Protección
Luego de lo que Jadiel me dijo, no he dejado de pensar en eso. Si quería sembrar curiosidad en mí, lo ha conseguido. ¿Qué querrá hablar conmigo?
Mi madre me respondió el mensaje y solo me dijo que tuviera cuidado. No pude decirle que estaría en la casa de un hombre o lo más probable se hubiera negado rotundamente. Mejor prevenir que lamentar.
—¿Cuánto falta? — preguntó Ingrid, recostando su cabeza sobre la mesa.
—De verdad que eres muy vaga. Acabamos de empezar y ya estás cansada— le dijo Jadiel.
Estuvimos leyendo libros hasta que nos interrumpió Chika para que fuéramos a comer. Nos sentamos todos en la mesa.
—Gracias por la comida.
Sentí por debajo de la mesa que me tocaron la pierna y miré hacia Jadiel, quien señaló a Ingrid. Tal parece que estaba muerta de hambre, se comió el plato primero que todos nosotros.
—Su comida es deliciosa. Quisiera aprender a cocinar como usted— le dijo Ingrid a Chika.
—Cuando quieras vienes y te muestro lo que quieras, ¿trato?
Me quedé mirándola, tratando de ver alguna similitud entre Jadiel y ella, pero no se parecen. Sentí otro golpe en mi pierna.
—Eso duele — refunfuñé.
—Se enfría — añadió serio.
Según terminamos nos fuimos al cuarto de vuelta a seguir con el trabajo. Estuvimos largas horas. Mis amigas tomaron su turno para bañarse e hice lo mismo. Traje ropa adecuada como para salir, ya que mi ropa de dormir es demasiado corta y me sentiría realmente incómoda usándola aquí.
—Mañana es domingo. Al menos no tenemos que madrugar a la escuela y podemos terminar el trabajo.
—Pero la biblioteca estará cerrada — nos recordó Abigail.
—No se preocupen, se va a poder terminar mañana temprano. No es mucho lo que falta — alegó Jadiel —. Ya váyanse a dormir —me miró y sonrió, antes de salir del cuarto.
Me acordé de lo que había dicho y la curiosidad me volvió a atacar. Me fui con mis amigas al cuarto de la hermana de Jadiel y nos acostamos. Se quedaron un rato hablando con Chika hasta que se durmieron. Pasó bastante tiempo, no sé si aún él me esté esperando. Me levanté con cuidado y en puntillas salí de la habitación. Caminé a la sala y me encontré con él sentado en el sofá.
—Así que sí viniste— sonrió al verme.
—Fuiste tú quien quería hablar conmigo, ¿no? — respondí nerviosa.
Se levantó del sofá y me agarró la mano.
—Ven.
—¿A dónde?
—A mi cuarto.
—Quedaste en que íbamos a hablar aquí.
—Baja la voz.
Entramos a su habitación y los nervios volvieron a atacarme. Estar a estas horas en la habitación de un hombre es peligroso. Bueno, a cualquier hora. Aunque no es la primera vez que estamos así de solos, no puedo evitar sentir un hormigueo en mi panza.
—¿Qué era lo que querías hablar?
—Dijiste que te gustaba y has estado muy distante. Me tenías preocupado. No te habías conectado a jugar, solo te pasabas con tus amigas.
—Ah, hablas de eso... — reí nerviosa—. Yo... no quise decir eso que había dicho, si es que tiene sentido lo que estoy diciendo... Supongo que lo que quiero decir es que fue un error haberte dicho eso... — mi voz estaba temblorosa, se me hacía difícil disimularlo.
—Entonces, ¿no te gusto?
—Tú dijiste que no me enamore de ti. ¿De qué vale que responda esa pregunta?
—Con lo que dices te estás contradiciendo. Es cierto que no deberías, pero creo que soy yo quien está a punto de perder la paciencia. Me has estado evadiendo todo este tiempo y eso me molesta.
—No te he estado evadiendo, es solo que he estado concentrada en el trabajo, de eso depende que me gradúe. ¿Por qué te molesta tanto eso?
—Olvidaba que no entiendes nada — su acercamiento fue más del que podía procesar—. Tengo una mejor forma de hacerte entender.
Mis labios se vieron robados por los suyos, mientras sus manos se encajaban a la perfección en mi cintura. Fue como besar la piel de un bebé por la suavidad y calor que transmitía. Tenía la sensación de que en mi estomago había un sinnúmero de mariposas revoltosas. No podía decir o hacer nada. Era como si mi cuerpo flotara y todo lo que había a nuestro alrededor no existiera. Cuando se detuvo dejé escapar un sonido extraño a lo que él sonrió.
—S-será mejor que me vaya — me giré para querer irme, pero Jadiel me acercó a su cuerpo.
—Pasa la noche conmigo.
—Yo no puedo hacer eso.
—Sí puedes —volvió a besarme y me sujetó por la cintura para llevarme a la cama.
—Esto no está bien...
—Shhh... — puso su dedo en mis labios y sonrió.
Me besó de vuelta para luego ir descendiendo su mano hasta llegar a mi vientre. Fue como una corriente en mi espina dorsal el sentir su caricia. Mi cuerpo se estaba sintiendo extraño.
—Jadiel... — murmuré con mi voz entrecortada.
Deslizó mi pantalón por las piernas y las cerré. Estaba avergonzada de que me viera.
—Eres tan linda— sonrió relajado y besó mi rodilla.
Acarició mis dos muslos y tapé mi boca, intentando controlar la ganas de gemir. Sus manos son tan suaves y delicadas que hacía mi cuerpo temblar. Fue besando cada parte de mis muslos mientras continuaba acariciándolos suavemente. Alcanzó con una de sus manos mi ropa interior, pero no sentía ganas de resistirme más. Me estaba gustando lo que estaba experimentando.
Solo quitó mi ropa interior de una pierna para luego poner su rodilla entre medio. Pude sentir el roce de su rodilla directo en mi intimidad. Mi gemido fue silenciado por su inesperado, exquisito y dulce beso. Agarró con su suave mano mi muñeca por arriba de mi cabeza y adentró su otra mano por debajo de mi camisa, acariciando mi vientre y abdomen hasta posarse en mis pequeños pechos. Su contacto directo en esa área hizo que mi cuerpo se estremeciera aún más.
Frotaba su rodilla lentamente en mi intimidad mientras continuaba amasando mis pechos. En cada beso jugaba con mi lengua, algo que solo acaloraba mi piel y mis adentros, como si de un volcán en erupción se tratase. Podía derretirme ante su tacto, caricias y besos.
Fue su mano quien esta vez dejó el rol de amasar mis pechos para posarse directamente en mis pliegues. Esa caricia tan directa me aflojó un gemido. Los escalofríos no pueden compararse a esa electricidad que provocaba cada uno de sus dedos. Jamás había sentido algo así, ni siquiera cuando soy yo quien me toco. ¿Cuál podría ser la diferencia? ¿Por qué no se siente igual?
Cada vez que lamía mi cuello trataba de controlar mis gemidos, pero era inevitable que escapara alguno. Mi cabeza se siente tan liviana. No puedo pensar claramente. Mi sentido auditivo estaba sensible, podía oír el sonido que producían sus dedos al frotarse de ese forma tan repetitiva y lenta.
Se escuchó que abrieron una puerta y nos detuvimos. Jadiel me cubrió con su sábana y me abrazó para taparme de quien fuera. Se escuchó cuando abrieron su puerta y nos pusimos sumamente nerviosos, pero gracias a Dios la cerraron rápido. Estaba tan cerca suyo que podía escuchar su corazón agitado. Me acerqué más a él y pude deleitarme de su dulce perfume.
—¿Qué haces? — pude ver su rostro rojo, no lo había visto así antes, pero luce tan lindo.
—¿Puedes quedarte así un rato más? — le pregunté.
Se quedó en silencio y luego me abrazó más fuerte.
—Quédate conmigo por esta noche. Descansa.
Me sentía tan cómoda y relajada que no me costó trabajo darle rienda suelta al sueño. Poder sentir su piel suave y percibir su olor era como un sueño. No quería despertar. Sus brazos alrededor de mi me transmitían seguridad.
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