Capítulo 25
Hermione dedicó media hora a tranquilizarse, a asumir que era una homicida (fue importante para su serenidad determinar que fue homicidio y no asesinato) y a replantearse todas las decisiones que había tomado desde que dejó de usar pañal. Concluido el proceso y habiendo decidido que de momento no se lo iba a contar a Harry, decidió proseguir la búsqueda de su amigo. Lo encontró centrado en las reparaciones del puente de salida del castillo. En cuanto el chico la vio, corrió hacia ella.
-¡Hermione! -la llamó exaltado.
La chica, en su hipersensible estado de nervios, temió que el mundo mágico ya supiera del asesinato de la profesora sapo. La tranquilizó un poco que su amigo parecía realmente feliz, pero aquello podía ser perfectamente una confirmación de lo anterior...
-¡Tengo buenas noticias! -exclamó Harry
"¡Ay, Dios, lo sabe y voy a tener que decirle que fui yo! Acabará en Azkaban por cómplice..." pensó la chica intentando neutralizar la expresión de su rostro.
-¡Me han ofrecido trabajo!
"Vale, eres una idiota paranoica, querida" se recriminó internamente. Sacudió la cabeza para silenciar a su voz interior y se centró en lo que le estaba contando su amigo.
-¡Han elegido a Shacklebolt como nuevo Ministro de Magia y ha venido a primera hora a comunicarme personalmente que...!
"Vaya, Bellatrix no falla una... ¡Mierda, Hermione, que te centres te he dicho!". Ya se había perdido media conversación cuando se reenganchó al discurso.
-Así que nos han ofrecido a los tres empezar a trabajar como aurores de inmediato por nuestra enorme contribución a la derrota de Voldemort y sus horrocruxes. No tenemos ni que esperar a hacer los exámenes finales -siguió el moreno incapaz de moderar su entusiasmo-. Necesitan nuevas incorporaciones por las bajas en la guerra y están a tope buscando a los mortífagos fugados. ¿Quién mejor que nosotros para ayudarlos?
La chica se tomó unos segundos para procesarlo y deducir las partes que se había perdido del discurso de su amigo. Intentó emular su entusiasmo con poco éxito.
-¡Qué bien Harry! ¿A los tres? ¿A Ron y a mí también?
-¡Claro! He hablado con Ron esta mañana con polvos flu y él y yo vamos a empezar esta misma semana. Él está incluso más emocionado que yo por salvarse de los exámenes -rió el moreno-, pero no sé que te parecerá a ti... Sé que no tienes nada claro qué hacer y que igual no te emociona ser auror... ¡Pero sería genial que el trío dorado siguiese junto! No sé que haríamos sin ti, Hermione...
La joven sonrió apabullada por la nueva información. Tenía clara la respuesta, por una vez todas las voces de su cerebro gritaban lo mismo. "¡No!" exclamó la Hermione estudiante que desconfiaba de aquellos que pretendían obviar los exámenes para los que tanto había estudiado. "¡No!" secundó la Hermione que adoraba a sus amigos pero que necesitaba llevar una vida alejada de sus líos y del irascible carácter de Ron. "¡No!" chilló la Hermione que quería trabajar por la igualdad de las criaturas mágicas. "¡No!" suplicó la Hermione que había sobrevivido a una guerra, acababa de cometer su primer asesinato y no quería más de eso. "¡No!" sentenció finalmente la Hermione que amaba a una mortífaga y que había sido testigo de cómo los aurores le habían destrozado la vida.
-Harry, me encantaría trabajar con vosotros, pero yo... -empezó la chica con suavidad.
-Lo sé, todo en ti grita que no lo aceptes -sonrió su amigo-. Sé que no es el trabajo que quieres y desde luego te has ganado elegir lo que más te guste, todo el mundo mágico matará por tenerte. ¡No me culpes por intentarlo yo también!
La chica rió y se abrazaron. Le dio las gracias por entenderla y respetarla. El moreno siguió contándole sus planes con emoción mientras compartían un granizado de calabaza sentados en la hierba junto al Lago Negro. Hermione intentó ser al menos una buena oyente.
-Mañana mismo Ron y yo vamos a ir al Ministerio a que nos cuenten cómo funciona todo. Espero que Tonks se reincorpore pronto para ver otra cara conocida. Tristemente hemos perdido a los mejores aurores durante la guerra... Además, como Moody era el jefe y murió también, necesitan a alguien que pueda hacerse cargo. Shacklebolt tiene a alguien en mente pero dudo que acepte...
Por el tono en que Harry pronunció la última frase, Hermione entendió que encerraba algo que a ella le podía afectar. Así que decidió morder el anzuelo y preguntar:
-¿Quién? ¿Tonks? -cuestionó ella dándole vueltas a posibles candidatos.
Le pareció que Nymphadora, por mucho que fuese la favorita de Moody, solo tenía veinticinco años y era madre soltera. Era muy joven y tenía demasiadas cargas familiares y psicológicas para asumir tanta responsabilidad.
-No... ¡Es casi de nuestra edad! Pobre, sería una locura darle tanto trabajo. Shacklebolt quiere a... ¿Bellatrix?
Pronunció su nombre en un tono casi interrogativo, avergonzado. A la sabelotodo se le atragantó el granizado. Le costó poco imaginar que el nuevo ministro le habría pedido a Harry que tanteara a su amiga porque parecía conocer a la bruja oscura. El hombre había estado durante la batalla en el Bosque Prohibido cuando Bellatrix quiso protegerla y llevarla con ella; también estuvo presente durante la reunión de la Orden en la que Hermione defendió a la bruja a gritos. "Madre mía..." se preocupó la gryffindor "¿Cuánta gente lo sabe y hasta dónde saben? Sepan lo que sepan, ahora ya no hay prácticamente nada... Aunque me ha dejado dormir con ella... ¡Maldita sea, Hermione, vuelve!", terminó su debate mental. Vio que Harry la miraba fijamente.
-¿Por qué Shacklebolt iba a querer a una mortífaga de jefa de aurores? - preguntó con calma
-Ex mortífaga -corrigió su amigo de inmediato- y solo lo hizo para ayudar a la Orden, siempre estuvo de nuestra parte.
"¡Ja!", se rió mentalmente la chica, "Ahora resulta que estaba de nuestra parte. Cuando la metieron en Azkaban o dejaron el castillo desprotegido para perseguirla tras el asesinato de Dumbledore, la cosa no estaba tan clara". Bellatrix se había convertido a vista de todos en la persona más poderosa del mundo mágico y tras las defunciones recientes, ni un solo mago parecía poder hacerle sombra. Querían tenerla de su parte. Pretendían usar la misma estrategia que el director empleó cuando la nombró profesora: tenerla cerca para vigilarla y poder usarla para sus propios planes. Cierto que en este caso no resultaba tan cruel y suponía sin duda un trabajo más apropiado para ella (¿quién mejor para luchar contra la magia negra que alguien que la ha vivido desde la infancia?). Además, era evidente que contaban con que delatara la ubicación de sus compañeros mortífagos huidos. No era una proposición tan inmoral como la de Dumbledore, pero sí hipócrita.
-¿Te ha pedido Shacklebolt que me preguntes si veo alguna posibilidad de que ella acepte?
-Sí... -confesó el chico avergonzado- Lo siento, yo...
-Tranquilo, no es culpa tuya. Pregúntale si de verdad considera posible que la persona a la que el jefe de aurores encerró en Azkaban durante cinco años con métodos rastreros y sin ningún cargo probado acepte ocupar ese mismo puesto para gloria y honor del Ministerio -ironizó la chica- Además, no está bien... Aún no se encuentra fuera de peligro y psicológicamente... no tengo ni idea de cómo está o de si volverá a tener ganas de trabajar en algo.
Harry asintió agachando la cabeza.
-La verdad es que no sé mucho de Bellatrix y menos de su versión actual... -confesó la chica con tristeza-. Solo tengo claro que hay una constante en su vida y es el odio visceral que siente hacia los aurores. No aceptaría nunca. Y menos sabiendo que eso significa trabajar para Shacklebolt (o para cualquier otro, está harta de ser la segunda de cualquier tío).
Hermione entendía aquello tan bien... Igual que Bellatrix había sido la mejor lugarteniente de Voldemort, ella misma lo había sido de Harry. Por supuesto en condiciones totalmente diferentes, pero aquel era un mundo de hombres en el que las que más valían eran las mujeres.
-Vale, siento haber sacado el tema...
-No te preocupes. De todas formas, se lo comentaré cuando vaya a verla...
En cuanto pronunció aquellas palabras, Hermione empezó a temer la reacción de la bruja. Pero al ver el rostro de Harry animarse ante la perspectiva de que quizá su previsión fuese errónea, se dio cuenta de que no podía dar marcha atrás. Tendría que contárselo.
-Gracias, Hermione. Y ya sabes que nos seguiremos viendo a todas horas. De hecho, quería comentarte que mañana me mudaré definitivamente a Grimmauld Place, ¿querrías venirte a vivir conmigo hasta que decidas buscar a tus padres?
Aquello la pilló por sorpresa. Demasiados cambios a la vez. Primero lo del nuevo ministro, luego resulta que al día siguiente sus amigos empiezan el entrenamiento como aurores y ahora Harry se iba del castillo. ¿Y ella qué iba a hacer? No podía quedarse sola ahí; quería a McGonagall, pero tampoco tanto como para aceptar las miradas de lástima de todos los profesores por verla abandonada sin amigos. Pero mudarse con Harry sonaba raro... No le hacían falta más rumores y paparazzi haciendo fotos de el Elegido y la chica dorada y aventurando posibles romances. Por un lado le daba del todo igual lo que esa gente dijera; por otro, no quería darle material nuevo a Rita Skeeter. Harry le había contado también que el Ministerio iba a concederles una gratificación por su heroica labor en la guerra, quizá podría alquilar un apartamento en el Callejón Diagón o algo hasta aclararse...
Era cierto que aún no se había decidido a buscar a sus padres. No sabía ni por dónde empezar, ni tenía claro cómo deshacer el hechizo. Además, sentía un miedo profundo de destrozarles la nueva vida que habrían creado en Australia y de que se enfadaran con ella porque les había mentido, manipulado y se había fugado para cazar a un asesino sin pensar en cómo podía afectarles a ellos. No podía. Todavía no. Necesitaba unos meses más para encontrarse a sí misma y demostrarles a sus padres que seguía siendo la chica responsable, coherente y sobre todo cuerda que ellos conocían. Cuando el momento llegara, para no volver a trastornar sus vidas, lo más coherente parecía mudarse con ellos a Australia aunque fuese durante un par de años.
Todos sus planes y angustias acababan con la misma pregunta: ¿dónde encajaba Bellatrix? ¿Querría ella encajar en algún sitio? Como si pudiese entrever sus preocupaciones, Harry aventuró:
-Grimmauld Place está muy cerca de San Mungo... Podrías ir andando todos los días y ahorrarte el mal rato de la aparición y todo eso. A Sirius le hubiese encantado que compartiéramos piso, aunque sea temporalmente hasta que decidas qué hacer.
Hermione asintió y le pidió que le diera unas horas para pensarlo. Sin duda había sido el argumento de Harry con respecto a la proximidad al hospital lo que la hizo cambiar de opinión. Eso unido al no querer quedarse sola en el castillo y al deseo de ahorrar dinero por lo que pudiera pasar con sus padres. Así que esa tarde le comunicó que se instalaría con él, un par de semanas como máximo (Harry insistió que todo el tiempo que necesitara). Le comunicaron su decisión a la directora. McGonagall les dio las gracias por su ayuda durante esas semanas y les repitió que las puertas de Hogwarts siempre estarían abiertas para ellos. Tras empaquetar sus pertenencias, dieron un último paseo por el castillo para despedirse de aquel hogar que tanto habían querido. Sin embargo, evitaron la zona próxima a la entrada del bosque donde Hermione temblaba cada vez que recordaba la imagen de Bellatrix perdiendo la consciencia tras el impacto del hechizo.
La mañana siguiente la emplearon en instalarse en el piso que su padrino le había dejado a Harry. A pesar del escalofriante aspecto que solía tener, los miembros de la Orden habían intentado en los últimos meses darle un aspecto un poco más acogedor y habitable. Se instalaron en las habitaciones más alejadas del retrato de Walburga Black para evitar sus gritos de "¡Traidores!" y "¡Sangre sucia!" y procuraron darle a todo un toque más hogareño. Por la tarde, Ron pasó a buscar a Harry y juntos partieron hacia el Ministerio para su presentación como aprendices de auror. Hermione, por su parte, recorrió con tranquilidad los diez minutos que separaban la casa de San Mungo. Durante el trayecto no pudo evitar la tristeza al ver como las vidas de sus amigos avanzaban y la suya parecía estancada. Era cierto que no quería aceptar ningún trabajo (llevaba todo el curso recibiendo ofertas) antes de terminar sus exámenes, pero se suponía que era la bruja más brillante de su generación, ¿por qué tenía entonces esa sensación de que se estaba quedando atrás? Desde luego aquellas vacaciones de verano no empezaban bien para ella...
Cuando llegó al hospital, Andrómeda se marchó. Le llamó la atención que los aurores que vigilaban en la sala de espera habían desaparecido. Imaginó que Shackelbolt estaba intentando ganarse el favor de la bruja devolviéndole su libertad. Entró en la habitación. Bellatrix estaba dormida. Hermione la contempló un rato en silencio. Tenía curiosidad por ver cuál era su humor después de los sucesos que compartieron la última vez. Se sentía como las madres que acaban de tener un bebé y quieren despertarlo para jugar pero saben que luego llorará y será peor. La indecisión terminó cuando notó que la bruja estaba teniendo algún tipo de pesadilla: gemía y se revolvía nerviosa. La chica se acercó, le acarició la cara con cuidado y susurró su nombre con suavidad. Se despertó de inmediato asustada. Antes de que Hermione se diera cuenta, sintió el filo de una daga en su cuello.
-¡Bellatrix! ¡Tranquila, soy yo! -intentó calmarla aunque ahora era ella la más asustada- Tenías una pesadilla, hacías ruidos y...
La bruja retiró el brazo despacio y escondió la mano con el arma bajo las sábanas. La observó un rato sin decir nada. Hermione no sabía qué más añadir, así que intentó satisfacer su curiosidad.
-¿De dónde la has sacado? -preguntó con naturalidad sentándose junto a ella.
Bellatrix tardó un rato en responder, como si estuviese decidiendo si se fiaba o no de que le quitara su juguete. "Se la pedí a Cissy la primera vez que me desperté aquí, por si acaso... Aunque la hechizó para que no pueda cortarme las venas" explicó. Hermione asintió. No entendió si lo último era una broma, pero mejor no preguntar. Había presenciado lo hábil que era con el arma y se preguntó si se habría planteado clavársela a Umbridge en la yugular. Igual no lo hizo porque al no tener varita sería complicado deshacerse del cuerpo... No quiso tentar a la suerte haciendo más preguntas personales. Así que decidió contarle las novedades. El nombramiento del nuevo ministro, la oferta de trabajo como auror para los miembros del trío -que le valió una mirada de desprecio que se borró cuando añadió que lo había rechazado de inmediato- y la mudanza con Harry. Aquello último disparó un destello de curiosidad en los ojos de la ex mortífaga, pero no preguntó ni comentó nada. Hermione no necesitó más para comprobar que su relación no había mejorado. La bruja la miraba con apatía sin decir nada.
-¿Quieres que salga para que puedas dormir?
Se encogió de hombros.
-¿Quieres que siga con el libro?
Mientras esperaba la respuesta, le dio la impresión de que la duelista intentaba contener hasta el más mínimo entusiasmo generado por cualquier propuesta. La chica empezaba a perder la paciencia. Finalmente, la slytherin se encogió de hombros otra vez. La chica perdió la paciencia.
-¡Muy bien, Bellatrix! ¡Si no te da la gana de hacer nada, ni de decir nada, ni de mostrar interés por nada, yo ya me he cansado de aguantarte! ¡Que duermas bien!
En cuanto terminó de gritar, dio un portazo y se marchó de la habitación completamente desquiciada. Bajó los cuatro pisos por las escaleras para no tener que esperar al ascensor. Cuando alcanzó la calle, la lluvia londinense la golpeó con fuerza. ¡Cómo odiaba aquel clima! Recorrió los primeros metros con rabia y decisión. Para cuando alcanzó el final de la manzana, ya empezaba a arrepentirse. Frenó. Se quedó unos segundos cavilando bajo la lluvia mientras hordas de muggles y de magos camuflados pasaban a su lado ignorándola. Cualquiera con menos paciencia que la gryffindor quizá hubiera renunciado, pero la chica era famosa por su naturaleza comprensiva y bondadosa. Además estaba profundamente enamorada. Intentó ponerse en el lugar de la duelista. Sabía que se sentía inmensamente sola, que no confiaba en nadie, que por primera vez en su vida tenía más miedo que ganas de vivir. Se sentía débil e inútil y para alguien tan orgullosa y poderosa tenía que ser la sensación más desquiciante del mundo. No quería mostrarse vulnerable y menos ante Hermione. Dio media vuelta.
Mientras deshacía lo andado, recordó el ruego que la mujer le hizo en la Biblioteca durante su encuentro previo a las vacaciones: "No seré capaz de arreglarme otra vez, de volver a confiar en alguien si... si dejaras de creer en mí". Se preguntó si había sido ella y no el enfrentamiento con Voldemort lo que la había arrastrado a esa situación. Su intuición le susurró que así era. Hermione no creyó en su inocencia y la bruja no era capaz de recomponer su corazón una última vez.
Saludó de nuevo a la encargada de recepción que la miró sorprendida por verla de nuevo y subió a la cuarta planta. La sala de espera seguía vacía. Llamó a la puerta y para su no-sorpresa, nadie respondió. Abrió con cuidado y comenzó a hablar con voz suave:
-Escucha, Bellatrix, siento lo de antes, ¿vale? Es que me resulta muy frustrante que no quieras ni hablarme porque eres muy importante para mí...
No hubo respuesta.
-Podemos solucionarlo juntas, ¿quieres? ¿Bella?
Se acercó a la cama en la semi oscuridad de la habitación. Ahogó un grito al darse cuenta de que el bulto en la cama eran las múltiples mantas. Ahí no había nadie. "¿Bella? ¡Bellatrix!" empezó a llamarla buscándola por toda la planta. Intentó tranquilizarse y no llamar la atención, pero su preocupación no hacía más que aumentar. No la encontró por ningún sitio. ¿A dónde podía haber ido? Estaba enferma con dolores por todo el cuerpo y apenas podía moverse. ¡Ni siquiera tenía una varita! ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si alguien le había hecho algo? ¡No, no, no! Se prohibió pensar así. A pesar de su estado, la bruja sabía defenderse. Lo había comprobado minutos antes cuando le había rozado el cuello con la daga. Ahora el corazón le latía aún más deprisa. "¿Cómo les voy a decir a sus hermanas que la he perdido? Narcissa me matará...". Maldijo la hora en que quitaron a los aurores de la sala de espera, al menos ellos habrían visto algo...
Volvió a la habitación. Seguía vacía. Se sentó en la cama y apeló a su lado racional para meditar cómo actuar. "No ha podido irse porque no la habrían dejado y la mujer de recepción me lo habría dicho y tampoco ha tenido tanto tiempo..." empezó a meditar. Entonces recordó que en cada planta había un punto de aparición de emergencia para cuando llegaban casos graves o urgentes. "¡Mierda! Pero no ha podido aparecerse en su estado, ¿no?" se preguntó intranquila. Era cierto que podía realizarse sin varita si eras un poco hábil, pero aparecerse con la salud de Bellatrix conllevaría muchísimo riesgo de dañar el cuerpo de forma severa. "Recuerda que ya no le importa vivir..." le susurró la voz cruel de su cerebro. Vale. Solo quedaba esa opción (evitando la hipótesis del secuestro porque Hermione no quería ni pensarlo).
En el punto de aparición de la cuarta planta no había nadie, pero podía haberse ido ya. La cuestión era a dónde. Evidentemente a Hogwarts no, lo odiaba. ¿A casa de alguna de sus hermanas? En todo caso sería a la Mansión Malfoy, para rato iba a ir a la casa semi-muggle de su hermana la traidora de sangre... Si elegía la de Narcissa, lo más probable es que aquello le valiese una bronca enorme y la rubia la llevase de vuelta al hospital al instante. Además, seguro que había aurores vigilando la mansión hasta que llegase el juicio y su hermana lo sabría. Una vez más, lamentó no saber cuál era su propia casa. Seguro que tenía varias, además de escondites de sus tiempos de mortífaga... Daba igual. Hermione no conocía ninguno de esos sitios, ni siquiera la casa de Andrómeda. Podía mandarle una lechuza, pero ¿cómo iba a contarle por carta que su hermana moribunda había huido después de que ella le gritara? "Hermione, es una mujer de treinta y ocho años. Es mayor para saber lo que hace", se intentó tranquilizar a sí misma. "Por Merlín... Cualquiera que la conozca sabe de sobra que para cualquier cosa que no sea luchar es como una niña de cinco años", le contestó de nuevo la parte oscura de su mente.
Decidió que no valía de nada lamentarse. Optó por aparecerse en casa de Tonks y rezar porque su madre estuviese con ella cuidando a Ted. Era de noche, la joven habría vuelto ya del trabajo, igual cenaban juntas o algo... Fue el único plan que se le ocurrió. Se apareció en la calle donde vivía la metamorfomaga y caminó hasta su puerta. Llamó y la auror le abrió con alegría:
-¡Hermione, qué sorpresa! Justo hoy...
-¿Está tu madre aquí? -la cortó la chica al momento.
Tonks asintió extrañada y la condujo hacia el salón. Andrómeda enseguida dedujo por su expresión que algo sucedía. Antes de que pudiera preguntarle, la sabelotodo decidió soltarlo todo lo más rápido posible:
-Lo siento mucho, he ido a ver a Bella y me he enfadado con ella porque me ignoraba. Me he ido del hospital, pero he vuelto a los cinco minutos y... Bella ya no estaba. La he buscado por todo el hospital pero no la he encontrado. Creo que se ha marchado, habrá intentado aparecerse en algún sitio, pero no sé dónde y no sé cómo buscarla...
Terminó sin poder contener las lágrimas. La preocupación de Andrómeda había aumentado con cada palabra. Pero no serviría de nada culpar a la chica, su hermana era de trato difícil y tenía problemas mentales. Había que encontrarla cuanto antes. Pero decidió invertir unos segundos en calmar a la joven.
-Tranquila, Hermione. La vamos a encontrar, ¿vale? Narcissa y yo temíamos que intentara escaparse. Odia sentirse encerrada, le recuerda a Azkaban. Por eso hacíamos turnos. Habrá logrado aparecerse a pesar de su estado...
La chica asintió agradecida por la comprensión aunque notó en la última frase el mismo miedo por los riesgos que aquello entrañaba. Y la siguiente afirmación, aunque del todo esperada, tampoco ayudó a calmar a la chica.
-Tenemos que ir a ver a Narcissa. Igual está ahí... Confía mucho más en ella que en mí. Cissy sabrá qué hacer -terminó Andrómeda como tranquilizándose a sí misma.
Hermione asintió. Por suerte, el terror de que a Bella le pasase algo era mayor al que sentía hacia la rubia. A la madre de Tonks tampoco se le escapaba la mala relación entre ambas, por eso añadió:
-Hermione, no tienes que venir, puedo ir sola. Nos has ayudado un montón estas semanas cuando no tenías ningún motivo para hacerlo y...
-Voy contigo -atajó Hermione-. Es culpa mía y es lo mínimo que puedo hacer. Y sí que tengo motivos. Yo... la quiero.
Lo soltó todo con firmeza, aunque el tono descendiera un poco con la última sentencia. Tonks y su madre se dirigieron una mirada cómplice como si hubiesen pasado horas debatiendo sobre el tema. "De acuerdo, vamos pues", anunció la mayor mientras se despedía de su hija y de su nieto. Cogió del brazo a Hermione y al instante aparecieron ante las amenazadoras verjas de la Mansión Malfoy. Se abrieron ante Andrómeda que era la única autorizada a visitarla. Caminó deprisa y en cuanto los aurores de la puerta intentaron pararla y preguntarle por Hermione, los hizo retroceder varios metros con un simple gesto de su varita. A la joven nunca le había recordado tanto a su hermana. Era evidente que no solo compartían el físico, también el genio.
En cuanto llegaron a un oscuro salón sobre el que pendía un enorme aparato de luz que a Hermione le produjo escalofríos, Narcissa Malfoy les salió al paso con su elegante porte propio de la nobleza.
-¡Mi querida hermana! -comentó la rubia- ¿A qué debo el honor?
Sus ojos azules apenas dirigieron una mirada a Hermione. Era evidente que el frío comportamiento con su hermana se debía a la presencia de una impura en su casa. Andrómeda no se dejó intimidar y tomó la palabra:
-Bellatrix ha desaparecido el hospital y no sabemos dónde está. Creemos que se ha aparecido en algún sitio.
La rubia abrió los ojos notablemente. Era evidente que se trataba de la primera noticia que tenía del suceso.
-Supongo que no está contigo, pero confía en ti mucho más, así que imagino que tu sabrás a dónde ha podido ir.
-¿Qué? -preguntó simplemente la señora Malfoy.
Los escalofríos de Hermione empeoraron. Narcissa dominaba aquel tono gélido y calmado aún mejor que Bellatrix. Sus maneras eran elegantes y comedidas comparadas con el estilo salvaje y alocado de su hermana mayor, pero no por eso provocaba menos miedo; de hecho, era casi peor.
-Ya me has oído -sentenció Andrómeda intentando conservar la paciencia- ¿Podemos darnos prisa y buscarla?
-¿Y cómo es posible que Bella haya salido de la habitación si siempre hemos estado alguna ahí? - siguió la rubia impasible.
-Ya sabes cómo es, Bella no está bien y...
Hermione podía ser muchas cosas, pero jamás una cobarde. No iba a permitir que Andrómeda escondiera su culpa... aunque eso supusiera ser torturada en ese mismo salón.
-Ha sido culpa mía. Le grité porque no me hacía caso, me fui y cuando volví a los cinco minutos ya no estaba. Lo siento muchísimo, señora Malfoy, yo...
-¿Qué lo sientes? -preguntó la aludida con un esfuerzo visible por mantener la compostura- ¿Sientes que mi hermana moribunda esté por ahí desangrándose porque tú...?
-No vamos a ganar nada culpando a nadie -la cortó Andrómeda-. Más nos vale...
-¡No! -exclamó la rubia mostrando por primera vez el famoso temperamento de las Black- ¡Te advertí desde el principio que no podíamos fiarnos de esta cría! -le espetó a su hermana.
Antes de que pudiera replicar, la rubia miró a Hermione a los ojos por primera vez y bajó el tono hasta casi un susurro.
-Mi pobre hermana pasaba el día esperando a que llegases tú, su querida sangre sucia, para leerle su libro muggle favorito. Se enfadó conmigo cuando traté de advertirle que no se podía fiar de ti, pero es evidente que Bella siempre necesita a algún ser despreciable al que idolatrar. Eres su nuevo Voldemort.
Hermione empezó a llorar con la primera frase, para no perder tiempo. Bellatrix le había contado a su hermana que le leía un libro muggle. Le gustaba. Pasaba el día esperando a que llegase ese momento. Y ella le había gritado. Intentó balbucear una disculpa pero Narcissa le levantó la mano con un gesto de "Ni se te ocurra". Andrómeda se había quedado casi igual de paralizada que la chica con aquella información. Lo que permitió que la rubia tomara las riendas de la situación.
-Solo se me ocurre la Mansión Black, si realmente se ha aparecido, lo habrá hecho ahí. Pero tenemos un problema: no tengo autorización para aparecerme, ni para ir a ningún sitio que no sea el hospital. Los aurores de fuera no me lo permitirán y aunque lo hicieran, mi varita está encantada para no poder usar ningún hechizo que me permita huir -sentenció recuperando su tono frío habitual.
-Vamos nosotras entonces -respondió Andrómeda algo aturdida.
Narcissa soltó una carcajada más fría y seca que las de su hermana.
-¿La traidora de sangre y su amiga impura?
Era evidente que estaba enfadada con Andrómeda por defender a Hermione y aquella mordacidad era su forma de esconder el miedo de que le hubiese pasado algo a Bellatrix.
-¿No recuerdas cómo funcionan las puertas de entrada, hermanita? Solo se abren ante un auténtico Black y me temo que ninguna de las dos lo sois...
La mayor maldijo en voz alta su situación de exiliada y meditó durante unos segundos. Seguidamente, le alargó su varita a su hermana y le dijo:
-Muy bien. Ve tú, yo me encargo de los aurores, de informar al Ministerio y de lo que haga falta. Pero avísame en cuanto la encuentres.
Narcissa asintió y aceptó la varita que le ofrecía su hermana. Tras dudar unos momentos, le tendió la suya por si necesitaba defenderse de los aurores. Andrómeda la cogió y salieron las tres juntas. En cuanto estuvieron fuera del límite anti aparición, Narcissa se esfumó. Andrómeda, con tono amable pero firme, explicó a los aurores la situación y aseguró que ella respondía por su hermana, que no se escaparía. Les dio su palabra de que volvería al día siguiente -jamás abandonaría a su hijo- y que si no, ella misma se ofrecía para ir a Azkaban. Costó bastante, pero al final los convenció.
-Volvamos a casa -suspiró la mayor-, aquí ya no pintamos nada.
Hermione la agarró del brazo y ambas se aparecieron en una casa que la chica no conocía. Debía ser la que habían compartido Andrómeda y su marido hasta que él murió. Era pequeña pero acogedora, los objetos mágicos y muggles convivían en perfecta armonía. Le ofreció a Hermione algo de cenar, una poción para los nervios e incluso que se acostase un rato con la promesa de que la despertaría en cuanto supiera algo. Pero la chica no quería nada de eso. Solo necesitaba saber que Bellatrix estaba bien. La mujer lo entendió. Pasaron una hora sentadas juntas en el sofá en silencio. Al rato, Andrómeda se aventuró a hablar:
-Escucha, Hermione, lo que ha dicho mi hermana no es cierto. Tú has sido muy buena con Bella y...
-No. Tiene toda la razón. Desde el principio Bellatrix me confesó que lo único que quería era a alguien que creyera en ella y no le hiciese más daño. Le prometí que así sería y no he sido capaz de cumplirlo. Narcissa lo ha resumido muy bien: soy su nuevo Voldemort.
-Eso no es verdad. Puede parecer que...
En ese momento, una imponente águila atravesó la puerta e interrumpió a la bruja. Un patronus tan orgulloso y elegante solo podía pertenecer a Narcissa. Así era. Escucharon en su propia voz que había encontrado a Bellatrix desangrándose en la Mansión Black. La aparición había hecho que se reabrieran varias heridas. Le había dado varias pociones sanadoras -eran el fuerte de Madame Malfoy- pero se encontraba muy mal. Se negaba a ir a San Mungo o a cualquier lugar que no fuese su casa. En el estado en que se encontraba, Narcissa no se atrevía a moverla y mucho menos contra su voluntad. Se iba a quedar con ella esa noche y a la mañana siguiente abriría la verja para que Andrómeda pudiese entrar y ella les demostraría a los aurores que no había huido.
Eso era todo. La voz de la rubia sonaba agotada, no parecía capaz de elaborar planes más allá de esa noche. Ya no sonaba altiva sino profundamente preocupada por su hermana. Al día siguiente investigarían si Narcissa podía cambiar de residencia o si podían hacer algo para que no tuviese que estar presente cada vez que Andrómeda quisiese entrar o salir.
Ambas brujas se habían cogido de la mano de forma inconsciente en cuanto apareció el patronus. Al terminar el mensaje, el alivio por haber localizado a Bellatrix se vio nublado por el horror de que hubiera vuelto a empeorar.
-Es mi culpa, es todo mi culpa... -sollozó la chica.
La mayor la abrazó como si fuera su propia hija y así pasaron varias horas. Incapaces de moverse ni de intercambiar una palabra más.
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