—Deberíamos ir con nuestras amigas antes de que llegue tu papá. Deben estar preocupadas porque no hemos ido con ellas.

—Concuerdo.

Nos tomamos de las manos de regreso, pero cuando estábamos casi llegando a la habitación, nos soltamos. A la gente no le pareció extraño vernos, de hecho, diría que todo el mundo estaba en lo suyo. Es la primera vez que camino mucho tiempo de la mano con alguien. Ya nos habíamos agarrado de las manos, pero en esas ocasiones era tan corto el lapso de tiempo que no provocaba las mismas emociones que ahora.

Nos reunimos con nuestras amigas, ellas se notaban preocupadas por nosotras, pero tan pronto nos vieron, se relajaron. Cada una tomamos turno para ducharnos para quitarnos ese olor al cloro de la piscina que teníamos encima.

Le contamos que Chika venía y la más que se emocionó al respecto, al punto de despertar cierta incomodidad, fue Ingrid. De hecho, no fui la única que se dio cuenta, pues Jadiel también no la perdía de vista ni un segundo. Y, es que, cuando nos reunimos con él, ellos dos parecían haber hecho click. Ocurrió algo parecido a aquel día en la mesa. No sé si solo se trate de ideas mías. Tal vez, me he vuelto demasiado exagerada y como me enteré de todo eso, me he vuelto el doble de observadora y paranoica.

La noche la pasamos fenomenal en conjunto. La verdad es que exploramos y rendimos más de lo que creí. Las risas en ningún momento faltaron. Únicamente nos separamos cuando entramos de vuelta a la habitación y Chika se fue a la que queda justo al lado. Todas estábamos tan agotadas de caminar y corretear que tan pronto nos dimos la última ducha de la noche y tocamos la cama, prácticamente caímos muertas.

A mitad de la noche, sentí a alguien acomodarse en mi cama. La luz en la habitación estaba apagada, pero por el delicioso y dulce perfume que inundó mis fosas nasales, supe que era ella. Estaba consciente de que era peligroso que estuviéramos compartiendo la cama, por si alguna de nuestras amigas despertaba y nos veía, pero su calor me hacía falta, más de lo que pueda describirlo.

Ahí estábamos nosotras, debajo de las sábanas, escondiéndonos como si se tratara de un crimen el mostrarle al mundo que nos queremos. Todo eso me llevó a cuestionarme de si lo que sentimos deberá estar oculto de todos para siempre, si tenemos que vivir nuestro amor a escondidas, como si estuviéramos haciéndole daño a alguien más. Yo no quiero eso, pero a la misma vez, tengo miedo de lo que suceda.

Sus besos quemaban mi piel, me hacían arder de deseo y despertaba en mí unas ansias descabelladas. A mí me mente solo venían los recuerdos de aquella noche y de lo que ocurrió entre las dos. Quiero más de esto, pero es difícil reprimir mis gemidos. Solo son besos, lo sé, pero anhelo sentir sus cálidas y suaves manos acariciar mi piel, que me impregne de su dulce y adictivo olor, y que sus dedos vuelvan a explorar con suma ligereza mis adentros. Sé que no era el lugar ni el momento para nosotras, por esa misma razón traté de contenerme, aunque mi fuerza de voluntad se desvaneciera en cada beso.

Desde aquel día que nos confesamos, lo que sea que tenemos, se ha mantenido oculto. En la escuela rara vez nos tomamos de las manos por debajo de la mesa. A pesar de vernos casi todos los días, solo nos besamos cuando estamos a solas, ya sea en el horario de educación física o cuando damos la excusa de ir al baño juntas. No puedo mentir que la adrenalina es, de cierto modo, fascinante, pero al mismo tiempo, agobiante.

Mañana es mi cumpleaños y, para mí mala suerte, cayó un día de la semana, la mayor parte del día deberé estar en la escuela, ya en la tarde y noche la pasaremos juntas. Quedamos en que iría a quedarme a su casa y de antemano le pedí permiso a mi mamá.

Solo nos queda un mes para graduarnos, por lo que me han surgido nuevas preocupaciones, y es que todavía no sé a qué universidad tiene pensado ir. Quisiera que fuera la misma mía, pero seguramente acepte la beca y vaya a estudiar a una universidad de prestigio, donde no podré verla más a menudo.

Pese a esas inquietudes, me fui a la cama, pues había hablado con ella por el juego y ya el cansancio me estaba limitando. Me he estado sintiendo extremadamente cansada estos días. No sé si achacarlo a los exámenes y proyectos que han llegado en cadena. 

Cuando desperté en la mañana, tenía la sensación de que algo no andaba bien en mi cuerpo. Lo que me despertó no fue la alarma, como en otras ocasiones, fueron las punzadas que sentía en mi vientre y la sensación de humedad en mis bragas.

Me levanté de la cama asustada, preocupada y adolorida, encontrando una mancha de sangre en la sábana. Mi período llegó antes de lo previsto y siempre he sido regular, aunque el dolor no era como en otras ocasiones. Es la primera vez que experimento tanto dolor, no solo en esa zona, sino también en mi parte íntima. Tenía un dolor recurrente y persistente al orinar. Era como si tuviera una infección.

Tenía pensado quedarme en casa, porque realmente no sentía siquiera fuerzas para caminar o moverme, pero hoy es mi cumpleaños y estaba supuesto a ser un día especial, por lo que, hice el esfuerzo de prepararme para la escuela.

Me di una ligera ducha y me dolía mucho el solo lavarme esa zona. Tomé medicinas para calmar ese dolor que no cesaba ni un segundo y tomé mi mochila para dirigirme a la parada donde me encuentro siempre con mis amigas y Jadiel, pero el camino se me hizo largo. El sol me molestaba en los ojos, el dolor me impedía estar derecha o caminar bien. Sentía que mis reacciones y acciones eran muy lentas, como si hubiera tomado algún somnífero.

Las vi a ellas a los lejos, pero me sentía tan débil, tan cansada y mareada que solo recuerdo que traté de recostar mi cuerpo de la reja de una casa y caí sentada en la acera. Honestamente, lo único que recuerdo era haber escuchado la voz de Jadiel y mis amigas cerca, pero el mareo no permitía que pudiera ver sus rostros claramente.