Capítulo 35
Cuando a la mañana siguiente la chica se preparó para ir al trabajo, por primera vez Bellatrix no se despertó (o decidió no dar señales de ello) para desearle un buen día o para contemplarla mientras se vestía como solía hacer. Tampoco hubo reacción cuando se inclinó sobre la cama para darle un beso de despedida en la frente. Se fue al trabajo con la angustia de si la bruja seguiría triste por su última conversación sobre sus fantasías eróticas y el hecho de no protagonizarlas.
La jornada transcurrió sin incidentes. Faltaban pocos minutos para su hora de salida cuando alguien llamó a la puerta del despacho de Hermione. Maldijo internamente: estaba harta de que todo el mundo acudiera con problemas urgentes justo a la hora de salida obligándola a quedarse más rato. Aún así, disimuló el enfado y le dio paso. Cuando vio quien entraba, notó que de forma estúpida, su corazón se aceleraba y los nervios empezaban a acecharla.
Era Bellatrix. Pero no era Bellatrix. Era aquella versión de sí misma que había utilizado unos meses antes para entrar de incógnito en el Ministerio y retirar el hechizo inmovilizador a Lucius. Volvía a llevar la melena lisa con mechas azul oscuro hasta la cintura, varios mechones le caían por la cara de forma ordenada. Sus rasgos eran más suaves y los pómulos menos pronunciados. Sus ojos seguían siendo grandes y brillantes aunque de color verde; sus labios se mantenían gruesos y sensuales pero en un tono rosa pálido opuesto a su habitual rojo escarlata. Su piel de nácar ahora estaba bronceada y brillante. Al no llevar maquillaje parecía aún más joven de lo habitual. Lucía una túnica gris sobre un vestido azul pastel vaporoso pero sencillo y sin apenas escote que, en circunstancias normales, Bellatrix no se habría puesto ni harta de whisky. La expresión en su cara, de completa inocencia mezclada con cierto temor y nerviosismo también se hallaba completamente alejada de su naturaleza.
Hermione la contempló durante unos segundos poniéndose nerviosa ella también. ¿Cómo había adivinado Bellatrix que esa era su mayor fantasía? No era por el aspecto, le atraía más la versión original; pero ese aura de dulzura, inocencia e inexperiencia en alguien tan salvaje la tenía obsesionada desde que la vio y hacía maravillas con su libido. El cambio físico ayudaba a engañar a su cerebro y convencerlo de que se trataba de otra persona. Hasta su falso acento italiano le ponía una barbaridad. ¿Cómo había sentido su novia esa predilección? La respuesta obvia era la legilimancia, pero lo descartó porque sabía que Bellatrix respetaba enormemente su intimidad. Ella misma le había confesado cuando se reconciliaron que se enamoró de su versión italiana en cuanto la vio, pero ¿era posible que recordara aquello y que lo hubiese relacionado con su conversación de la noche anterior?
Viendo que la chica no reaccionaba, fue la morena la primera que abrió la boca.
-Creo que me perdí... Me llamo Isabella, acabo de llegar a Inglaterra y no entiendo bien el idioma.
Hermione abrió la boca sintiendo que debía responder algo, pero no tenía nada claro qué rol adoptar. Intuyendo el dilema personal que atravesaba, su compañera continuó con mirada de inocencia y temor:
-Soy de Siena, en la Toscana, ¿lo conoces? -Hermione negó con la cabeza aún embobada- Es muy bonito... Pero me he tenido que ir porque... bueno... tengo deudas y necesito dinero...
La chica sospechó que si aquella mujer hubiese sido una desconocida, probablemente le habría dado la llave de su cámara de Gringgots sin hacer preguntas. ¿Y si lo era? No parecía Bellatrix fingiendo o actuando, parecía realmente quien decía ser. Andrómeda se parecía más a su hermana mayor que la tal Isabella a la propia Bellatrix. Igual tenía otra hermana o... "¡Hermione, por Merlín, deja de pensar tonterías y aprovecha la situación, no te vas a ver en otra igual en la vida!" le gritó su cerebro.
-¿Podrá ayudarme, ministra? -inquirió la morena poniendo ojitos lastimeros.
Al instante, Hermione notó que su ropa interior dejaba de estar seca. Decidió aceptar el papel dominante. Además, estaba segura que algún día llegaría a ser ministra. Se levantó de su silla y rodeó el escritorio hasta colocarse frente a su adorable visitante. En cuanto estuvo a pocos centímetros se dio cuenta de que había algo que Bellatrix jamás podría ocultar con un hechizo: ese olor a fuego tan adictivo e inherente a su persona. Se sintió más tranquila al certificar que su novia no tenía ninguna gemela. Le acarició la cara y notó cómo la bruja se ponía tensa y la miraba extrañada.
-Bueno, Isabella... Eres muy bonita, seguro que encontramos la forma de ayudarte.
La mirada de su compañera pareció iluminarse con ilusión y esperanza. La castaña no aguantó más y la besó en la boca apretando sus cuerpos. Bellatrix, sin salir de su papel, no la rechazó pero tampoco respondió al beso; simplemente siguió mirándola con nerviosismo y con cierto temor. Hermione se separó un poco con inmensa dificultad y comentó con tranquilidad:
-Así nos saludamos en Inglaterra.
-Ah... Y luego dice que los italianos somos apasionados... -respondió ella con timidez- No sabía. Por eso el hombre de recepción no me hace caso, ¡voy a disculparme y a saludar bien!
La bruja se giró con intención de salir. Hermione la vio tan centrada en cumplir su fantasía con rigor que temió que realmente se fuese a comerle la boca al mago de recepción. La agarró del brazo para detenerla.
-¿Por qué no te ha tratado bien?
-Bueno... Quería ver mi varita y... registrarme y yo no quiero eso, me pone nerviosa.
-¿Y cómo has entrado? -preguntó Hermione frunciendo el ceño.
-Emm... -murmuró mordiéndose el labio con nerviosismo y mirando hacia el suelo- Bueno... Yo... Imperio a él... No sé si en Inglaterra tampoco está legal pero... es mi hechizo favorito.
Con horror, la sabelotodo entendió que eso no era parte de la función. Realmente Bellatrix había usado una maldición imperdonable para colarse en el Ministerio. Le dio igual, se sentía en un estado bastante magnánimo y proclive al perdón: estaba cachonda. Le hizo gracia darse cuenta de que en la construcción del personaje, Bellatrix había incluso decidido que su versión inocente tuviera otra de las imperdonables como hechizo favorito. "Bueno, mejor esa que crucio" pensó la joven.
-Claro que no está permitido, Isabella, eres una chica muy mala...
La aludida frunció los labios y se retorció las manos en un gesto de inquietud y arrepentimiento. Hermione sospechaba que estaba tan excitada como ella, pero absolutamente nada en su aspecto ni en su impecable actuación lo demostraba. Le colocó las manos en los hombros provocando un respingo en Isabella. Fue deslizando las manos hasta llegar a la cintura y bajar a la cadera. "¿Ves?" le preguntó mientras seguía cacheándola con detenimiento, "Es solo para asegurarnos de que no llevas objetos peligrosos y podemos dejarte entrar en el Ministerio". Entendió que tenía razones para estar nerviosa cuando en un pliegue del vestido a la altura de la cadera notó una de sus dagas. La extrajo con cuidado. La visitante la miró revolviéndose nerviosa.
-Preciosa, esto tampoco está permitido. No puedes entrar con armas a este edificio -le dijo Hermione en un tono de reproche que también intentaba ser compresivo- Podrías ir a la cárcel por esto...
Su acompañante abrió los ojos horrorizada.
-No, per favore! No quiero eso, haré lo que sea... ¡Por favor, por favor!
-Vale, tranquila, bonita -dijo Hermione acariciándole la mejilla- Si estás dispuesta a colaborar...
-¡Sí, sí! -aseguró al instante- Y para que veas que sí, confieso que no es la única que llevo...
La castaña la miró con interés. Le fascinaba la forma en que hablaba como si le costase buscar palabras sencillas para no equivocarse y lo decía todo con un acento falso impecable. Tan centrada estaba en el análisis que le costó entender el significado de su sentencia. Pero en cuanto lo captó, decidió aprovechar la situación. "¿No? Entonces tenemos que buscar mejor, ¿verdad?" comentó mientras volvía a registrar su cuerpo recreándose en cada tramo. Después de disfrutar un rato con su cintura, subió al escote y le apretó los pechos. La actitud de la bruja era de completa sumisión y vergüenza. Parecía algo estúpido, pero Hermione no se había sentido tan caliente en su vida, pensaba ir muy despacio porque no quería que aquello acabase nunca. No sabía cómo iba a poder agradecer a la gran Bellatrix Black que se hubiese sometido a ella así. Tras dedicar un rato a acariciar y estrujar sus pechos sobre la tela del vestido, introdujo una mano en su canalillo. Después de fingir buscar con interés durante bastante rato, extrajo un pequeño cuchillo con zafiros en la empuñadura. Esa mujer nunca dejaba de sorprenderla.
-¿Para qué llevas tantas armas?
-Ya lo dije. Tengo deudas con gente mala y tengo miedo...
-No tiene sentido que necesites dinero cuando tienes varios cientos de galeones en dagas con piedras preciosas. Podrías venderlos, ¿no?
-¡Oh, no, no! No puedo. Mucho valor sentimental. Es lo que me queda de mi difunto marido.
Aquello era completamente surrealista. Hermione no sabía si iba improvisando sobre la marcha o si realmente había creado un trasfondo y una historia para su personaje. Lo que tenía claro era que ella se lo estaba pasando en grande. Le estaba costando serios esfuerzos no reírse. Con tono grave le siguió el juego:
-¡Vaya, lo siento mucho! ¿Te los regaló él y por eso no quieres desprenderte de ellos?
-¡No, no! Es porque le destripé con ellos -respondió Isabella con tono circunspecto.
Por mucho que quisiera mantener el alto nivel teatral que ambas estaban desplegando, la castaña no pudo evitar echarse a reír. Su compañera la miró frunciendo el ceño sin entender por qué se carcajeaba de sus desgracias familiares. Hermione se recompuso y recuperó el tono profesional propio de una ministra.
-Disculpa, eso no ha sido apropiado. Pero aquí en Inglaterra no está bien visto el asesinato...
-No fue asesinato, no. Fue por piedad. El pobre Flavio no era feliz y no se me ocurrirá... ocurrió -se corrigió- otra cosa para animar.
-¿No se te ocurrió otra cosa que asesinarlo?
-No, nada que estuviera yo disponible a hacer -respondió la morena encogiéndose de hombros compungida.
Hermione asintió lentamente mientras daba gracias al universo por haberle permitido tener en su vida a alguien tan maravillosamente loca como Bellatrix. Tras guardar un minuto de silencio por el difunto Flavio, la chica decidió que era hora de irse del trabajo. Obviamente tenía claro cómo iba a acabar aquello, pero estaba bastante segura de que se correría en cuanto esa versión tan dulce de su novia la rozara, así que buscó la forma de alargar la surrealista cita. Pensó en llevarla a cenar a algún sitio, pero no quería perder tiempo en hablar con nadie -ni siquiera con un camarero- ni que nadie mirase a esa mujer que era solo suya. Así que decidió que cenarían en casa.
-Mira, Isabella, entiendo que tienes problemas, pero usar una maldición imperdonable, colarte en el Ministerio y matar a tu marido son cosas que no están del todo bien...
La aludida asintió con la cabeza gacha.
-Pero como pareces buena persona, voy a ayudarte, ¿vale? Vamos a cenar a mi casa y hablamos de cómo podemos solucionar tus problemas económicos. ¿Te parece bien?
-¡Sí, sí! Grazie mille! -respondió con repentina alegría- Ma... ¿esa chica tan tremendamente guapa y elegante no estará celosa? -preguntó con inocencia.
Hermione siguió la dirección de sus ojos y vio la foto de Bellatrix con Nagini que presidia su escritorio. Para no estropear el clima, aguantó las ganas de poner los ojos en blanco al oírla auto alabar su belleza. Recordó el sueño erótico de la bruja de follar consigo misma; no sabía si lo pensaba en serio o era otra de sus bromas, pero después de lo que estaba haciendo por ella, tendría que encontrar la forma de cumplirlo.
-Tranquila, creo que esa chica tan guapa y elegante podrá aceptarlo -respondió la joven cogiendo su abrigo- Ven, tápate un poco para que la gente no sospeche que no trabajas aquí y te has colado.
Le cerró bien la capa y le arregló la melena logrando que gran parte de su abundante cabello oscuro cayera sobre su cara imposibilitando del todo que reconocieran en ella a la duelista. Su compañera la miró con gratitud mientras Hermione disfrutaba peinándola con sus manos (entendió que Narcissa la hubiera adoptado de muñeca para hacerle peinados, era realmente entretenido). "Ya estás" la informó saliendo del despacho y cerrando la puerta tras ella. La cogió de la mano para no perderla entre la multitud de trabajadores que se dirigían también a la planta baja. La morena se dejó llevar sin levantar la vista del suelo.
En cuanto aparecieron en la mansión, la bruja exclamó sorprendida:
-¡Por Morgana! ¡Qué casa tan grande! Debes tener mucho dinero... -comentó con envidia.
Lo contemplaba todo con verdadera admiración, como si fuese la primera vez que veía la mansión en la que había nacido. Hermione tomó nota mental de explicarle cómo funcionaba en el universo muggle el trabajo de actriz. Dado que profesora no quería ser y auror tampoco, en el mundo del cine le veía muchísimas posibilidades. Llevaba bastante rato intentando provocarla para ver si se salía del personaje y no había manera. Decidió probar robándole lo que más valoraba: su nombre.
-Sí, mucho. Es que soy Hermione Black, último miembro de la familia de sangre pura más noble y antigua de Inglaterra -respondió intentando emular la expresión arrogante de Bellatrix.
-Heermionee -repitió el nombre la morena como lo haría un italiano- ¿Y por qué no estás ahí? -preguntó con inocencia señalando el cuadro de las hermanas Black.
"Nada, ha nacido para la improvisación. No me extraña que consiguiera engañar a Voldemort..." se reconoció Hermione. También pensó que su nombre sonaba mucho mejor con aquel acento. Pero siguió con aquel sinsentido, estaba siendo maravillo.
-Sí que estoy, es que éramos muy jóvenes. Soy la castaña -comentó señalando a Andrómeda.
Su acompañante frunció el ceño y comentó algo como "Pues has mejorado bastante". La chica asintió sin saber si era cumplido a ella o un desprecio a Andrómeda. Guió a su invitada hasta el comedor -su comedor- y se sentaron en la mesa que Fuss ya había preparado. Las dotes interpretativas de Bellatrix no eran suficientes como para suplir las secuelas de Azkaban, así que comió poco. No obstante, ocultó la falta de apetito contando un montón de historias sobre su vida en Siena, su difunto esposo y su pasión por el comercio de lechuzas albinas. Cada tema era más absurdo que el anterior, pero no había lagunas ni fallos de guión. A Hermione le estaba costando la vida misma no reírse. Decidió cortarla para evitarlo.
-¿Y en qué quieres trabajar, qué sabes hacer?
-Oh... Pues poco... -respondió con tristeza- No trabajé nunca, mi marido me mantenía con su sueldo de probador de escobas. Él era mezclado, pero yo soy sangre pura y me enseñaron desde pequeña para no trabajar. Aunque mi familia no es tan bien como la tuya, me dejaron dinero para vivir sin mucho lujo... Pero mi pobre Flavio lo gastó todo en apuestas de carreras de trolls.
Hermione se atragantó y escupió la sopa al intentar evitar la carcajada. Isabella, preocupada por su incompresible reacción, le pasó la servilleta y un vaso de agua para que se calmara.
-Gracias -comentó secándose las lágrimas de risa que corrían por sus mejillas- ¿Podrías ampliar eso último?
-¿Cómo? ¿No tienen aquí carreras de trolls? En Italia es común. Se ponen seis o siete en un campo de quidditch y tienen que correr entre los postes.
Hermione había dejado de comer para evitar más atragantamientos, las carcajadas seguían siendo difíciles de ocultar. ¡Amaba a esa mujer! Nadie más lograba evadirla así de la realidad e introducirla en sus maravillosos delirios. No obstante, se lo tomó en serio: su sobrada experiencia con trolls le permitió rebatir el argumento:
-Pero los trolls son muy lentos y tontos. Es imposible que una carrera entre ellos acabe bien.
-¿Por qué crees que mi pobre Flavio se arruinó? -inquirió la morena con expresión melancólica- Por eso ahora necesito trabajar para pagar sus deudas.
Por un lado, la castaña se estaba ahogando y no recordaba la última vez que se había reído tanto. Por otro, su acompañante realmente se creía y sentía su discurso de tal forma que inspiraba compasión y Hermione tenía muchas ganas de abrazarla y susurrarle que todo se iba a arreglar. Como con Bellatrix una buena estrategia era intentar responder con una locura más grande que la suya, optó por la segunda opción. Se levantó del asiento con solemnidad, se acercó a la mujer y la abrazó asegurándole que la iba a ayudar y todo iba a ir bien. Cuando le susurró al oído que tenía que tener fuerzas porque "el pobre Flavio no querría verte así", el cuerpo de la bruja empezó a convulsionar contra el suyo. Se sintió satisfecha al notar que la bruja también se estaba riendo.
Hasta que se separó un poco de ella. Error. Era imposible ganarla en su propio terreno. No se reía. La preciosa Isabella estaba llorando con amargura, pero llorando de verdad, con hipidos y sollozos. Hermione no había visto a su novia soltar una lágrima durante ninguna de sus crisis de confianza, ni por la muerte de Snape, ni siquiera por su amado maestro. Llegó a pensar que la mujer no disponía de las glándulas necesarias para producir lágrimas. Pero ahí estaba, llorando y murmurando frases ininteligibles en italiano (igual alguien que supiera el idioma sí la entendía, pero Hermione no captó una palabra). La chica volvió a a abrazarla casi asustada. O Bellatrix se había metido de verdad en el papel o sus trastornos de personalidad eran más severos de lo que creían. Cuando tras varios minutos de consolarla, la morena volvió a su lengua natal y empezó a culparse a sí misma por ser una inútil y no saber hacer nada, la gryffindor la cortó:
-No te preocupes -aseguró Hermione con sinceridad- Encontraremos algo que puedas hacer, te lo prometo. ¿Se te da bien el duelo? Están desesperados buscando a un jefe de aurores...
La bruja la miró y frunció los labios negando con la cabeza avergonzada.
-No. Soy más de teoría. Mis padres me querían mucho y les daba miedo que me hiciera daño practicando.
Hermione sintió una punzada de tristeza totalmente real al ver que en la fantasía de Bellatrix sus padres la querían y se preocupaban por ella.
-Vale. ¿Y profesora? Me consta que en Hogwarts andan locos para encontrar a una profesora de Denfesa contra las Artes Oscuras, al parecer la anterior dejó el listón extremadamente alto...
-Tampoco... Me da miedo eso de artes oscuras. Es peligroso y malo. Nunca probé. Solo se usar Imperio para defenderme de la gente que me persigue.
-Tienes razón. Buscaremos algo menos peligroso.
Por muy absurdo que fuese todo, Hermione odiaba el fracaso. Para ella se había convertido en una cuestión de orgullo encontrarle un hipotético trabajo a su italiana falsa favorita. Volvió a su sitio y mientras disfrutaba del postre le preguntó qué le gustaba hacer para orientarse a partir de ahí. La bruja pareció meditarlo durante un rato. Y al poco, comentó con su mirada de inocencia e ilusión:
-Me gusta leer, perder al ajedrez y luchar por los derechos de... Come si dice? ¿Cómo se dice esas cosas arrugadas con ojos grandes que hacen las cosas?
-Elfos domésticos -refunfuñó la castaña con mirada de odio al ver que la morena le devolvía la suplantación de su nombre robándole su personalidad.
-Ecco! ¡Elfos domésticos! Me encantan esos bichitos -contestó Isabella con una sonrisa sincera.
Hermione la miró sin saber cómo replicar. Intentó vislumbrar su gesto burlón tras la máscara de sinceridad e inocencia pero no hubo manera. Así que simplemente la informó de que ese puesto ya estaba ocupado. Su acompañante asintió con tristeza mientras retorcía nerviosa las manos sobre su regazo. La joven se preguntó cuánto durarían los encantamientos que alteraban su aspecto. La vez anterior había sido mucho menos tiempo pero porque así lo había querido la propia bruja. Imaginó que había contado con que en esta ocasión Hermione querría prolongarlo y por eso sus ojos seguían verdes y su piel bronceada. Lo que tenía clarísimo es que se moría de ganas de tumbarla en su cama. No sabía si se consideraría infidelidad o abuso de poder, pero al fin y al cabo seguía siendo su novia y se moría por tenerla debajo de ella con esa apariencia frágil y pura. Así que decidió acelerar el proceso.
-Sabes, creo que deberías aprovechar los dones que Circe te ha dado y ser modelo o algo así -aseguró la joven dirigiéndole una mirada lasciva.
-¿Crees que valgo en eso? -le preguntó Isabella poco convencida- No soy tan guapa, ni alta, ni joven... -musitó con tristeza- No tengo el cuerpo de las chicas de revistas.
Era verdad. Bellatrix no tenía en absoluto ninguna de las medidas para ser modelo. Estaba mil veces más buena que cualquiera de ellas. Ese pensamiento cruzó fugaz la mente de Hermione que no aguantaba más con la ropa interior empapada. Se levantó y agarró a su compañera de la muñeca con menos delicadeza de la deseada. "Creo que valdrías muy bien. Ven, vamos a comprobar lo de tu cuerpo" comentó guiándola a su habitación.
Dado que a la morena no le iba a costar nada hacer que se corriera, optó por recrearse en los pasos previos. En cuanto alcanzaron su dormitorio, la chica comenzó a besarla con fuerza. A los pocos segundos, la sujetó por la barbilla para obligarla a abrir la boca para ella. Consiguió acceder y al instante metió la lengua recorriendo exhaustivamente toda su boca. Por primera vez en toda su relación, fue Hermione la que dominó el beso. Era casi raro besuquear a alguien que se parecía a su novia pero no llegaba a serlo del todo. Pero le excitó igual. Era obvio que se trataba de Bellatrix, nadie en el mundo ponía ponerla tan caliente con tan poco. Decidió seguir disfrutando del poder que le había concedido. Se sentó en el borde de la cama y mirando a su compañera que seguía de pie, le ordenó:
-Quítate la ropa.
La bruja la miró nerviosa, con gesto de duda y un ligero temor. "Tenemos que ver si tu cuerpo vale para que vivas de él" explicó la gryffindor, "así que desnúdate". La morena asintió con poco convencimiento . Con manos temblorosas y con bastante lentitud, se quitó primero los zapatos de tacón. Luego se soltó la capa. Por último, se quitó el vestido azul sin atreverse a mirar a Hermione a los ojos. La chica tampoco la miraba a los ojos. Nunca había visto a la duelista con ropa interior que no fuese negra (y una vez granate en honor a ella), así que el conjunto de sujetador y bragas de seda en rosa pálido era una novedad. La alejaba bastante de la fiera obsesiva y sexual que era Bellatrix en la cama. Dio infinitas gracias porque la bruja hubiese cuidado los detalles hasta el final.
-El sujetador también -indicó la chica con una sonrisa mientras pensaba que las bragas quería quitárselas ella misma.
La morena pareció dudar durante unos segundos, luego abrió la boca para replicar pero finalmente dirigió las manos a su espalda y dejó el sujetador en una silla cercana junto con el resto de su ropa. A pesar de cubrirse los pechos con ambos brazos, eran lo suficientemente grandes como para que la visión resultase gratamente erótica. Cuando iba a exigirle que retirara los brazos, Hermione se asustó por primera vez al ver su expresión de angustia, pudor y nerviosismo. Si seguía siendo una actuación de Bellatrix, era lo más maravilloso y sexy que le había ocurrido jamás. Pero empezó a pensar que igual estaba incómoda de verdad. Sabía que por mucho que su novia estuviese pasando un mal rato, al ver a Hermione tan feliz sería incapaz de estropearlo y no se quejaría. La chica sintió la necesidad de preguntarle si estaba conforme, pero si era una actuación, le daba palo interrumpir a Bellatrix que se estaba esforzando muchísimo en cumplir su fantasía.
Por su parte, la morena jamás creyó que sería capaz de captar tan bien las emociones de otro ser humano (no entendía ni las propias...). De hecho, se esforzó mucho en mejorar su legilimancia para tener una ventaja que supliera su carencia de habilidades sociales. Sin embargo, con Hermione rara vez tenía duda de lo que sentía e incluso de lo que pensaba. Así que sin cambiar de pose, durante un par de segundos, sonrió y le guiñó un ojo. Eso despejó toda duda. La joven era capaz de distinguir si las sonrisas de la slytherin eran sinceras o no. Y su sonrisa burlona era completamente real. Estaba bien, quería seguir con el juego y sin en algún momento se sentía violenta se lo diría. Le bastaron dos segundos y una expresión facial bastante simple para trasmitirle todo eso. Ni con sus amigos, ni con su familia, ni siquiera consigo misma había tenido Hermione una conexión tan mágica e instantánea.
Decidió seguir. Se levantó de la cama y se acercó a la morena que seguía tapándose con gesto de incomodidad. Le retiró los brazos del pecho y la contempló de arriba a abajo descaradamente. La besó de nuevo sin poder evitarlo y volvió a separarse.
-Con este cuerpo cualquiera mataría por tenerte -aseguró con voz ronca mientras arañaba suavemente su cintura y su caderas-, de modelo o de lo que sea.
-¿Tú crees? -preguntó Isabella sin tranquilizarse pero recuperando cierta alegría.
"Estoy segura" murmuró Hermione ausente mientras la contemplaba casi babeando. Durante varias horas comprobaron que efectivamente Isabella valía para cualquier cuestión que se propusiera. Esa noche, Hermione cumplió su mayor fantasía y batió su récord de orgasmos. Invirtió sus último aliento en un intento de declaración de amor eterno:
-¡Te quiero tanto...! Tanto, tanto... -murmuró Hermione contemplándola embelesada con la vista nublada por la extenuación.
No fue capaz de expresar más su devoción ni su gratitud, ni de pedirle matrimonio ahí mismo pese a las ganas. Las fuerzas se agotaron del todo. Pasó un brazo por la estrecha cintura de su compañera y el sueño la alcanzó al instante.
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