Andrés era un joven de 17 años que vivía en una ciudad bulliciosa. Desde pequeño había sido criado en un hogar cristiano donde los valores y la fe eran fundamentales. Sin embargo, al llegar a la adolescencia, comenzó a cuestionar muchas cosas sobre su vida y su relación con Dios. Un día decidió asistir a un retiro espiritual organizado por su iglesia. Al principio estaba escéptico; pensaba que sería solo otro evento sin impacto real en su vida. Pero lo que sucedió allí cambió su perspectiva por completo. Durante el retiro, Andrés tuvo momentos profundos de reflexión. Participó en actividades grupales donde compartió sus dudas con otros jóvenes que también estaban buscando respuestas. Las charlas inspiradoras sobre fe y propósito resonaron profundamente en él. Una noche, mientras contemplaba las estrellas desde una colina cercana al lugar del retiro, sintió una paz indescriptible. En ese momento decidió entregarse plenamente a Dios y confiar en Su plan para su vida. Regresó a casa con renovada fe y determinación para vivir según los principios cristianos. Andrés comenzó a involucrarse más activamente en su iglesia: ayudando en actividades comunitarias y guiando a otros jóvenes en su camino espiritual. Aprendió que ser cristiano no solo se trataba de asistir a servicios religiosos; era una forma de vivir día a día con amor y compasión hacia los demás. Su viaje espiritual lo llevó a descubrir quién era realmente y cómo podía contribuir al mundo alrededor suyo. Andrés entendió que tener fe es abrazar tanto las preguntas como las respuestas mientras camina por el camino del amor y la esperanza.