El fin
—¿Sabes qué es lo mejor de la temática de "fiesta de máscaras vintage con un toque sexual"?
—Ni idea —rodé los ojos —, aunque ese no es el nombre de la temática de la fiesta.
—Lo mejor es que no puedes saber quién putas está detrás de esa máscara que te hace una persona sigilosa y excitante —rió Giovanni —, puedes besarte a una chica random y nadie se dará cuenta.
—Eres un puerco —Mercedes le dio un golpecito en el brazo y luego los dos tomados de la mano pasaron a la sesión de fotos.
Esperé mi turno junto a Milena, a quien le tuve que dar mi saco para que no sintiera frío.
—¿Nervioso, Morriell? —preguntó ella cubriéndose.
—Un poco, por lo que me dijo Eros.
—Creo que estamos igual —apretó mi mano —, es un maldito brujo, pero me agrada. ¿Tuvieron algo? Te comía con la mirada.
—El pasado ya no existe —respondí sin mirarla.
La gente llegaba y llegaba con pareja en mano, autos de todos los colores y de todos los tamaños se estacionaban en la puerta del local para despachar a una de las tantas parejas que había. Nos tomamos las fotos y preferimos quedarnos en la puerta, Milena y yo criticábamos vestidos y corsages, trajes de hombre y corbatas, desde su tamaño hasta su grosor, desde que una pareja pisaba el piso ya veíamos sus zapatos y el auto en el que llegaban. Cuando quisimos entrar porque pensamos que ya todos habían llegado, una limusina negra llegó a última hora. De ella, bajó una chica hermosa envuelta en un vestido casi blanco de dos piezas: pedrería fina y corte A en lo que correspondía a la parte de abajo; tacos extremadamente altos que solo alguien con experiencia podría manejar y máscara bien acomodada. Su acompañante vestía un traje excelentemente planchado, botonier similar al corsage de la chica, corbata plateada (por la pedrería que tenía el vestido) y una máscara blanca que recorría su rostro. Tanto Milena como yo, estábamos atónitos, sin palabras. La chica del vestido blanco al verme corrió hacia mí y me dio un abrazo.
—¿Y tú eres...? —pregunté un poco incómodo.
—¿Giovanni ya te dijo sobre la temática? ¿Lo de abrazar gente random y que ellos no sepan quién putas eres? —preguntó la chica.
—No me dijo lo mismo —pensé —, pero en parte fue casi la misma idea.
—¡Celeste! —exclamó Milena —¡Qué grandiosa en inesperada sorpresa!
Al oír el nombre de la chica que ya no era tan misteriosa, posé mis ojos en toda su figura majestuosa, sobre todo en su cabello, el cual ya no mostraba destellos naranjas.
Celeste repitió el mismo procedimiento de abrazos con Milena y luego se colocó al costado de su pareja para la foto principal.
—¡Qué mal educada soy! —dijo Celeste después de la foto —No les he presentado a mi pareja.
Antes de notar mi presencia, su pareja tenía un aire de arrogancia increíble, sin embargo, este logró apagarse al encontrarnos a nosotros, quizá no era tan seguro como demostraba, esa persona random tras la máscara revelaba a un tímido y frágil chico que quería que el suelo se lo trague de una vez.
El chico la susurró algo a Celeste y luego se acercó a Milena recuperando la seguridad.
—Mucho gusto —tomó su mano y plantó sus labios en ella —, mi nombre es Gabriel Mercer.
—¿Sí? —preguntó ella con duda —No te creo.
Él puso los ojos en blanco y con cuidado desató el nudo que lo condenaba a ver a través de una máscara. Volteó hacia mí y su operación de saludarme fue fallida.
—Me niego a saludarte —dije con un tono seco.
Tomé a Milena de la cintura y me la llevé al salón principal para ubicar nuestras mesas, en cada una de estas, se sentaban seis personas. Al llegar, Giovanni traía la misma pinta de confusión que nosotros.
—Oye Ariel —comenzó diciendo nervioso como lo haría con una mala noticia —, ¿notaste que aquí dice Gabriel Mercer? —levantó una de las placas de la mesa que contenía el nombre de cada uno.
—Gabriel Mercer está afuera con Celeste —expliqué —y yo solo huí.
—Pensé que querías que volviera —dijo Milena de manera agresiva.
—Quiero, pero no de esa manera, ¿qué quiere aquí? ¿Qué hace aquí? Me dijo que no estaría aquí.
Mercer y Celeste cruzaron la puerta del salón y venían hacia nosotros porque compartíamos la misma mesa.
Él se sentó a mi costado como si no pasara nada, y después de cinco minutos el presentador inició con la ceremonia.
—¿Ya me vas a saludar? —preguntó Mercer sosteniendo mi pierna derecha por debajo de la mesa.
—¿Qué haces aquí? —pregunté tomando su mano que estaba presionándome por debajo de la mesa.
—Volví, es todo.
—¿Quién es Chandra Vitale?
—Mi asistente —respondió suspirando —, aunque no tendría por qué darte explicaciones, maldito celoso. ¿Crees que yo compraría algo con mi nombre? Será para que media familia mía se entere de mis movimientos.
—Brindis —anunció Giovanni —, agarra la copa, imbécil.
—Tuve que conversar con muchas personas —susurró Gabriel —, no tuve que explicar mucho, por suerte...no, Ariel, no te lo bebas hasta que lo indique.
—Igual no estamos escuchando lo que dicen —reí —. Te odio, Gabriel Mercer.
Por fin el brindis llegaba a su mejor parte: beber el champán; me encantaba eso de las ceremonias elegantes, el alcohol podía llegar hasta el punto máximo de mi cabeza con tan solo olerlo.
Y llegaba una de las partes más esperadas por el público, a principios de año nos dieron a escoger: pasarela o reyes del baile; y al parecer lo de los reyes les pareció una idea conmovedora ya que la pasarela ya era muy repetitiva todos los años. Esto era sometido a votación días antes, pero no, no hacían campaña de "vota por mí", los chicos y chicas de mi escuela (y especialmente de mi año) no eran así, a ellos les valía menos de un rábano, solo querían elegir a la persona menos oportuna para burlarse o para felicitarlo. El presentador leyó el nombre de Milena y todos aplaudieron con gusto, ¿y cómo no? Si ella era la chica más bonita y simpática de último año. El problema era con quién sería el chico...
—¿Tú por quién votaste? —preguntó Gabriel Mercer.
—Por Ulises, creo que es el que tiene la talla de estar ahí.
—Yo también voté por Ulises —añadió Giovanni —, es ese típico chico hueco con buen cuerpo.
—No es tan... —pensé —bueno, un poco, pero tiene su gracia el chico este.
Justo después de haber terminado nuestra conversación, el presentador leyó el nombre del chico que acompañaría a Milena a abrir el baile con el típico vals (eso no se podía cambiar).
Toda la sala, al saber el nombre del flamante rey se quedó en silencio, hasta a mí me había dejado sin palabras.
—Sube de una vez —dijo Gabriel dándole palmadas a Giovanni.
—Debe ser un error... —susurraba.
—Solo sube —ordenó Celeste desde el extremo de la mesa.
Giovanni tragó saliva y subió al estrado con un toque de nerviosismo, sus pisadas eran torpes y su actitud estaba marcada de inseguridad.
Lo que se había acordado era primero dar unas palabras y luego recién se colocaba la corona, Milena tomó con fuerza el micrófono del presentador y le guiñó un ojo a Giovanni.
—Esos dos están planeando algo —susurraba Gabriel.
—¿Por qué lo dices? —pregunté con inocencia.
—¿Por qué crees que Giovanni estaba tan nervioso? Estaban planeando algo, y ese algo huele muy mal...
—Antes de ponerme esta corona —Milena la señaló con orgullo —quiero decir que todo este procedimiento ha sido una estafa, ya que todo quinto año se comprometió a votar a favor de la tolerancia —arrebató el papel que llevaba el presentador en la mano —. Aquí, en este papel, dice Ariel —lo mostró a todos —y sí, yo soy la segunda persona con más votos, pero la diferencia es increíble porque mientras yo tengo cinco votos...Ariel tiene como veinticinco, otras chicas tienen cuatro votos, tres, dos, uno. Además, tengo que resaltar que casi todos, menos las personas muy cercanas a Ariel, sabían y tenían el conocimiento de que el otro galán vendría aquí y que, al ser uno de los invitados, también podía ser parte de la lista de votación, y aquí está —mostró la otra parte del papel —, y sí, Giovanni también fue el segundo con más votos, pero eso creo que fue por joderlo. Por eso elegimos la temática de las máscaras, todos los días cada uno de ustedes ha llevado una puesta, no pueden negarlo, hasta yo...sin embargo, ahora les propongo a todos a que se la quiten y sean reales, es nuestra última noche juntos, y ustedes dos —dijo refiriéndose a nosotros —vengan aquí.
—Si tú vas, yo voy —aseguró Gabriel tomándome de la mano.
—No lo sé, Gabriel —negué con la cabeza —, me parece humillante, pero a la vez lindo y...humillante.
—Ay, Ariel... —rió cubriendo la mayor parte de su rostro —¿Qué sería de la vida si no nos humilláramos?
Gabriel extendió su mano para que lo siguiera y terminamos en el estrado recibiendo una corona que ninguno de los dos esperaba. La tradición era tradición, tenía que haber un vals, pero yo seguía humillado y con todos los ojos en mí no tenía la capacidad de desenvolverme.
—Chicos, al parecer nuestra pareja escogida por votación está un poco tímida —agregó Milena —, así que les diré una reflexión muy idiota para que se unan: ustedes también son reyes, cada uno de ustedes lo es porque en algún momento también hemos reclamado la tolerancia que merecemos. Ahora bailen, bastardos, la pista no se llena sola.
Gabriel sonreía como esa vez en la que yo llevaba puesta una peluca rubia con ondas y cerquillo, y yo solo lo observaba con una expresión sin muchos ánimos.
—¿Sigues sintiéndote humillado? —preguntó.
—Solo me siento extraño, ¿por qué siempre hacen cosas sin que me dé cuenta?
—¿Por qué nunca te das cuenta de lo que sucede a tu alrededor? —me soltó y su expresión cambió totalmente —¿Quieres ir afuera? Ya me incomodaste un poco.
Suspiré y lo seguí hacia la puerta más cercana que, por cierto, desembocaba en un balcón. No estábamos solos: Celeste y Giovanni discutían de lo que acababa de ocurrir y solo los observábamos silenciosamente.
—¿Tú sabías? —pregunté dirigiéndome a Celeste.
—Más o menos —mentía —. Un día, al parecer tú y Milena me vieron hablando con Gabriel en la puerta principal de la escuela, y...Milena se encargó de acosarme para saber qué estaba pasando, en una de sus tantas insistencias cedí y le conté todo.
—Ah —comenzó Gabriel —, creo que te refieres a nuestro pacto.
—Sí —afirmó ella —, Gabriel y yo acordamos ir al baile de promoción juntos debido a que él quería verte y quería asegurarse de que fuera sorpresa, pero yo lo arruiné. El día de las votaciones, esperamos a que ustedes dos —dijo refiriéndose a Giovanni y a mí —se fueran, se lo habríamos dicho a Giovanni si es que no fuera tan chismoso; así que apenas se largaron, toda la clase se reunió a acordar el plan porque en parte fue idea de Milena, y porque ella sabía que tendría la segunda mayor cantidad de votos sin acordarlo.
—Me sigo sintiendo humillado, ¿sabes? —le respondí a Celeste.
—¿Por qué? Te estamos diciendo que puedes ser tú mismo sin limitaciones, puedes ser... —buscó la foto que hizo que Gabriel ya no siguiera con el asunto del seminario —este ser que ama sin ser juzgado. Puedes usar esto —señaló la corona que llevaba como pulsera —y no pasará nada.
—En parte...tienes razón —la coloqué en mi cabeza sin despeinarme mucho —, soy el puto amo. Vamos a comer, esclavo —tomé a Gabriel de la mano y lo llevé a la mesa de frutas.
Comimos frutas, nos robamos una botella de alcohol de una mesa, bailamos, capturamos momentos inolvidables en fotos...y fue la primera vez que disfruté en casi un noventa y nueve por ciento de una fiesta porque el amor de mi vida estaba ahí sonriéndome, mirándome y dejando destellar el brillo de sus ojos al verme por primera vez con esa facha elegante; y porque llevaba una corona y nadie me decía nada al respecto. Gabriel no llevaba la corona, porque era Gabriel y porque según él no necesitaba llevar una para sentirse indomable.
—Y en el avión estuve pensando en muchas cosas —sostuvo la copa con toda su mano —, no es necesario que me preguntes qué clase de cosas porque te lo responderé de inmediato: múdate conmigo, Ariel; estoy consciente de que es un cambio muy inesperado y radical, y que quizá no esperabas en esta noche.
—Normalmente —bebí un sorbo del contenido de su copa —en esta clase de ocasiones se esperan cosas como: estoy embarazada o ingresé a la mejor universidad del país; pero estoy contento con tu pregunta.
—¿Es un sí?
—No —negué con la cabeza —, en realidad, es un... ¿Me lo estás diciendo porque estás borracho o porque sí lo pensaste seriamente? ¿En dónde viviríamos? ¿Dónde estudiaría? ¿Qué hay de mi mamá? ¿Qué hay de ti?
—Punto número uno —se apoyó en mi hombro —, no estoy borracho.
—Explica los ojos vidriosos y el aliento a whisky.
—Es la gripe —respondió divertido —. Punto número dos, obviamente no estaríamos en mi casa... —movía el líquido que se encontraba en la copa de un lado a otro —vi unos apartamentos muy lindos y uno me convenció al cien por ciento así que le dije a la señorita que no lo venda porque había muchas probabilidades de que yo lo adquiera y lo haga mío. Punto número tres, te di los tomos porque se supone que estás estudiando, el examen es en menos de una semana, prepárate. Punto número cuatro, puedes ir a visitarla cuando quieras o también nos la podemos llevar.
—¿En serio?
—Sí, por supuesto. Olivia me agrada mucho y creo que la simpatía es mutua. Punto número cinco, sabes que desde todo este asunto...no comparto muchos lazos con mi familia, quiero mejorar eso, pero para que algo así funcione tiene que ser un acercamiento lento y con ganas de colaborar, así que eso demorará un poco.
—¿Cuándo nos iríamos?
—Mañana si quieres ir conmigo, quizá pasado mañana si quieres ir solo. Te conviene ir lo más antes posible por el examen.
—¿Puede ser mañana en la noche?
—Me parece perfecto —remojó sus labios en la copa y tomó su celular —, le marcaré a Chandra para que compre un boleto de avión más.
—Y preséntame a Chandra.
Gabriel me indicó que guardara silencio y escuchara con atención lo que estaba a punto de ocurrir. Como nos robamos una botella, la ocultamos detrás de unas cortinas que se encontraban por el balcón, y por lo tanto, nosotros también nos encontrábamos ahí, detrás de las majestuosas cortinas grandes que eran tan largas que ocultaban nuestros cuerpos sin dificultades.
—Cuando conocí a Eros... —comenté —él me dijo que ellos estaban hechos para estar juntos, que se complementaban.
—¿Te dijo algo más?
—Me dijo algo del brillo de la luna en un balcón, la verdad es que no me acuerdo. ¡Hey! —reclamé —¿Por qué cierras la cortina? Quiero seguir viendo.
—No, no quieres —negó con el dedo.
—Sé que es más de la media noche —le enseñé la hora prendiendo la pantalla de mi teléfono —, pero quiero tener la satisfacción de presumir que besé al amor de mi vida y al chico más guapo de este lugar en mi baile de promoción.
—¿Y qué esperas?
N/A: Ay, qué lindo, leyeron hasta aquí. No, no es el final, pero qué divertido y melancólico es decir que ya lo es cuando aún falta un poquito más. Sabrán que es el fin cuando marque la historia como "completa", sin más preámbulo...me despido.
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