se alejó entre las personas hasta que lo perdieron de vista.
Claire fue la única que rio por el chiste, y Wesley aquello le llamó la atención de inmediato. La miró sin pena ésta vez pero ella no lo hizo con él, simplemente se dedicó a escribir en su teléfono o tal vez solo abría y cerraba aplicaciones para tener algo que hacer. No había cambiado mucho para él, no físicamente, pero todo era muy raro; porque la conocía bastante y al mismo tiempo era muy extraña.
Cuando se fue de Vancouver tenía la certeza de que ella al menos podía dirigirle la palabra e incluso acercarse por cortesía, como cando tuvieron que despedirse y le dio ese abrazo que parecía quemarles por lo corto que fue. Pero ahora nada, ni miradas y ni mucho menos palabras.
—Al parecer quieren que seamos amigos—habló él, cortando el silencio en el que se habían sumido aunque todos a su alrededor hicieran tanto ruido que tuviesen que gritarse.
—No creo que eso pase—respondió ella.
—Oh... Yo entiendo eso—inquirió.
—No, espera—cambió su posición para estar frente a él en la mesa y negó con su cabeza—. No me lo tomes a mal. No es porque te odie o esté molesta, al contrario, es porque creo que no puedo ser tu amiga.
—¿Entonces por qué terminó?
—¿Recuerdas todo lo que me enseñaste? Primero soy yo.
—¡Hola, hola, hola! —se escuchó por todas partes después del ruido molesto del micrófono.
La voz de Oliver interrumpió por completo cualquier pensamiento de Wesley para poder responder a eso. Decidió callar y prestar atención como Claire había hecho dándole punto final a la pequeña charla.
—Me ahorraré muchos discursos porque eso ya pasó con la bienvenida a la fiesta—el castaño sobre el escenario acomodó mejor la guitarra sobre él, tapando la frase de su camisa que decía: "I'm here just for the snacks"—: En verdad no creíamos que tantas personas vinieran hoy y eso es: ¡Wow! No puedo esperar a que escuchen este álbum en el que hemos estado trabajando más de un año. Mañana estará a la venta y estará disponible en páginas de streams... Hoy daremos un adelanto exclusivo, así que, espero que lo disfruten y decidan comprarlo para hacernos más ricos—bromeó—. Y qué mejor lugar que éste, el bar que nos vio nacer—aplaudió, contagiando a los demás pero no duró mucho cuando Oliver volvió a posicionarse en el micrófono para seguir—: Pero hoy no nos presentaremos como Black Camellia porque... Rob tuvo un accidente con unas fresas y ahora nos acompaña mi amigo Gordon... algo... Saluda, Gordon—volteó, y el chico de inmediato movió su mano un tanto nervioso—. Así que solo somos Gordon, Win, Roel y yo, Oliver: El mejor—tocó una nota vaga en la guitarra e hizo un gesto hacia Gordon para que comenzara—. Canción genial número uno: A beutiful bone—pronunció, y dicho eso, la música comenzó.
Cool song No. 5 | Death
Noviembre 2015, Vancouver
—Pasan muchas cosas ahora—junto sus manos por encima de la mesa e intentó verle como si quisiera pedirle perdón, pero ella simplemente le dedicó una mirada repleta de recelo haciendo que él de inmediato quitara la suya y se enderezara en su asiento—. ¿Qué quieres que te diga?
—No lo sé, ¿qué quieres decir?
Oliver miró a su alrededor al mismo tiempo en el que fruncía sus labios, pensando algo congruente, algo que le asegurara a Silver que lo que tenían no era algo pasajero como se mostraba en los últimos meses.
Encontró a más de una persona mirándole sin pena como si intentaran adivinar si él no era otra persona y eso causó que él se hundiera más en su silla; metió otra cucharada de helado de vainilla a su boca y decidió mirar por la ventana. El día era soleado, mucho como para parecer Vancouver y él recordaba como ella le había dicho que últimamente las nubes no dejaban ver el cielo.
Después de eso, notó como una mujer entró a la heladería con un paraguas que no cerró y fue hasta el mostrador a pedir algo.
—Yo... Creo... Que... Sí—la miró de vuelta olvidándose de la mujer, sonriendo y muy satisfecho con esa respuesta.
—¿Sí, qué? —la delgada chica de cabello lacio aún no daba créditos a lo que estaba presenciando; estar con Oliver era ir a todos y a ningún lado, al mismo tiempo.
—Si prestas atención—habló, bajo—. Es como una aventura, ¿no crees?
—¿De qué hablas? —arrugó su nariz—. A ver—negó con su cabeza—: Oliver, no me estás respondiendo, deja de divagar—insistió, con un tono molesto y bastante afligida por el hecho de que comenzaban a llamar la atención.
—Sil, no voy a estar mucho tiempo aquí; ¿qué quieres que te diga? —levantó su ceja derecha y suspiró.
—¿Qué es lo que quieres decir? —repitió, harta.
—Había estado funcionando, ¿no? ¿Qué es lo diferente ahora? —inclinó un poco su cabeza. Ella relamió sus labios y resopló, con muchas ganas de evitarse aquello.
Ellos habían continuado, hasta donde el tiempo y el lugar se los permitía. Regresaba por temporadas y era la oportunidad de verse, pero aquello no era oficial por ningún lado. Oliver se había mudado a un departamento para él solo abandonando el sofá en el que estuvo mucho tiempo y ahora podía decir que estaba teniendo un éxito creciente en el país. Había regresado a Vancouver, para pasar algunas semanas de descanso; pero el tiempo aun así no lograba ser suficiente para sentir que se llenaba de Silver.
—Conocí a alguien—confesó—. Y me interesa realmente, o eso creo...—hizo una mueca —, y quiero estar en paz, ¿sabes? No contando el tiempo que te haga falta para regresar.
—No juegues con mis sentimientos—frunció el ceño. Se cruzó de brazos.
—¿Eso crees que hago?
—¿Cómo se llama?
—No te interesa, lo sabemos.
—Bueno—asintió, y siguió comiendo de su helado—. Haz lo que desees—se encogió de hombros—, eres libre de hacer lo que quieras—le recordó.
—No si lo dices de ese tono...
—Fin.
—¿Fin?
—No quiero hablar de esto seriamente. Solo deja de preocuparte por mí y come tu helado—lo señaló.
Silver tomó su cuchara no muy segura y siguió con un gesto repleto de desesperación en su rostro. Oliver rio, queriendo contagiar eso y por poco lo hizo.
—Sigamos siendo amigos, si me necesitas estaré—quiso tranquilizar un poco—. Soy libre, ahora más que nunca.
—¿Entonces yo te tenía enjaulado?
—Creo que estoy hecho para estar solo—quiso concluir, de una forma tranquila para que ella creyera que le importaba en lo más mínimo; miró su helado—. ¿Te das cuenta que estamos comiendo esto mientras afuera no está tan cálido como para hacerlo? Es lo lindo de ser adulto porque puedes hacer este tipo de cosas que tus papás de negarían sin pensarlo. Aunque no todo sobre ser adulto es bonito porque hace días, estábamos en Montreal y tenía una fiebre del infierno y solo pensaba en qué estaría haciendo mi madre para quitarme eso. Es lo malo de ser un adulto joven con crisis existenciales y fragilidad económica, creo que debería existir una materia en la preparatoria donde te enseñen a administrar tu dinero porque, ¿sabes que compré? Zapatos de mil dólares, solo porque creí que se veían bien dentro de la tienda pero cuando salí de la tienda no me gustaron y ya no los he utilizado ...—su teléfono celular vibró sobre la mesa iluminando su pantalla y le echó un vistazo antes de continuar hablando, pero ignoró por completo los mensajes que había en él y se quedó por completo en la fecha que mostraba—. Oh, ya veo—quiso reír—. Viernes trece—afirmó—: Ese es el problema.
—¿De qué hablas?
—No debimos salir hoy—negó con su cabeza y guardó su teléfono en su bolsillo para después ponerse de pie—. No nos veamos más hoy, Sil.
—¿Qué estás haciendo? —le miró con algo de miedo y después a su alrededor como las demás personas en el lugar lo hacían también.
—¿Retomamos luego la charla? —sonrió—. Tengo que ir donde Win porque necesitamos hablar sobre lo que haremos con el baterista; Rob planea casarse y encontrar un trabajo serio, ¿puedes creerlo? Ahora no nos considera serios y nos metió en este lío de tener que encontrar un baterista fenomenal antes de iniciar el tour oficial.
—No he terminado—insistió ella.
—Silver, solo ve a casa, ¿sí? —se acercó a ella y le estampó un beso en la mejilla antes de colocarse un gorro sobre su cabeza y salir del establecimiento sin importarle nada más.
Salió con cuidado al pisar el suelo mojado y se despidió de nuevo de Silver al verla por la ventana, ella parecía incrédula ante la situación y no dejaba de mirarlo con la esperanza de que regresara, pero él no lo hizo. Rápidamente cruzó la calle, casi corriendo pues de la nada recordó la hora en la cual debía estar en el departamento de Win y se la había pasado con Silver pretendiendo que no tenía nada que hacer. Era a pocas calles y parecí ser más rápido correr que pedir un transporte.
Pero se distrajo, justo cuando pasaba por esa escuela privada de música a la que siempre quiso asistir cuando era niño pero al parecer era más importante pagar sus frenillos y los de sus hermanas que esperar que él aprendiera un instrumento. Los cuál es verdad pero que en su niñez consideraba injusto y que lo llevó a tener que aprender con la ayuda de su abuelo los fines de semana, con regaños y ampollas en sus manos, y que hasta la fecha no sabe qué pudo ser mejor.
Se detuvo frente a esa puerta de cristal y el letrero con el nombre de la escuela imaginando que hubiese pasado. Después observó la avenida donde se encontraba y recordó como pasaba por ahí casi todos los días en auto cuando sus padres lo llevaban a la escuela y como él todo el tiempo señalaba que quería estar en esa escuela de música. Antes parecía enorme, ahora solo lo veía como una avenida más de una ciudad que conocía como la palma de su mano y que no podía estar a la par con las que estaba por conocer.
Se preguntó si una vez que conociese el mundo éste se haría más pequeño para él. No tenía la más mínima idea de lo que acontecía en su vida pero Oliver intentaba lidiar lo mejor posible con ello porque, qué suerte, ¿no? Más de una persona desearía tener lo que él está teniendo ahora y no se trataba de quitarse créditos sino ver las oportunidades que se presentaron y que a otras personas no.
Rascó su brazo regresando de nuevo en sí y dispuesto a seguir con su camino, pero de nuevo se distrajo, con la plática de una niña. La escuchó feliz y no pudo evitar buscarla con la mirada, y la encontró; en la acerca de enfrente cargando a su conejito blanco cubriéndolo del frío esperando a que alguien abriera la puerta del veterinario.
— Tan feliz como una niña con su conejo—murmuró, sonriendo, queriendo recordar aquello después; retomó su camino rápidamente y fue ahí cuando algo golpeó con él—. Lo siento—se disculpó por impulso mientras intentaba hacer que nada de lo que llevaba la otra persona en sus brazos se cayera.
—No te preocupes...—dijo ella, procurando que ninguna hoja de papel de su carpeta haya volado—. Yo no debí correr —rio y después le miró; frunció el ceño confundida y después volvió a reír—. Yo te he conozco...— le señaló, con su mano derecha la cual sostenía un maletín para violín.
—Sea lo que sea, yo no lo hice.
—No— enarcó una ceja—. Oliver, ¿cierto? Conozco tu banda, tengo un amigo que tocó contigo en la fiesta, mi amigo Gordon, ¿recuerdas?
—¿Estabas ahí?
—Sí—intentó peinar su cabello hacia atrás como si fuese un tic nervioso—. Gordon aún no lo olvida, él me invitó a ir.
—¿Entonces no fuiste por tu propia cuenta?
—Las bandas de rock no son mi fuerte, pero fue un muy buen show.
—Gracias... Y si aún frecuentas a tu amigo... Estamos buscando un nuevo baterista, dile que esté atento cuando indiquemos las audiciones.
—Gordon es un excelente baterista, no creo que prefiera quedarse en una banda de rock y ya.
—Auch.
—¡No! No me malinterpretes— hizo una mueca—. Bueno, ya lo malinterpretaste...— cerró sus ojos y mejor calló antes de empeorar las cosas—. Me refiero a que Gordon es baterista de jazz.
—Bien...
—Tilda.
—Tilda— pronunció con un tono superior—. Solo dale mi mensaje, si puedes.
—De hecho lo veré ahora— señaló la escuela de música que estaba a pocos metros de ellos y Oliver asintió, no dijo nada más y quiso continuar con su camino.
—Esperaba que algún día pudiese encontrarme con alguien famoso pero no creí que fuese tan pronto — dijo ella después.
—No soy famoso— Oliver se detuvo, riendo y volteando de nuevo hacia la chica de cabello morado que había dejado atrás.
— Está bien...
Ella rápidamente buscó su teléfono en el bolsillo de su abrigo y se giró para poder tomar una fotografía de ella donde Oliver saliese detrás de ella. Tomó un par hasta que él sonrió e intentó que aquello no se viese incómodo como en las primeras.
—Solo por si acaso.
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