Te quiero
—Me recuerdas tanto a tu mamá — su expresión de sorpresa se suavizó—. Si esto es lo que te sale del alma hacer, ve por ello, princesa. Como tú papá y como amigo, es mi deber apoyarte en la decisión que tomes— me abrazó de repente, acortándome hasta el aire—. Ya me he quedado sin mi pequeña consentida. No sé ni en qué momento creciste tanto— se le humedecieron los ojos, pero luchó por ocultarlo de mí.
—Gracias por siempre entenderme, papá.
—Cero tristezas. Prepararé la cena antes de que lleguen las chicas. No la dejes sola mucho tiempo, mi niña.
Esperé por ella al lado de la puerta del baño. Cada cierto tiempo me acercaba para oír que todo estuviera bien ahí dentro. Cuando salió, se veía renovada. Ese olor tan característico del hospital es desagradable. Nada mejor que despojarse con un baño en casa.
La llevé a mi habitación, la cual ahora compartiremos, aunque no sé si deba darle su espacio y dormir en un futón al lado para que tenga la cama para ella. Las noches son una pesadilla para ella y, aunque me encantaría tenerla cerca, no quisiera incomodarla. Ella no me ha apartado en ningún momento, todo lo contrario, pero no sé si mi contacto le genere algún mal recuerdo.
—Quiero entrar a la misma universidad que tú.
Su pregunta me dejó impactada. ¿Por qué trae ese tema ahora? ¿Es que acaso nos escuchó?
—Mis notas no son tan sobresalientes, pero quizá si tomo el examen de ingreso, puede ser que me acepten. Luego me esforzaré en estudiar y tener buenas notas.
—Todavía no me decido a qué universidad iré.
—Eres muy inteligente, te aceptarían a la que vayas.
—Más adelante me sentaré con calma a pensar mejor las cosas. Por el momento, quiero estar libre de libros y estudios.
—¿Crees que en tu trabajo acepten a alguien como yo?
—¿Por qué preguntas eso?
—Quiero conseguir un trabajo como tú. Aunque estoy consciente de que no me ven como una carga y les estoy agradecida infinitamente por todo lo que han hecho por mí, debo aprender a valerme por mí misma. Mi mamá también necesita de mí y para poder ayudarle necesito que un buen abogado atienda su caso y sea puesta en libertad, porque yo sé que si ella fue capaz de hacer tal cosa, fue por mí, porque supo algo que yo desconocía hasta hoy.
Un nudo se formó en su garganta.
—Todavía hoy me cuesta creer todo lo que ha pasado; quizá por el afán de querer olvidar, de querer despertar de esta pesadilla. No se puede cambiar lo que sucedió, por más que quiera, solo quiero dejar atrás todo lo malo y enfocarme en lo que realmente importa; en mi futuro, en las personas que han estado ahí conmigo, en mi mamá, en nuestras amigas y en nosotras.
—Voy a respetar y apoyar la decisión que tomes, es solo que quiero que recibas la ayuda profesional que necesitas para sanar.
—Gracias —me abrazó por unos cortos instantes y luego descansó sus dos manos en mi pecho—. Has sido como un ángel caído del cielo. No sé qué hubiera sido de mí sin ti. Gracias por estar aquí, por ser tan única y especial. Te quiero mucho.
No pude responder a su inesperada confesión, pues sus labios se fundieron con los míos en un suave, dulce y apacible beso. Me quedé ahí, más rígida que un cadáver, sin saber cómo reaccionar, qué decir, qué hacer. Por unos segundos olvidé hasta cómo respirar.
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