
Capítulo 20.
Capítulo 20. El contra tiempo.
(Omar)
Fue un día de reyes diferente, Fátima me llamó en video llamada para mostrarme los regalos de los pequeños, y todo lo demás, mientras yo le mostraba los míos, a Paola y a su familia. Ambas familias se saludaron a través de la pantalla, y luego, después de ese momento tan único, comenzaron la ronda de preguntas.
- Entonces vives en Ceuta – quiso saber la abuela, asentí – pero eres marroquí – insistía, volví a decir que sí, con la cabeza – pero eres creyente – negué, no creía en dios, otro de los muchos fuentes abiertos que tenía con mi padre. ¿Cómo podíamos ser tan diferentes?
- ¿cuántos hermanos tienes? – preguntaba Claudia.
- Somos seis hermanos – contesté, dejándolos sorprendidos – mi padre opina que una familia amplia es sinónimo de buena fortuna.
- ¿Dónde os conocisteis? – quiso saber su madre - ¿En el máster? – asentí – Pero... ¿qué has estudiando tú?
- Matemáticas y análisis de datos – contesté, la gente no solía entender bien para qué servía esa carrera – no pensé mucho en las salidas que podría tener en el mundo laboral, y por eso ahora estoy haciendo un máster de contabilidad y estadística, a ver si eso me abre puertas – aseguré.
- ¿Cuántos años tienes? – quiso saber Lorena.
- 29
- Uf, esos son un montón – se quejó, haciéndome reír, divertido.
- ¿Vais a dejar de hacerle preguntas ya? – se quejó Pao – me lo vais a asustar.
- La última – prometió Mariano - ¿eres monógamo?
- ¡Papá! – se quejó ella, yo sólo podía sonreír, aquello me hacía mucha gracia - ¿qué clase de pregunta es esa?
- Soy fiel a una sola mujer – contesté, y en cierta forma era cierto, no sabéis hasta qué punto. Pues ella era la única mujer que había estado en mi vida, en el plano sentimental.
Paseábamos por la ciudad, no podíamos hacer mucho turismo, pues todo estaba cerrado ese día, pero, aun así, insistió en llevarme a sus lugares favoritos. No pude decir que no.
- He pensado – comenzó, mientras dejábamos atrás la plazoleta de la universidad – que, si te apetece, y te parece bien... puedes quedarte en mi casa, conmigo. Quiero decir... porque sé que la relación con tu tío es rara, y ... - no dije nada, sólo sonreí, divertido.
- Me parece bien
(Paola)
Estaba feliz, él me hacía feliz, y no podéis ni imaginar hasta qué punto. Si vuestra pareja os ha hecho feliz alguna vez... imaginad eso, multiplicado por mil.
Viajamos juntos en el avión, de regreso a Salou. María dio señales de vida, ya pensábamos que había muerto. Siempre era así, cuando se marchaba a casa, desconectaba el móvil, era todo un caso esta chica.
Iba con mi mochila y la maleta de mano, al igual que él, pero a él le pusieron pegas por llevar dos bultos, así que terminó guardando su móvil, cartera y demás mi mochila y metiendo la mochila en su bolsa.
El viaje con él fue agradable, dormí durante todo el tiempo, estaba agotada, no había podido dormir mucho, al pensarle en mi salón, la noche anterior.
Aterrizamos y ambos nos espabilamos un poco, cogimos el autobús hasta el centro, y luego uno hasta mi casa. Justo estábamos en ese último, yo estaba algo cansada aún, pero estaba bien. Él me cogía de la cintura, mientras yo le abrazaba y dejaba caer la cabeza en su pecho, mientras él era el único que se agarraba para no caerse.
- ¿En qué piensas? – me preguntó, al verme tan demacrada.
- No dormí mucho anoche, y en el avión había un tío haciendo el tonto detrás – me quejé. Él no dijo, nada, apretó mi cintura y besó mi frente – voy a dormir un rato en cuanto lleguemos.
Mi teléfono comenzó a sonar, lo saqué de la mochila, lo descolgué y lo coloqué en mi oreja, sin tan siquiera contestar, justo iba a hacerlo, cuando alguien habló.
- ¿por qué sigues ignorando mis llamadas? ¿Crees que hacerlo va a borrar lo que pasó? Te quiero, Omar, y no voy a dejar que te rindas sólo porque estar con ella sea más fácil que esto. Te conozco, y sé que a ti también te gustó lo de la otra noche, también querías...
- Para ti – le dije, retirándome el teléfono del oído. No era mi teléfono. Era el suyo. Él lo miró, y luego miró hacia mí, lo agarró y lo colocó en su mejilla, soltándome un momento, pues no tenía más manos.
- ¿Sí? – hizo una pausa – ahora no puedo hablar – colgó el teléfono, guardándolo en el bolsillo trasero de su pantalón. Yo no podía reaccionar, estaba demasiado cansada para hacerlo. Apoyó sus labios en el lateral de mi cabeza, y se quedó allí por un momento, volviendo a rodearme con su cintura.
Luché conmigo misma por mantenerme así, impasible, pero la voz de Iván aún seguía en mi cabeza, repitiendo las mismas cosas, una y otra vez, haciendo que mis oídos pitasen, como si estuviese en un maldito trance.
Nos bajamos del autobús, y caminamos juntos hasta casa. Él llevaba ambas maletas, para que yo no me cansase, y lo agradecí. Él era todo un encanto. El único problema era que me había mentido.
Había pasado algo entre ellos, se había acostado con él.
¿y sí?
¿y sí había sido el pasivo?
Me detuve entonces, percatándome de que estábamos junto a la casa, él subió las maletas a la tercera planta, mientras yo seguía allí, como si me hubiesen anclado al suelo.
¿Te has acostado con él? – resonó en mi cabeza, mi propia voz, haciendo eco, una y otra vez, mareándome, dándome nauseas.
- ¿Qué pasa? – preguntó, llegando hasta mí, parecía haber dejado las maletas en alguna parte, pero yo estaba tan mareada que ni siquiera pude darme cuenta de ello – Paola – me llamó. Vomité en ese justo entonces, preocupándole aún más - ¿por qué no me has dicho que estabas tan mal? ¿Necesitas ir al hospital? – negué con la cabeza, despacio - ¿a la farmacia?
- Sólo quiero dormir – le dije, agarró mi mano, me cogió en brazos, y me subió al piso de arriba, rebuscó la llave en mi bolso y abrió la puerta.
Me recosté en la cama en cuanto me dejó en el suelo, él besó mi frente y me acarició la cabeza, intentando hacerme sentir mejor.
Sí, me he acostado con él – retumbó en mi cabeza, su propia voz, distorsionada, mientras las náuseas volvían.
Me levanté de la cama, con prisas, y me marché al baño, vomité hasta mi primera papilla, mientras él me llamaba al otro lado.
Dijiste que no eras un hombre infiel, que estabas enamorado de mí – mi propia voz hablaba en mi mente, volviendo a revolverme el estómago.
No quería, simplemente pasó, echaba de menos tener sexo con un hombre y ... - su voz distorsionada se detuvo en cuanto él entró al baño, mirándome, preocupado.
- Paola – me llamó, mirando hacia abajo. Estaba en el suelo, y justo acababa de darme cuenta de que estaba espachurrada, en el frío suelo, con la cabeza sobre el váter, mientras mis lágrimas salían. ¿En qué momento había empezado a llorar? Ni siquiera podía recordarlo – Vamos a urgencias, no estás bien.
Me cogió en brazos, sin tan siquiera escuchar mi respuesta, y me sacó de allí. Mientras lo hacía, meciéndome de un lado a otro, en sus brazos, me sentía abstracta, como si me encontrase lejos, volando sobre el mar, abandonando mi cuerpo, dejando que las cosas dejasen de importar.
¿Estaría haciendo un viaje astral o algo parecido?
El dolor no dolía de la misma forma, y sentía mi cuerpo ligero, entumecido, como si estuviese drogada.
- ¿No podemos volver al principio? – pregunté, ni siquiera sabía si lo estaba diciendo en voz alta o sólo en mi cabeza, me pesaban los párpados, estaba a punto de quedarme dormida – A cuando sólo éramos amigos y era fácil – caí en un profundo sueño de niebla blanca en ese momento, sonriendo, en paz.
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