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Bienestar

La estancia en el hospital se extendió por tres días. Los profesionales estuvieron bien al pendiente de Perla, como también la policía. Ella solo ha recordado vagos detalles, lo que duerme es poco y cuando lo hace, son pesadillas lo que trae consigo. 

No he sabido nada nuevo de su mamá y ella ha estado como alma en pena. En su condición actual, considero que lo mejor es mantenerla distraída, cosa que mantenga la mente ocupada. La psicóloga que la ha asistido, insistió en que asista a su consultorio para recibir el tratamiento adecuado, pues le ayudará, de cierta forma, a superar lo ocurrido. Me aseguraré personalmente de llevarla. También le pedí asistencia y consejos, pues ahora que estará viviendo bajo el mismo techo que yo, necesito estar alerta y saber qué debo decir, cuáles son los pasos a seguir con tal de que ella se sienta bien, en confianza y segura. 

Mi padre mismo fue quien me hizo la sugerencia de llevarla a casa, pues, aunque lo había pensado antes, tenía que pedirle permiso. Han sido días difíciles, pero sé que después de la tormenta viene la calma. 

Cuando le dieron de alta, la bajaron al primer piso en una silla de ruedas. Lo que no podía creer es que su hermanastro aún estuviera en la sala de espera, a pesar de que no le dieron permiso en ningún momento de subir a verla, pues la misma Perla se negaba a verlo. 

Estaba vestido diferente, dejando entender que había pasado por su casa en algún momento. Aunque físicamente aparentaba que un camión le hubiese pasado por encima. Se veía ojeroso, decaído y cansado. Imagino que tuvieron que haberle contado sobre su padre, pero ¿por qué está aquí y no con él? 

—¡Perla!

—No te acerques a ella — me puse en medio, evitando que tuviera algún contacto directo con ella.

—¿Qué quieres? — Perla se asomó temerosa por el costado mío. 

—Vine a recogerte para llevarte a tu casa. 

—Ella no va a volver a esa casa. 

—No, yo no voy contigo a ninguna parte. 

—Está bien si no quieres verme ni en pintura, sé que te traté muy mal desde que me mudé a esa casa, pero esa es tu casa. Estoy quedándome en el antiguo departamento de mi papá. No volveré a poner un solo pie en ella, lo prometo. 

—Esto no solo se trata de ti, ¿no lo entiendes? Ella no va a pisar nunca más esa casa que tan malos recuerdos le trae. 

—¿Has sabido algo de mi mamá? 

—No sé lo que va a pasar con ella ahora, pero mi papá confesó todo. 

—¿Qué confesó? — cuestionó Perla curiosa. 

—No sé si es que eres ciego o qué, pero Perla necesita descansar, así que si nos permites… 

Nos apartamos solo un poco, cuando escuchamos que añadió algo más. 

—Perdóname, perdón por no haberme dado cuenta de sus intenciones contigo. 

Estoy segura de que ella lo escuchó, pues se le quedó viendo mientras nos dirigíamos a la salida del hospital.

Mi papá estaba esperándonos en el redondel para traernos a casa. La noté pensativa y en silencio durante todo el camino, recostando su cabeza en mi hombro y sin apartarse ni un solo instante de mí. 

—Sé que debes estar ansiando darte un buen baño, por eso dejé todo preparado para que puedas entrar. Toma tu tiempo. Si necesitas algo, no dudes en decirnos — mi papá estaba siendo el doble de atento y amable de lo que siempre ha sido. 

—Gracias por su hospitalidad. 

La acompañé hasta la puerta del baño y permití que ella entrara y se pusiera cómoda. No iba a invadir su privacidad. 

Ingrid y Abigail la visitaron varias veces en el hospital y han estado bien al pendiente de todo. Quedaron en venir a verla más tarde. Las tuve que poner al tanto de la situación para que la apoyaran el doble y no hicieran preguntas indebidas que pudieran traerle malos recuerdos. 

—Papá, tenemos que hablar. 

Nos sentamos en el sofá de la sala, pues no queda tan lejos de la puerta del baño, por si acaso ella nos llama para poder oírla.  

—¿Qué sucede, mi amor? 

—He estado pensando y creo que lo mejor es que rechace la beca. 

—¿Qué? ¿Por qué? 

—Sé que esta noticia no te hace bien, pero entiéndeme, Perla necesita mi ayuda. Ella no tiene a nadie más. Con el sueldo y las pocas horas que tengo, no podré siquiera costear su tratamiento y no pienso permitir que te eches encima todo, de la misma manera que lo hiciste con mamá. Sé que tienes la mejor de las intenciones, que todo lo haces sin esperar nada a cambio y sin que te pese, pero entiéndeme, esto es algo que quiero hacer por mi cuenta, por ella y por mí. Eso no significa que abandonaré para siempre los estudios, solo que por el momento, mi mayor prioridad es el bienestar de Perla. 

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