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Plan

Se volteó a verme y sonrió.

—Estás pidiendo algo muy complicado, aunque no lo parezca.

Estaba nerviosa ante su repentino acercamiento.

—Aún no lo has entendido. Cuando te tengo tan cerca no tengo esa fuerza de voluntad que quisiera tener. No quiero asustarte y que termines odiándome más de lo que ya lo haces, por eso será mejor dejar las cosas hasta aquí.

—No quiero... — respondí sin pensarlo.

Ni yo misma entiendo qué me sucede, pero no soporto la idea de que nuestra amistad se acabe aquí.

—Ya veo...

Cerré los ojos tras ver su rostro aproximarse al mío y plantó un dulce beso en mi frente. No me sentí extraña o asqueada, a pesar de saber que es una chica como yo. Mi corazón martillaba frenéticamente mientras que mis mejillas ardían.

—Te veo mañana.

Se alejó ligero dando largas zancadas, antes de que pudiera decir algo. Entonces, ¿eso significa que aceptó, que nuestra amistad no acabará aquí?

Subí corriendo a mi habitación y para rematar el día, me encontré con Iván parado en frente de la ventana. Él y esa malacostumbre de fisgonear todo lo que hago.

—¿Cuántas veces más debo decirte que no te quiero en mi habitación? ¡Sal de mi cuarto ahora! — arrojé la mochila sobre la cama.

—Esto puede valer mucho — sacudió su teléfono, mostrándome la foto que tomó de Jadiel y yo juntos.

—¡Dame eso! — traté de arrebatarle el teléfono de sus manos, pero alzó el brazo para que no pudiera alcanzarlo.

Vino a provocarme en el peor de los días. Cansada de sus abusos y ataques, le di una patada en sus genitales. Fue la única forma que vi para que me diera el teléfono, pero no contaba con que se enfureciera de tal manera que me empujara contra la cama poniendo todo su peso sobre mí. Sus dos manos se enroscaron alrededor de mi cuello como si fuera una serpiente enroscándose en su presa. Aunque no ejerció tanta fuerza como para arrebatarme el aire, mis ojos se humedecieron del pavor que me generó ver su rostro transformado de ira.

—Que sea la última vez que me des una patada o para la próxima no la cuentas, ¿me escuchas? — su rostro quedó a la altura de los botones de mi uniforme.

No me atreví a mover ni un solo músculo con miedo a que me golpeara. Aunque nunca había llegado a esos extremos, en este momento lo desconocía y más por su comportamiento errático. La mirada que me estaba dedicando no era la misma de siempre, algo en ella me perturbaba.

—Estás a punto de cumplir tus dieciocho años, pero tus pechos siguen igual que los de una niña de elemental. ¿Cómo alguien puede fijarse en un pecho plano como el tuyo? — dejó ir mi cuello, levantándose de la cama y guardando su teléfono en el bolsillo.

Hoy, como todos los malditos días, no están mis padres. Tengo que soportar estar bajo el mismo techo que este infeliz.

—Se lo diré a mamá cuando llegue— sollocé.

Es frustrante, porque sabía que, aunque dijera algo siempre le creerían a él.

—¿A quién crees que le creerán? Será mejor que te calles y de ahora en adelante harás lo que yo diga. De otra forma, le enseñaré esta foto a mamá y ya imaginarás lo que hará si se entera de que tienes novio.

—¡Te odio!

—Llorona... — salió por fin de la habitación.

Todo me cayó encima, provocando que mi cuerpo temblara sin control y más lágrimas se aflojaran. Lo peor de todo es que lo que dice es cierto. Mi madre nunca me cree a mí y mi padrastro siempre se va del lado de Iván.

Si busco la forma de grabarlo y mostrar evidencia tal vez lo hagan. A la misma vez, no quisiera ser la causante de que mi mamá sea infeliz, luego de haber encontrado a alguien en su vida, pero esto es algo que no puedo tolerar más. El único problema es que no siempre lo hace.

Mis padres solo piensan que les digo todo eso porque no soporto la idea de tener un hermanastro o que levanto calumnias porque aún extraño a mi padre. Sí lo extraño, pero la realidad es que lo que está sucediendo cada vez se sale más de control.

No sé por qué disfruta haciéndome esto. Yo jamás le he hecho nada. Siempre busco estar en mi mundo, no me meto con nadie. Él solo viene a fastidiarme cada vez que puede. Si tan solo pudiera irme de este infierno, lo haría sin pensarlo dos veces, pero hasta que no cumpla la mayoría de edad y consiga un trabajo, no podré hacerlo. Aunque, ni siquiera eso es garantía, pues en este país conseguir trabajo no es fácil y mucho menos sin haber estudiado una carrera o tener experiencia laboral. Además, mis ahorros no dan lo suficiente como independizarme y cubrir todos esos gastos juntos.

A la mañana siguiente me fui como de costumbre a la escuela con mis amigas. Quise pensar en otra cosa, no quería mostrar que algo me pasaba. No me gusta dar quejas o contar sobre mi vida. Hemos sido amigas desde siempre y conocen a mi familia, consideran que soy afortunada por tener "una familia perfecta", eso es lo que siempre dicen. No puedo sentirme de la misma forma.

—¿Vamos a salir este fin de semana? — preguntó Ingrid.

—¿A dónde iremos esta vez? ¿Alguna sugerencia?

Aceptaría lo que fuera con tal de estar fuera de la casa más tiempo.

—Podemos ir a comprar un traje de baño. Abrieron recientemente un lugar donde hay inmensas piscinas, cerca también está la playa, quioscos, y si portamos la tarjeta de miembro, podemos disfrutar de todas las diversiones. Podemos quedarnos a dormir por una noche en ese lugar —sugirió Abigail.

—¿Aunque seamos menores de edad? —indagué curiosa.

—Por supuesto. A ellos no les importa tu edad, siempre y cuando pagues la membresía.

—Suena bien, pero no tengo dinero para eso — comentó Ingrid.

—Yo pago, pero vamos a divertirnos, ¿sí? — era una oferta bastante tentadora para Ingrid, por eso no se resistió mucho.

—¿Y con qué que pagarás? — le cuestioné esta vez a Abigail.

—Mi padre me ha soltado su tarjeta.

—¡Qué envidia de la buena te tengo! — soltó Ingrid.

Si supiera que es para llenar el vacío de su ausencia, no desearía que su padre tuviera ese "detalle" con ella. Estoy consciente de que lo mismo sucede con mi mamá, pero sé que, en parte, lo de ella es el miedo de que la historia que tuvo con mi papa se repita con mi padrastro. Ella no era así, cambió radicalmente cuando mi padrastro se mudó con nosotras. Se exige demasiado así misma, por eso no le reprocho absolutamente nada, ni siquiera puedo juzgarla por descartarme y brindarle su tiempo libre a mantener viva esa relación.

—Buenos días— Jadiel se acercó a nosotras.

Solo con haberla visto, todo lo negativo se esfumó. Se notaba a leguas que no había dormido bien anoche, pues las ojeras la delataban.

—Buenos días. Has llegado tarde— se adelantó Ingrid.

—Sí, me cogió algo tarde — respondió.

—Es muy raro en ti — comentó Abigail—. Por cierto, ¿vendrás con nosotras?

Levanté la mirada más rápido que ligero esperando su respuesta.

—¿A dónde? — preguntó, a lo que Abigail le explicó el plan —. ¿No sería extraño que esté con ustedes?

—¿Por qué sería extraño?

—¿Quieres que vaya, Perla?

¿Por qué me hace esa pregunta directamente? Me puse roja y no sabía ni qué responder.

—Sí, claro que puedes — respondí, mirando a otra parte.

—Entonces ya está decidido. ¡El fin de semana será nuestro! — gritó Abigail.

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