
Capítulo 4.
Capítulo 4. Una puta locura.
(Omar)
Aquello era una puta locura, ¿no es cierto?
¿Por qué cojones me sentía tan a gusto con ella? Era una chica, no me gustaban las chicas, entonces... ¿por qué me atraía tanto? ¿por qué no me disgustaba besarla? ¿por qué la deseaba? No entendía nada. Estaba muy rallado.
Nunca, en toda mi vida me había pasado algo así con una chica, por eso estaba tan tremendamente jodido.
- No pasa nada – me calmó ella, acariciando mi nuca, para luego hacerlo con mis mejillas. Me besó entonces, haciendo que todo cobrase sentido, que me diese igual todo.
Ella me gustaba, y en aquel momento me daba igual quién fuese yo o si ella era un chico o una chica, tan sólo quería seguir haciendo eso, sin detenerme.
- No me tengas miedo – pidió, mientras me cogía de la mano y me conducía hacia la habitación, la seguí, sin decir absolutamente nada – sigo siendo yo, Pao.
Asentí, sabía que era cierto, era ella, mi Pao. Esa que me conocía mejor que yo mismo, a pesar del poco tiempo en el que nos conocíamos.
- Podemos esperar... - comenzó, mirando hacia la cama un momento, y de nuevo hacia mí – no tenemos por qué hacer nada si no quieres...
Volví a besarla, importándome bien poco todo lo demás, cuando estaba con ella no me importaba nada más que no fuese lo que me hacía sentir.
Nos sentamos en su cama, ella con las piernas entrelazadas, mirando hacia mí, y yo con las piernas espatarradas en el suelo.
Nos besamos, de nuevo, mientras nos aferrábamos a la nuca del otro, acariciándonos, deseándonos, mutualmente, dejándonos llevar. Me sentía terriblemente bien, no os podéis imaginar cuánto. ¿Por qué me hacía sentir así? ¿Cómo era si quiera posible?
Ella era demasiado salvaje, no era una chica común, así que cuando quise darme cuenta se había subido sobre mí.
Apretó mi tabique nasal con el suyo, y me miró, como si para ella fuese difícil todo aquello.
- Podemos ir más despacio – insistió, aterrada. Era normal, ella tenía miedo de forzarme a hacer algo que yo no quería. Pero yo quería, lo hacía, a pesar de lo ilógico que parecía. Acarició mi nuca, con las yemas de los dedos y la respiración agitada.
- Sigue – le pedí. Ella bajo sus manos, echándose un poco hacia atrás, para luego comenzar a desabotonar la camisa de su pijama. Miré hacia ese punto, expectante. ¡Joder! Nunca había estado tan nervioso. Lo hizo despacio, sin dejar de mirarme, quitándosela, luego.
Su cuerpecito era tan ... ¿sexy?
No tenía mucho pecho, pero eran preciosos, la cosa más bonita que había visto en mi vida. Apoyé mis dedos en el lateral y fui subiendo, encerrando su pecho en mi mano, mientras ella se mordía el labio y cerraba los ojos.
Su piel era morena, su cintura ancha, de complexión delgada, cabello moreno, y ojos marrones.
Me centré en eso, en hacerla disfrutar, en aquel momento me encantaba, tocarla y verla estremecerse, encogerse, y tersarse cada vez que algo le gustaba. Sólo me hizo desearla incluso más.
Apoyó su mano izquierda en el lateral de mi cabeza, y lo acarició, despacio, sin dejar de observarme, mientras la agarraba de la espalda, sintiendo sus labios sobre los míos, de nuevo, había mucho más deseo desesperado en aquellos.
Hizo movimientos sensuales sobre mí, haciendo fricción sobre mi sexo con el suyo, aún vestidos en la parte de abajo, haciéndome estremecer, se me escapó un jodido gemido, y ella sonrió.
Se levantó de la cama, y me miró, quitándose el pantalón del pijama, quedándose en bragas frente a mí, para luego bajarme un poco el mío, dejándome libre mi inmenso pene. Sonrió al verlo.
- ¿Cumple tus expectativas? – pregunté, mientras ella se mordía el labio, apoyando sus dedos en ellos, acariciándoselos. Tiré de su mano y la obligué a subirse sobre mí, de nuevo. Agarrándola de la nuca, conduciéndola a mi boca.
Agarré su nalga, al soltar su mano, metiendo un par de dedos por su ano, haciéndola gemir, sobre mi boca, mientras yo sonreía.
Apoyó sus labios en mi cuello, justo cuando rasgué sus bragas, y guie su cintura, sólo quería hacer fricción como antes, pero esta vez con nuestros sexos desnudos, pensé que sería placentero, pero no tenía ni idea de que lo sería tanto, ella estaba muy mojada, tanto que mi pene resbalaba solo, lo hizo, hasta colarse en su interior.
Mordió mi hombro, con fuerza, justo cuando entró del todo, mientras yo gemía, y ella se movía sobre mí, con ritmo, con fuerza, siendo guiada por mis propias manos, que querían sentirlo todo mucho más.
Se volvió loca, ambos lo hicimos, gimiendo como posesos, a un ritmo fijo, sin dejar de mirarnos, aferrándose a mi espalda, clavándome las uñas.
La eché hacia atrás sobre la cama, volviendo a aferrarme a su cintura, levantándola del colchón, apoyando mis rodillas en él, para luego aferrarme a sus caderas, atrayéndolas a mí, una y otra vez, mientras ella estaba prácticamente por los aires, tan sólo tenía apoyada en la cama los hombros y la cabeza.
Apretó el respaldar de la cama, haciendo que este se moviese con ella, pegando pequeños golpes secos en la pared, con cada una de las embestidas que le proporcionaba, mientras su garganta se raspaba con cada uno de sus quejidos.
- ¡Joder! – se quejó, cerca del clímax, cuando yo estaba a punto de correrme – Omar, oh – escucharla llamándome entre gemidos fue la cosa más bonita que he escuchado en mi vida.
Me corrí en ese justo instante, justo después de que lo hiciese ella, a borbotones, sobre la cama, rompimos a reír en cuanto nos miramos, era gracioso.
(Paola)
Acababa de tener sexo con mi mejor amigo gay. Eso no era algo que sucediese todos los días. Agarró mi mano y tiró de mí hacia la bañera, teníamos que limpiarnos, pues estábamos manchados de sudor, y otros fluidos que imaginaréis.
Abrí el grifo y dejé que me empapase a mi primero, mientras él me observaba, sonreí, y él lo hizo conmigo. Me besó entonces, mojándose el también, luego volvimos a romper a reír juntos.
- ¿has sido como esperabas? – pregunté, él me agarró de la cintura, y sonrió, volviendo a besarme, mientras el agua seguía cubriéndonos - ¿eso es un sí?
- Ha sido diferente a como esperaba – me calmó, para luego coger la pastilla de jabón de la cara y comenzar a pasármela por el pecho.
- Es para la cara, tonto – me quejé, pero él no me hizo caso, y siguió enjabonándome con ella, lo cierto es que me dejé hacer, pues se ayudaba con su otra mano, haciéndome estremecer. Sonrió, divertido, agarrándome de la cintura, de pronto, atrayéndome hacia él, para luego besarme. Sonrió justo después, mientras yo le quitaba la pastilla y la apoyaba sobre su pecho, enjabonándole yo a él – ahora es mi turno.
- ¿Ah sí? – preguntó, divertido, acariciándome la frente, bajando sus dedos, hasta detenerlos en mi nuca, volviendo a atraer mi boca a la suya
Cuando quise darme cuenta me apretaba contra la pared, apretando mis pechos, para luego recorrer mi cuerpo con esas manos, hasta aferrarse a mis nalgas, atrayendo mis caderas a él, hacia su miembro, propinándome la primera estocada, haciéndome estremecer.
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