Esperaré por ti...
—Gracias por depositar tu confianza en nosotras. Jamás me hubiese pasado por la mente que eras una chica— dijo Abigail.
—No sé si tomar eso como un halago.
—Eres muy linda, definitivamente te ves mejor como un chico — alegó Ingrid.
—No digas esas cosas tan incómodas — añadí.
Ella no se veía incómoda o molesta, pero siento que ese comentario estuvo fuera de lugar.
—¿Por qué no vamos a comprar el traje de baño? — me levanté de la mesa e hicieron lo mismo.
Pagamos la cuenta y caminamos por los pasillos en busca de la tienda adecuada, donde vendieran trajes de baño.
—¿Estás más tranquila? — le pregunté en un tono bajo.
—¿Tú estás tranquila?
—¿Por qué me respondes con una pregunta? ¿Por qué no voy a estar tranquila?
—Hace un momento me pareció verte molesta.
—Viste mal. No tengo razón para estar molesta.
—De ser así tampoco deberías molestarte. Solo tengo ojos para ti.
Si su objetivo era dejarme sin palabras, lamentablemente lo consiguió. Estoy segura de que en mi rostro se reflejó la vergüenza que me ocasionó su comentario.
Entramos tienda por tienda, pero no sabía qué traje de baño escoger. Todo lo que está a la moda son de dos piezas y revelan demasiado.
—Me gustaría verte con este. El rosa encaja a la perfección con tu tono de piel— sugirió Jadiel.
Era de dos piezas, justo a lo que le estaba huyendo, pero ella se veía bien entusiasmada con haberlo elegido.
—¿Tú no piensas escoger algo? — le pregunté, evadiendo su comentario.
—¿Te gustaría verme como una chica o prefieres que sea un chico por hoy? — preguntó en un tono burlesco.
—Nunca te he visto como una chica.
—Entonces, ¿te gustaría? Si es por ti lo haría. Quizás así te sientas cómoda conmigo y tus amigas también.
—Puedes hacer lo que quieras. Como te sientas más cómoda. ¿No has pensado en que alguien puede verte?
—No creo que haya nadie que conozcamos allá o eso espero.
Me pregunto, ¿cómo se vería vistiendo como una chica?
—Puedes usar una camisa que te cubra si te sientes muy incómoda con el. No creo que haya tanta gente tampoco. Como nos comentó Abigail, es un lugar que abrieron hace poco y la mayoría de las personas prefieren ir a la zona de la playa. Pruébatelo.
Entré al probador y, la verdad es que se veía muy revelador. Aunque no poseo tantos pechos como los de mis amigas, no acostumbro a usar este tipo de trajes de baño, tal vez tengan mucho que ver los complejos.
—Me encantaría verte— escuché la voz de Jadiel en el probador del lado.
—¿Qué haces ahí?
—¿Y tú qué crees? ¿Necesitas ayuda?
—¡Claro que no, tonta!
Escuché su risa y me apresuré a vestirme para reunirme con mis amigas.
—¿Te lo llevarás? — preguntó Ingrid.
—Sí.
—Bien. ¿Jadiel aún no sale? ¿Cuál es su verdadero nombre?
—No sé. No he querido preguntarle. Ya me acostumbré a llamarle Jadiel.
—Yo también.
Tan pronto terminamos, nos encaminamos a nuestro destino. Es como si hubiéramos entrado a otro mundo. Una vez estuve en un parador, pero no se puede comparar jamás y nunca a este lugar. Las atracciones, los detalles, la decoración y la amabilidad de los empleados lo hizo todo más agradable. Esta es la buena vida que se pueden dar ciertas personas con más frecuencia. Había hasta una urbanización con control de acceso, donde se asomaban las casas más extravagantes que haya visto alguna vez. Todas estábamos maravilladas, contemplando cada rincón del salón.
Todas nos quedaremos en un mismo cuarto, pero nos dieron una tarjeta de acceso a cada una para la misma.
—Tenemos que irnos a cambiar para disfrutar de todos los privilegios por esta noche— dijo Abigail energética como siempre.
Dejamos las mochilas en la habitación y bajamos con lo necesario para cambiarnos en el cuarto de baño cercano a la piscina. Cada una teníamos un casillero asignado para guardar nuestras pertenencias. Según me cambié al traje de baño, no encontraba cómo salir. A pesar de llevar una camisa, se podía ver a través de ella. Cuando dejé de oír voces, me animé a asomarme y me topé con Jadiel esperando por mí, con su espalda pegada al casillero y su pierna flexionada.
Estaba vestida con un abrigo azul, se veía la pieza del sostén, su cuerpo delgado, su piel blanca y sus piernas visibles con un pantalón corto color crema. Es extraño verla así. Me siento rara estar mirando a una mujer de esta forma. Nunca me había fijado en detalles, pero al tenerla de frente, es imposible no fijarme en ellos. Estuve tanto tiempo viéndola como un chico y ahora que sé que es una chica, las cosas no han cambiado como creí que pasaría.
—Pensé que no ibas a salir.
—¿Q-qué haces aquí? — pregunté nerviosa, guardando la muda de ropa en mi casillero.
—Estaba preocupada porque no habías salido. ¿Qué andas mirando? ¿Te gustó?
Retrocedí hasta no poder más, ya que la otra línea del casillero estaba a mi espalda. Puso ambas manos alrededor de mi para evitar que me escapara. La he tenido cerca varias veces y mucho más cerca que ahora, pero desde que supe la verdad, cada gesto, cada mirada, cada acercamiento, me vuelve un ocho y trae a mi mente lo que ocurrió esa noche.
—Tienes tu rostro rojo, ¿en qué andas pensando?
Pasé saliva al repasar cada centímetro de sus labios y recordar ese sabor imborrable que dejó impregnado en mi boca y esa sensación tan apacible del roce de sus suaves labios. Su perfume es tan dulce y su mirada llena de seguridad me ruboriza con facilidad. Sus pestañas son largas.
—E-es extraño verte así — desvié la mirada.
—¿Te he dicho lo tierna que te ves cuando te avergüenzas?
—Salgamos, nuestras amigas van a preocuparse y pueden entrar en cualquier momento— le pedí.
—Te ves tan bonita vestida así. El rosa es definitivamente tu color — rozó su dedo índice en mi mentón y fue descendiendo hasta mi cuello, provocando ligeros escalofríos en todo el cuerpo.
—Te dije que no hagas esto— mi voz se escuchaba temblorosa.
—No parece molestarte. Te dije que no te veía como una amiga, aun así, quisiste que me mantuviera contigo. ¿No extrañas lo de esa noche? ¿Mis caricias, mis besos, mis dedos?
Las palabras se me atoraron en la garganta. Mis mejillas revelaban la vergüenza que consumía cada parte de mi ser.
—Ya no más, por favor— musité temblorosa.
—Te esperaré hasta que te sientas lista. No pienso renunciar a ti tan fácilmente.
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