Capítulo 33
El despacho de Bellatrix era una habitación que la bruja no le había enseñado a su novia. Y entendió por qué. El desorden que reinaba era importante. A pesar de que la sala era igual de amplia que el resto de la casa, había libros abiertos por todas partes, el escritorio estaba lleno de pergaminos, cartas y todo tipo de documentos en varios idiomas, algunas fotos sueltas por aquí y por allá y todo tipo de cachivaches mágicos. "Perdonad el desorden", murmuró abriéndose camino entre las pilas de libros, "Tengo mi propio sistema de organización y no quiero que los elfos toquen nada". Ambos asintieron en silencio.
-¿Por qué tienes planos de Hogwarts? -preguntó Hermione curioseando los documentos.
-¿Quién crees que encontró la manera de romper las barreras de entrada? ¿Lucius? ¿Rod?-se rió sacudiendo la cabeza- El Señor Oscuro me lo encargó a mí. Me aseguré de esperar hasta que Minerva me confirmó que la Orden estaba preparada.
Los estudiantes asintieron de nuevo. Harry se agachó para recoger una foto atrapada entre una pila de libros y dio un respingo al observarla. La bruja oscura aparecía unos años más joven sin apenas cambios físicos y con la misma mirada altiva y aspecto deslumbrante, sobre su cuerpo, se enroscaba una enorme serpiente que se frotaba contra su cara con afecto.
-¿¡Tienes una foto con Nagini!?
-Era mi amiga -contestó Bellatrix quitándole la foto y observándola- Además yo estaba muy buena ahí.
Volvió a dejar la foto sobre el atestado escritorio y abrió un armario en busca de su pensadero.
-Sabes que ella mató a Snape, ¿verdad? -siguió el chico.
-No lo sabía -confesó Bellatrix.
Ladeó la cabeza para calibrar cómo afectaba aquel nuevo dato a sus querencias. Al poco se encogió de hombros. "Mis amigos nunca se han llevado bien entre ellos", informó. "Como tú y Cissy" añadió girándose hacia Hermione.
-¡Narcissa es tu hermana, no tu amiga! -protestó Hermione- ¡¿Y acabas de compararme con una serpiente guión horrocrux?!
-¡No! Nagini era Cissy, tú eras Sev -corrigió la duelista- Por favor, peque, esfuérzate más en seguir mis metáforas.
Una vez más, no había réplica posible a aquel sinsentido, la cabeza de Bella también tenía su propio "sistema de organización". La bruja encontró finalmente el objeto deseado y lo levitó hasta la única mesa que quedaba vacía en un lateral del despacho. Colocó la varita en el pensadero, retiró el recuerdo que aún flotaba en el liquido y lo guardó en un tubo de plástico. Abrió otro armario y lo almacenó con lo que parecían ser docenas de frascos con recuerdos que la bruja no quería tener en la cabeza. Los chicos la miraron ojipláticos: nunca habían visto tal cantidad de memorias embotelladas. Parecía imposible que le quedase idea alguna en la cabeza. La bruja vio sus caras de horror y murmuró: "Y eso son solo hasta los doce años...". Se colocó la varita en la sien y un hilo plateado emergió de ella. Lo vertió en el objeto mágico y se giró hacia sus ex alumnos:
-Sucedió un par de semanas después de que yo escapara de Azkaban y unos meses antes de que Sirius muriera. Vol.. demort tenía que viajar para comprobar que los horrocruxes estaban bien. Para evitar encontronazos con aurores, decidió organizar un ataque en un pueblo muggle a las afueras de Londres como distracción.
-Avisarías a la Orden, ¿no? -preguntó Harry.
Parecía una pregunta evidente e inocente, al fin y al cabo, el chico no estaba tan familiarizado como su amiga con los problemas psicológicos de la duelista. Pero la mirada que le devolvió la slytherin le hizo dudar de si finalmente les enseñaría el recuerdo. "Acababa de salir de pasar cinco años en la cárcel por crímenes que no cometí después de que Dumbledore y la Orden me prometieran que eso nunca pasaría" explicó con odio en los ojos y en la voz. Con un gesto de su varita, se abrió la puerta de otra estantería. Era muy similar a la anterior: decenas de tubos de ensayo llenos de aquella sustancia intangible. "Esos son de Azkaban", señaló la bruja, "los que he conseguido sacarme, claro... Así que perdóname si por aquel entonces no sentí muchas ganas de avisar a la puñetera Orden". El chico asintió con la cabeza algo avergonzado y Hermione se acarició los brazos intentando sofocar la piel de gallina que le había provocado aquella visión. Hubo un par de minutos de silencio en los que la mujer cerró el armario, se alejó del pensadero y pareció replantearse la decisión.
Hermione pensó en cómo salvar la situación sin que acabara en un disgusto para su mejor amigo o para su novia. Lo normal sería apelar al sentido común, pero tratándose de Bellatrix... Decidió probar otra estrategia.
-Piensa que Ojoloco está muerto. Lo asesinó en unos tres segundos el hombre al que solo tú pudiste derrotar. Además, murió creyendo que estabas de parte de Voldemort, que te habías escapado tras vencerle a él y a cuatro aurores más de forma humillante y que probablemente ibais a ganar y serías algo así como la reina de Voldemort.
Harry la miró horrorizado como si se hubiese vuelto loca. A la mortífaga se le escapó una sonrisa cruel, esa idea no le desagradaba. Pero no iba a rendirse tan fácilmente, aunque se tratarse de su alumna más brillante.
-Murió creyendo que había entrenado a Nymphadora tan bien que era capaz de apagar un fyendfire. Eso me jode mucho.
-Tonks es tu sobrina -replicó la chica- Por poca que sea la sangre Black que corre por sus venas, es evidente que le proporciona una habilidad natural para la magia que no es fruto del mérito de ningún auror.
Bellatrix ladeó la cabeza y frunció los labios pensativa para decidir si le valía la justificación.
-Bien salvado, Granger -concedió al rato.
Harry sacudió la cabeza. No entendía en absoluto la relación de ambas pero era evidente que funcionaba. La slytherin volvió junto a ellos y prosiguió la explicación advirtiendo a Harry con una mirada de que esta vez, mantuviera la boca cerrada.
-Se lo conté a Severus. El Señor Oscuro confiaba en él para infiltrarse en Hogwarts pero no tanto en lo referente a misiones en las que crear caos y destrucción, ese era mi campo. Él se encargó de evacuar a los muggles de la zona de forma discreta y todo eso. Al minuto de llegar los mortífagos al pueblo en cuestión, apareció la Orden. Fue un enfrentamiento bastante largo: Voldemort quería que los distrajésemos lo máximo posible y ellos ansiaban atraparnos, así que nadie tenía prisa por acabar. Yo llegué tarde. Él me llamó a última hora para pedirme que cuidara a Nagini mientras estaba de viaje, así que tuve que ir a buscarla a casa de mi hermana y traérmela aquí. Como el recuerdo es mío, no veréis el principio.
-De acuerdo- aceptaron ambos.
Ella les señaló el pensadero con un gesto para que empezaran cuando quisieran mientras se alejaba y se sentaba en su escritorio abriendo una botella de whisky de fuego.
-¿Tú no vienes? -preguntó Hermione.
-Ya lo viví. No fue mi mejor época y tampoco es una historia particularmente interesante. Os espero aquí.
Hermione asintió. Los chicos se miraron y hundieron la cabeza en la bruma del pensadero.
_ _ _ _ _
Era una noche sin luna y hacía frío. Unas pocas farolas iluminaban el pueblo muggle. Se oían gritos y las varitas provocaban haces de luz continuamente. Habría unas veinte personas entre mortífagos y miembros de la Orden, bastante igualados en número. De sus conocidos faltaba Tonks, que en esa época debía estar superando las pruebas de auror. Era estremecedor volver a ver a Ojoloco, Sirius y Lupin en plena acción. Claro que también estaban los hermanos Lestrange, Mulciber y varios mortífagos que habían muerto durante la guerra. "Ni una mujer, genial...", pensó Hermione con fastidio, "Vaya representación escasa... Aunque tenemos a la mejor... ¿Dónde demonios está?" Ninguno de los chicos localizaba a Bellatrix, lo cual era absurdo porque el recuerdo era suyo. Probablemente se debía a la escasa iluminación del lugar.
Una carcajada cruel lo envolvió todo. Apenas se distinguía debido a la oscuridad de la noche, pero un humo negro recorría con rapidez el improvisado campo de batalla. Aterrizó en el suelo sin abandonar la risa demente. Tenía la piel cetrina, el pelo enmarañado en un completo desastre, los huesos casi visibles, cicatrices en las manos y el tatuaje de Azkaban en el cuello. Su vestido se veía raído tras años sin ser usado. Pero lo que provocó escalofríos a Hermione fue su expresión. Recordó que le contó que al salir de la cárcel ya no sabía ni en quién creía y perdió la poca cordura que le quedaba. Era evidente en sus ojos, en aquella mirada asesina que lo barría todo como decidiendo a quién iba a torturar esa noche.
Los chicos notaron que el clima del combate mutaba sutilmente tras su aparición. La confianza y la seguridad entre los miembros de la Orden se tambaleó ligeramente; incluso algunos mortífagos parecían temer a la imprevisible bruja. En cuanto tocó tierra, el problema de la oscuridad terminó. Con un par de gestos de su varita, varios edificios de ambas aceras empezaron arder desde los cimientos. En cuanto la vio, Ojoloco intentó deshacerse del duelo que mantenía con Lucius para apresar a la bruja. Sin embargo, en Sirius apreciaron una expresión de alegría disimulada al ver surgir a su prima. No fue el único que se alegró.
-¡Belle! ¡Te echábamos de menos, ya pensaba que no aparecías! - la saludó sonriente un mortífago moreno de aspecto atractivo que luchaba contra Shacklebolt.
-¡Sabes que nunca me pierdo una batalla, Dol! -gritó la bruja guiñándole un ojo con su sonrisa maníaca.
Era Antonin Dolohov. A Hermione le chirrió la familiaridad con la que se trataban ambos mortífagos y algo dentro de ella protestó. La bruja fue aturdiendo y desarmando a cuantos se encontraba a su paso: Arthur Weasley, Lupin, Shacklebolt y algunos otros a los que los chicos conocían solo de vista. Lo hacía de forma caótica, desordenada, permitiéndoles recuperarse tras sus ataques. La gryffindor no tenía claro si lo hacía porque pretendía ayudar a la Orden sin que se notara o para jugar con ellos antes de devorarlos. Se la veía eufórica, como la vez que Hermione presenció el combate en el bosque contra Moody y los otros, solo que esta vez sin contener su ira y sus delirios. A ratos simplemente corría riendo a carcajadas e incendiando cosas.
La sabelotodo no era capaz de mirar a nadie que no fuese su novia. Era un espectáculo de caos y destrucción terriblemente hipnótico. Harry la vigilaba de reojo mientras contemplaba a su padrino. Llegó a asustarse al ver que los hermanos Lestrange se enfrentaban a Sirius en un duelo injusto. Cuando parecía que ambos iban a lanzar la maldición asesina a la vez, un hechizo aturdidor los levantó por los aires a los dos.
-¡Ese sucio traidor es mío! - chilló Bellatrix con expresión histérica.
Cuando su casi-marido intentó replicar, recibió otro hechizo justo en el pecho. El animago miró a su prima dispuesto a darle las gracias hasta que notó en su mirada que a aquella mujer no la conocía. Fuese por cariño o por temor, a pesar de tener la varita levantada, no se atrevió a lanzar ningún hechizo.
-O me atacas o nos matan a los dos, imbécil -gruñó Bellatrix entre dientes.
Sirius reaccionó de inmediato y empezó a pronunciar conjuros Al principio eran encantamientos sencillos, sin pretender causarle ningún problema. Enseguida vio que no había peligro en herir a su prima por accidente: se movía con la agilidad de una serpiente y desviaba los hechizos sin esfuerzo. Bellatrix no paró de reírse ni de insultarle a gritos durante todo el duelo. "Ojalá sentir una pasión así de intensa por algo" pensó Hermione mientras contemplaba una vez más cuán eufórica se sentía la bruja oscura combatiendo.
Su primo era un mago notable, así que la duelista también se estaba esforzando en el enfrentamiento. "¡Desmaius!" exclamó y el hechizo pasó rozando la oreja de Sirius. No fue un error de cálculo: alcanzó a Moody en el pecho justo cuando había logrado desarmar y apresar a Dolohov. El mortífago quedó libre y le dedicó a su compañera una reverencia de agradecimiento. Bellatrix le sonrió sacando la lengua y volvió a prestar atención a su primo. Varios ataques y contraataques después, los chicos se dieron cuenta de que Sirius pretendía hacer retroceder a Bellatrix hasta un callejón cercano. La slytherin también se percató y frenó al instante ante la mirada desesperada de su primo.
-Bella -susurró él- necesito hablar contigo.
-¡No me llames Bella! -chilló la bruja desquiciada- ¡No soy nada tuyo!
El hombre se asustó al darse cuenta de que realmente esa no era su prima, en algún punto la habían perdido. Siguieron luchando para evitar sospechas de ambos bandos.
-Déjame hablar contigo y luego te dejo matarme si quieres.
-¡Ja! ¡Ni que necesitara tu ayuda o tu permiso para acabar con tu patética vida! -rió la duelista casi ofendida por el ofrecimiento.
El animago empezaba a parecer desesperado. No sabía cuánto más duraría aquella batalla. En ese momento, Ojoloco que se había recuperado con rapidez se acercó a ellos furioso. Los observadores, al igual que el afectado, se dieron cuenta de que iba a perder su oportunidad de hablar con Bellatrix porque ella ya estaba dispuesta a lanzarse sobre el auror.
-¡Tú, maldita loca! -gritó Moody acercándose a la bruja.
Antes de que ella pudiese responder con una burla, un poderoso hechizo hizo volar al hombre varios metros más allá. "¡Aléjate de mi prima!" gritó Sirius atacando a su compañero con rabia. Por suerte, el resto de combatientes estaban demasiado inmersos en sus respectivos duelos y nadie notó el temporal cambio de lealtad. La slytherin le miró sorprendida. Con un movimiento de su varita, una densa cortina de fuego los separó de la vista del resto. Corrió hacia el callejón más cercano y el mago la siguió.
-¡Qué quieres! -exclamó la bruja oscura sin perder el halo de locura.
-¡Bellatrix, Bellatrix! -la llamó su primo mirándola a los ojos.
Los chicos entendieron que no buscaba reafirmar su nombre, sino apelar a la parte humana de la mujer que debía permanecer oculta en alguna parte de su ser. No parecía funcionar. La duelista se agitaba nerviosa con su varita en alto y acariciando con la otra mano la daga que llevaba en la cintura.
-Bellatrix, estás de nuestra parte, ¿verdad?
Hubo unos segundos de silencio en los que ambos se miraron a sus respectivos ojos oscuros. Pareció que por un instante, la mortífaga reconocía a aquel hombre que en algún punto había sido parte de la familia Black.
-Ya no sé de parte de quién estoy, Sirius -contestó la bruja temblando- He perdido años en Azkaban por crímenes que no eran míos, tú sabes lo que es eso. Yo no tenía recuerdos felices a los que agarrarme ni ningún motivo por el que mantener la esperanza.
El hombre vio tanto dolor en su expresión que sin importarle su propia seguridad, bajó la varita y la abrazó.
-¿¡Pero qué diablos haces!? -se retorció ella intentando liberarse -¡Suéltame ahora mismo o te vuelo la cabeza!
El animago la soltó despacio. "¿Qué querías decirme?" exigió ella. Él cogió aire sabiendo que aquello no iba a ser fácil.
-Necesito que me prometas que protegerás a Harry si me pasara algo.
La bruja le miró boquiabierta por unos segundos. Luego se rió tanto que pareció que se ahogaba. Él se asustó de que alguien los oyera y acudiera.
-¡Por supuesto que sí, mi querido primo, por supuesto que sí! -se burló ella entre carcajadas- ¡Nunca te ha importado lo más mínimo lo que me pasase y en agradecimiento, no tengo otra cosa que hacer que proteger al inútil de Potter!
-Tienes razón. Y siento muchísimo que...
En ese momento, la bruja se abalanzó sobre él y lo empujó contra el muro del callejón. Le sujetó clavándole un brazo en las costillas y hundiendo su varita curvada en la sien del hombre, que la miraba más sorprendido que asustado. Harry dio un respingo y Hermione notó que contenía el aliento. La duelista volvió la mirada hacia la entrada del callejón sin liberar a su primo. Los chicos vieron en sus miradas el alivio que sintieron al ver aparecer a Lupin y no a Ojoloco o a cualquier mortífago. Bellatrix retiró el brazo del cuerpo del hombre pero no la varita mientras observaba al recién llegado con expresión altiva. Sirius miró a su amigo y le hizo un sutil gesto de aquiescencia con los ojos. Lupin asintió a su vez.
-Yo os cubro -susurró el hombre alejándose del callejón.
Era evidente que su compañero le había hecho participe de su plan.
-¡Qué bonito! -murmuró Bellatrix con voz burlona- Tener amigos que te cubren mientras acosas a la gente...
Retiró la varita de su cabeza. Sirius la ignoró mientras se acariciaba el costado donde la bruja le había clavado el codo. "Joder", murmuró, "¡Lo pequeñita que eres y la fuerza que tienes!". La referencia a su estatura no le hizo ninguna gracia a la mujer que volvió a mirarlo con furia.
-Escucha, Bellatrix. Tienes toda la razón: siempre pensamos que estabas loca y te dimos de lado sin tenerte nunca en cuenta ni preocuparnos por ti, creímos que no lo necesitabas. Créeme que me duele de verdad. Y siento lo de Azkaban, yo jamás quise que tuvieras que pasar por eso. Pero confío en ti, de verdad. De hecho, me encantaría que fueses la madrina de Harry, que tuviese a alguien más que a mí...
La bruja soltó una risa pero no se burló como antes.
-Pídeselo a Andrómeda. Es mi versión mejorada, ya sabes, cuerda, coherente, amorosa y todo eso, ¿no?
Sirius cerró lo ojos por un segundo acusando el golpe. Era verdad que él y Andrómeda siempre habían tenido la relación más boyante.
-Tú eres la mejor, la más poderosa, más que ninguno de nosotros. Es evidente que muchos moriremos pero tengo claro que si alguien sobrevive, serás tú. Y me sentiría mucho más tranquilo si supiera que protegerás a Harry.
El rostro de la bruja era ahora una máscara indescifrable, pero era obvio que no se había dejado seducir por los halagos hacia sus cualidades como guerrera. Así que el animago decidió jugar la última carta que le quedaba.
-Haz el juramento inquebrantable de que protegerás a mi ahijado y te dejo en herencia el piso de Grimmauld Place y todo lo que poseo.
La bruja le miró pensándoselo durante unos segundos.
-Tengo mansiones en países que ni siquiera he visitado. Más te vale dejarle la tuya a Potter o no tendrá ni un sitio donde caerse muerto. En cuanto a protegerlo, seguro que Dumbledore, luz y guía de vuestro camino y vuestros corazones, lo hará encantado -se burló.
La desesperación se adueñó por completo del rostro de Sirius. Esperaba que con ofrecerle la única casa de los Black que no tenía ella en propiedad hubiese valido. Ambos escuchaban que la batalla daba sus últimos coletazos. A pesar de la cortina de fuego y de Lupin, pronto aparecería alguien.
-Albus es un gran mago y un gran estratega. Pero no me fio de él desde que permitió que te metieran a Azkaban.
-Me importa muy poco...
Una llamada cercana la interrumpió.
-¡Belle! Belle, ¡dónde estás! ¿Va todo bien? -se escuchó un grito cada vez más cercano.
La bruja se asustó durante un segundo, se calmó al siguiente y en el tercero, le susurró a Sirius:
-No voy a hacer el juramento inquebrantable. Te prometo que protegeré al inútil de tu ahijado pero tendrás que fiarte de mi palabra. Ahora lárgate.
Y acto seguido gritó delatando su posición: "¡Aquí, Dol! ¡Va todo de maravilla!". Sirius la miró decidiendo qué hacer, sin saber si le bastaba con su palabra. Justo un instante antes de que Dolohov llegase al callejón, Sirius susurró mirándola a los ojos y dándole un abrazo fugaz: "Gracias, Bella". Un perro negro desapareció silencioso en la oscuridad de la noche. El mortífago encontró a su compañera sacudiéndose el polvo y el hollín del vestido. La miró de cerca para asegurarse de que estaba bien y le sonrió.
-Es hora de irse. ¿Qué ha pasado con el idiota de tu primo?
-Ha huido como la rata cobarde que es -contestó la mujer encogiéndose de hombros.
El hombre asintió, le pasó un brazo por los hombros y se desvanecieron en una nube de humo negro.
_ _ _ _ _
El recuerdo terminó.
Harry y Hermione reaparecieron en el despacho de una Bellatrix mucho más pulcra y comedida que la que acababan de ver. Aún así, les costó mirarla a la cara; sospechaban que la versión demente dormitaba en alguna parte dentro de ella. La bruja seguía sentada con tranquilidad en su escritorio acariciando un vaso de whisky. Inconscientemente, ambos tomaron asiento en las sillas que había frente a ella para intentar procesar la visión.
-¿Qué esperabais? -les preguntó con curiosidad- ¿Una alegre reunión familiar con risas y ranas de chocolate? Ese no es el estilo de los Black.
Ninguno contestó. La bruja tampoco entendía semejante abatimiento, no habían visto charcos de sangre, ni tortura, ni asesinatos en masa como en otras misiones... Supuso que era el shock de ver tan llenos de vida a sus amigos muertos. Algo parecido a lo que ella sentía al ver recuerdos de su Señor o de Severus, razonó para sí misma. Para intentar sacarlos del estado catatónico, convocó dos vasos con su varita y les sirvió dos dedos de whisky a cada uno. Ambos bebieron con cautela y tuvieron el detalle de disimular el ardor y aguantar las ganas de toser. La duelista casi se sintió orgullosa de ellos. Fue Harry el primero que recuperó el don de la oratoria:
-¿Fue la última vez que lo viste?
-Sí, fue la última vez que hablamos. No volví a saber de él hasta el testamento.
-¿Por que no estuviste en el ataque al Ministerio cuando la profecía?
La bruja soltó un bufido.
-El Señor Oscuro procuraba evitar mandarme a misiones que requiriesen tacto o cautela. Decidió que mi carácter explosivo y una sala llena de profecías de cristal no eran una buena combinación. Pensó que el cobarde de Lucius lo haría mejor... y fracasó estrepitosamente.
El chico asintió. "Si hubieras estado Sirius no hubiera muerto" murmuró para sí mismo. La bruja frunció los labios y se encogió de hombros.
-Gracias... -volvió a murmurar él- Por cumplir tu palabra... y por no aceptar su piso.
La bruja asintió y miró a su novia que seguía sin abrir la boca. Le preocupó que a ella le hubiese traumatizado más verla chillando y arrasando un pueblo muggle. "Como me quede soltera por hacer feliz a Potter, va a volver a ver a su padrino hoy mismo... en la tierra de los muertos" pensó la duelista. Harry debió sentir un temor parecido.
-Mione... ¿Estás bien?
Al rato la chica pareció salir un poco de su ensimismamiento y asintió con la cabeza. "Te acompaño fuera, Harry. Ginny te estará esperando para cenar" dijo al fin Hermione. "Em.. vale..." accedió el chico mirando a su antigua profesora con un gesto de disculpa. La bruja le respondió con una mirada de desprecio. "Gracias otra vez, Bellatrix" repitió él saliendo del despacho.
-¡Una última cosa! -exclamó el chico que nunca había sabido cuándo callarse- Dolohov es de los pocos mortífagos fugados a los que aún no hemos localizado, ¿se te ocurre dónde podría esconderse?
-No tengo la más remota idea -respondió la duelista mirándole a los ojos con la misma tranquilidad pasmosa con la que le vieron mentir a McGonagall la vez que interrumpió su clase.
El aprendiz de auror hizo un gesto de asentimiento y salieron definitivamente de la estancia. Durante el camino hacia la verja de entrada, el moreno intentó mantener una conversación con su amiga sobre lo que había pasado, pero la chica le confesó que no tenía ganas de hablar ahora, que ya hablarían más adelante. Harry hubo de respetarlo y en cuanto la verja se abrió al acercarse la joven, se despidieron hasta el día siguiente.
Cuando Hermione volvió a entrar, Bellatrix seguía en el despacho recogiendo el pensadero. "¿Cenamos algo?" le preguntó la duelista con dulzura (o lo que ella creía que era dulzura, no era una cualidad que estuviese acostumbrada a mostrar). "No tengo hambre, he comido mucho". La bruja oscura asintió. Decidió seguir intentándolo. "¿Te apetece hacer algo? Podemos hablar o dar un paseo por los jardines... ¡Si quieres puedo empezar a enseñarte oclumancia como te prometí!" le sugirió con ilusión creyendo que la sabelotodo nunca rechazaría algo así. La chica negó con la cabeza y respondió: "Estoy un poco cansada. Creo que voy a ducharme y me iré a dormir". "Vale, que descanses" susurró Bellatrix. La joven le dio las buenas noches y subió hacia la habitación. Hacía mucho que a la bruja no le dolía tanto un rechazo y esta vez ni siquiera tenía claro qué había hecho mal.
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