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Apoyo

—Fue en la factoría. 

—Ah, deberías ponerte triple antibiótico, no vaya a ser que se te infecte. Iré a preparar la cena, quiero llevarle comida a mi niña. 

Bajé las escaleras, entré a la cocina y abrí la gaveta de utensilios de cocina. Mi cuerpo estaba actuando en modo automático. Los cuchillos se veían demasiado llamativos y brillantes ante mis ojos. Solo los podía ver clavados en ese monstruo que se atrevió a destruirle la vida a mi niña, pero ella fue quien se apareció en mi cabeza en ese instante como un rayo de luz, despertándome de esa mala decisión que estaba a punto de tomar a la ligera, bajo la misma impotencia y culpa. 

No, Valeria. Debes pensar con cabeza fría. A un monstruo como ese, matarlo sería liberarlo de recibir su castigo. Además, si me ensucio las manos, ¿quién cuidará de mi hija? Ella me necesita. 

Tomé el celular con las manos temblorosas, marcándole a los oficiales y exigiéndoles que vinieran lo más rápido posible y se llevaran a mi esposo antes de que cometiera una locura. No solo estaba discutiendo con ese demonio que tomó posesión de mi cuerpo, si no con ellos, pues solo me pedían que me calmara y les explicara lo que había sucedido. Sabía que no estaba razonando como debería y cada segundo que transcurría en esa llamada, era un segundo más que ese brillo del cuchillo me atraía como un imán. 

Le brindé mi amor, mi confianza, le abrí las puertas de mi hogar, le confié a mi más preciado tesoro y fue capaz de ultrajarla, de destruirle la vida, su cuerpo, de empañar su futuro, de borrar esa sonrisa angelical de su rostro. 

Solté el celular en la encimera, tomando solo un segundo para pedirle perdón a mi hija y a Dios por todo lo horrible que pasaba por mi mente y que se convirtió en mi objetivo por concretar o no podría vivir tranquila. Esto no se puede quedar así. 

Jadiel 

Ingrid y Abigail tuvieron que marcharse a su casa, pero me negaba a irme. Está por hacerse de día y no he tenido noticias de ella. Esta angustia y ansiedad no me deja tranquila. Quisiera verla, estar con ella, abrazarla, consolarla. Ya no me quedan uñas y de todo lo que he llorado, ya ni siquiera me salen lágrimas. No podía dejar de pensar en lo que dijo ese Oficial y en su aspecto esta mañana. Su rostro pálido es lo único que se atraviesa por mi mente.

No era la única en la sala de espera, Iván no se había movido de su lugar en ningún momento, ni siquiera para ir al baño. Oí que su mamá dijo que vendría de vuelta al hospital, pero no la he visto, tampoco al padrastro. ¿Qué tipo de padres son esos? 

Una enfermera me llamó por mi nombre, algo que me generó preocupación. Pensé que sería para darme una mala noticia o algo parecido, pero no, me dijo que Perla quería verme y por eso me mandó a llamar. El semblante de Iván cambió por uno molesto, aunque no articuló palabra alguna. No pienso permitir que ese sujeto se vuelva a acercar a ella, al menos no hasta que se descubra quién fue el culpable. 

La enfermera me pidió que no le mencionara nada que pudiera traerle recuerdos desagradables de los hechos. Me partió el alma verla como la vi. Ella no se veía como ayer en la mañana. Sus ojitos siempre han tenido un brillo especial, pero ahora el único brillo que se apreciaba en ellos era el de sus ojos llorosos e hinchados. Sus labios se veían pálidos, su semblante era tan desgarrador para mi alma que estaba luchando conmigo misma para ocultar la tristeza que invadía mi ser al contemplarla de esta manera. Moría por abrazarla, pero no quería causarle ningún malestar o traerle malos recuerdos. 

Lo que me dio luz verde para abrazarla, fue el haberla visto extender sus brazos para que lo hiciera. Tan pronto la engullí entre mis brazos, ella se quebró en llanto. Sentí sus incontrolables temblores, la manera en que aferró sus uñas tan fuerte a mi camisa como si no quisiera que la soltara; y por supuesto que yo tampoco quería hacerlo. No quise mencionar nada de lo ocurrido, solo me limité a transmitirle mis genuinos sentimientos y mi apoyo en ese abrazo, mientras plantaba varios besos en su cabeza con sabor a te necesito, a todo estará bien, y a te eché mucho de menos.

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