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Capítulo 10

Pocas horas habían transcurrido cuando la bruja oscura despertó del duermevela en que solían consistir sus noches. Con cuidado, retiró el brazo de la cintura de Hermione. Más difícil fue liberarse del cuerpo de la joven que dormía completamente pegada a ella. La separó suavemente. La castaña emitió un gruñido de protesta al perder el contacto con el cuerpo de su amante. Bellatrix la tapó bien y se metió al baño.

Estuvo un buen rato en la ducha dejando que el agua caliente resbalara por su cuerpo. Se lavó el pelo y lo secó con un movimiento de varita. Se miró al espejo acariciando sus curvas y trazando sus costillas con la yema de los dedos. Snape tenía razón: debía comer más. Pero le costaba tanto... Se envolvió en una toalla y pasó a su amplio vestidor con cuidado, únicamente con la tenue luz que emergía de su varita para no despertar a la joven. Eligió un vestido negro -como casi todos los demás- entallado hasta la cintura y con caída hasta el tobillo. Salió del vestidor en completo silencio para buscar sus botas favoritas que había dejado tiradas la noche anterior en alguna parte del salón. Cuando al fin las encontró, oyó que Hermione la llamaba en un susurró ligeramente asustada. Imaginó que despertase sola en la cama de la profesora de Artes Oscuras no era una situación para la que la chica tuviese formación previa. Entró al cuarto descalza con las botas en la mano y se sentó en el borde de la cama junto a ella.

-Tranquila, estoy aquí -aseguró mientras le daba la espalda para calzarse- Tengo una reunión, pero tú duerme, aún queda mucho para tu clase de las nueve.

-¿Qué hora es? - preguntó Hermione adormilada mientras alargaba su mano para acariciar la espalda de la bruja.

-Casi las seis.

-¿Has dormido algo?

-No soy de dormir mucho -dijo terminando de atarse las botas-. Pero tú sí lo necesitas, haz caso a tu profe. Luego te veo, peque.

Se inclinó, la besó en la frente y salió del cuarto. Conforme se iba, vio que Hermione se daba la vuelta y volvía a dormir, no sin antes murmurar: "Te quiero, Bella".

Unas horas después, la joven se levantó de la cama. Se sentía ciertamente extraña despertando sola en la habitación de su profesora. Aún así, decidió ducharse ahí antes de volver a su cuarto a prepararse para las clases. Dedicó varios minutos a husmear entre los múltiples champús que había en el baño para encontrar el que olía a Bella. Tras secarse, buscó su ropa por el suelo. Optó por pasar de la ropa interior, porque evidentemente se tendría que cambiar al llegar a su cuarto... Le sorprendió ver que, a pesar del poco tacto con el que la duelista le había arrancado la blusa, todos los botones seguían intactos. "Será la práctica..." razonó. Una vez vestida, se dio cuenta de que ya no llegaba al desayuno, tendría que acudir directamente a clase aumentando así las sospechas de sus amigos.

A pesar de que tenía prisa, no pudo evitar echar un vistazo al dormitorio de la bruja; la noche previa no estaba en condiciones de interesarse por el mobiliario. Estaba decorado en los mismos tonos oscuros y también había varias estanterías con libros y un escritorio. Sin embargo, parecía un lugar neutro, como una habitación de hotel: ni fotos, ni recuerdos, ni nada que pareciese significar algo para la duelista. Entonces, un armario de madera oscura que había en un rincón llamó su atención. Era más bien pequeño, con cuatro cajones y se camuflaba bien con las paredes oscuras. Por muy absurdo que sonara, a Hermione le dio la sensación de que lo que albergaba dentro no eran pergaminos sin más. Era como si la magia oscura lo envolviera.

"No puedes hacerlo, no puedes cotillear sus cosas" se intentó frenar a sí misma. Probablemente serían más libros o documentos. ¿Y si era algo relacionado con Voldermort? "Hermione, te ha dejado quedarte sola en su habitación, confía en ti; ¿por qué tú no en ella?". Se mordió el labio inferior con angustia. "Sí que confío, claro que sí", se intentó convencer Hermione, "la quiero".

Sí, pero aún así...

La curiosidad fue más fuerte que su otrora inquebrantable sentido de la moral. Alargó la mano hacía el primer cajón y lo abrió.

-¡JODER! - chilló la de Gryffindor.

El cajón se abrió cuando tiró de la manilla pero inmediatamente se cerró sin que ella llegara a ver el contenido. Lo que sí sintió fue la quemadura al agarrar el tirador. Era como si estuviese al rojo vivo. Evidentemente se trataba de un encantamiento protector. Pero se dio cuenta demasiado tarde. Ahora, en la palma de su mano derecha se veía claramente la marca horizontal de una quemadura. Hermione se asustó. Se puso la capa invisible y salió con cuidado por el retrato.

La vuelta fue más fácil que la ida: los pasillos estaban llenos de alumnos bulliciosos que camuflaban cualquier ruido que ella pudiera producir. Llegó a su habitación, se quitó la capa y se inspeccionó la mano. La quemadura sanaría en unos días, pero no se podía arriesgar. ¿Y si la veía Bella? Sabría que había -o al menos intentado- cotilleado entre sus cosas y sospecharía que no por curiosidad sino porque no se fiaba de ella. "¿Qué me ha pasado? Yo no era así" se preguntó con profunda tristeza. Todas las traiciones de amigos, Dumbledore y sus consejos misteriosos, Ojoloco y el resto de la Orden insistiendo en que no confiaran en nadie... Las conspiraciones y desconfianzas empezaban a pasar factura en la chica. Hasta hace un par de años, jamás se le hubiese ocurrido tocar un papel que no fuese suyo. Ahora no estaba segura de la lealtad de una mujer que le había demostrado que -literalmente- todos sus recuerdos felices le pertenecían.

Quería llorar y ni siquiera tenía claro por qué. Sacudió la cabeza, llorando no solucionaría nada. Sabía que la quemadura se curaría sola pero no podía arriesgarse a que la vieran. Cogió su varita con resignación y ejecutó un hechizo para sanar quemaduras. Luego otro. Después un tercero. Finalmente se arriesgó con uno para curaciones en general. Ninguno funcionó. Era evidente que el maleficio estaba concebido para dejar rastro. Pensó en vendarse la mano, pero consideró que eso aún llamaría más la atención. Ya no quería llorar, ahora quería darse cabezazos contra la pared.

Se resignó y confió en poder ocultarlo. Se puso el uniforme. Eligió una camisa que le quedaba ligeramente grande y le tapaba un poco las manos. Confió en que con eso bastase. Llegó al aula justo cuando comenzaba la clase de Encantamientos. Se sentó junto a sus dos amigos y les susurró que se había dormido. Ron asintió y volvió a apoyar su cabeza sobre el libro de texto en previsión de la aburrida clase. Harry la miró disimulando una sonrisa pícara y asintió también. El resto de la mañana transcurrió sin mayor incidente.

Durante la comida, Harry les comentó en secreto que Dumbledore estaría fuera un par de días y que a la vuelta le había pedido que acudieran los tres a su despacho. Como siempre, el misterioso mago no había dado más pistas, pero el chico suponía que se trataba de uno de los tres horrocruxes restantes. Emplearon las dos horas libres que tenían después de la comida para repasar la lista de victorias en su rincón habitual de la biblioteca: el diario que destruyó Harry, el anillo del que se había encargado el propio Dumbledore y el guardapelo que Ron rompió con la espada. La joven esperaba que realmente solo quedaran otros tres. Sin embargo, sospechaba que, como siempre, el director les ocultaba algo. "Al parecer estos días sospechas de todo el mundo, genio", se reprobó a sí misma.

Conjeturaron sobre el siguiente paso hasta que Hermione les avisó de que o se movían ya, o llegaban tarde a la última clase del día. Salieron de la biblioteca y se encaminaron hacia el aula de Defensa contra las Artes Oscuras. La chica dorada volvía a estar nerviosa. No tenía claro cómo comportarse, ni cómo escuchar durante dos horas las explicaciones sobre magia oscura de alguien que la noche anterior le había explicado cómo le gustaba que la follaran. Entonces recordó algo.

-Id entrando, chicos, voy un momento al baño.

No estaba segura de si la mujer hablaba en serio cuando en un momento de éxtasis le advirtió que le bajaría la nota si llevaba sujetador en sus clase. No iba a arriesgarse. Todo fuese por mantener su brillante currículum. Además, el morbo que le provocaba la situación era innegable. Se lo quitó, lo guardó en la mochila y se ajustó la camisa. Al tener una talla de pecho modesta y llevar una camisa una talla más grande, la falta de la prenda interior no resultaba evidente ni obscena. Se desabrochó un botón extra por si la slytherin decidía fijarse. Se miró al espejo, se atusó el pelo y entró a la clase.

La profesora aún no había llegado, así que se sentó en primera fila junto a sus amigos. El resto de alumnos fueron llegando y a la hora en punto, apareció Bellatrix. Entró con la rapidez de siempre rodeada por la estela negra que formaban su capa y su vestido y se apoyó sobre el escritorio. Sin embargo, parecía cansada.

-¿Quién me puede explicar qué son los inferi? - comenzó la profesora.

Por una vez, Harry fue más rápido que Hermione en levantar la mano. Su reciente viaje con Dumbledore para destruir el anillo les había obligado a enfrentarse a ellos y la terrorífica experiencia seguía fresca en sus recuerdos. Además, antes de que la incorporación de Bellatrix motivara a Hermione, él era el mejor en Defensa contra las Artes Oscuras.

-Señor Potter – le dio pasó la duelista mientras miraba de reojo a Hermione intentando reprimir una sonrisa ante el disgusto de la joven porque alguien se le hubiese adelantado.

El elegido dio una descripción detallada que satisfizo a la profesora. Durante la primera hora de clase, impartió teoría sobre el tema con detalles y ejemplos que tenían absortos a todos sus alumnos. Bellatrix ya había comprobado que cuanto más macabro era el tema, más atención prestaban. Transcurrida la primera mitad, decidió que se cansaba de hablar. Así que les mandó redactar un ensayo sobre qué hechizos o técnicas eran las más adecuadas para vencer a dichas criaturas. Hermione y Harry agarraron las plumas sin perder un minuto y se pusieron a escribir frenéticamente sobre fuego y luz. Ron se lo tomó con más calma, echando vistazos de vez en cuando al trabajo de sus amigos.

Bellatrix se sentó en su escritorio y siguió corrigiendo trabajos. Hasta que notó que la observaban. Levantó la vista del pergamino. Hermione había terminado rápido y optó por contemplar a su bruja favorita. Le resultaba hipnótica su mirada de concentración mientras tachaba cosas y la forma en que fruncía las cejas o abría los ojos cuando leía algún texto especialmente desastroso. Pasados unos minutos, la mirada de la chica bajó irremediablemente al escote de la profesora. Las imágenes de la velada anterior bombardeaban sus sentidos. Tenía la firme esperanza de poder repetirlo esa misma noche. Notó que Bellatrix había cambiado ligeramente de posición, inclinándose más sobre la mesa y regalándole una vista mejor de forma inconsciente. Entonces Hermione se encontró con sus ojos brillantes y vio que había sido totalmente consciente, la había pillado observándola embobada. La bruja le dedicó una sonrisa casi imperceptible. Y decidió pagarle con la misma moneda. Su sonrisa se volvió más marcada al notar que su alumna había obedecido.

"Muy bien, Granger", escuchó Hermione en su cabeza, "no hace falta ni que entregues el trabajo, cuenta con la Matrícula". La chica aguantó la risa a pesar de la intrusión en su mente. La profesora había vuelto a corregir y ya no la miraba. Se preguntó si seguiría dentro de su cabeza. Decidió comprobarlo: "Aún así lo entregaré y haré cualquier cosa para subir nota...". La bruja oscura no la miró. "Mmm... Algo encontraremos, eres muy buena con la lengua". ¡Cómo demonios podía meterse en su mente sin ni siquiera mirarla! Se moría de ganas de que le enseñara a hacerlo y a evitarlo. Aunque a pesar de sentir violada su privacidad, flirtear con su profesora en medio de una clase repleta de alumnos resultaba bastante excitante.

Perdida en sus pensamientos, se dio cuenta de que Harry y Ron ya habían entregado el texto y salían del aula. Cogió su trabajo, se colgó la mochila y se levantó para dejarlo sobre la mesa de su bruja oscura. En cuanto se sitúo delante de ella tapándola de la vista del resto de alumnos, Bellatrix le dedicó una sonrisa cómplice y le guiñó el ojo. "¡Merlín, está tan guapa cuando sonríe!" pensó Hermione mirando con deseo los labios de la bruja. Si en lugar de en su boca se hubiese centrado en sus ojos, habría visto a la bruja bajar la mirada hacia su mano para aceptar el pergamino que le entregaba. Cuando se dio cuenta, soltó el papel sobre la mesa y apartó la mano con la quemadura en una reacción inconsciente. La sonrisa de su profesora despareció por completo y durante un segundo, vio como la rabia y la tristeza se disputaban sus ojos.

Hermione salió de la clase junto a Harry y Ron que la esperaban junto a la puerta. Echó un último vistazo a la profesora, pero esta había vuelto a centrarse en los trabajos. Durante la cena, una vez más, Bellatrix no ocupó su lugar en la mesa de los profesores.

Nada más terminar, Hermione les dijo a sus amigos que iba a hacer su ronda de prefecta por los pasillos del castillo y se marchó. Su ronda apenas duró tres minutos. Volvió a su dormitorio y se tumbó en la cama. El sentimiento de decepción consigo misma era tan grande que ni siquiera podía llorar. Ella nunca le había fallado a nadie, ni a su familia, ni a sus amigos, ni a sus profesores. Había decidido empezar con su novia.... "Si es que la puedo llamar así..." pensó con tristeza.

Se le ocurrió mandar una lechuza con una nota de disculpa pero le pareció un gesto muy frío. Pensó en buscarla en su clase o su habitación, pero dudaba que quisiera verla. Los cambios de humor de Bellatrix eran legendarios y todos sabían lo paranoica que era con su privacidad. Y sobre todo no sabía qué decirle, cómo explicarlo. La verdad, que en ocasiones desconfiaba de ella, no era una opción; lo único que la bruja le había hecho prometer era que creería en ella. Y tampoco imaginaba cómo mentir arreglaría el problema... Quería verla, abrazarla y hablar con ella. Sinceramente, había confiado en hacerle bastantes más cosas esa noche, pero ahora le hubiera bastado con saber que estaba bien, que quería seguir con ella.

Durante el resto de la semana, Hermione no vio a Bellatrix por ninguna parte. No estaba en su despacho en su horario habitual para atender alumnos. Tampoco se presentó a ninguna comida. La chica confiaba en que comiese en su habitación, porque las advertencias de Snape unidas al tacto de sus costillas la llevaban a preocuparse por su salud. No quiso invadir su intimidad yendo a su habitación. Durante las dos clases que tuvieron con ella, se mantuvo distante sin dedicarle a Hermione una sola mirada. Se le encogía el corazón cada vez que recordaba los guiños y sonrisas que habían compartido desde que la bruja se incorporó al colegio.

La joven invirtió mucho tiempo en ayudar a sus amigos con los estudios, a visitar a Hagrid y a cumplir exhaustivamente con sus deberes como prefecta. Cualquier cosa con tal de distraerse e intentar que sus compañeros no notaran nada raro. Harry le preguntó un par de veces pero ella empleó las excusas de siempre. Casi se alegró cuando su amigo les indicó que había llegado el día de reunirse con Dumbledore, así tenía algo con lo que distraerse. Poco se imaginaba a dónde les iba a llevar el siguiente horrocrux...

Los tres se miraron nerviosos conforme se acercaban a la gárgola de piedra que custodiaba el despacho del director. Asintieron como para darse fuerza entre ellos.

-Babosas de gelatina – murmuró Harry.

La estatua se movió dejando paso a una escalera de caracol. Dumbledore los recibió con una sonrisa cálida a pesar de las circunstancias. Hermione no pudo evitar fijarse en que su mano ennegrecida parecía ir a peor. Los tres se sentaron frente al director y tras las cortesías habituales, el mago comenzó a explicarles la misión.

-Me temo, mis valientes gryffindors, que en este viaje tampoco podré acompañaros -empezó él-. En repetidas ocasiones habéis demostrado al mundo mágico que os bastáis los tres solos para afrontar enormes peligros. No dudo que recordaremos esta como otra de esas grandes ocasiones.

No se molestaron en pedir una explicación de por qué no les acompañaba o de qué demonios hablaba. Le conocían lo suficiente para saber que la información que quisiera darles, se la daría; y la que no, no habría manera de sonsacarla.

-De acuerdo, profesor. ¿Qué tenemos que hacer? - inquirió Harry que seguía siendo el que más fe tenía en Dumbledore y estaba dispuesto a llevar a cabo cualquier misión que les encargara.

El director sonrió al comprobar la dedicación de su alumno predilecto.

-Hogwarts es el lugar más seguro del mundo y el único lugar que durante un tiempo Tom consideró su hogar. No parece arriesgado aventurar que una parte de su alma se esconda entre los muros de este castillo. No obstante, no es ese horrocrux el que resulta más acuciante destruir. Existe otro lugar casi tan seguro como el que nos encontramos ahora y que, por ello, tendría interés para ocultar un bien preciado, y más sabiendo que es precisamente ese su cometido.

A pesar de que el director usara su habitual jerga enrevesada, a Hermione no se le escapó de qué lugar estaban hablando.

-Gringotts...-susurró con abatimiento.

-Muy bien, Miss Granger. Si queréis aceptar esta tarea (y cualquiera entendería que no lo hicierais), deberéis entrar en el banco y obtener un objeto de una cámara.

-Por supuesto que lo haremos -se apresuró a contestar Harry mirando a sus compañeros que le dieron lentamente su asentimiento - ¿Qué objeto? ¿Qué cámara es?

Hermione entendía que por la naturaleza extremadamente peligrosa de los horrocruxes y por la experiencia que ellos ya tenían, eran la elección obvia. Cualquier paso en falso significaría la caída del mundo mágico en manos del mal. Y estaba segura de que el director sabía que no podían negarse. No obstante, la chica no veía la forma de que aquello saliera bien. Los duendes no eran unas criaturas nada amables. Y menos con la gente de sangre sucia con escasos ahorros en el mundo mágico.

-En este caso, no soy el más adecuado para orientaros en vuestra misión -hizo una pausa-. Se trata de la copa de Helga Hufflepuff – informó el mago lentamente – en la cámara de Madame Black.

Se hizo el silencio. Hermione sintió que le pitaban los oídos y que su garganta se anudaba como víctima de un maleficio.

-¿Madame Black? ¿Cómo Bellatrix Black? ¿Cómo la profesora de Artes Oscuras? - preguntó Ron tragando saliva.

-Así es, míster Weasley. Será ella la que mejor os sepa indicar cómo infiltraros en el banco y haceros con el objeto en cuestión.

Hermione contó los segundos para que Harry estallara.

-¿¡Qué!? ¿Ella tiene un horrocrux? ¿Y lo sabe? ¿¡Por qué no lo ha destruido!? ¡Sabía que estaba con Voldemort! Por eso se lleva tan bien con Snape... Ya me advirtió Sirius que no confiara en ella...

Dos. Habían sido dos segundos. Todo un récord de auto contención por parte del Elegido.

-Mi madre tampoco se fía un pelo de ella – añadió Ron.

Hermione sintió que se mareaba. El despacho parecía moverse, los objetos no estaban tan quietos como de costumbre. ¿Era normal ver dos Dumbledores? Apenas escuchó las palabras del director cuando respondió.

-Sí, Harry. Bellatrix guarda un horrocrux en su cámara y es consciente de ello. Por desgracia, ella no tiene la capacidad de destruirlo. No tengo ningún derecho a ser quien cuente su historia; una historia que no es agradable y de la que siempre lamentaré mi parte de responsabilidad. Tendréis que ser vosotros, mis sagaces alumnos, quienes lo destruyáis.

Harry y Ron seguían mirándolo sin entender nada, solo se preguntaban mentalmente qué hacía Bellatrix fuera de Azkaban.

-¿Cómo vamos a colarnos en una cámara delante de los duendes? Nunca nadie ha logrado robar nada en Gringotts – preguntó Hermione con un hilo de voz, desesperada por alejar el tema de su profesora.

- Madame Black os indicará cómo hacerlo, tendréis...

-¡No podemos fiarnos de ella! - exclamó Harry airado.

-Señorita Granger, debería ser usted quien hablara con ella. Creo que será más fácil que confíe en usted.

El color de la piel de Hermione bajó dos tonos más. ¿Sospechaba algo Dumbledore?

-Parece evidente que los prejuicios de las familias de los señores Potter y Weasley les impiden mirar el asunto con imparcialidad. Estoy seguro de que Madame Black confiará más en su alumna estrella-confirmó con una sonrisa amable.

Hermione le miró con la tristeza y la congoja evidentes en sus ojos. Asintió, qué remedio.

-Muy bien. Le he mandado un mensaje con Fawkes. La espera en su despacho esta tarde a las cinco -sentenció Dumbledore demostrando que ya contaba con que aceptaran-. Tened valor, jóvenes magos, sois nuestra mayor esperanza.

Sin darles opción a replica ni a más preguntas, el director los despidió de su despacho. Nada más salir al pasillo, Harry y Ron retomaron sus críticas sobre la dudosa moralidad de la bruja oscura.

-Mi madre dice que ya en el colegio estaba loca, no tenía amigos.

-Sirius me contó que era una arrogante y una obsesionada de la magia oscura.

-Dicen que es una mortífaga, la favorita de Voldemort.

-Y que estuvo en Azkaban por matar y torturar...

-Ni sus hermanas quieren tener nada que ver con ella.

-No sé cómo diablos la dejan enseñar aquí, es evidente que odia a todos los que no sean de sangre pura.

Hermione salió corriendo hacia el baño y se encerró ahí a llorar. Las acusaciones de sus amigos hacia la persona que más quería sonaban en bucle en su cabeza. Ya no sabía qué creer ni a quién. Solo quería meterse en la cama, hacerse un ovillo debajo de diez mantas y no salir nunca... y a ser posible con su Bella. "Yo tampoco tenía amigos y Ron también me criticaba al empezar el colegio", recapacitó ella. Sabía que había sido mortífaga, pero no se lo había ocultado, eso significaba que ya no lo era ¿no? Y es cierto que no escondía sus ideales de sangre, "pero yo soy una sangre sucia y se preocupa por mí...".

Se miró al espejo. Tenía una pinta nefasta. Lo único bueno de todo aquello era que al menos iba a verla esa tarde. La dejaría explicarle su historia, confiaría en ella como le prometió. Con este pensamiento, se secó las lágrimas, se lavó la cara y salió del baño. Sus amigos la esperaban en el pasillo.

-¡Hermione! ¿Estás bien? - preguntó Ron corriendo hacia ella.

-Sí... Bueno, no. Supongo que esto me supera un poco, lo de los horrocruxes, entrar en Gringotts y todo eso... Tengo ganas de que se acabe.

-Claro, Hermione, tranquila, estamos los tres igual. Cuando consigamos la copa, ya solo quedarán dos. Ya verás como todo saldrá bien. Esta tarde Ron y yo bajaremos mientras a la Cámara de los Secretos para conseguir un colmillo del basilisco y así poder destruir el horrocrux en cuanto lo consigamos.

La joven asintió mientras se dirigían al Gran Comedor.

-¿Irás a hablar con ella? - preguntó Harry.

-Sí.

-Te acompañaremos -ofreció Ron.

-No, gracias chicos -repuso ella al instante –. Creo que Dumbledore tiene razón, se sentirá más cómoda si voy sola.

-De acuerdo -repuso Harry- pero si ves que intenta hacerte algo o...

-Confío en ella, Harry -le cortó Hermione secamente sin dejar espacio a réplica.

El chico asintió y entraron a comer. 

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