Diálogo matutino
Desperté y todo estaba hecho un desastre, sábanas esparcidas por todo el piso, yo sin ninguna manta, y Gabriel sentado a los pies de la cama.
—Buenos días —me tapé los ojos porque la luz del sol, aunque casi no había nada, me hacía daño.
—Me has pateado, arañado y estuve muriendo de frío —sonrió algo enojado.
—No se me da muy bien eso de dormir en otros lugares —bostecé —no te arañé, lo recordaría.
Gabriel levantó su pijama y me enseñó las marcas de mis uñas por todo su pecho y su espalda.
—Lo siento —mordí mi labio inferior.
—No estoy enojado —me miró a los ojos con sinceridad —, además ya me vengué —sonrió maliciosamente y se fue, supongo que al baño.
Me dolía todo el cuerpo, tal vez esa era su venganza.
Ordené todo y lo esperé sentado.
En su mesa de noche había un espejo, lo tomé y me observé completamente, no veía nada extraño en mí.
Gabriel regresó todo mojado y al verme comenzó a reír.
—¿Qué tengo de malo? —dije preocupado.
—Voy a cambiarme, voltéate.
Tal vez el dolor de cuerpo era todo, seguro por dormir en otro sitio. Hice lo que me pidió y estaba desesperado.
—¿Qué hora es? —le pregunté volteándome a verlo.
—Las cinco de la mañana, hoy es domingo, por suerte no me toca ayudar esta semana —se colocó una corbata negra —pero igual tenemos que ir, luego vas a tu casa.
—¿Y qué me voy a poner?
—¿No tienes ropa en tu mochila? —la levantó.
—Salí tan rápido que solo tengo ropa para dormir y la de ayer, pero debe estar asquerosa.
—¿Por qué no mejor me dices: "Gabriel quiero usar tu ropa"? —puso los ojos en blanco.
Gabriel comenzó a sacar ropa de sus cajones, ropa casual, no tan formal ni tan informal.
Pantalones negros, camiseta gris, chamarra gris más oscura algo desgastada, y un fular negro. No sé para qué era lo último.
—No me gusta colocarme cosas en el cuello — levanté el fular con cierto desprecio.
—Lo vas a tener que usar —Gabriel me pasó el espejo e hizo hacia abajo la camiseta de mi pijama.
No podía evitar mirar mi cuello pálido con una marca grande, enorme. Había un moretón enorme.
—Es una marca de amor —susurró —hecha con mis labios, jamás te golpearía —lanzó una risa muy sensual —duermes muy profundo.
Nos sentamos en la parte de atrás. Gabriel tan elegante como siempre y yo bueno...yo con su ropa y con el molesto fular alrededor de mi cuello, me sentía como un perro.
Mis padres se pasaron de largo sin verme, no porque no quisieran, sino porque yo estaba algo irreconocible.
Ni Gabriel ni yo nos paramos a comulgar y la razón era muy simple, esta semana había sido algo intensa, me corrijo, muy intensa.
A penas terminó toda la ceremonia, Gabriel y yo huimos lo más rápido hacia mi casa, como dos personas que eran libres, corrimos, disfrutamos de la brisa, el fular volaba mientras corríamos y me encantaba ver su risa brillando con el sol mientras tomaba mi mano.
Llegamos antes que mis padres y nos quedamos en la puerta sentados esperando.
—Odio no poder tener tanta libertad.
—¿Y qué dirás de mí? —tomó mi mano.
—Tú eres como un preso, me encantaría darte un beso ahora pero estás con tu disfraz de cárcel —reí al verlo.
—¿No te gusta mi modo elegante? —se recostó en mi hombro.
—No es elegante si tienes la camisa remangada.
Mis padres llegaron y se sorprendieron al vernos tan juntos. Qué obvios éramos.
Mi padre miró con demasiado odio a Gabriel y eso lo obligó a irse.
—Adiós, pequeño —acarició mi cabello—te escribo luego —susurró solo para mí.
Entré antes que ellos y seguro mi padre intentaría conversar conmigo así que me senté en el sofá.
Él se acomodó en otro sillón y me miró fijamente.
—Ariel —suspiró —, tu madre conversó conmigo ayer y —tragó saliva —tiene razón, nosotros no somos quién para juzgar tus actos o tus gustos o tus preferencias o...yo que sé —hizo una mueca —no lo entiendo, tal vez con el tiempo pueda comprenderlo mejor pero —alzó la mirada —lo acepto, eres mi hijo y no puedo ser tan drástico contigo por un motivo que no es tan grande ni grave, eres una persona correcta y respetuosa, eres más hombre que muchos que creen serlo, porque los valores hacen a una persona, no sus gustos ni las cosas que tiene —sonrió —pero antes de aceptarlo y tener un gran momento emotivo que fortalezca nuestra relación padre-hijo —dudó —quiero que me digas quién o qué te hizo pensar así, porque yo me quedé en que te gustaba Mercedes.
—Tal vez siempre fui así —miré hacia abajo —tal vez por eso mi relación con Mercedes no funcionó, tal vez por eso no me atrae tener una novia o algo así.
—¿Tienes "pareja"?
Ja "pareja", novio debería decirle.
—No lo sé.
—Mercer — tocó su barbilla.
—Nosotros somos solo algo intenso —reí y mordí mi labio al recordarlo.
—No te creo nada, trae a Mercer a cenar, quiero conocerlo de otra manera —subió las gradas —. Olivia, Mercer vendrá a cenar, cocina algo bueno.
Me quedé frío e inmediatamente subí las gradas a ver mi celular.
GABRIEL_10:08
Hola niño, ¿cómo te fue?
GABRIEL_10:10
¿Estás bien?, mis mensajes te llegan pero no me respondes.
GABRIEL_10:15
¿Hola?
Ariel :(
GABRIEL_10:20
¿Tienes planes?
Pequeño.
Bueno, ni tanto.
Hoy iré de compras.
GABRIEL_10:23
A comprar comida...
Al centro comercial...
Iré a tu casa a robarme mi auto, no pienso ir caminando ni en bus.
Estoy en camino...
GABRIEL_10:26
Iré solo...
Eso significa sin nadie.
Sin compañía.
GABRIEL_10:28
Bueno, iré a robar mi auto, ¿toco el timbre como alguien decente o solo entro por tu ventana, mi Rapunzel?
GABRIEL_10:30
Llegué...tocaré el timbre como alguien decente y normal.
Te odio.
Y al poco tiempo el timbre sonó.
—Abro yo —dijo mi padre.
Demonios. Seguro era Gabriel.
Bajé rápido las escaleras y ahí estaba él conversando con mi padre sobre la cena de hoy en la noche. Yo los observé desde un rincón, ¿aceptó?
—Sal de ahí cobarde —sonrió Gabriel al darse cuenta de mi presencia —. Vamos de compras.
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