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Capítulo 17.

Capítulo 17. Roto.

(Paola)

Algo había sucedido, lo supe en cuanto vi su rostro. Era medio bruja para esas cosas. Tuve que poner todas mis ganas para no venirme abajo. Yo sólo quería disfrutar del tiempo que teníamos para estar juntos, a pesar de que sabía que tenía fecha de caducidad.

Mi corazón se rompió en cuanto dejé aquel lugar, rompí a llorar en el ferry, sin poder evitarlo, a pesar de lo mucho que luché conmigo misma para que eso no sucediese. ¿Por qué me comportaba así? ¿Por qué no podía ser yo misma? ¿Por qué tenía miedo a perderle? Yo no era así, nunca antes tuve miedo al estar con alguien. Solía ser de las que piensan que las cosas pasan por algo, si él y yo teníamos que terminar en algún momento, debía aceptarlo, pero en aquel momento... no podía pensar en un futuro sin él.

¿Por qué cojones estaba pensando en el futuro?

Yo no era así.

Me había enamorado de él hasta las trancas, eso era lo que sucedía. Nada más que eso. Quizás fue porque nunca antes me enamoré de esa forma, o quizás porque nunca hubo esa complicidad con nadie más.

Sus amigos tenían razón, al final yo sólo era una tirita para curar un corazón herido, pero en algún momento la tirita debía ser retirada.

No iba a poder soportarlo, estar con él sabiendo que tenía fecha de caducidad, pero, aun así, quería hacerlo, quería aferrarme a él, aunque fuesen unos meses más, unos días, unas horas. Si podía disfrutar de su compañía un poco más, estaba dispuesta a hacer un pacto con el mismísimo diablo.

Las cosas debían pasar de esa forma, quedarme en el garito, quizás lo hubiese retrasado, pero al final hubiese terminado sucediendo.

Cerré los ojos, viendo su rostro en mi mente, sonreí, rompiendo a llorar de nuevo. No podía hacer nada, no podía hacer lo que quería hacer, debía dejarle ir, aceptarlo y echarme a un lado. Justo así era yo, debía hacerlo, aunque me matase, porque era lo correcto.

Durante el resto de las navidades las pasé rodeada de mi familia, luchando por reír, por disfrutar de los míos, evitando pensar en él, en nuestro reencuentro. Siempre he pensado que hay que disfrutar de las pequeñas cosas, así que me dejé arropar por los míos. Y a pesar de lo que podéis pensar... lo logré.

Mi hermana notó que algo me sucedía, me dijo algo muy cómico después de cenar aquella noche.

- ¿Sabes cómo lo sé? Estás demasiado feliz, sonríes más para que no notemos que algo pasa – sonreí, dándome cuenta de que ella me conocía bien.

- Sabes que yo no me suelo arrepentir de las cosas – le dije, decidiendo abrirme con ella. Asintió, en señal de que me escuchaba – llevo toda mi vida dejando que las cosas que parecen correctas sucedan, pero ... ¿y si no quiero dejarlo pasar esta vez? ¿Sería egoísta si me aferro a eso?

- ¿Esto es por el moro? – adivinó, asentí, despacio, ella no dijo nada en seguida, se tomó su tiempo para hacerlo – Si le quieres de verdad... aférrate a él y no le dejes ir, no cometas el mismo error que cometí yo – esperé a que dijese algo más – a veces, por según qué personas, debemos cambiar nuestro mundo.

Él vino a mi mente, de nuevo, pues él mismo dijo algo parecido una vez. Quizás debía aceptar que quería ser de esa forma con él, que quería aferrarme a esto, a pesar de que fuese difícil. Por una vez quería aferrarme a algo que no se sentía correcto, aunque fuese ...

- Pero ¿eso no lo haría algo forzado? – insistí – Si tiene que ser será, y si no tiene que ser... ¿por qué aferrarse a ello y forzarlo? – concluí.

- Si al final no tiene que ser, al menos no te quedará la duda por no haberlo intentado – me dijo ella. Entendía su punto de vista, sonreí, calmadamente, y asentí – a mí siempre me quedará la duda.

La abracé, porque ella necesitaba un abrazo, y yo también.

La cabalgata de reyes fue tan bonita como siempre, y poder disfrutarla con mi sobrina Lorena fue mágico. Papá cogió miles de caramelos con la técnica del paraguas, mientras yo reía una y otra vez, porque cada vez que bajaba el paraguas, para cogerlos, los niños metían la mano y se lo quitaban, lo que logró que terminase enfurruñado.

Estaba ansiosa por verle, apenas habíamos hablado mucho esos días, yo no quería contestar a sus llamadas, y sus mensajes eran muy sosos. Aquello me hizo pensar que quizás no viniese, quizás se arrepintiese de aquella promesa.

Saqué el teléfono, de camino a casa de mis tíos para comer el roscón de reyes, como era tradición, y me di cuenta de que tenía un mensaje de él.

Omy: Sé que lo estarás pasando bien con tu gente, y que no mirarás el móvil hasta que sea demasiado tarde... pero ... sólo quería decirte que te echo de menos.

Yo: Lo estoy pasando bien, necesitaba a los míos. ¿Y tú? ¿Cómo lo estás pasando?

Omy: Wuau, no está mal, sólo han pasado dos horas desde que lo escribí. Pensé que no lo mirarías hasta la noche.

Omy: Pues básicamente ... estoy pasando el día de reyes en un puto autobús. Llegaré en unas horas. ¿preparada?

Yo: Pensé que al final no vendrías.

Omy: Te hice una promesa, Pao.

Omy: ¿hiciste planes? ¿puedo unirme? Porque es obvio que no voy a dar la vuelta.

Yo: No tengo ningún plan. Ahora iremos a casa de mis tíos a tomar roscón, y luego... no sé.

Omy: Luego tienes que venir a recoger a tu novio a la estación de autobuses.

Yo: ¿sobre qué hora llegarás?

Omy: En dos horas, ya estoy cerca.

Yo: ¿Cuál es tu plan?

Omy: Voy a quedarme en casa de un amigo de Iván esta noche, y mañana pasaré el día con la chica más bonita que he visto nunca.

Yo: ¿y mañana?

Omy: ¿Qué ha sido de la chica "vive el presente"? Ya lo pensaré. Ahora sólo quiero verte.

Yo: Yo también quiero verte.

Omy: Sólo en dos horas, pequeña.

- Él viene hoy – le dije a mi hermana, haciendo que esta me mirase con ojos como platos, pues yo no le había dicho nada antes - ¿debería presentártelo? – ella asintió, haciéndome reír, porque lo hizo con mucha rapidez.


(Omar)

Me llevé el resto de las vacaciones evitando a Iván, no quería volver a tentar a la suerte, yo tenía clara una cosa, quería estar con ella, al menos el tiempo que pudiese estarlo, y no iba a estropear eso por culpa de ese capullo.

Las decisiones nos definen, solía decir Fátima a menudo, le robaría esa frase a mi hermana.

La eché de menos cada día, pero entendí que prefiriese pasar el tiempo con su familia en vez de hablar por teléfono, así que le di su espacio.

Pero cuando llegó el día cumbre, estaba que no podía en sí de felicidad, todos en casa me lo notaron, que estaba especialmente feliz ese día, pero yo no solté prenda. Me despedí de los míos en el puerto, y me marché sin más, sin mirar atrás.

Iván me escribió cuando ya estaba en el autobús a Málaga, no entendía dónde coño había conseguido mi número, pero no iba a darle bola.

Iván: Tío, soy Iván. Tu hermana me ha dicho que te vas hoy, esperaba que pudiésemos hablar antes de que te fueses.

Iván: Sé que la he cagado, que debo parecerte un cabrón egoísta, pero ... joder tienes razón, he sido un maldito cabrón egoísta.

Iván: Si me das una última oportunidad no la joderé esta vez, por favor, Omar, aún hay algo entre tú y yo.

Iván: Tío, dime algo.

Yo: Es tarde para eso. Ya he dejado Ceuta.

Yo: Ya no puedo darte una oportunidad, porque estoy con alguien ahora, ya te lo dije. No puedo perderla tío, no quiero.

Iván: Pero tío... aún hay algo entre nosotros. Tú aún sientes cosas por mí, lo que paso el otro día... tú querías tanto como yo.

Yo: Estaba borracho, fue un error, Iván.

Iván: ¿Seguro? ¿no será que estás con ella porque es más fácil que afrontar lo nuestro?

Iván: Tío, sólo te pido una oportunidad, nada más. Nos lo debemos.

Yo: No puedo dártela, porque si te la doy la pierdo a ella, y eso no puedo permitírmelo ahora.

Yo: Lo siento, no puedo.

Él escribió de nuevo, pero ni siquiera lo miré, abrí la conversación que tenía con ella y comencé a escribirle, tenía ganas de verla, ya quedaba poco para llegar.

Llegamos a Málaga, guardé el teléfono en el bolsillo de mi pantalón, y me preparé para bajarme del autobús, entramos en la estación de autobuses.

Mi mundo volvió a ser el mismo en cuanto la vi, con aquel chaleco de renos, y una falda de cuadros, botas altas, y el cabello recogido en una alta coleta, con un par de cabellos por el rostro. Estaba preciosa, pero no estaba sola, la acompañaba una muchacha morena, con la piel un poco más clara y el cabello castaño, junto a Lorena, supuse que era su hermana, porque se parecían mucho.

Llevaba la maleta, sobre mi hombro, pero tuve que soltarla pronto, pues ella se abalanzó sobre mí en cuanto me vio, abrazándome con fuerza.

Lo necesitaba tanto como ella, no creáis que no, pero no la recordaba tan efusiva, delante de la gente.

Besó mi cuello, rompiendo a reír, en cuanto le dije algo al oído.

- ¿Crees que esto es una puta película ñoña de esas?

Se separó y me miró, pero lejos de lo que pude llegar a pensar, sólo fue una tregua, porque entonces, apoyó sus manos en mi nuca, lanzándose a mis labios, aferrándose a ellos, apasionadamente.

¿Qué demonios pasaba con esa chica?

A pesar de eso no me quejé, yo también la había añorado, sus besos, a ella, su olor, todo.


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