Hogar
—Mamá.
—¿Qué ocurre cariño?
Ella miró a la niña que tenía en brazos, buscando esos ojos color chocolate que cada día reconocía en el espejo. La observó con curiosidad, y la pequeña casi dormida le respondió extrañada.
—Esa canción es rara...
La joven madre le regaló una sonrisa comprensiva, y preguntó:
—¿Por qué piensas eso?
La niña se acomodó en sus brazos, de forma que ambos ojos se conectaran. Habló entonces, con tal ternura que a cualquiera se le derritiría el corazón.
—Es que es rara... Habla sobre esperm... espremat... espernat... ¡Sobre esa cosa! Mamá, yo los vi en los muñes que dan por el televisor, esos sobre el cuerpo humano que tanto me gustan. Tú los has visto mamá, donde salen personitas que viven dentro de nuestro cuerpo. ¡Ahí dice que eso de la canción somos nosotros!... Que de eso salimos nosotros... ¿Cómo se llamaba?... Tú sabes, mamá. ¡Eso que dice la canción que me cantas!
La mujer rió apasiblemente y le acarició los negros cabellos a su retoño.
—Ya veo... Te refieres a " Soy", ¿no?
—No me acuerdo del nombre... ¡Pero tú sabes, ma! Tú lo sabes todo. ¿Por qué no me cuentas?
—Mi niña, nadie lo sabe todo. Y esa canción puede parecer extraña, pero si escuchas más atentamente en realidad no lo es.
—¿Me la cantarías, ma?
La joven sonrió, preparó su voz criada por la tierra de su pueblo y cantó.
— «Tengo convicción de mi destino
Implicandome en la multitud
Fieles hijos del olvido,
Danzamos la muerte,
El silencio es música feroz
Si fuese el canto
Como un ángel unicelular
Traeré la vida desde tanto espanto
Perdón...
Me voy a presentar...
—Aquí viene, mamá.
La canción continuó, acompañada por el silencio de la noche y el sonido de un sillón meciéndose lentamente.
—» Soy
Un espermatozoide
Partícula de amor
Algo de nada entre millones
Ínfimo grado de luz, como del sur
Nato emigrante
Soy mensajero queriendo también ser el mensaje.
» Porque soy
Un espermatozoide
Altiva voluntad, antónimo de cobarde
Cero como un aguacero
De probabilidades
Tantos para un solo sueño
Nadie es amigo de nadie.»
—¿Viste que es rara, ma? ¿Viste que yo tenía razón?
—Puede que la tengas...
La niña hizo un ademán de felicidad, de victoria prematura.
—Pero puede que no.
—¿Por qué no?
—Déjame decirte un secreto.... En realidad esa canción no es como piensas.
—¿Eh?
Una mirada confundida la recibió, y la madre continuó explicando.
—Ya te lo dije antes, amor. Para ti es rara porque no la escuchas bien. Tienes que escuchar la letra y concentrarte en ella, porque lo que dice es mucho más que " soy un espermatozoide"... Esto es mucho más complicado de lo que piensas...
—No entiendo mamá...
—¿Quieres que te cante un poco más?
—¡Sí!
—«Como tengo cosas que hacer si fecundo
Quién me ve con manos y pies en el mundo
Donde por lo menos pueda ser yo mismo
Lejos de esta mierda llena de egoísmo.
Afuera, nada de miedo
Afuera, siempre habrá luz si me pierdo
Nadie quien pregunte para abrirme el pecho
¿Vienes del izquierdo? ¿Vienes del derecho?
Afuera, nada de miedo
Afuera, siempre habrá luz si me pierdo...»
—Eso es muy bonito, MA.
—Ya lo sé cariño, y es eso lo que quería que supieras.
—No entiendo.
—Verás, esa canción habla acerca de la vida. De las infinitas posibilidades que se nos da cuando nacemos, de lo hermoso que es ese momento en específico. Dice la canción, mejor de lo que yo te pueda explicar, que es lo más bello el saber que eres libre, y que tienes un camino libre que recorrer. Que la luz nunca faltará para ti y que nunca estarás sola.
» Eso es lo que quería explicarte, Maya. Tú pensabas que la canción era rara debido a la parte de ella que más reconoces. Así como juzgamos a un libro por su portada o a una persona por sus acciones... Pero si quieres entender lo que se quiere decir entonces debes escuchar atentamente. Prestarle atención a todas las partes de la canción que pasaste desapercibido antes... Y entonces lo verás... Para saber de lo que trata un libro debes leerlo.... Para entender a una persona debes conocerla
—¿Las personas son como las canciones?
—Sí lo son, y al igual que las canciones no deben ser sus apariencias o acciones las que las definan... Se pueden cometer errores más grandes que uno mismo, se pueden hacer acciones que a los demás desagraden... Y las demás personas pueden verte como alguien que no vale la pena... Pero a pesar de todo esto es necesario conocer a la persona a profundidad ... Prestarle atención a pesar de lo que digan los demás... Llegar a conocerla... Y así sabrás por qué cometió esos errores o hizo esas cosas... Y sabrás si es bueno o no.
—Mamá... ¿Mi papá era bueno?
La pregunta llegó como una flecha atravesando el aire. El silencio prosiguió a la sorpresa, y la mujer le dio respuesta a la pregunta de su hija.
—Tu padre... Él fue diferente
—Mi abuela dice que él hizo cosas muy malas... Me contó que era un criminal y que te hizo hacer lo que él quería... ¿Eso es verdad?
Ella suspiró, tendría que hablar con su madre más tarde.
—Tu padre fue parte de un momento muy bonito en mi vida... Y... es complicado... Pero para mí él siempre fue un hombre bueno..., un hombre incomprendido... Yo lo quería mucho... Pero no todo es para siempre
—¿Y qué pasó?
La madre guardó silencio, tratando de huir de sus memorias más agridulces.
—¿Mamá?
—Supe la verdad...
—¿La verdad?
—De que me había equivocado.
—¿Y donde está mi papá ahora?
—Muy lejos, mi niña... Muy lejos...
Ella besó la frente de la pequeña, y el silencio volvió a aparecer, la hija se acomodó en los brazos de su madre para bostezar notablemente . Ella cerraba los ojos lentamente, para justo antes de caer rendida decir:
—¿Mamá?
—¿Sí, mi amor?
—Me gusta esa canción.
°
°
°
Las bocinas la cantaban al mismo tiempo que sus memorias.
Hacía bastante tiempo que no escuchaba esa canción, más tiempo incluso desde que había estado en un lugar en el que la canción en sí fuese reconocida. Soy era una parte importante de su vida, una que llevaba paz a su alma. Habían pasado años desde que no estaba allí, en el que había sido su hogar durante los primeros años de su vida
Recordaba esos momentos en los que nada le preocupaba, en los que la vida en sí misma era vista a través de los ojos inocentes de una niña que desconocía los males de la gente. Esos mismos males le hicieron mucho daño años después, pero Dios, como extrañaba esa ciudad. Como extrañaba ese país. Su país. Su isla.
Maya había nacido en una zona casi rural de Santa Clara, Cuba. Ni muy cerca de la ciudad, ni muy lejos de la misma. Solamente había pasado allí unos años, 2 o 3 por lo que recuerda, debido a que la mayoría de sus memorias se situaban en una tranquila casita cerca de la playa. Había investigado acerca de la misma, y al parecer esta pertenecía a su abuelo cuando este aún era un terrateniente por la zona, hace demasiados años.
Ella había escuchado la historia antes.
Un hombre blanco de clase acomodada se enamora de una joven mulata que trabajaba en sus tierras como pescadora. El amor fue correspondido. Sabía que sus abuelos habían pasado por mucho para estar juntos y crear una familia, pero siempre quisieron lo mejor para su hija. La madre de Maya había nacido en el mar, escuchando a las olas y rodeada de rostros tanto pálidos como quemados por el sol.
Había crecido como una joven llena de gracias y buenos sentimientos, no era la más hermosa, pero su piel y ojos como chocolates decían la verdad... Su alma era buena y bondadosa.
Según había escuchado, su madre gustaba de pasear por la playa, de escuchar música con sus amigos y bailar por las noches. No era una joven del mundo, pero sí sabía acerca de la vida y cómo disfrutarla . La habían descrito como una muchacha mulata de ojos café, con los dientes claros como el azúcar y el cabello negro e indomable como ninguno, una joven de curvas pronunciadas y labios amplios, una joven hermosa sin duda, que gustaba de vestirse con los vestidos de los blancos más puros, como espuma de mar.
Maya no sabía nada de su propia historia cuando volvió a la isla, llevaba casi dos años allí y lo que había aprendido aún le regresaba a la mente. Ella se tomó su tiempo para investigar, para descubrir sus raíces y con ello su identidad. Y es que ella nunca supo quién era su madre, sólo recordaba de la mujer las risas, los consejos y las canciones de cuna.
Canciones que había descubierto por antiguas amistades que su madre solía cantar a coro por las noches en esa misma playa frente a ella. También había descubierto que fue en una noche como esa, que conoció a su padre...
Según lo que había aprendido sus abuelos habían muerto un tiempo atrás, justo después que la mujer que le dio el regalo de la vida... Ellos habían hecho saber que su mamá escribía sus vivencias en un diario, y que todo lo que Maya necesitaba saber de su historia estaba allí. Al principio buscó en la casa de Santa Clara de la que después había descubierto que fue su padre el comprador, pero allí no se encontraba.
Pero después fue a ese lugar, un sitio pacífico y apartado de Caibarién , y en esa casita de madera frente a la playa lo encontró. Ya llevaba semanas leyendo los diarios de su madre, pues su vida había sido tan larga y a ella se le hacía tan interesante que uno solo no daría a basto. Maya solía ir al portal, sentarse en la hamaca del lugar y leer pacíficamente. Una vecina inclusive la visitaba a veces, regalandole vasos de agua y conversando acerca de su madre cuando ella era joven y lo mucho que se parecían.
Dolores era una buena mujer, de bastantes años de edad y muchas historias que contar. Le contó acerca de su juventud, de cómo había iniciado en la clandestinidad contra el gobierno que oprimía la isla en ese entonces y luego como le enseñó a más de 30 campesinos como leer y escribir años después. Maya escuchaba todo atentamente, preguntando con curiosidad y sintiendo a veces como Damian la miraría desde el otro lado del mundo...
Pero el tiempo pasó, y tanto la edad como el estado avanzado de cáncer pulmonar le quitaron la vida a la anciana Dolores hace ya tres meses...
Esa mujer le había contado mucho, y no se cansaba de decir que ella era la viva imagen de su mamá cuando tenía su edad. Le contaba como su madre solía ayudarla con las tareas del hogar, como iba a jugar con ella cuando niña, como escuchaba sus historias con la misma atención que ella y como siempre fue una mujer fuerte e independiente.
Y Maya supo el gran impacto que su madre había causado en la vida de la anciana mujer, y el gran dolor que le dio cuando ella murió hace varios años...
Dolores le dijo a medias que nunca había confiado en ese hombre francés que había seducido a su mamá. Le dijo a medias que la había conocido a ella cuando era apenas una niña. Le dijo apenas del dolor que le causó su padre a su madre cuando él la abandonó . Le dijo a medias del dolor aún más desgarrante cuando él volvió, pero para llevarse a su hija aún si tenía que ser a la fuerza. Le dijo a medias de los llantos y gritos que llenaban la noche desde esa casa en la playa cuando Maya desapareció.
Le dijo a medias lo que ya sabía.
Le dijo a medias que su madre falleció poco tiempo después, una soga siendo su aliada.
Maya intentó no pensar en esto. No ahora cuando el viento, el olor familiar del mar, la serenidad y el sonido de "Soy" en los altavoces le daban esa paz que nunca había sentido con anterioridad. Ella cerró los ojos a lo que pensaba que era el compás del viento, el sonido del silencio, y en paz casi llegó a los brazos de un pálido Morfeo.
Casi.
Una bala de pronto rozó su mejilla y se alojó en una pared al otro lado del portal.
Ella reaccionó rápidamente a esto, dándose la vuelta con velocidad y divisando un barco negro a la distancia con alguien invisible en él.
Un francotirador.
Y fue entonces que se dio cuenta.
Sin importar qué tanto se alejase.
Sin importar qué tanto lo rezara.
Sin importar lo que hiciera.
Sin importar cuánto suplicara.
Su vida nunca la dejaría en paz.
Nunca la abandonaría.
Otra bala le rozó el hombro esta vez. Y Maya no dudó en salir corriendo del lugar. Sus pies desnudos rozaban la arena caliente, despegando segundos después que una bala impactara en el camino que acabaran de recorrer. Maya se cubría con una mano mientras que con la otra apretaba algo fuertemente contra su pecho, con miedo a dejarlo ir , tratando de alcanzar el barco que se escondía a la distancia. Llegó a su transporte, no tardó en sentarse en el timón y acelerar a fondo.
Ella conducía velozmente, alejándose cada vez más de su casita en la playa, de su ciudad, de su isla, de sus memorias.
Lloró.
Y una vez que despistó a aquellos que la perseguían fijó el rumbo a la ciudad de su hermano.
Trató de no pensar en el paraíso que acababa de convertirse en infierno.
En cambio dirigió la mirada a lo único que fue capaz de salvar de entre las llamas del inframundo reciente.
Los diarios de su madre.
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