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Clases

Los días siguientes veía a Gabriel por la pequeña abertura de la puerta de su clase. Él a veces pasaba por mis clases a propósito y me sonreía con el rostro más tentador del mundo, nos encontrábamos en el baño y conversábamos acerca de nuestro día, aunque solo había pasado una semana y faltaba otra más para salir de vacaciones me fascinaba estar así...si los días de escuela fueran de esa manera siempre me encantaría ir.

Era viernes, último día de la semana laboral, otro viernes solo...o quizá con Mercer.

Gabriel a veces me mandaba notas de colores escondidas por la escuela, yo le respondía de la misma forma. Me mandó mensajes en todo el segundo día y me decomisaron el celular, recién me lo devolvían hoy en la salida; por eso hoy, en el día cinco, ya nos habíamos acostumbrado a las notas pegadas por todo sitio, desde el día dos hasta hoy...el día cinco. Quedamos en que siempre la primera nota del día estaría en el baño más cerca de mi primera clase, y que luego la primera letra que lleve mayúscula en el mensaje sin contar nombres (a menos que no hubiese nada más) revelaba el lugar (la clase) siguiente de la nota; amaba jugar con Mercer, amaba que hiciera mis días interesantes.

De: Mercer

Para: Morriell

no recuerdo bien Lo que significaban los colores de las notas...necesito ayuda, tantos días así me confunden.

Psdt: te amo.

Recogí la nota que se encontraba debajo del lavado y la leí mientras caminaba a mi clase de nuevo, Mercer chocó conmigo y me guiñó un ojo mientras yo solo reía como un estúpido.

Pensaba en qué cosa debería responder y en donde estaría la siguiente nota de Gabriel.

—Oye, Celeste —susurré para que me hiciera caso —, ¿qué lugares comienzan con L?

Ella me miró extraño ya que por esos cuatro días le había preguntado varios lugares con iniciales especiales.

—El salón de lingüística, el laboratorio...aunque ese es LB —mordió su lápiz —, luego está también el laboratorio de inglés...pero ese es LI.

Asentí y comencé a escribir una nota de color amarillo.

De: Morriell

Para: Mercer

lo que habíaMos quedado fue:

-verde si nos gustó mucho la nota (como respuesta, claro).

-amarillo si estábamos neutrales.

-celeste si alguno se siente mal.

-rojo si es una emergencia (verdadera) y necesitamos vernos, solo en ese caso sí se pone el lugar especificado.

Psdt: también te amo.

Pegué la nota debajo de un lavado y me fui discretamente a mi clase de nuevo, dentro de poco Gabriel tendría su respuesta y yo en una hora o menos debía ir al salón de lingüística para encontrar su nota y luego dejar la mía en el salón de matemáticas, así mi día se hacía menos aburrido.

—¿Qué se siente haber perdido tu celular gracias a Gabriel Mercer? —preguntaba Giovanni mientras nos trasladábamos a la clase de lingüística.

—No está tan mal —traté de no ser dramático —, la verdad es que es horrible, pero nos comunicamos mediante papeles...

—Sí he notado que escribes en post-its y luego escapas de clase —rió —, me causan diabetes.

—La nota que me dejó está en el salón de lingüística —intenté caminar más rápido —, ¿crees que alguien la encuentre?

Giovanni negó con su cabeza y a penas llegamos a esa clase comenzamos a buscarla.

Pasé mi mano derecha por la silla del profesor y encontré una nota roja pegada, nadie revisaría el escritorio del maestro.

—¿Han hecho eso desde que te decomisaron el teléfono?

Asentí mientras leía su nota y sonreía como idiota.

De: Mercer

Para: Morriell

mera formalidad eso de los colores...recuérdame quién puso esa regla. y...Ariel, hoy estás muy lindo, siempre me pregunto por qué rara vez usas el negro si te queda tan bien, hoy te he saboreado todas estas malditas horas y me enteré de algo interesante: los jefes de área tienen junta por lo que tu maestro de lingüística se retrasará mínimo media hora, encuéntrame en el R-2 (y luego seguiremos con las notas en el salón que tú y yo nos quedamos).

—Creo que tengo que irme —tomé mi mochila de los tirantes y corrí antes de que Giovanni me siguiera.

Él solo estuvo parado en medio de la clase, lleno de confusión e hizo su trabajo: separar dos sitios, uno al frente del profesor y otro detrás.

Cuando llegué al R-2 encontré a Gabriel solo, corrigiendo trabajos. Entré sin tocar la puerta y sonrió de oreja a oreja, me estaba esperando.

—Ariel —cruzó los brazos en su asiento.

—Mercer —levanté la nota roja y me dirigí a su sitio —, ¿cuál es la emergencia?

—Oh, nada —rió —, solo quería verte...

Suspiré, tomé una silla y me senté al frente de él.

—Dijimos que no podíamos hacer "eso".

—Lo sé, pero quería verte y aprovechar que no hay profesores reales rondando por los pasillos —respondió seguro.

Gabriel Mercer era...increíble. Estaba muy seguro sobre las reglas que establecimos porque yo solo sugerí los colores amarillo y verde, cuando él sugirió y puso las reglas del rojo y celeste, ¿se contradecía? ¿Quería algo pero se lo negaba con estúpidas reglas para al final romperlas?

—Ariel, no me mires así —acarició mi rostro molesto y confundido —, las reglas están para romperse.

—¿Incluso cuando son tus reglas?

—Incluso cuando son mis reglas...

Puse mi mochila encima de mis piernas y comencé a rebuscar entre los papeles y los cuadernos.

—¿Qué haces? —preguntó Gabriel, observando fijamente mis manos que entraban y salían.

—Me entregaron algo importante —sonreí con mis labios —y quiero que tú seas el primero en leerlo.

Cada que yo levantaba la mirada me encontraba con la suya y quería desaparecer, me comía con sus ojos, me calcinaba con sus pupilas negras y profundas.

Levanté el sobre cuando lo encontré entre las hojas de mis libros y se lo entregué.

—¿Y esto es...?

—Solo ábrelo —mordí mi labio inferior y tomé sus manos.

Gabriel le dio mil vueltas al sobre, lo abrió con cuidado y sin romperlo extrajo el contenido doblado en tres.

—Test...

—De embarazo —reí.

—Vocacional —contestó volteando sus ojos —. ¿A estas alturas te dan esto? ¿Y para qué...?

Gabriel extrajo otra hoja similar a la primera y la leyó rápidamente.

—Una es de carácter y la otra contiene información sobre el test que me realizaron —respondí —también creo que está mi coeficiente intelectual, me lo dieron ayer pero lo olvidé por completo, así que supongamos que me lo dieron hoy.

Gabriel leía las hojas, me miraba y reía negando con la cabeza, ¿era tan malo lo que me había tocado?

—¿Conducta egocéntrica? ¿Pasivo-agresivo? ¿Tendencia a deprimirse? —preguntó mirándome extraño —Yo no te conozco así, mi querido Ariel.

—Y nunca lo harás —crucé mis brazos —, ¿qué dice?

Gabriel pasó de hoja y comenzó a revisar la siguiente, tenía un montón de letras y cuadros de triple entrada.

—¿Quieres estudiar medicina? —me incriminó con la mirada.

—Ah —tragué saliva —, forense, es que vi una serie muy buena de eso pero ya quedé curado con las ciencias... ¿Entonces?

—¿Te gustan los números?

—No —suspiré —, solo dime qué dice.

Gabriel reía maliciosamente mientras leía, me observaba y reía más.

—Eso explica mucho todo, no hay ninguna ingeniería.

—Soy malísimo hablando de matemáticas.

—Tu hoja de vida no dice lo mismo...

La hoja de vida era un documento en el cual los maestros escribían tanto fortalezas como debilidades, estaba seguro de que en la mía había más debilidades que otras cosas.

—Artista... ¿te gusta hacer esas cosas? —Gabriel preguntó sin mirarme.

—¿En serio dice artista? —aclaré mi garganta.

—No —sonrió —dice pintor, escultor, jardinero, cocinero, arquitecto...

Mi cara de sorpresa le divirtió tanto a Gabriel que no evitó reírse a carcajadas.

—Es broma —puso los ojos en blanco como siempre —, pero sí dice cocinero —esperó para ver mi reacción —mentira, solo dice artista plástico, ¿quieres saber desde la primera hasta la tercera o desde la tercera hasta la primera?

—Tercera hasta la primera —respondí seguro.

—Tercera: área de humanidades; ya sabes: literatura, derecho, ciencias políticas y sociales, educación, filosofía...esas cosas.

No estaba tan mal, si la tercera opción me agradaba, qué sería de la segunda y la primera opción.

—Segunda —volvió a leer en voz baja —, se parece a la primera —me dirigió una mirada dudosa —ciencias de la salud, ahí está tu medicina forense —se burló —. Y por último... "arte", todo lo que engloba: artes plásticas, auditivas y corporales; ya sabes: cine, música, periodismo, dibujo.

—Bueno, no estoy muy feliz pero estoy satisfecho —arrebaté mis hojas de las manos de Gabriel —, ¿cuál era la emergencia?

—Tus labios —se acercó a mi rostro —están secos.

—Esa no es una emerge...

Era obvio que cualquier excusa que él diga haría que me quede como un idiota a su merced. Y esta no era la excepción, Gabriel me acercó a su rostro y comenzó a palpar mis labios con sus dedos; sí, estaban más secos que el desierto y todo eso era causado por el frío; y sí, me miraba con esos ojos a los que no puedo resistirme, esa cara de perro triste que me hace sentir como si le interesara y como si todo girara alrededor mío, como si de verdad me amara.

Revolvió algo entre sus cosas y extrajo un frasco con tapa circular que parecía ser de metal.

—¿Qué harás con eso? —pregunté cuando vi que ponía la sustancia viscosa en su dedo índice.

—Oh —observó su dedo —, ¿esto? —levantó el dedo y lo movió de un lado a otro —Nada, por supuesto, solo lo untaré en tus labios resecos para aportarles brillo y con esto ocasionar que se humecten ya que poseen muchas grietas y los tienes muy dañados.

Quise negarme pero Gabriel ya tenía una mano en mi nuca y otra en mis labios esparciendo ese compuesto extraño y blanquecino. Después de que los humectó me dio un breve beso, como un premio por dejar que manipule mi rostro.

—Te ves muy lindo —revolvió mi cabello.

—Esta cosa —señalé mis labios —sabe extraño.

—No te la comas —tomó mis manos —ya estás prácticamente bien, a lo que estabas...

—¿Y por qué brilla? —pregunté con disgusto.

—No creo que te molesten diciéndote joto si tienes un poco de brillo en los labios, a mí se me hace muy agradable en tu lindo cutis, te queda perfecto —besó mi frente —, ahora, jovencito, debes ir a tu clase de lingüística antes de que el profesor llegue y te ponga tardanza.

Me levanté espantado y corrí hacia la clase que me tocaba.

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