El viaje (III)
N/A: El capítulo más largo que he escrito hasta ahora.
Gabriel aún no volvía, y cada vez me alegraba más por lo que había escogido: a él, aunque sabía muy bien que él no me escogería a mí. No tenía pruebas, solo intuición.
Danielle Mercer era una señora muy simpática, tomamos café, comimos galletas, jugamos a las cartas, en realidad...hicimos muchas cosas juntos, no sé si porque ella quería que cumpla el trato o porque de verdad le agradaba.
Pero...era una Mercer, no por sangre, sino por ley; ser lo que era la volvía alguien que intimidaba fácilmente a cualquiera. Lo tenía claro, sin embargo, lo que no tenía claro es por qué Julieta tenía tanto miedo, si conmigo la señora era un amor de persona.
La puerta se abrió, ¿sería Gabriel? Sí lo era, no quería que me salve porque su madre era muy amable.
Pero no lo era; era una chica sencilla, sin maquillaje, vestida de una manera simple. Bella y sin complicaciones, bella y natural.
Danielle se paró para saludar a la hermosa dama que inundaba el ambiente con su perfume de lavanda.
Me levanté de la mesa también. Sus ojos al encontrarse con los míos revelaron todo lo que tenía que saber, esa chica tan preciosa era Luna, la hermosa Luna.
Era increíble para mí, no era como en las fotos, por supuesto que no. En las fotos tenía kilos de maquillaje y ropa sofisticada y costosa, en persona parecía que su belleza no se comparaba ni con el maquillaje más costoso del mundo, en persona la ropa que vestía a pesar de ser simple, ya era mucho para ella, todo con lo que podías compararla era insuficiente, absolutamente todo. Era absurdamente sorprendente.
Evidentemente creía que era hermosa, todo el mundo lo creería. No obstante, que crea que es hermosa y que su belleza no se puede comparar con nada, no significa que estaba templado de Luna Mercer, más bien...era admiración lo que sentía.
—Tía, no me has presentado a este muchachito —dijo Luna, mirándome de pies a cabeza.
—Él es Ariel, acompañante por esta noche de mi hijo.
La saludé inclinando mi cabeza como una reverencia.
Ella rió y tendió una de sus manos de porcelana para estrecharla con la mía, no merecía el mínimo tacto de Luna Mercer.
—Gabriel sigue teniendo buenos gustos —ella misma saboreó sus palabras y luego se arrepintió —buenos gustos en —dudó —la elección de un amigo... ¿Nos hemos visto antes?
—Me encantaría decirte que sí, pero—suspiré —tengo muy mala memoria y si nos hemos visto antes déjame decirte que no lo recuerdo.
—Oh—se sorprendió—, me agrada tu honestidad, yo también debería decirte lo mismo— sonrió.
Se notaba que ya de por sí, le agradaba.
Conversamos un rato de manera grupal, me corrijo...conversaron un rato, soy muy tímido para esa clase de cosas, por lo tanto no participé mucho en la conversación, a penas afirmaba y negaba solo con la cabeza.
—Me encantaría saludar a Gabriel, hace mucho que no lo veo.
—Hice que Gabriel se fuera hasta el otro lado de la ciudad a comprar unas cosas.
—Pero... ¿por qué?
—Porque debemos preparar todo —dijo Danielle, segura —. ¿Ya tienes un regalo para él?
¿De qué hablaba?
Me quedé tonto con su pregunta, ¿qué podría regalarle a alguien que tendría todo el mundo si quisiera?
¿Y por qué?
Algo que odiaba de mí es que mis expresiones físicas hablaban más que mis labios, ellas ya se habían dado cuenta de que no entendía el por qué debía darle un regalo a Gabriel.
—Su cumpleaños, lo celebraremos antes porque hace mucho que no lo hacemos —dijo Luna algo triste.
Afirmé, era muy cierto, ya faltaba poco, veinticinco años al fin.
Me pregunto qué tan triste debe ser celebrar tu cumpleaños solo. Ya no pasaría eso Gabriel, me tienes a mí, soy todo tuyo, hasta el final.
Créanme que era encantador perderme en mis pensamientos, lo quería, quizá hasta más que eso, te pregunto una vez más Gabriel... ¿qué has hecho conmigo?
¿Qué has hecho conmigo que me trae tan loco?, tan lleno de ganas de ti: de tus besos, de tus caricias, de todo...
El sentimiento es tan grande que solo quiero derretirme en ti y que tu piel me absorba, que cada uno de tus poros se inunde de mi ser, que todo lo mío pertenezca a ti de cualquier manera.
—¿Tienes un obsequio? —preguntó Luna.
—Sí —mentía —. No.
—Tenemos mucho tiempo hasta que Gabriel regrese —sonrió —. Hasta que el señor Mercer se digne en mostrarse, ya que es esperado por toda la familia.
Hasta yo tenía ansias de verte Gabriel, demasiadas.
Luna y yo salimos hacia el centro comercial más cercano, no sé cómo me convenció de salir, supongo que era el encanto de sus ojos color miel. El mismo Gabriel Mercer me lo dijo, "primero se conquista con la mirada".
—¿Qué puedes regalarle a alguien que tiene todo?
Luna río al escuchar mi pregunta.
—En realidad, no sé si lo has pensado, pero Gabriel podría tenerlo todo si quisiera —dijo Luna buscando tiendas.
—¿Ropa?
—No la usaría, no porque no le guste, sino porque está en el seminario, me contó que solo dejan que se vista de manera elegante.
—¿Un reloj?
—Aunque no lo creas, Gabriel odia usar cosas en las manos, en el cuello, en todo sitio, ¿no te hace calor?, es decir, tienes esa cosa todo el tiempo en el cuello.
Se refería al fular, no podía quitármelo, todo por culpa de Gabriel.
—Insisto en que un reloj no sería una mala idea —ignoré el tema del fular.
—Un reloj, exquisita elección, ya tengo un regalo, ahora es tu turno.
—Creo que es tu turno de ayudarme a mí, después de todo yo di la idea del reloj —sonreí maliciosamente.
Luna se quedó parada entre las tiendas mirando al horizonte, al parecer era una pregunta muy difícil.
—Una cámara.
—Vamos por esas cosas entonces.
Luna y yo fuimos a una tienda de relojes lindos, yo lo escogí, apuesto que ella quería probarme para ver si tenía buenos gustos. Pasó su tarjeta de crédito, recibimos la bolsa de papel y salimos de la tienda.
Comprar regalos no era tan difícil como imaginé. Repetimos el mismo procedimiento al momento de ir a comprar la cámara.
—¿Por qué una cámara? —tenía curiosidad.
—Gabriel siempre quiso una, pero nunca se atrevió a comprársela —me callé para que siguiera —, su padre tenía una mente muy cerrada...
Regresamos para el almuerzo, solo que no almorzamos nada porque Danielle pensó que se nos quitaría el hambre al llegar la cena.
Luna me presentó a su familia mediante fotos.
"Este es mi hermano, mi primo, mis tíos, mis abuelos...", decía señalando cabezas de una fotografía que estaba situada en la sala.
Hoy era el gran día, conocería a la mayor parte de su familia.
Luna me invitó a subir a la habitación de Gabriel.
—El ambiente está lleno de humedad —se hizo aire con las manos —, ¿estás seguro de que no tienes calor? —metió de nuevo el tema de mi fular.
Por supuesto que tenía calor, era inevitable sentir todo el clima tropical.
—No, para nada —negué con la cabeza.
Algo peculiar de ellos es que no paraban de insistir hasta que conseguían respuestas, lo sabía porque Gabriel también era así conmigo.
—¿Por qué estamos aquí? —le cambié el tema otra vez.
—Me gusta estar aquí —dijo melancólica —recuerdo que Gabriel y yo siempre jugábamos aquí a cualquier cosa, él podía hasta jugar con muñecas solo para complacerme —suspiró —¿Cómo está él?, ya sabes, tú has compartido un poco de tiempo con mi primo.
Nos quedamos en silencio.
La puerta se abrió y era Gabriel, quien sin pensarlo abrazó a Luna, si no fueran primos pensaría que son novios.
Charlaron sobre cómo estaba él, cómo le iba, un montón de cosas relacionadas a su nueva vida, y como siempre...yo sobraba, era inevitable sentirlo.
¿Era infeliz? ¿Yo vivía engañado?
Por supuesto que cuando alguien estaba insatisfecho con algo hay cierto grado de infelicidad, sin embargo, Gabriel nunca lo demostraba, nunca se lo decía a nadie, nunca habló conmigo sobre eso, nunca nada, conmigo era completamente distinto, un hipócrita.
Seguía perdido en mis pensamientos, ¿de verdad quería a este tipo?
—¡Hey!, tierra llamando a Ariel —movió su mano en frente de mis ojos —, responde mi pregunta —dijo Gabriel serio.
Pero no había escuchado nada de lo que estaba diciendo, ese era un problema mío, me pierdo y dejo de escuchar a los demás para concentrarme en mí mismo.
Él puso los ojos en blanco, ya se había dado cuenta.
—Te pregunté: ¿por qué no te quitas esta cosa? —jaló de mí mediante el fular, como si fuera un perro con una correa —el clima está demasiado horrible como para abrigarse —frunció el ceño.
Reí negando, ¿acaso no lo recordaba?
—¿Dije algo gracioso? —levantó mi mentón para que lo mirara a los ojos —, te di una orden.
—Eres un imbécil, Gabriel —Luna agarró su mano, quitándola de mi cara —en esta vida hay que ser astutos.
Luna agarró el fular por detrás de mi cuello y lo jaló deshaciéndome nudo que cubría mi cuello.
Me sentía más aliviado, es cierto, el clima estaba muy horrible como para abrigarse.
Gabriel posó sus ojos sobre el gran moretón multicolor que tenía en el cuello e inmediatamente se sonrojó, ya lo había recordado. Me tomó del cuello con su brazo, como en un partido de lucha libre y literalmente mi cara estaba entre su abdomen y su entre pierna.
—Luna, quiero que te vayas —tragó saliva.
—En mi humilde opinión —traté de decir algo, pero Gabriel con la mano que le quedaba tapó mi boca para que no pudiera hablar.
—Gabriel...no me iré, hace mucho que no nos vemos, no puedo desaprovechar nada —dijo ella, triste —y deja al pobre chico, pensé que ya eras alguien más pacífico.
Gabriel hizo una mueca, podía ver sus ojos y su expresión de dolor aunque solo lo veía en un ángulo Nadir. Negó con su cabeza y su rostro inocente, su rostro tan hermoso, lo que no me convencía tanto era que me estaba haciendo una llave indirectamente. Cerraba mi garganta y no permitía el paso del aire por mi cuello, o Gabriel Mercer tenía mucha fuerza o yo era muy débil.
Le di unas palmadas en su brazo para que me soltara un poco, no hacía caso, prefería seguir discutiendo con Luna.
—Lo vas a ahorcar.
—Por supuesto que no —me sacudió como a un muerto.
—Gabriel —dije con el poco aire que me quedaba —, suéltame.
Se disculpó con sus gestos y de inmediato me soltó, terminé recostado sobre sus piernas, con el cuello descubierto.
Gabriel acarició mi rostro dulcemente, sus ojos brillaban más que nunca, me acariciaba así cuando estaba a punto de plantar un beso sobre mis labios...solo que, ahí estaba Luna, y yo no estaba seguro de que lo supiera o que al menos lo comprendiera.
Mis ojos se desviaron hacia los de Luna, ella tocó su cuello justo en donde tenía el gran moretón, como si no lo supiera.
—Bueno —se avergonzó —creo que ahora es más normal en los jóvenes, estas chicas dementes amantes del morbo y el sadismo —rió sarcásticamente señalando mi cuello.
Sí...chicas...chicas morbosas y sádicas.
Si tan solo supiera que la persona que me lastimó es la misma que estuvo ahorcándome, se sorprendería.
—Olvidé eso —Gabriel señaló la marca —, cuando estuve fuera te compré un traje que no necesita corbata, pero creo que será mejor descartarlo para no causar malas impresiones —dijo desanimado —será para otra ocasión.
Luna al oír la palabra "compré" se quedó más que sorprendida.
—Nada de eso—afirmó —siempre vengo preparada —sacó un kit de maquillaje de su bolso —usarás ese traje.
La sonrisa de Gabriel se volvió más grande que la del gato de Cheshire.
Habilidosamente colocaba un montón de polvos y cremas en mi cuello, no veía nada.
No demoró casi nada y estaba como nuevo, bueno...no tanto, pero podía disimularse.
El día había pasado demasiado rápido, los invitados llegarían a las siete y ni si quiera me había colocado la camisa.
Luna nos dejó solos, me encantaba la soledad y él, me encantaba Gabriel Mercer.
Entramos juntos al walk-in closet, ¿qué cosas tendría para mí?
Primero se vistió él: pantalón beige, camisa azul marino, zapatillas blancas, y como dijo Luna: nada en el cuello, nada en las manos.
No era algo elegante, era casual.
Sacó unos jeans casi del mismo tono que los de él, solo que más verdosos, una camisa blanca y zapatillas blancas.
¿Qué manía de usar zapatos de color blanco?, sé que quedan bien con casi todo, pero...no lo sé. Sus zapatos eran más elegantes que los míos de cualquier manera, todo era más elegante que usar Converse.
—¿Casual? —dije observándome de cuerpo entero en el espejo.
Él se puso detrás de mí para arreglarme el cuello de la camisa y que yo viera como lo hacía.
—Casual.
A lo lejos de la terminación de la escalera en el primer piso, se podía ver a Luna, con una blusa verde esmeralda que dejaba al descubierto sus hombros. Y con un tipo. Un tipo muy atractivo.
—¿Quién es él, cariño? —pregunté apretando la palma de su mano.
—Él es Danilo, su hermano mellizo.
Me tranquilicé un poco.
Ellos al darse cuenta de nosotros se acercaron.
Gabriel caminó apoyándose en mi hombro, pasando su mano por atrás como si me abrazara.
Por cosas de la vida todos estábamos vestidos casi igual, ¿era la clave de lo que es ser "casual"?
Me presentaron a Danilo, un chico que sí se parecía mucho a Luna, estaban vestidos con los mismos colores: verde esmeralda y negro; Luna usaba zapatos de taco y Danilo zapatos normales.
—Una foto, chicos.
—¿Qué estudias? —le preguntó Gabriel a Danilo.
—Publicidad —alzó la cámara para que la vean —y casualmente —enfatizó casual —la persona más hermosa de la familia está aquí, ¿te molestaría si te uso un rato?
Gabriel alagado aceptó la oferta, me agarró de la mano y me jaló hacia donde él iba.
Buscaron un fondo lindo como la mesa. Gabriel parecía un experto posando, veía las fotos a través de la cámara.
Luna se acercó a mí para robarme, ya eran las siete en punto y todos comenzaron a llegar, en un abrir y cerrar de ojos la sala ya estaba repleta de gente, todos parecían personas importantes.
—¿Cómo la estás pasando? —Gabriel apoyó su mentón en mi hombro derecho.
—No lo sé, bien, creo.
—¿A quiénes conoces hasta ahora? —me habló dulcemente.
Señalé como a unas cuatro personas, Gabriel asintió y me dio un beso delicado en el cuello.
—No hagas eso —dije cortante.
—¿Por qué?, estoy seguro que a estas alturas de mi vida no debo ocultarme de nada, sepan o no, me da igual —susurró —de todas maneras seguro todos lo saben, es obvio.
—Pero es tu familia.
—Así sea el presidente de la nación, nada me impedirá demostrarte lo mucho que te quiero —puso sus manos en mis hombros —, ahora te informaré sobre cada persona.
Asentí.
—Solo necesitas conocer a mis primos.
—Luna y Danilo —dije seguro.
—Tengo más, Luna y Danilo tienen veinte años recién cumplidos, el pequeño de allá es Olie, tiene quince años, el de allá —señaló a un muchacho con el cabello muy oscuro con actitud de arrogante —es Ezra, tiene tu edad, y por último...la bebé y el niño de allá son Ian de trece años y Lilith de diez —seguía detrás de mí —memorízalo todo.
Todos llevaban una bolsa de papel de distintas tiendas y saludaban a Gabriel.
Qué obvios, yo me daba cuenta porque lo sabía pero él...no se lo esperaba.
Gabriel iba detrás de mí susurrando nombres; saludábamos, me presentaba, nos íbamos, la típica rutina, ah y...olvidaba sus nombres.
Antes de sentarnos en la gran mesa con gigantesco banquete que nos esperaba, Gabriel tomó fuertemente mi brazo y me llevó al baño.
Me quedé asombrado del baño de invitados, ni mi baño normal era así de enorme.
—Ariel no me avergüences, por favor —dijo muy serio tomando mis hombros.
Me sonrojé y quité sus manos de mi cuerpo, no puedo creer que no confiara en mí, nunca haría nada para hacerlo quedar mal, menos frente a su familia.
Respiré hondo y lo miré fijamente a los ojos.
—Repíteme de nuevo las condiciones.
—Cuchillo y tenedor, cada vez que termines de comer o que quieras beber agua luego de comer o que quieras hablar con alguien y has comido antes límpiate con la servilleta, no estoy seguro de cómo es mi familia ahora —mordió su labio inferior, estaba nervioso —, necesito que supuestamente uses el baño y busques quince noticias: diez nacionales y cinco mundiales.
—¿Y eso para qué o por qué? —estaba confundido.
—Para que no te quedes callado al menos de que comas o bebas agua, siempre intervén en todo lo que sepas —en mi cara se notaba que me parecía una exageración —, ya sé que tal vez te parezca una tontería pero hazlo por mí.
Asentí, él salió del baño para esperarme a la puerta, no podía ir solo, no a la mesa.
Por suerte hice un curso de lectura rápida y comprensión lectora, todo quedó en mi mente, no podía confiar mucho en mi memoria, lavé mis manos y salí del baño.
Ya todos estaban dirigiéndose a la mesa, atuendos extravagantes y casuales, hasta la más minúscula joya era exótica y única.
Había aprendido muchas cosas de Gabriel, o al menos sabía el concepto de las cosas como para aplicarlas en mí, la confianza era la clave de todo. Algo que iba en mi favor eran mis dotes artísticos para la actuación, esta noche dejaba de ser Ariel Morriell para convertirme en Ariel Mercer, ¡qué empiece el show!
Estoy listo, ¡abran el telón de la obra!
—¿Estás bien, cariño? —dijo preocupado —te quedaste mucho tiempo pensando y sonriendo solo, a veces me aterras —se burló.
—Todo saldrá perfecto —mis ojos brillaban, lo sentía.
—Hay algo diferente en ti —me miró directamente —no sé qué es, pero sigue así, ¿vamos? —dijo dulcemente.
—Después de ti —hice una reverencia sonriendo pícaramente.
Río y pasó antes que yo.
Nos sentamos juntos cerca a su madre y le sonreí a penas la vi, me devolvió el gesto, Gabriel no opinaba nada al respecto.
Las reglas eran simples: ser educado, no hablar de temas que generen conflictos, no eran tantas cosas.
A penas sirvieron la comida todos comenzaron a opinar sobre ella, incluso yo lo hice, es más...seguí las recomendaciones de Gabriel: hablar siempre, la servilleta era mi mejor amiga en estos momentos.
Como era carne debía estar acompañada con vino, eso era una ventaja para mí. La mayor parte de las estrellas ingiere estimulantes para no cansarse y sobrevivir, era una de dos con mi cuerpo: o desvelarme o dormirme más rápido; esperaba la primera más que la segunda. No paré de hablar en ningún momento, solo para comer.
"Este chico me agrada", decían algunas de las personas mayores, como los tíos y abuelos.
Mi sentido del humor y sarcasmo para gente exquisita aumentaba, los hacía reír y todos disfrutaron de una buena cena.
—Buen trabajo —susurró Gabriel mientras sonreía maliciosamente —, eres acreedor de un Gran Premio —saboreando sus palabras y apretó mi muslo derecho.
Su mirada se oscureció a tal punto de estremecer mis extremidades. Me hacía suspirar.
Apenas terminamos de comer el postre, Gabriel pidió permiso para irse conmigo y lo seguí.
Gabriel cerró la puerta ligeramente sin ponerle cerrojo e hizo que me sentara a los pies de su enorme cama.
—¿Qué hacemos aquí?, tantos lugares a los que pudimos ir —dije observando el cuarto a oscuras.
—Cállate y disfruta —colocó sus dedos sobre mis labios cerrándolos.
Gabriel abrió mis piernas lo suficiente como para que su cuerpo entero entre ahí sin ningún problema, bajó la cremallera del jean ajustado y verdoso, cuidadosamente comenzó a tocarme. A hacerlo tanto como para que la sangre que corría por mis venas pase por ese lugar convirtiéndose en sangre de placer.
Los movimientos de su boca eran rápidos y seguros, no solo el placer pasaba por mis venas, el vino también causaba que me vuelva loco ante sus caricias mojadas, no podía evitar jadear ante lo ágil que era su lengua.
Posiblemente el alcohol también había afectado a Gabriel en pequeños grados, él se veía cuerdo y seguro de hacer lo que sea que estaba haciendo conmigo.
Pero no, Gabriel no cerró la puerta.
Sentí que se abría y que la luz tenue de la escalera entraba por la habitación, el castaño reaccionó rápidamente y dejó todo como antes, menos mi ropa interior.
—¿Qué estaban haciendo? —preguntó una sombra que me parecía conocida.
Era Olie.
—Estaba amarrándole los zapatos a mi acompañante —Gabriel se limpió los excesos de saliva de sus labios, seguía sentado en el tapiz.
—Sí...claro —puso los ojos en blanco —quedamos en que todos iríamos al lugar de siempre, solo vine a avisarte.
—Por supuesto, voy dentro de un rato —estaba agitado —me corrijo, "vamos" dentro de un rato.
Olie salió de la habitación y cerró la puerta de nuevo.
—Olie Mercer, quince años —dije como un robot.
—Oliver Mercer —corrigió Gabriel —, yo le digo así de cariño.
Asentí.
—El niño ha tenido una vida más o menos dura —suspiró —existen muchos rumores sobre que mis abuelos mataron a su padre biológico para que el apellide Mercer.
—¿A qué te refieres? —pregunté asustado.
—Su madre es la única tía de sangre que tengo directamente, y al ser mujer el apellido pasa a segundo plano, ¿lo entiendes? —dijo serio —¿Te ayudo a arreglarte? —cambió de tema.
—¿Cómo no quieres que pasen cosas así si no cerraste la puerta? —dije entrando en pánico.
—Me gusta más la adrenalina —se excusó sonriendo de forma inocente.
Gabriel me llevo al lugar de siempre, así le llamaban a la terraza donde se reunían. Se encontraban Luna, Danilo, Ezra, Oliver, Ian y Lilith; a todos les llamó la atención que Gabriel me traiga.
—No traemos a nadie aquí —dijo Ezra cortante.
—Quizá ustedes no, pero soy Gabriel, el jefe de esto, por lo tanto puedo hacer lo que me pegue la gana.
Todos se quedaron en silencio, lo respetaban y se notaba.
Ezra hizo la cabeza hacia abajo en forma de pedir disculpas.
—Hoy te luciste, pequeño —dijo Danilo sonriendo.
—Muy cierto —Luna asentía con la cabeza.
—Hasta podría admitir que opacaste a Gabriel —río Lilith.
Gabriel puso los ojos en blanco, ¿se sentía celoso?
—Dejando a... —dijo Ezra, fingiendo que no se acordaba de mí nombre.
—Ariel —dijo Oliver.
—A Ariel, —pronunció mi nombre como una interrogante —de lado, ¿crees que podrías responderme una duda? —se dirigió a mí.
Se notaba que Ezra no era tan agradable.
Asentí para que preguntara lo que quiera.
—Tengo entendido que tienes la misma edad que yo, ¿qué vas a estudiar?
Me quedé estupefacto ante su pregunta, no tenía una respuesta para eso.
—Bueno —me sonrojé —aún no lo decido —miré a Gabriel.
—Eso dice mucho de ti —todos le lanzaron su mirada de odio a Ezra —yo estudiaré administración de negocios internacionales, tomaré el lugar de mi estimado —señaló a Gabriel —, yo puedo hacerlo mejor que él.
—¿Algo más? —rió Gabriel por su comentario.
Ezra rió sarcásticamente y miró a todos los que estaban sentados en la terraza.
—¿Puedo?
Todos negaron, no sabíamos que estaba pasando aquí.
—Igual lo haré, Gabriel, es respecto a los rumores que surgieron por la decisión de irte a un seminario —era tan inoportuno.
—¿Qué les dijeron? —rió al escuchar "rumores" —puedo responder a todas sus dudas.
—Era algo fuerte, mejor cállate, Ezra —dijo Oliver tratando de evitar el tema.
Gabriel no dejaba de mirarme a mí, algo en mí hacía que no preste atención.
—Sí...algo más o menos fuerte, todos deberíamos estar preocupados por ese tema —afirmó Ezra.
—Ezra, no, déjalo así, nos dijeron que no toquemos el tema —intervino Ian.
—Suéltalo, hombre, me dejas en intriga —Gabriel estaba harto.
Se veía que todos tenían miedo, ¿algo grave?, pensé que todos lo sabían.
—Dijeron que era para que no te deprimas por tu situación y puedas hacer una nueva vida dejando atrás tus limitaciones físicas, fortaleciéndolas en lo espiritual más que en lo corporal —dijo Danilo, enredando palabras para cubrir el mensaje.
Todos nos quedamos estúpidos ante su comentario.
—En español...dijeron que eres estéril —soltó Ezra sin sensibilidad.
Gabriel se quedó confundido un momento y luego comenzó a reír como nunca, hasta caerse al piso y seguir muriendo de risa. No podía evitar quedarme callado, así que solté pequeñas risitas cubriendo mi boca para no estallar como Gabriel.
—¿Quién les dijo eso? —preguntó Gabriel sin dejar de reírse.
—Tu padre —dijeron todos a una sola voz.
En ese momento vi la agonía de Gabriel, su corazón se hizo trizas en un segundo, el brillo de sus ojos había desaparecido, la risa se había apagado, sus manos temblaban, su mundo de había caído al oír dos simples palabras: tu padre.
Todo se detuvo y estuvo en silencio.
Ian y Lilith debían irse porque era muy tarde, en conclusión nos quedamos los mayores y Oliver.
Podía notarse que hasta a Ezra le dolía verlo así.
—¿Es verdad?— dijo Danilo para romper la tensión.
—Por supuesto que no —levantó su mirada llena de furia —, quiero que cada uno de ustedes sepa que podría poblar al mundo dos veces si así lo quisiera —estaba molesto, muy molesto —y si piensan que es hereditario o alguna estupidez de esas, pues no, no seré yo el culpable —suspiró —en realidad lo mío no es grave, y al referirme con "lo mío" no hago énfasis a un problema ni a algo relacionado a alguna enfermedad —suspiró apretando sus puños —. Mi padre realmente es un imbécil, cualquier otra idiotez que les haya dicho sobre mí es falsa, absolutamente todo, así como la falacia sobre el porqué de mi entrada al seminario que acaban de mencionar —estaba calmándose, dominando todos los sentimientos que tenía dentro —, en realidad, mi padre me amenazó con quitarme toda la fortuna y los negocios de la familia, quería arrebatarme todo si no iba al seminario.
—¿Y eso por qué? —preguntó Luna, también era mi duda.
—Porque creía que solo así se me quitaría lo homosexual —sonrió.
Gabriel se paró, se sacudió y se fue diciendo "iré a los servicios", o sea...baño.
Todos menos yo, se quedaron en shock por su actitud. No dejaban de mirarme, era obvio por qué, pero que me haya traído a la cena familiar no significaba que éramos una pareja o algo, aunque lo éramos, solo que no me gustaba que me miren.
—Eso quiere decir que tú y él son pareja, ¿verdad? —preguntó Ezra, siempre inoportuno.
No respondí nada, solo lo ignoré.
—No sé por qué no me sorprende —dijo Oliver tosiendo.
—Chicos eso es muy...muy feo —negó Luna —. O sea si yo digo que soy lesbiana y traigo a una amiga a la cena familiar, ¿es mi novia?
Los tres negaron.
Seguimos en silencio, ¿Ezra diría algo?
Pero una cosa que me di cuenta de todos ellos, era que a pesar de todo no juzgan a nadie, nunca lo hacen. Menos a Gabriel.
Gabriel volvió con las manos heladas y las puso en mi cuello para que me estremeciera, se sentó como todos, los cuatro chicos no dejaban de mirarlo, ya se habían hartado de mirarme a mí.
—Yo opino que —por fin soltó Ezra— no pareces gay, con esto no me refiero a que tienes que ser diferente o afeminado, simplemente no tienes esa chispa de... "me gustan los hombres".
Gabriel se quedó pensando.
—Tal vez no lo ves de esa manera porque de alguna u otra forma todos aquí somos metro sexuales —dijo Gabriel, riéndose —menos Ariel.
—Ariel, créeme que desde que te he visto no paro de mirar tus jeans —dijo Ezra pensando —en un buen sentido, ¿de dónde son?
—Levi's, lo hice a propósito. —dijo Gabriel mirándome.
Lo recordaba todo, y con las pequeñas piezas que tenía yo también lo hacía.
Siguieron hablando de cosas no importantes como los jeans, cuando deben de ser ajustados, cuando sueltos, el color para cada ocasión; solo los escuchaba, no sabía nada de esas cosas.
Después de mucho tiempo, Julieta se acercó para decirnos a todos que bajemos al comedor, menos Gabriel.
Estábamos listos para recibirlo con un fuerte feliz cumpleaños y con un montón de obsequios, jamás había visto tantos, ni en navidad.
Luego de cinco minutos, otra ama de casa bajó con Gabriel, quien tenía una venda en los ojos, sus pasos ante la ceguera eran inseguros y torpes, me causaba mucha gracia.
Lo siguiente era predecible; se quitaría la venda, cantaríamos feliz cumpleaños alrededor de la torta, le hundiríamos la cara en ella, y finalmente abriríamos los obsequios.
Pero no, la familia de Gabriel era muy innovadora; luego de cantar feliz cumpleaños, hundirle la cara en la torta y no dar obsequios, los que quisieran darían unas palabras o un brindis, en realidad no tenía claro muchos de esos conceptos.
—Gabriel, Gabrielito, Gabis, Gabo, infinidad de nombres, no puedo creer que ya vas a tener veinticinco años dentro de poco, es maravilloso todo el tiempo que ha transcurrido, quién iba a pensar que hace unos años celebrábamos tu cumpleaños número diez y ahora, quince años después lo seguimos haciendo —Luna suspiró —Gabriel...eres como mi héroe, ¿qué se ha sentido vivir veinticinco años de errores solo para darle lecciones a las personas? —todos rieron en esa parte, ¿errores?
—Gratificante —respondió Gabriel cruzado de brazos.
—Bueno —rió ella —me has enseñado tantas cosas de eso, en realidad, nos has enseñado mucho de eso a todos, hasta a los más adultos, niéguenlo —se quedaron callados —. En fin, no soy buena con las palabras como tú lo eres, solo quería que sepas que a pesar de no haber pasado muchos años contigo aún te seguimos queriendo como la primera vez en cualquier cosa, lo digo en nombre de todos aquellos que te apreciamos pero que no sabemos cómo expresarnos en público, te quiero mucho, nunca olvides que el amor de familia es el más grande y hermoso que puede existir en el mundo, feliz cumpleaños adelantado, y brindo porque lo sigas celebrando muchos años más.
Y así siguieron muchas personas, diciéndolo que lo querían, que era una persona maravillosa, que le agradecían por todo, infinidades de cosas buenas. Ese es el momento en el que todos te quieren, y no es tu funeral.
Estuve escuchando todo lo que decían, debía seguir con mi papel de Ariel Mercer, solo por hoy, nunca más repetiría, nunca más podría causar una primera impresión.
Me paré de la silla, debía dar algunas palabras también, el rostro de Gabriel me decía adelante, pero sabía que por dentro decía: no lo hagas.
—Hola —dije tímido —, sí, tal vez muchos no me conozcan, pero conocen a Gabriel, aplausos para él —todos me hicieron caso —Bueno, Gabriel, jamás olvidaré la primera vez que te "conocí", por así decirlo, ¿lo recuerdas?
—Cuéntamelo —dijo él riendo.
—Yo estaba limpiando un cuarto como casi todos los días, la diferencia es que este tenía una ventana que daba justo a la calle, de la nada llegó un auto negro, ya sabes...antiguo, y de él salió un hombre esbelto, bien puesto, sonriente, limpio, etc; y luego saliste tú—todos rieron —lo más gracioso fue que cuando entraste, el padre me dijo: "no lo mires a los ojos", y yo pensé: "wow este tipo es medusa", no hice caso, te miré y como ya estaba dicho, me congelaste, me congelaste con esa linda mirada que cautiva a cualquiera, ese dulce de tus ojos es incomparable hasta con el color más hermoso del mundo, algo que admiro mucho de ti es que sabes usar las cosas a tu favor, y así tuvieras los ojos más horribles, seguirían causando impacto en mí porque se conquista primero con la mirada, nunca olvidaría el brillo que tu rostro destelló cuando nos juntamos, cuando recién empezaba todo esto, sigue empezando porque no vamos ni por la mitad, pero para mí es asombroso tener el cariño y el aprecio de alguien tan fuerte, sencillo, bueno, romántico, cariñoso, y otros adjetivos lindos.
Sus ojos se cristalizaron, no como en la mañana, era algo diferente.
—Sé que sin contar lo del pasado es muy poco tiempo, nuestra relación de diferencia de otras relaciones afectivas como la familia, es muy...indescriptible, ¿no sientes esa química especial que tenemos?, ese imán en el medio de ti y de mí que nos une como si fuéramos metales, y como me encanta resaltarlo, lazos así no los encuentras a la vuelta de la esquina, y con esto me refiero a que personas como tú hay pocas en este mundo, te valoro demasiado y espero que así como hoy, hayan más oportunidades de compartir contigo una hermosa cena y tal vez otros cumpleaños tuyos más. Esto no es un brindis, es una declaración. —me senté de nuevo mientras los demás aplaudían —. Siempre tuyo, Ariel —susurré a su oído para que nadie más pueda escucharlo.
—Hermosas palabras, cómo te encanta presumir que me tienes, cariño —susurró para mí.
—Cállate y disfruta.
Gabriel rió para sí mismo. Me pregunto si sus palabras en mi boca le hayan causado algún tipo de sensación, confieso que decir eso me erizó toda la piel.
Al terminar todo ayudé a Gabriel con sus bolsas de papel, decía que le gustaba más abrir sus regalos en privado.
—Hay demasiados —dije sorprendido.
—La verdad que sí —se sentó en la cama.
Abrimos todo tipo de cosas, desde perfumes hasta guantes de lana. Ninguna prenda de vestir grande como dijo Luna, ningún tipo de joya, ya lo conocían.
Al abrir el regalo de Luna se sorprendió mucho, nadie le regalaba eso debido a que no le gustaba.
—Qué buen gusto —lo cerró —. ¿Lo elegiste tú?
Asentí.
—Por último —levantó mi regalo —El regalo de Ariel, ¿qué crees que sea, cariño?
—Si te lo digo arruinaría la sorpresa.
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