Torneo
—No lo había pensado. Debe ser incómodo entrar a la casa de un hombre que apenas conoces. Lo siento.
—No importa, entremos. No tenemos mucho tiempo para entrar al torneo. Hay que darnos prisa.
Entramos a su casa, pero no parecía haber nadie más. ¿Será que vive realmente solo? Pero ¿cómo? Nos dirigimos a su cuarto, lucía todo muy organizado. Mi cuarto es un desastre en comparación al suyo. Y saber que él vio el mío. Me sentía algo incómoda al estar en un cuarto a solas con un hombre.
—Tendremos la pantalla dividida. Espero no te moleste.
—No importa.
—Conecta tu cuenta — me pasó el mando y por estar distraída lo sujeté por donde él lo tenía.
Al tocar su mano, ambos nos sentimos incómodos.
—Lo siento — desvié la mirada al televisor.
—Traeré algo para tomar antes de que empiece el torneo. ¿Deseas algo?
—Agua.
Salió de la habitación y logré calmar mis nervios. Miré alrededor de su cuarto, el olor de su perfume está regado en el aire. Es una fragancia igual de dulce que él. ¿En qué estoy pensando? Soy una idiota. Me di golpes en la frente con el mando para alejar esos pensamientos extraños de mi mente.
—¿Has perdido la cabeza? ¿No has entrado aún a tu cuenta?
—Lo siento— traté de escribir mi correo, pero estaba muy nerviosa al tenerlo tan cerca.
—¿Qué estuviste haciendo cuando me fui?
Si supiera lo que estaba pensando creería que soy una desquiciada, o peor aún, una pervertida.
—Juro que nada.
Alzó una ceja incrédulo.
—¿Por qué tu rostro está tan rojo?
—¡Ya entró! — grité, intentando evadir su pregunta.
—Tenemos que entrar. Toma tu agua — me pasó la botella y se sentó muy cerca de mí.
Su brazo estaba tan cerca del mío que si llego a hacer un pequeño movimiento me rozaría. Sacudí mi cabeza tratando de concentrarme en la pantalla del televisor.
—¿Esos son todos los competidores en línea que hay?
—Sí, tal parece que les cogió tarde a la mayoría. Quizá tampoco saben cocinar y se fueron a comprar comida.
Fruncí el ceño e hice puchero por su comentario.
—Espero servirte de ayuda.
—Lo serás. Después de todo, no eres tan manca.
—¿Ajá? El "tan" es lo que lo daña.
Se carcajeó.
—Ya va a comenzar. ¿No necesitas nada? Luego que empiece no podemos levantarnos hasta terminar.
—Estoy bien.
—Ponte esto, así podrás escuchar todo mejor — me puso los audífonos y, como estábamos frente a frente, cruzamos mirada por unos cortos segundos y ambos la desviamos en un instante.
Comenzó la partida. Eran cuatro rondas más la final. Me eliminaron en la cuarta, se quedó Jadiel en la última contra uno de los mejores. La última ronda del juego consiste en recoger la cantidad más alta de Little's piggy's. El único detalle es que hay una caja sorpresa en el bosque y si la encuentran ganas automáticamente, sin importar la cantidad de piggys que encuentres. Jadiel estuvo buscando por un largo rato y, al parecer, ninguno de los dos había dado con el lugar secreto. Solo faltaban 40 segundos para que la última ronda terminara, por lo que Jadiel quiso arriesgarse a conseguir la caja en vez de recolectar los piggys. Cuando solo faltaban dos segundos, logró hallarla y abrirla.
—¡Dime que lo contaron!
Nos quedamos en suspenso esperando los últimos resultados hasta que los dieron. Logró hacerlo exactamente cuando faltaba solo un segundo para terminar la ronda. Se tiró de espalda al suelo y se quitó los audífonos del arrebato de emoción, dejando escapar un grito victorioso.
—Lo hiciste muy bien. ¡Felicidades!
Estaba aún tirado en el suelo sin decir ni una palabra. Luego de toda esa búsqueda y suspenso debe estar cansado. Estuvimos varias horas en ese torneo, al menos pudo obtener una victoria. Me quité los audífonos antes de tirarme al suelo al lado de él. Mis párpados pesaban del cansancio, además de que forzamos demasiado la vista.
—Fue un muy buen torneo. Eres el mejor — me rendí ante esa ataque de somnolencia, luego de no haber podido dormir bien anoche debido a la ansiedad y los nervios.
—¿Realmente consideras que soy el mejor?
Escuché su voz algo distorsionada y lejos. El cansancio era tanto que me daba pereza abrir los ojos.
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