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Capítulo 15

Hermione pasó el domingo estudiando para los exámenes finales mientras sus amigos practicaban en el campo de quidditch. Con Harry mantuvo alguna conversación banal durante las comidas; con Ron, un bufido de "hola y adiós". El lunes, una vez más, Hermione maldijo su suerte por no tener Defensa ese día. La bruja oscura no se dejó ver en el Gran Comedor, pero eso no resultaba significativo: cada vez era menos frecuente verla junto a sus compañeros. La chica, que había dormido mal durante el fin de semana por el miedo a que Voldemort le causara algún daño a Bellatrix, pensó en investigar con qué curso tenía clase ese día y preguntarle a algún alumno si la había impartido. Renunció a la idea. Requería hacer demasiadas preguntas sin un motivo que lo justificara. Estuvo pendiente por si alguna lechuza le entregaba una de sus características notas de "Estoy bien, vuelvo mañana, te lo compensaré". Pero no sucedió. Ese día se acostó lo más pronto posible deseando que llegara la última clase del día siguiente. No fue buena estrategia. Los pocos sueños que tuvo tornaban en pesadillas llenas de maldiciones, carcajadas crueles y diferentes clases de torturas.

Cuando ya no pudo más, Hermione se levantó de la cama. Eran las seis de la mañana y el desayuno no era hasta las ocho y media. Decidió ir a la Biblioteca a ver si encontraba algo nuevo por leer. Eligió un libro al azar y subió a la segunda planta. De forma inconsciente, llegó a la ventana donde meses atrás había tenido la conversación con su profesora. Decidió sentarse ahí y disfrutar de las vistas y de la lectura.

Cuando dio la hora adecuada, bajó al Gran Comedor. La bruja oscura seguía sin estar en su asiento habitual junto a Snape. Los demás profesores parecían tan tranquilos como siempre. Imaginó que si algo le hubiera pasado alguien habría dicho algo. Durante el fin de semana se planteó ir a hablar con el director, pero ya lo había hecho Harry para comunicarle los sucesos de la misión. Además, el chico les había advertido que últimamente el mago se ausentaba bastante. Así que optó por mantener la calma y la fe en la morena y esperar hasta su clase. La jornada se le hizo realmente larga, era como si ya hubiese vivido esa misma situación. Ser la novia de Bellatrix era el equivalente mago a estar casada con un marido ausente, pensó la chica.

Esa tarde llegó al aula de Defensa contra las Artes Oscuras antes que nadie, profesora incluida. Se sentó en su asiento de siempre en primera fila. Al rato, Harry apareció a su lado con poca seguridad. Ron se sentó con Lavander. Además de ser la última clase del día, las molestias aumentaban porque ese día les tocaba compartir las dos horas con los de Slytherin. El Elegido se puso tenso en cuanto vio entrar a Malfoy. Hermione le cogió la mano bajo la mesa para que entendiera que contaba con su apoyo.

Pasaban cinco minutos de la hora cuando con su energía habitual apareció Bellatrix. Saludó a la clase y se sentó sobre su escritorio. Mientras los alumnos abrían el libro de texto por la página que les había indicado, la duelista le guiñó el ojo a Hermione. La chica sintió un cosquilleo de emoción y la envolvió una calidez reconfortante. A pesar del disimulo, el gesto no pasó inadvertido para Harry; tampoco para Ron, que miraba a la profesora como si le hubiese robado sus ranas de chocolate.

-¿Algún problema, Weasley? - preguntó la duelista con ese tono bajo que tanto miedo inspiraba.

La firmeza de la expresión del pelirrojo se desarmó al momento. Negó con la cabeza y bajó la mirada al libro. Bellatrix sacudió la cabeza con una sonrisa.

Tras una primera hora dedicada a hechizos defensivos avanzados, la ex mortífaga decidió abordar el capítulo de las maldiciones imperdonables. Sabía que era un tema que no solía explicarse en el colegio pero: a) era su fuerte b) estaban en guerra c) así le atenderían hasta los alumnos más dispersos d) que le dieran al maldito vejestorio de Dumbledore y a su mojigatería.

Efectivamente así fue. No sabía si eran sus palabras, el contenido oscuro o el brillo en su mirada cuando describía los efectos de cada maldición, pero todos los alumnos tenían los ojos clavados en ella como cachorritos ansiosos de conocimiento.

-Lo más importante con estos tres hechizos es sentirlos, necesitáis sentirlos. Hay que desear de verdad causar dolor y disfrutar con ello. La rabia o el odio sin más no harán mucho daño a vuestro adversario. Si ahora mismo todos me apuntarais con la varita y lanzarais un Crucio con todas vuestras fuerzas, probablemente ni lo sentiría. La mayoría de magos mueren sin ser capaces de haber tenido la fuerza para lanzar la maldición asesina.

La miraban entre el embeleso y el miedo. El fuego de su mirada reflejado en sus palabras hacia sospechar que la duelista empleaba esos encantamientos con la facilidad con la que ellos usaban expelliarmus. Moody les había enseñado algo en ocasiones anteriores sobre esos tres maleficios, pero su tono grave y la brusquedad de sus actos paradójicamente restaban fuerza al discurso. Sin embargo, la suavidad con la que Bellatrix trataba el tema, con veneración, como si hablase de un hijo amado, producía muchísimo más respeto.

-Están catalogadas como imperdonables porque -siguió ella- no existe contra maleficio alguno para defenderse. La única forma de evitarlas sería...

La veintena de jóvenes leones y serpientes que había en el aula la miraban y escuchaban sin pestañear. Sin embargo, tras años de experiencia, se dio cuenta de que una de ellos solo la miraba. Hermione tenía sus ojos fijos en el escote del vestido verde oscuro de la duelista; su mente, sin embargo, parecía hallarse bastante más lejos. La bruja oscura se incorporó suavemente del escritorio, recorrió los escasos metros que la separaban de la primera fila y estampando ambas manos contra el pupitre de la joven exclamó:

-¡Granger! ¿Cuál sería?

Hermione dio un respingo y abrió los ojos desorbitadamente. Sus compañeros se rieron con disimulo. La duelista siguió contemplándola fijamente sin moverse y con gesto apremiante. Harry intentó ayudarla pero la mirada de la profesora le hizo pensarlo mejor y guardó silencio.

-Va a tener que esforzarse si quiere mantener sus brillantes calificaciones, Miss Granger -terminó la duelista en tono mucho más bajo con una ligera sonrisa.

Al otro lado de la clase, Draco dejó escapar una risa. Harry una mirada asesina. Bellatrix los ignoró y siguió.

-La única forma de evitar una maldición imperdonable es distraer al mago o bruja mientras la está lanzando con algún hechizo que le obligue a moverse o defenderse. O esconderse tras una superficie lo suficientemente amplia y sólida como para que detenga la maldición. O usar a alguien como escudo humano, pero eso no está muy bien visto...

En ocasiones así sus alumnos nunca sabían si bromeaba o no. Cuando llevaba ya un rato describiendo los diferentes encantamientos disuasorios que podían emplear, escuchó el comentario estúpido habitual.

-¿Y de estos hechizos no nos va a hacer una demostración como de los demás? - preguntó Seamus Finnigan haciéndose el gracioso.

La bruja sonrió ampliamente.

-Por supuesto, señor Finnigan. Me alegra que se ofrezca usted voluntario, venga aquí -indicó gestualizando su escritorio-. Le dejo elegir cuál probamos.

La cara del joven Gryffindor mutó hasta parecer víctima de un dementor. Negó con la cabeza y bajó la mirada sin levantarse. Draco, al ver a un compañero de la casa rival acobardado, soltó otra risita.

-Malfoy -le llamó su tía al verlo reírse- ¿vienes tú? Seguro que tienes más valor que ese pobre y pequeño Gryffindor.

El rubio tragó saliva. No tenía más relación con su tía que la académica. Su madre le había hablado de su deplorable estado mental y de sus idas y venidas de un bando a otro y no le tenía especial aprecio. Pero sí le tenía respeto. Cada vez que la veían en la mansión Malfoy, los mortífagos se alejaban de ella con la cabeza gacha casi como si se tratase de Voldemort. Su dominio de la magia oscura era legendario y su predilección por la maldición Cruciatus era por todos conocida. Sin embargo, no podía rechazar el reto, era un Malfoy al fin y al cabo. Se levantó del asiento con miedo y caminó lentamente hacia su tía. Confiaba en que se tratase de una bravata y no hiciese nada. Era completamente ilegal usar una maldición -y más una imperdonable- en un alumno, acabaría en Azkaban en cosa de minutos. Pero de nuevo, era Bellatrix Black, con ella nunca se sabía...

La bruja se sintió internamente orgullosa del valor de su sobrino. Además era el más guapo de la clase, eso era indudable. Sabía que no le tenía ningún cariño, pero recordaba cuando su hermana la había obligado a cogerlo siendo un bebé y él disfrutó jugando con sus rizos. Entonces pensó que sería ella la que le enseñase magia cuando fuese mayor, le enseñaría oclumancia y a batirse en duelo... Pero no fue así. La relación con su hermana empeoró años antes de que aquello fuese posible.

Más pronto de lo que hubiera deseado, Draco estuvo en el centro de la clase junto a su tía.

-¿Cuál prefieres: Imperio o Cruciatus? - preguntó ella con tranquilidad.

El chico tembló de forma ahora más visible y no respondió. El resto de alumnos miraban horrorizados. Salvo Harry que parecía disfrutar cruelmente con el espectáculo. A Hermione su cerebro le gritó que alguien tenía que hacer algo y detener aquello, pero su valor no respondía. En el fondo, todos esperaban y confiaban en que la bruja le dijese que volviera a su sitio sin hacer ninguna locura.

-¿Me dejas elegir? Eres todo un caballero -respondió con dulzura-. ¡Vale, siempre ha sido mi favorita!

Imperio, tenía que haber elegido Imperio! Al menos esa no duele", se reprendió el rubio internamente. Pero no fue capaz de verbalizarlo, estaba paralizado. Para horror de Malfoy y del resto de la clase -a excepción quizá del Elegido que seguía odiando a Lucius- la bruja levantó la varita y apuntó a su sobrino. Sin pronunciar una sola palabra, una luz roja salió de su varita e impactó contra él. Draco sintió cosquillas por todo el cuerpo y al momento cayó al suelo gritando. Hermione gritó también. Y Neville. Y Ginny. Y varios chicos de ambas casas. El slytherin se retorcía en el suelo. Bellatrix guardó su varita inmediatamente y se agachó asustada junto al chico.

-¡Draco, Draco! -exclamó sujetándolo por los hombros y mirándolo a los ojos- Era un hechizo para hacer cosquillas -le susurró en voz baja para que solo lo oyese él.

Por desgracia, el horripilante silencio que se había creado tras los gritos dispersó la confesión por la clase y todos se echaron a reír. La duelista los mandó callar al instante. Harry seguía sin fiarse de la bruja, pero en ese momento reconoció en su fuero interno que Hermione tenía la mejor novia del mundo. Draco dejó de temblar inmediatamente al darse cuenta de que todo había sido producto de su mente. La bruja no se reía, sabía perfectamente lo duro que es que el cerebro te juegue malas pasadas y distorsione la realidad. Al plantear el ejercicio no imaginó que esa fuese a ser la reacción del chico, esperaba que se creciera al creer que estaba soportando la infame maldición Cruciatus de su tía sin dolor alguno.

La profesora se incorporó y le tendió la mano a su sobrino para levantarlo, repitiéndole que era muy valiente. Draco la miró con odio, pero aceptó la mano y se incorporó. Volvió a su sitio y masculló más por costumbre que por deseo: "Mi padre se enterará de esto...". Bellatrix odiaba a su cuñado con fuerza y no pudo evitar responder también entre dientes: "Pobre, no se lo cuentes. Es suficiente con el miedo que ya me tiene...". Más risas. "Ahí se van todas mis posibilidades de retomar la relación con Cissy", pensó la bruja. Harry se planteó en serio levantarse y abrazarla, era lo más cerca que había estado de vengar la muerte de su padrino. En ese momento, una exaltada profesora McGonagall entró en el aula sin previo aviso. Bellatrix la miró sorprendida.

-Minerva, ¿a qué debemos el honor de tu visita?

-He oído gritos, Madame Black. ¿Qué sucede? - preguntó con voz firme la subdirectora.

-Ya ves que nada, querida, aquí no hemos oído nada – contestó la bruja con una tranquilidad pasmosa.

-Madame Black, conozco sus poco ortodoxos métodos de enseñanza. Si me entero de que ha ocurrido algo con algún alumno...

-¡Ocurrir algo! -exclamó Bellatrix con tono de grave ofensa - ¿¡Por quién me has tomado!? ¡No hay nadie más pacífico que yo en todo el colegio!-continuó la duelista fingiendo inocencia y tristeza.

McGonagall la miró fijamente sin creerla un pelo. Bellatrix mantuvo la mirada sin variar un ápice su expresión. Sus alumnos aguantaron la risa. Hermione pensó que la bruja estaba desperdiciada por no ser actriz. Malfoy bajó la mirada: aunque soltara amenazas, no era un chivato y ya había superado el cupo de humillaciones diarias. Además, por muy cruel que fuese, prefería a su tía que a la jefa de Gryffindor.

-¿Qué estabais practicando? - preguntó la mujer mayor aún recelosa.

-Hechizos para hacer cosquillas. Lo juro solemnemente – aseguró la morena levantando la palma de la mano como si se hallase en un juicio de alto calado.

McGonagall miró a los alumnos y estos asintieron. Suspiró, sacudió la cabeza y dedicó una última mirada de advertencia a su compañera que le sonrió ampliamente y se marchó.

-¿Cómo ha hecho eso? - preguntó Neville casi de inmediato.

-¿El qué? ¿Mentir sin reírme? ¡Años y años de experiencia! Como cualquier hechizo, Longbottom: lo importante es practicar y creer firmemente en tu talento.

-Ya... Me refería a lo del hechizo de Malfoy. Ha lanzado la luz roja de la maldición Cruciatus...

-Ah -respondió ella como si ese truco resultase mucho menos interesante que el de mentir- una versión de lumos. Juntas los dos hechizos y durante unos segundos, el cerebro no es capaz de procesar que no se trata de la maldición real.

-¿Ha lanzado dos hechizos a la vez? - preguntó entre sorprendido y admirado Blaise Zabini.

-¿Ha lanzado dos hechizos a la vez sin pronunciar ninguno? - corrigió Neville.

Bellatrix se encogió de hombros y asintió. Comprobó aliviada que la clase había terminado y despachó a sus alumnos con cansancio en la voz: "Bueno, cachorrillos, espero que hayáis aprendido algo. Sobre hechizos defensivos, sobre maldiciones imperdonables, sobre mentir McGonagall... lo que prefiráis. Nos vemos el jueves". Todos se despidieron de ella y se marcharon inmediatamente: no querían exponerse más de lo necesario al cambiante humor de la bruja. Hermione la miró al decirle adiós y la ex mortífaga le lanzó un beso. La gryffindor sacudió la cabeza y su novia le sacó la lengua en un gesto burlón. La sabelotodo terminó aquella conversación no verbal con una mirada de "Tu edad mental no es apta para la docencia" y salió del aula tras comprobar que la bruja seguía sonriendo.

En cuanto llegaron al pasillo, Harry exclamó exultante:

-¡Ha sido una pasada!

-¡Ha sido una burrada! -corrigió Hermione- Se ha pasado con Malfoy.

-Se lo ha ganado totalmente -aseguró el chico-. Además, en realidad no le ha hecho nada.

-Aún así. No está nada bien asustarlo así y mentir luego a McGonagall...

-¿No será que estás mosqueada porque te ha pillado distraída? - preguntó su amigo en tono burlón.

-¿Qué? ¡No, que va!

La verdad es que en esa ocasión Hermione ni siquiera se había quedado embobada con la piel de la bruja por deseo, sino por sus ansias de buscar en ella frenéticamente cualquier rastro de tortura. A simple vista no había localizado ninguna herida o marca. Lástima que la duelista la hubiese pillado.

Ese día, Hermione no vio más a la bruja. A la mañana siguiente, durante una hora libre por la mañana, decidió ir a su habitación para devolverle la ropa que le había cogido prestada durante el fin de semana. Con la capa de invisibilidad llegó a sus cuarteles en las mazmorras. La slytherin no estaba, así que le dejó la blusa, la falda, las botas y la capa y le escribió una nota explicándoselo. Añadió también que quería hablar con ella. Sabía que Bellatrix odiaba conversar sobre sus problemas y más sobre los relacionados con Voldemort. Era incluso probable que la evitara durante unos días para intentar que el asunto se enfriase, era como una niña en ese aspecto. Pero Hermione necesitaba saber qué había pasado y si aquello había convencido a la ex mortífaga definitivamente de que Dumbledore suponía el mal menor.

A la vuelta tuvo que dar un rodeo por las mazmorras porque en un pasillo varios alumnos bloqueaban el paso e incluso con la capa parecía difícil sortearlos. Cuando ya casi había logrado la huida, una exclamación ahogada de sobras conocida llegó a sus oídos. Era Bellatrix. Y salía del despacho de Snape. Una vez más, la curiosidad se impuso al respeto por la privacidad de la bruja y se acercó con sigilo a la puerta cerrada. Escuchó gritos en el interior:

-¡Otra vez, Severus! - exigió la duelista.

-No, estás agotada.

-¡No, no! ¡Puedo aguantar una vez más! -insistió.

-No, Bella, tu cuerpo no aguantará.

-¡Claro que...!

En cuanto la bruja se calló, Hermione supo que la había oído. De hecho, sospechó que si había tardado tanto en detectarla era solo por lo acalorado de la discusión. Con la capa puesta, corrió como si la vida le fuese en ello. La puerta del aula se abrió y notó que bruja la perseguía a poca distancia. Por suerte pudo colarse junto a unos alumnos que salían de la sala común y perdió de vista a la slytherin En cuanto llegó a su cuarto, se quitó la capa y se acurrucó en la cama. No entendía qué era lo que había oído. Evidentemente no podía ser lo obvio... Ya era horrible la idea de que Bellatrix la engañase con Voldemort como para perderla por Snape, un hombre que ni había organizado guerras, ni creado horrocruxes, ni tenía ninguna habilidad especial. Si elegía a un mago oscuro, que fuese al peor. No la tranquilizó la idea de que al ver la ropa y la nota, la duelista tendría bastantes pistas de quién los había espiado. Hermione se dio cuenta de que nunca había necesitado tanto el consuelo y los consejos de sus padres. 

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