Capítulo 26
La noche siguiente, Andrómeda y Hermione cenaron juntas en un pequeño restaurante del centro. No era un local especialmente elegante ni distinguido: la economía de ambas no era muy boyante. No obstante, la mayor intentó crear el clima más cómodo posible para reconfortar a la chica. Bellatrix había pasado muy mala noche, pero había sobrevivido. Por la mañana la había visitado una sanadora de San Mungo y tras recibir una sonada bronca de la rubia por no vigilar a su hermana, le había dejado a Narcissa un suministro de pociones de todo tipo. Con eso no hacía falta que Bellatrix volviera al hospital: no podían hacer por ella más que su hermana. No obstante, la medibruja se había comprometido a visitarlas dos veces por semana.
El Ministerio había concedido a Narcissa permiso para mudarse a la Mansión Black durante los dos meses que faltaban para el juicio. Andrómeda iría a verlas los días que no tuviera que hacerse cargo de Ted. Por mucho que intentara ocultarlo, no escapaba a alguien tan brillante como Hermione: captó perfectamente que su hermana seguía enfadada con ella por haberla involucrado a ella en todo el proceso. La relación que les había llevado quince años retomar parecía haberse roto en una noche. Otra buena noticia era que sí se podía modificar el hechizo de la verja de entrada que actualmente solo reconocía a Bellatrix y a Narcissa. La parte mala era que la única persona que podía alterarlo era el miembro más antiguo de la familia Black. Y en esos momentos, el miembro más antiguo de los Black estaba en la cama sin mover un músculo.
-¿Y con un elfo doméstico? -preguntó Hermione que le había dado muchas vueltas al asunto- Pueden aparecerse en cualquier parte.
-Mi atento padre pensó en todo -rezongó la mayor-, los elfos pueden aparecerse, pero si llevan con ellos a un mago o bruja, este se despartirá de forma mortal. Y créeme, funciona, hubo ocasiones de comprobarlo...
Hermione no quiso saber más. Obviamente había una cosa que sí ansiaba preguntar, pero sabía que era del todo imposible que Narcissa le permitirse ver a la enferma... Y seguramente sería lo mejor para ambas. La madre de Tonks le ahorró el mal rato:
-De momento es mejor que solo mi hermana y yo (e incluso yo le sobro) visitemos a Bella. Nos da miedo que suponga una amenaza para sí misma o para lo demás si alteramos en algo su entorno. Pero te prometo que en cuanto esté mejor, intentaré encontrar la forma de que puedas verla.
Hermione se lo agradeció de corazón. Andrómeda era un cielo absoluto. Y había pensado en ella casi o tanto como en su hermana.
-Perdona si me entrometo, pero creo que deberías dedicarte unas semanas a ti misma, Hermione. Llevas desde que entraste en Hogwarts desviviéndote por los demás y es hora de que te centres un poco en ti. Sé por Dora que estás viviendo con Harry y aún no tienes claro en qué quieres trabajar. He hablado con un amigo del Ministerio y están buscando a alguien para unas prácticas de verano en el Comité de Regulación de Criaturas Mágicas. Sé que no es el puesto más importante del mundo, pero siempre te has preocupado por los derechos de los elfos y...
-¡Me encantaría, nada me gustaría más! -la cortó Hermione verdaderamente agradecida -Muchísimas gracias, Andrómeda, de verdad.
La chica dudaba mucho que realmente estuvieran buscando a alguien y que aquello no fuese un favor personal, pero en cualquier caso, era la mejor idea del mundo para distraerse y no pensaba desaprovechar la oportunidad.
-Llámame Andy. Perfecto entonces. Hablaré mañana con ellos para que se pongan en contacto contigo. Así puedes ver si te gusta y cuando en septiembre termines los exámenes puedes quedarte ahí o en el departamento que prefieras.
Hermione le dio las gracias sonriendo por primera vez en mucho tiempo. Se dieron un abrazo de despedida y la chica le susurró casi avergonzada por pedirle otro favor: "Por favor, escríbeme para contarme qué tal está y...". "Por supuesto, Hermione. Prometo mandarte una lechuza siempre que pueda". La chica se lo agradeció por centésima vez y le dio recuerdos para Tonks y Ted. Aunque estaba bastante lejos, decidió volver caminando a Grimmauld Place. A pesar de ser casi verano, hacía bastante frío y casi resultaba agradable. Estaba realmente ilusionada con la perspectiva de las prácticas. Podría trabajar por los derechos de los elfos, los centauros y todas las demás criaturas que durante los años de terror de Voldemort habían sido denostadas. Era el trabajo ideal para ella. Pensó con tristeza que si en ese momento hubiese tenido a su novia, su vida habría sido perfecta. Obviamente también añoraba a sus padres, pero sabía que ellos estaban bien y no la echaban de menos.
Harry y Ron le confirmaron que aquel puesto realmente estaba diseñado para ella, aunque seguían burlándose de sus asociaciones en defensa de los elfos para hacerla rabiar. Comenzó las prácticas dos días después y todas las predicciones fueron acertadas. Sus compañeros eran simpáticos y se esforzaron por hacerla sentir parte del grupo. En seguida destacó por su inteligencia, su gran capacidad de trabajo y su integridad a la hora de acometer cualquier tarea. Todos estaban encantados con ella. Y ella estaba orgullosa de su trabajo, igual no era el más importante del mundo, pero era el que deseaba y podía cambiar las cosas.
Una noticia que la tranquilizó durante aquellos días fueron los rumores que aseguraban que algunos de los mortífagos fugados habían secuestrado y asesinado a Umbridge. Nadie sabia de ella desde hacía semanas y la verdad es que a nadie le interesaba saber. Un nombre más entre los desparecidos por la guerra, un nombre que nadie lloraría. A Shacklebolt le costó poco darle su puesto a un trabajador más moderado.
Al trabajar en el Ministerio, sus amigos pasaban bastante a saludarla. Ron lo hacía con más asiduidad de lo que a la castaña le hubiese gustado. Al parecer el chico no se rendía. Les había contado por encima que Bellatrix estaba ahora en la Mansión Black pero que había sufrido una recaída y era complicado. Le decía a Harry que no la veía porque Narcissa así lo prefería. Fue incapaz de contar la historia real. Andrómeda por supuesto cumplió su palabra y dos o tres veces por semana le contaba cómo evolucionaba su salud. Cuando pasó un mes, le aseguró que ya podía levantarse de la cama y estaba intentando comer más. Aquello era buena señal. No obstante, Hermione era consciente de que si Bellatrix hubiese querido verla, Narcissa no hubiese sido capaz de impedírselo. Y no había sido así. Conforme pasaban los días, llevaba peor la idea de no volver a verla, ni siquiera como amiga como los días en que le leía en el hospital. Tampoco quiso preguntarle a Andy porque sabía que la ponía en un compromiso y poco podía hacer ella...
Aquello llevó a Hermione a centrarse cada vez más en su trabajo. Eran solo unas prácticas y no le pagaban mucho, pero era la mejor forma de distraerse. Pasaba en su escritorio más tiempo que ningún otro compañero. Incluso rechazaba planes con Harry y los Weasley porque prefería estar sola en la oficina. Le inquietaba la idea de convertirse en una solitaria, huraña y medio loca cuyo único amor era su trabajo.
Cuando transcurrió una semana entera sin recibir una carta de Andrómeda, empezó a preocuparse. Justo la mañana en que había pensado pasar a ver a Tonks para preguntarle por su madre, la mujer se personó en su despachó. Hermione se hallaba absorta en la redacción de un borrador de ley para derogar las absurdas proclamas de Umbridge que degradaban a los centauros como criaturas de segunda. La señora Tonks sonrió al ver cuánto disfrutaba con su trabajo y la saludó:
-¡Hola, Hermione! Tengo buenas noticias, ¿podrías descansar cinco minutos y tomarte un café conmigo?
-¡Por supuesto, Andy! -aceptó la chica dejando todo de inmediato y sonriendo a su vez.
Bajaron a la cafetería del Ministerio y se sentaron en una mesita apartada. El camarero les trajo los cafés e inmediatamente la bruja comenzó su exposición:
-En dos días sale el juicio de Cissy y Draco para decidir si el Ministerio les perdona o les condena por su alianza con Voldemort. Tienen una buena defensa y confiamos en que salga bien. Shackelbolt tiene ganas de empezar de cero y evitar hostilidades, de hecho creo que plantea cerrar Azkaban por las condiciones inhumanas. Yo voy a estar con ellos, naturalmente. Cuentan conmigo como testigo de que estos meses se han portado de forma ejemplar y que fue Lucius el que les arrastró a todo eso... Ya sabes.
La chica asintió. Claro que sabía lo del juicio y esperaba que salieran bien parados. Aunque solo fuese por no hacer aún más desdichadas a sus hermanas, Narcissa no merecía ir a Azkaban. Y Draco era solo un chico como ellos al que la guerra había situado en el bando equivocado sin opción a elegir. De todas maneras, Hermione no entendía qué tenía que ver eso con ella.
-El juicio será el sábado por la tarde -siguió ella- y durante las horas que dure, quería pedirte un favor. Solo si de verdad quieres, no te sientas en absoluto obligada, pero ¿podrías quedarte en la Mansión Black para asegurarte de que Bellatrix está bien?
La chica no esperaba aquel giro y no supo qué decir. ¡Por supuesto que quería abrazar la más mínima posibilidad de verla! ¿Pero Narcissa y la propia Bellatrix estarían de acuerdo? Tonks notó sus dudas e intentó explicarle lo que ni ella misma tenía claro.
-Cissy no se fía de dejarla con alguien desconocido. Pero tampoco quiere dejarla sola porque a pesar de que está mejor, sufre desmayos y cosas así... Esta vez no se va a mover: está en su casa y es donde quiere quedarse, no hay riesgo de fuga, si es eso lo que te da miedo -la tranquilizó sonriendo-. Es más, ni siquiera haría falta que la vieras, sale poco de su habitación.
-¿Pero ella está de acuerdo? ¿Y Narcissa? -preguntó al fin Hermione.
-La verdad, Hermione, es que más que pociones para restaurar su fuerza física, Cissa juzga que necesita más las que actúan como antidepresivo. Toma varias para reducir la rabia y la frustración y también para elevar un poco el ánimo -comentó eligiendo las palabras con cuidado-. A veces se queda sin fuerzas incluso mentales. Está muy sensible. En muchos aspectos, siempre ha sido como una niña pequeña, ahora lo es aún más.
-Pero ese tipo de pociones para generar felicidad artificial causan adicción si se toman de forma prolongada y...
-Hermione -la cortó la bruja cogiéndole la mano y mirándola a los ojos- las necesita.
La chica tragó saliva al ver la gravedad en su mirada. No quiso profundizar en aquella sentencia.
-Lo importante es que está bien de ánimo, así que supongo que no le importará verte.
-¿Supones?
-Bueno... Lo cierto es que la veo bastante poco, entre cuidar de Ted y lo complejo de la situación... la mayoría de cosas las sé por Cissy. Al principio no estaba de acuerdo en dejarla contigo, pero ha visto que es la opción más razonable, no tenemos a nadie más y ha aceptado.
Hermione estaba completamente segura de que esas no habían sido las palabras de la rubia y que probablemente Andy se estaba jugando mucho por ella. No quiso preguntarle más porque se la veía incómoda explicando la enfermedad de su hermana. Le confirmó que sería un placer. Quedaron en que la mañana de marras le mandaría una lechuza con la hora y el lugar y saldría a buscarla. Se despidieron y la gryffindor volvió al trabajo. Sobra decir que no fue capaz de seguir revisando los contratos. Dedicó el resto de horas a terminar un regalo que había empezado hacía tiempo para Bella: una especie de álbum con fotos, recuerdos y reflexiones del tiempo que habían pasado juntas. Se le ocurrió la idea la aciaga noche en que Bella huyó de Hogwarts y ella encontró en su mesilla todos aquellos recuerdos que ambas habían guardado. Deseaba que aquello hablase por ella y le demostrase lo importante que era en su vida y cuánto la quería.
Llegó el sábado. Tenía el día libre. Por la mañana recibió una nota de Andrómeda indicándole dónde aparecerse a las cuatro de la tarde. Hermione estaba realmente nerviosa. No sabía si vería a Bellatrix, pero por si acaso, decidió ponerse guapa para ella. Pasó la mañana arreglándose el pelo y decidiendo qué llevaría. Revisando su armario encontró un vestido verde oscuro sin estrenar. Era sencillo pero de una tienda de brujas bastante elegante. Lo había comprando una tarde tras salir de leerle a Bella en San Mungo. Aquel día se sintió positiva y decidió hacerse un regalo para cuando le dieran el alta a la bruja y fuesen a cenar juntas. La ocasión no llegó. Se lo pondría esa tarde por si acaso era la última oportunidad.
No quería ser negativa pero tampoco positiva en exceso. Bellatrix había aceptado verla -según Narcissa- y si ya le había dado como cuatro oportunidades tras desconfiar de ella, igual tenía suerte y le brindaba una quinta... Pero la persona a la que quería estaba enferma y drogada. Nada bueno podía salir de ahí... Intentó mantener las expectativas en su justa medida. Conforme se acercaba la hora, cada vez se sentía más nerviosa. Llevaba más de dos meses sin verla, ¡dos meses! Desde que la conoció hacía tres años nunca había estado tanto tiempo sin verla. Y por mucho que hubiese intentado olvidarla y hacer del trabajo su pareja de hecho, seguía siendo el amor de su vida. Para vergüenza suya, aún dormía abrazada a la sudadera que olía a ella.
Se presentó a la cita un cuarto de hora antes. Cinco minutos después, se apareció a su lado Andrómeda, que la saludó y se cercionó de que estuviera segura de querer entrar. Al poco apareció Narcissa. La bruja vestía elegante y sofisticada pero con ropa un poco más sencilla de lo habitual; seguramente para que el tribunal no tuviese más motivos para odiarla... En cuanto se acercó a ellas, la verja se abrió a su paso. Saludó a su hermana y les indicó que la siguieran.
La Mansión Black estaba decorada en tonos negros y verde oscuro. A diferencia de la residencia de los Malfoy, aquella casa resultaba extrañamente más acogedora, más moderna y menos angustiosa. No obstante, el aire regio y señorial seguía presente en cada rincón. Conociendo a los padres de las tres hermanas, Hermione esperaba un lugar mucho más lúgubre y tenebroso. Al fondo del inmenso recibidor colgaba un cuadro de las tres hermanas de pequeñas; Hermione moría de ganas de acercarse a cotillear, pero se contuvo para evitar la bronca de la rubia. En cualquier caso, aquel sitio no estaba nada mal para criarse (con una familia normal, claro).
-Es una casa muy bonita – comentó Hermione tímidamente.
Narcissa la ignoró, su hermana tomó la palabra.
-No lo era cuando nosotras crecimos. Este sitio resultaba mucho más terrorífico y asfixiante. Cuando Bella la heredó por ser la mayor, lo tiró todo abajo. Literalmente. Nunca sabremos si pretendía hacer reformas o simplemente le apetecía destrozar algo. El caso es que fue ella quien la restauró y la convirtió en un lugar mucho más habitable. Dedicó muchas horas a los jardines y al campo de quidditch que...
-Si has acabado con la lección de historia -la cortó la rubia-, tenemos prisa.
Tras una mirada de reproche, Andrómeda se despidió de Hermione y le pidió que le mandara un patronus de inmediato si sucedía cualquier cosa. La chica asintió. Entonces la señora Malfoy se dirigió a ella con su tono frío habitual.
-Bella está en su habitación en el tercer piso, ya se ha tomado la medicación de la tarde. No subas. Quédate aquí. La Biblioteca de esta planta es la tercera puerta a la derecha. Puedes leer algo si quieres, pero toca lo menos posible. Si oyes algo o crees que a Bella le pasa algo, llama a Pinky o a cualquier otro elfo y que vayan ellos. No te acerques a ella. No la molestes. No le hables. Te lo digo por tu bien: si lo haces, te arrepentirás.
-Por supuesto, señora Malfoy, yo jamás... -empezó la chica.
-Narcissa, no estarás amenazando a Hermione encima de que ha tenido el detalle de venir, ¿verdad?
-En absoluto, Andrómeda. La estoy advirtiendo porque me preocupa el bienestar emocional de nuestra hija de muggles favorita -contestó con un ligero tono irónico que hizo sospechar a Hermione que aquellas palabras encerraban más de lo que parecía.
Su hermana sacudió la cabeza, se despidió de nuevo de la chica con una amplia sonrisa y las dos se marcharon.
Lo primero que hizo la castaña fue acercarse al cuadro del fondo. Se veía a tres niñas en una especie de jardín. Hermione no entendía de edades de niños, pero calculó que Bellatrix rondaría los quince años. Andrómeda y Narcissa salían juntas de la mano y sonriendo. Su hermana mayor estaba junto a ellas -al menos físicamente- con los brazos cruzados en la espalda y esa mirada desafiante que seguía conservando dos décadas después. Bella y Andy se parecían muchísimo en aquella imagen, podrían haber pasado por gemelas. Hasta Narcissa parecía inocente y adorable. Lástima que les hubiesen tocado aquellos padres.
Se alejó del cuadro y se sentó en el enorme sofá del salón más cercano. Nunca se había sentido tan extraña y tan fuera de lugar. Ahora que sabía que no iba a ver a Bellatrix, la velada se le hacía mucho más cuesta arriba. Aunque por otra parte, no pudo evitar sentir cierta tranquilidad al darse cuenta de que podía librarse del confrontamiento con la bruja oscura. Por mucho que la quisiera y deseara verla, no sabía si estaría preparada para asumir su odio. Una vez más: ¿por qué todo tenía que ser tan complicado?
Por supuesto la joven llevaba sus propios libros en su pequeño bolso encantado, pero no pudo evitar echar un vistazo a la Biblioteca. La bruja rubia se había referido a "la biblioteca de esta planta", ¿tenían una en cada piso? Rememoró aquella primera cita en la que cenó con su profesora y esta le prometió que le enseñaría las bibliotecas de la Mansión Black. Sacudió la cabeza con tristeza intentando difuminar el recuerdo y buscó la puerta indicada. Pasó por una cocina, una especie de salón de baile y varias puertas cerradas. Realmente Bellatrix había hecho un gran trabajo al reconstruir aquel lugar. Y todavía lo creyó más al entrar en aquel santuario. La sala debía ser como dos veces el Gran Comedor. Había estanterías desde el suelo hasta los altísimos techos, todos los libros perfectamente conservados y ordenados por temáticas. Había sillones y sofás con cojines de terciopelo rojo a juego con las pesadas cortinas para sentarse a leer, varias chimeneas, mesas para consultar volúmenes, jarrones con flores exóticas y retratos de algunos autores célebres. Se dio cuenta de que todas las ventanas tenían asientos para leer en ellas como el que le gustaba a la bruja en Hogwarts.
Se acercó a uno de los ventanales que daban al jardín. Entendió el tiempo que le había contado Andrómeda que Bella dedicó a cuidarlo. Más que un jardín, parecía un bosque por su extensión y variedad. Las flores que ahí crecían representaban un catálogo viviente de los ejemplares más bellos y difíciles de cultivar. Solo conocía algunos nombres por un precioso volumen de las flores más costosas del mundo que le regaló Neville. Había lirios del valle, que solo crecen una vez al año en primavera y mueren a las dos semanas; orquídeas de Kinabalu, que habitan en un único parque del mundo y están casi extintas; flores de Kadapul, la más costosas del planeta -literalmente no tienen precio- pues solo viven unas horas y mueren al momento de ser cortadas; e incluso ejemplares de shenzhen nongke, una flor exótica que tarda más de cinco años en crecer. Todas ellas se hallaban protegidas por arcos y enredaderas de rosas negras y doradas que lo cubrían todo. Y esas eran solo las especies que la chica conocía. Más allá de lo que su vista abarcaba brillaban todo tipo de flores con propiedades mágicas con las que no estaba familiarizada.
Decidió abandonar la botánica y volver a los libros. La mayoría no los había visto en su vida, lo cual era raro para la sabelotodo. Se centró en los de apariencia más inocente -recordaba perfectamente la advertencia de Narcissa de no tocar nada- y eligió uno sobre proyecciones astrales (tema del que Hermione jamás había encontrado un libro). Se sumergió en su lectura y olvidó por completo el mundo que la rodeaba. Aquella obra analizaba una teoría mágica muy similar a la idea muggle de los universos infinitos y los multiversos.
"Si los magos se apoyaran más en la ciencia muggle, probablemente descubrirían la cura contra el cáncer y la fórmula de la alquimia en unos cinco minutos", pensó la chica. "Igual podría dedicarme a eso si...". En ese momento, un ruido seco interrumpió su pensamiento. Venía de aquella planta, un par de habitaciones más allá a lo sumo. Su primera reacción fue asustarse. La segunda fue pensar que igual era un elfo... o igual era Bellatrix y se veía en la tesitura de no hablarle ni mirarla para que su hermana no la matase. De cualquier manera, se levantó para comprobarlo. Dejó el libro en su sitio y salió de la estancia. Agarró su varita con sutileza para tranquilizarse pero sin parecer amenazante. En la sala de al lado no había nadie. El ruido tenía que proceder de la cocina. Sería algún elfo preparando la cena. Pero no lo era.
En cuanto entró, su corazón dio un vuelco. Sintió como todo su cuerpo respondía al unísono con alegría, deseo e ilusión al ver a la única persona de la que jamás se había enamorado. Bellatrix no se giró. Parecía muy ocupada buscando algo en los armarios. Hermione la contempló paralizada. Llevaba uno de sus vestidos negros, sin corsé pero ajustado. Le preocupó ver que a pesar de ser entallado, le quedaba bastante suelto. Era evidente que había perdido mucho peso. Su melena lucía brillante y ordenada, Narcissa debía seguir ocupándose del peine. Cuando por fin encontró lo que buscaba, una enorme caja de galletas de chocolate gourmet, se giró. Miró a la chica sin mostrar ninguna emoción particular. Hermione no sabía que decirle. Fue Bellatrix la que rompió el hielo:
-Tengo hambre, voy a cenar -informó llevándose las galletas al sofá del salón.
La chica asintió y la siguió sin saber qué responder. Cualquier pensamiento de evitarla había sido olvidado en cuanto la vio. Tras abrir la caja, la bruja decidió que su cena necesitaba bebida. Con un movimiento de su varita, levitó hacia ella una botella de whisky de fuego. No le hizo falta vaso. Hermione pensó en decirle que era mala idea mezclar pociones y alcohol pero decidió cerrar el pico. Se acercó y se sentó en el sofá de enfrente para dejarle su espacio. Estaba realmente delgada y demacrada, las venas se veían perfectamente bajo su piel. No obstante, no parecía enfadada. No recibió ni una mirada, Bellatrix estaba completamente centrada en su equilibrada cena. Decidió comentar algo inocente:
-Tienes una varita nueva -le dijo intentando sonreír.
Aquello le producía curiosidad. ¿Cómo la había conseguido? Era evidente que no había visitado a Ollivanders... La duelista la miró como decidiendo si fiarse de ella o no. Para alegría de Hermione, se decantó por el sí.
-Tengo un montón, de gente a la que he... desarmado.
Su acompañante asintió sin borrar la sonrisa cuya pretensión era tranquilizarlas a ambas. Empezó a ser consciente de que aquella mansión probablemente albergaba más objetos oscuros que todos los museos mágicos de Inglaterra juntos. Dado que al menos respondía a sus preguntas, se arriesgó a seguir.
-He visto el jardín, es realmente impresionante, son flores únicas. Andy me ha dicho que lo hiciste tú.
Bellatrix frunció el ceño levemente al oír la familiaridad con la que la chica trataba a su hermana, pero tras beber un trago de la botella de whisky, contestó lentamente:
-Me gustan las flores que son difíciles de conseguir. Es emocionante cultivar algo que en teoría solo vive unas pocas horas, solo tú vas a poder ver su belleza fugazmente. Lo cuidaba desde pequeña, salía ahí para que mis padres no me encontraran. Poco a poco conseguí que la magia preservara eternamente la belleza de todas esas flores que deberían haber muerto en su momento.
Hermione asintió lentamente intentando asimilar la información. ¿La bruja hablaba de flores o de ella misma? ¿Y por qué le estaba contando algo tan personal si lo último que habían hecho había sido discutir? Daba igual. Estaba profundamente agradecida a la deidad -o a la poción- que hubiese obrado el cambio.
-Es realmente impresionante. Muchos pueden destruir ciudades enteras, eso es sencillo si se tiene poder; pero construir y mantener algo tan bello y efímero es realmente producto de ser uno con tu magia -alabó la chica sintiéndolo así de verdad.
La bruja la miró sorprendida por el cumplido. Tras pensarlo unos segundos, se incorporó un poco y alargó la caja que sostenía:
-¿Quieres una galleta?
"¿Me está ofreciendo una galleta de recompensa como a los perros?" se preguntó la chica aturdida. "Como si me ofrece un cactus, me lo como igual" pensó.
-Claro, gracias -aceptó cogiendo un par de galletas con una mano temblorosa.
-¡Eh! ¡He dicho una! -exclamó la bruja indignada por el robo.
Hermione inmediatamente le devolvió la segunda. La bruja la miró con desconfianza protegiendo la caja contra su pecho. "A esto debía referirse Andy con lo de que se comporta como una niña..." meditó mordisqueando su única galleta. "¡Madre mía, sí que está buena!" reconoció. Aquellas galletas debían de ser tan exclusivas como las flores del jardín.
-¿Crees que Cissy ganará el juicio? -le preguntó Bellatrix mirándola a los ojos con zozobra- Ella no soportaría Azkaban... -terminó con un murmullo para sí misma.
-Seguro que sí -aseguró Hermione con más seguridad de la que sentía al ver el miedo de la bruja-. Tienen buenos abogados, muchos testigos y el odio a Lucius es grande, nadie dudará que él obligó a su mujer y a su hijo a meterse en eso. Ellos no fueron a la guerra. Además, tu hermana ni siquiera es una mortífaga, tienen poco de lo que acusarla...
Bellatrix asintió, parecía que su respuesta la había animado. Hermione empezó a asustarse. "¿Cuánta medicación le están dando para que haya olvidado o apartado el rencor que debería guardarme?" se preguntó. Ciertamente era la conversación más humana que habían tenido desde su ruptura, pero no parecía real. Algo en la forma en que la slytherin la miraba parecía distinto. Tenía un mal presentimiento, ojalá se equivocara y cuando le quitasen la medicación siguiese comportándose igual. La bruja oscura seguía mirándola y ella se entretuvo alisando los pliegues del vestido procurando disimular los nervios. Llevaba varios minutos intentando reunir fuerzas para pedirle perdón por lo que pasó en el hospital. Y por no haberla apoyado la noche de la pelea contra los aurores, ya que se ponía... Tampoco se atrevía a darle el álbum que le había llevado como regalo, ahora le parecía un poco estúpido y no sabía si sería suficiente o supondría reabrir la caja de Pandora.
-Tu vestido es muy bonito -comentó Bellatrix mientras seguía con la botella de whisky.
-Gra... gracias.
Hermione la miró sorprendida, ¿le estaba tomando el pelo? Su tono parecía completamente sincero y no había maldad en sus ojos, pero tampoco veía a su Bella y no era capaz de explicar por qué. La ex mortífaga dejó sobre la mesa la difunta caja de galletas, se sacudió las manos y las migas del vestido y se recostó en el extremo del sofá. Miró de nuevo a Hermione con curiosidad.
-¿Trabajas en San Mungo?
-¿Cómo? -preguntó a su vez Hermione sin entenderla.
-Que si trabajas en San Mungo -repitió.
La chica no captaba el sentido de aquella suposición, nunca le había mencionado a la bruja oscura ningún interés por ser sanadora. Igual sus hermanas no habían querido contarle lo de sus prácticas en el Ministerio por si eso le generaba desconfianza o rechazo. Viendo la incertidumbre en su rostro, la slytherin le resolvió las dudas:
-Cissy me dijo que contrataría a alguien para que se quedara conmigo mientras estaban en el juicio. Creía que sería alguien del hospital, pero tú no me suenas de cuando estuve ahí, ni has venido a hacerme ninguno de los controles semanales. Además pareces muy joven para trabajar ahí... Cissy no se fiaría de dejarme con alguien que no conoce.
Fue como si le arrancaran el corazón del pecho y le mostraran ante sus ojos cómo lo hacían trizas. Sintió que se rompía por dentro. Nunca una frase tan inocente había provocado una herida tan profunda. Narcissa la había desmemorizado. Había hecho exactamente lo mismo que ella con sus padres: borrar toda huella de Hermione en su vida. A eso se refería con que se arrepentiría si hablaba con ella, por eso aludió a su bienestar emocional. "¡Maldita zorra!", pensó Hermione que jamás se había referido con semejante término a ninguna mujer, "¡Cómo se atreve! No está cuidando a su hermana, la está manipulando a su antojo. Me da igual que quisiera protegerla, no tenía ningún derecho a obligarla a olvidarme". No se le ocurría nada más cruel que una vida en la que Bella ni siquiera supiera de su existencia. Se dio cuenta de que la bruja seguía esperando una respuesta y empezaba a desconfiar por su forma extraña de actuar.
-No, acabo de terminar el colegio... -empezó la chica- He pasado unas semanas haciendo turnos en San Mungo pero no creo que me quede ahí.
Nada de eso era mentira. No sabía qué hacer. Tenía que decirle la verdad, pero no iba a creer a una desconocida antes que a su hermana favorita. Además, la bruja ya tenía suficientes problemas, no podría asumir eso también, no podía desconfiar también de la única persona que la cuidaba. Y, al igual que con sus padres, no tenía claro cómo deshacer el hechizo. Así que decidió seguirle la corriente para no alterar su delicado estado de salud y enfrentarse a Narcissa en cuanto llegase.
-¿A qué colegio has ido?
Alguien menos brillante que Hermione habría caído, pero ella no. "¡Mierda! No puedo decirle que a Hogwarts porque no recuerda haberme dado clase durante tres años", maldijo pensando a toda velocidad. "Beauxbatons tampoco me vale porque habla francés y yo no, me pillará", siguió. Tendría que nombrar la escuela de magia americana y rezar para que colara.
-A Ilvermorny. He venido a Inglaterra porque tengo amigos y familiares aquí y no quería dejarlos solos durante la guerra -inventó sobre la marcha sintiendo una punzada de dolor por mentirle.
La bruja asintió despacio.
-¿Y qué tal es ahí el programa de Defensa contra las Artes Oscuras?
-Bueno... No está mal, nada excepcional tampoco.
-Yo enseñaba eso en Hogwarts -comentó la bruja distraída con su botella casi vacía.
-Seguro que eres una gran profesora, ojalá me hubieras dado clase -contestó Hermione a quien cada vez le costaba más reprimir las lágrimas.
-Sí, lo soy. Pero en cuanto recobré la consciencia en el hospital le mandé una lechuza a la directora para comunicar mi dimisión. No quería morirme siendo profesora.
La chica asintió, no se fiaba de poder añadir nada sin llorar.
-¿Cómo te llamas? -preguntó la bruja como si de pronto se hubiese dado cuenta de que no tenía ni los datos básicos sobre su cuidadora.
-Hermione -respondió casi en un susurro.
-Yo Bellatrix – contestó la bruja para asegurarse de que así estaban debidamente presentadas.
La chica intentó forzar una sonrisa. "¡Ya sé como te llamas, joder! ¿No recuerdas la de veces que he gritado tu nombre cuando me hacías el amor?" pensó desesperada, "¡Vuelvo a casa andando cada noche para buscar en el cielo la maldita estrella que lleva tu nombre!".
-¿Te encuentras bien? No tienes buena cara. Y te lo dice alguien que lleva meses prácticamente sin salir de la cama...
-Estoy un poco mareada, ¿el baño? -preguntó con sus últimas fuerzas.
Bellatrix enarcó las cejas extrañada, pero señaló la dirección con la cabeza. Inmediatamente, la chica corrió hacia el cuarto indicado y se encerró dentro. Ejecutó un hechizo silenciador y lloró. Lloró como no había llorado en su vida, como llora un niño al darse cuenta de que le han arrebatado por completo su inocencia. Lloró hasta que sintió que se ahogaba y que tenía que concentrarse para coger aire.
Su fiel cerebro salió al rescate. Ya estaba, ya había llorado durante unos minutos y no había cambiado nada. Momento de serenarse. Sabía lo que ocurriría pero aún así se arriesgó: buscó en su bolso el álbum con sus recuerdos. Ahí estaba la prueba definitiva de que la bruja no fingía. Bellatrix había desaparecido de todas las fotos, los exámenes con notas suyas eran ahora pergaminos en blanco, al igual que las cartas que habían intercambiado. Asintió como única respuesta emocional: no quedaban lágrimas disponibles. Pensó en pasar ahí encerrada las horas que restaran hasta que volviesen las hermanas pequeñas, pero temió que Bella -o quien fuese la persona que había en el salón y que no la conocía- se preocupara o le pasara algo. A pesar de que ya no fuese nadie para ella, no iba a fallarle otra vez. Y a Andrómeda tampoco.
Volvió al salón. La ex mortífaga no la miró, estaba entretenida colocando unas piezas de ajedrez mágico.
-Juega conmigo.
-No me gusta mucho el ajedrez...
-Me da igual -respondió caprichosa- Cissy te ha pagado para que me entretengas, ¡así que juega conmigo!
El amor de su vida creía que estaba ahí cuidándola por dinero. Suerte que su corazón llevaba ya unos minutos hecho añicos... Daba igual, no era culpa suya y le había prometido que la cuidaría. Asintió y se sentó a observar como colocaba las piezas. Era evidente que hasta ese movimiento tan simple le costaba esfuerzo, pero no iba a hacerla sentir inútil ofreciéndose a colocarlas ella.
-¿Ya te encuentras mejor? -le preguntó la duelista mientras seguía concentrada en su trabajo.
-Sí, gracias. A veces tengo jaquecas y eso...
-¿Que tienes qué? - cuestionó la bruja extrañada.
-Jaquecas, es la palabra muggle para el dolor de cabeza.
La bruja levantó la vista del tablero ya casi completo y la miró sorprendida.
-¿Eres una sangre... eres hija de muggles?
La bruja no logró esconder del todo el rechazo en su voz. Hermione no estaba segura de cuánto dolor más iba a poder soportar sin que su cuerpo mostrara alguna reacción física. No sería su primer ataque de ansiedad... Comprendió que al no estar en su vida, Bellatrix nunca se había esforzado por ser más tolerante y seguía considerando a los de su sangre menos capaces para la magia.
-Sí -respondió con miedo a que la despachase de inmediato.
La bruja asintió despacio.
-No creí que Cissy contratara a alguien que... Bueno, pareces inteligente y llevas ese vestido tan bonito, creí que...
-Lo siento.
-No es culpa tuya. Empiezas tú.
Hermione no sabía que sentir. Dolor porque la bruja considerase extraño que alguien de su clase fuese inteligente; alegría porque le había gustado el vestido que se había comprado para ella o rabia porque si de normal el ajedrez no se le daba bien, en aquel estado de nervios no veía ninguna posibilidad. Qué irónico, las sospechas de inteligencia de Bellatrix iban a quedar desiertas. Aún así, movió un peón blanco y esperó. No tuvo que esperar mucho: la bruja oscura necesitó pocos turnos para ganar.
-Ya te he dicho que se me da mal...
-Bueno, podemos probar otra vez. A mí se me da bien, pero llevo jugando desde pequeña.
La chica asintió agradeciendo que intentara animarla. Sin embargo, aquella última sentencia le extrañó con lo que sabía de la bruja: le había contado que de pequeña ni siquiera sus hermanas querían jugar con ella.
-¿Con quién jugabas, quién te enseñó? -preguntó con curiosidad.
La ex mortífaga abrió la boca para responder pero la volvió a cerrar. Al rato murmuró avergonzada: "Bueno, jugaba sola...". Hermione nunca había sentido tantas ganas de abrazarla. "Pero era divertido, ¡ganaba siempre!" añadió intentando parecer menos patética. Hermione se rió para animarla. Después, volvió a perder. A la tercera partida le dio la impresión de que Bellatrix intentaba dejarse ganar y la gryffindor realmente se esmeró. Sin éxito. La bruja oscura se rindió y guardó el tablero.
-Bueno, el ajedrez no es lo tuyo. ¿Te gusta combatir? Hay una habitación donde podemos practicar si...
-No, lo mío es más bien la teoría... Además, no tengo ninguna posibilidad contra la mujer que acaba de derrotar al mago oscuro más poderoso de todos los tiempos -contestó Hermione con sinceridad.
-Ah, claro, lo siento, no pretendía... ¿Y volar te gusta? ¡Eso le gusta a todo el mundo!
La chica negó con la cabeza, ¿cómo era posible que alguna vez hubiese creído que tenían algo en común?
-¿Tampoco? ¿Y qué demonios haces en tu tiempo libre? -preguntó la bruja realmente sorprendida.
-Leer, me gusta leer.
-Ah, a mí también. Pero no puedo, me duele la cabeza si fuerzo la vista y me mareo...
Entonces Hermione, recordando los libros que siempre llevaba encima tuvo una idea. Sacó su ejemplar de la novela de Oscar Wilde y le sugirió:
-Estoy leyendo este libro, es de mis favoritos, si quieres te lo puedo leer un rato.
Bellatrix se sintió visiblemente incómoda.
-No me gustan los libros muggles, lo siento.
-No, claro, tienes razón, perdona -murmuró Hermione.
A esa mujer sus padres le hubiesen dado una paliza si la hubiesen pillado con un libro muggle, esa mujer no recordaba haberse entretenido con aquella obra maestra mientras la esperaba en su habitación en ropa interior. Tras aquel recuerdo no pudo evitar que sus ojos descendieran al escote de la bruja. Su pecho también había disminuido con la bajada de peso, pero aún así su simple vista le producía un hormigueo familiar por todo el cuerpo. Oyó a la bruja carraspear, vio como intentaba subirse el escote lo máximo posible y como cogía un cojín para taparse avergonzada. "¡Joder, Hermione, maldita pervertida! La pobre está débil, sensible y drogada y aún así tú logras comértela con los ojos y hacerla sentir incómoda". En ese momento, se odió casi tanto como a Narcissa.
-Lo siento yo...
La chica se sintió agotada, no podía más con aquella farsa. No debía faltar mucho para que volvieran Narcissa y Andrómeda y no quería que la primera la pillara hablando con su hermana. Además, no podía permitir que Bellatrix presenciara la bronca que pensaba montarle a la rubia.
-Deberías volver a tu cuarto e intentar dormir un rato. Narcissa dice que necesitas descansar.
La paciente asintió obediente. Se despidió y se fue. Al poco rato, Hermione escuchó un golpe y a la bruja maldecir. Corrió hacia la escalera: "¡Bellatrix! ¿Estás bien?" La encontró al inicio de las escaleras del segundo piso, sentada en el suelo. Las fuerzas le había flaqueado y se había caído. Se dio cuenta de que la slytherin se sentía tan avergonzada por su debilidad que ni siquiera la miraba a los ojos.
-Ven, yo te ayudo -dijo levantándola sin ningún esfuerzo, la bruja no pesaba nada-. Es normal que estés cansada, has invertido mucha energía en darme una paliza al ajedrez -añadió intentando animarla.
La bruja la miró por fin y sonrió. Sonrió de verdad. Hacía tanto que Hermione no veía esa sonrisa... Deseaba tanto besarla... En ese momento se planteó que igual era positivo que hubiese olvidado su mutuo pasado, podían empezar de cero como en los dramas románticos que veía con su madre en la tele, podía hacer que volviera a enamorarse de ella... Se concedió cinco escalones para fantasear con la idea. Luego se dio cuenta de que aquello sería una forma horriblemente cruel de manipularla y de aprovecharse de la vulnerabilidad de una persona enferma. Narcissa tenía razón: se estaba convirtiendo en su nuevo Voldemort.
Por fin llegaron a la tercera planta. La acompañó a su habitación. Siempre pensó que cuando Bellatrix la llevase a su dormitorio sería con un propósito totalmente diferente. Era una habitación enorme, preciosa, en tonos verdes y plateados. La ayudó a meterse en la cama y se despidió de ella. Apagó la luz y se alejó.
-Hermione -escuchó la débil voz de la bruja-, gracias por haberte quedado conmigo. Ya sé que te pagan y es tu trabajo, pero aún así escuché a Cissy quejarse porque no encontraba a nadie que quisiera quedarse conmigo, le doy miedo a todo el mundo. Gracias por venir.
La chica asintió en la oscuridad, cerró la puerta del dormitorio y comprobó que aún le quedaban lágrimas por derramar.
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