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Capítulo 16.

Capítulo 16. Yo quiero amarte.

(Paola)

Sus amigos nos miraban, y por un momento sentí que estaba quitándoles ese momento que podían disfrutar con él, y me sentí fatal. Yo no quería eso, ¿por qué me había convertido en la protagonista de aquella noche?

- Voy a sentarme – dije en mitad de la segunda canción, haciéndole sonreír, divertido – estoy mareada.

- ¿A quién se le ocurre ponerse a beber tanto? – se quejó, divertido, rompí a reír, prometiéndome a mí misma que todo estaba como siempre. Yo estaba bien, no me había afectado las palabras de su amiga. Él estaba conmigo, así que... ¿de qué tenía miedo?

Me senté, junto a Almudena, y le observé volver a acercarse a Iván, este le dijo algo al oído, el rio, y luego negó. Siguió allí, bailando con ellos un rato más, yo fingí estar pasándomelo en grande, mientras oía a las chicas hablar sobre lo tremendo que estaba Iván.

Era guapo, no os voy a engañar, pero no era mi tipo, demasiado ... creído para mi gusto. Me gustaba mucho más Omar.

- Omar está mejor – me metí en la conversación, muy consciente de que podían mandarme a la mierda – es más... sexy.

- ¡Cómo se nota que no lo has visto en verano, con el torso descubierto y ...! – me reí, divertida – Me hubiese gustado estar en el lugar de Omar – insistía. Volví a sentirme incómoda, pero fingí que todo estaba bien. Tenía que hacerlo, eran sus amigos, tenían que caerme bien, era lo correcto. Pero me estaba matando, no poder ser yo misma me incomodaba demasiado. Intenté ver el lado positivo, toqué mi muñeca, buscando que el cuarzo blanco me diese la fuerza que necesitaba, pero al no hallarla, recordé que se la había dado al hermano pequeño de Omar. ¿En qué demonios estaba pensando para darle mi amuleto a ese niño? – Iván tiene pinta de ser todo un semental en la cama, Omar debe habérselo pasado pipa con él – mi mente volvió a la realidad.

- Omar es el activo – declaré, porque eso sí que lo sabía, él mismo me lo dijo. Ellas me miraron, divertidas.

- ¿No lo sabes? – preguntó Almu, sorprendida. La miré, sin comprender, justo cuando una canción de reguetón se escuchaba y los chicos volvían a sentarse. Almu se acercó a mi oído para seguir hablando – Con Iván, Omar era el pasivo. Sólo con Ivan – tragué saliva, un puto abismo se abrió en mi pecho y el miedo me invadió.

Aún tenían una cuenta pendiente. Él nunca iba a poder olvidar a su ex conmigo. Yo nunca podría darle lo que él le daba. Siempre habría algo ahí entre los dos – todas esas frases venían a mi cabeza.

- Yo debería irme ya – dije, poniéndome en pie, haciendo que todos me mirasen, incluido él – mañana me iré temprano – declaré, y no era mentira. Él asintió, se levantó – tú quédate - ¿pero qué coño estás haciendo, Paola? Me recriminó a mí misma.

- Te acompaño afuera – insistió, asentí, y dejé que lo hiciese, justo después de que sus amigos me despidiesen. Parecía que Iván se sentía agradecido de que me fuese, y por un momento estuve tentada a quedarme, pero yo no era así, no era una persona celosa - ¿de verdad que no te importa que me quede? – negué, tragando todos mis miedos, dedicándole la más calmada de las sonrisas – Eres estupenda ¿lo sabes? – asentí – Hace mucho que no los veo, y me apetece estar un rato más, pero mañana por la mañana iré a recogerte para llevarte al ferry – asentí, me besó, despacio, y luego sonrió - ¿está todo bien? – preguntó. Asentí, tragando el nudo de mi garganta – Envíame un mensaje cuando llegues, ¿vale? – volví a aceptar. Me besó de nuevo y volvió a entrar en el garito.

Me quedé allí, como una tonta, mirándole. ¿Por qué no había podido decirle que se quedase conmigo? Eso no era lo correcto, yo quería que estuviese con sus amigos, no quería forzarlo, acapararle todo para mí, esa no era yo, sólo eran esos celos que sentía, eso que nunca jamás pensé poder llegar a sentir. Yo no era una persona celosa, ¿por qué con él sí?

Quizás no fuesen celos, pensaba de camino al hostal, quizás sólo fuese miedo.

Era miedo. Lo sabía bien.

- Disfrutaré del tiempo que me queda con él – me prometí a mí misma – y cuando se marche lo dejaré ir, sólo quiero hacerle feliz – asentí.


(Omar)

A ella le pasaba algo, ¿no? Quizás fuesen sólo imaginaciones mías. Le pregunté, incansablemente, pero ella insistía que todo estaba bien, no quería obsesionarme con eso.

Volví adentro, había llegado el momento reguetón, pero aproveché ese momento para ponerme al día con los chicos. Iván no dejó de tirarme la caña en toda la noche, pero no le di bola, no podía. Yo lo tenía claro.

Aunque no os mentiré, una parte de mí sentía que aún quedaba algo entre nosotros, que aún teníamos una cuenta pendiente. Pero en aquel momento iba a hacer las cosas bien, porque tenía a una preciosa chica a mi lado y no quería perderla por aquella mierda tóxica que tenía con él.

Poniendo en una balanza mis sentimientos, en aquel momento, lo que sentía por Paola ganaba la batalla, por múltiples razones, pero la principal, si queréis saberlo... ella me hacía bien, era todo lo contrario a Iván, en todos los sentidos.

El ser humano tiende a repetir sus mismos errores una y otra vez, a acercarse a aquello que sabe que le hará daño, por eso quizás no quería alejarme de Iván del todo, a pesar de que sabía que podría estropearlo todo. No quería renunciar a su amistad, por mucho que supiese que el más mínimo error podría estropearlo todo.

Sabía lo que él pretendía cuando me dijo que me acompañaría a casa, y debí haber puesto un punto y aparte, detenerlo, pero no lo hice, quizás por eso me sentía cómo un puto subnormal en ese momento.

Intentaba reaccionar, en mi foro interno, luché con todas mis fuerzas por apartarle, porque dejase de besarme, pero jamás me di cuenta de lo mucho que necesitaba aquellos besos, lo mucho que añoraba ese sentimiento que me hacía sentir libre.

No sé, quizás fuese el puto alcohol, o las muchas ganas que había tenido durante mucho tiempo por volver a encontrarme entre sus brazos, pero no podía apartarle. Devolví sus besos, desesperado, dejando que me empotrase contra la pared, y comenzase a palpar mi miembro por encima de los pantalones.

Me moría por acostarme con él, por darle duro, por volver a sentirme de esa manera que tanto añoraba.

Gemí, entrecortadamente, pero me detuve al ver un flash de su sonrisa en mi cabeza. Ella, la mujer más preciosa que había conocido nunca, por dentro y por fuera. No podía hacerle esto a ella.

Le aparté entonces, echándole hacia atrás, haciendo que me mirase sin comprender.

- Joder, Iván – me quejé, molesto con él, conmigo mismo, con la situación – no puedo hacer esto, estoy con alguien ahora – insistí.

- Esa muchacha nunca podrá darte lo que yo – añadía, enfadado porque actuase de esa forma. Él tenía razón, por muchas razones ella nunca podría darme lo que Iván me daba en la cama, pero ella me daba muchas otras cosas – deja de jugar a las casitas, tú no eres así, tú eres gay, Omar.

- No puedo – insistía – no quiero – me corregí a mí mismo – jamás dejaré a la chica que me hace feliz ahora.

- Tú lo has dicho, ahora – decía él – quizás te sirva por ahora, pero... ¿qué harás cuando te des cuenta de que ella no puede llenar el vacío que yo he dejado?

- Eso no va pasar – me aseguré, a mí mismo, a pesar de que tenía muchas dudas - ¿no puedes aceptar que no quiera estar contigo? – insistí, molesto – quizás ese es tu problema, que estás acostumbrado a que cuando dices ven, lo deje todo por ti. Pero justo ahora no voy a dejarlo todo, estoy cansado de sacrificarlo todo por ti y que luego me dejes tirado, ¡joder!

Él no dijo nada, sabía que tenía razón, así que tan sólo me marché a casa.

No pude dormir nada en toda la puta noche, no dejaba de pensar en lo que había sucedido con Iván, en lo que tenía con Paola. Debía decírselo, a pesar de que eso la destruyese. No quería mentirle, ella lo era todo para mí.

¿Por qué cojones había tenido que acercarme a Iván? ¿Por qué no podía alejarme de ese cabrón que lo único que quería era volver a romperme?

Tenía un aspecto horrible, según me recordó Fátima al verme aparecer en el desayuno, cogí un par de bollos y salí de la casa, con la chaqueta marrón sobre mí.

Ella estaba preciosa, con un bonito vestido azul, arremangada, hacía calor, tenía la misma cara que yo, no parecía haber dormido mucho esa noche.

Me acerqué despacio, lleno de dudas, de miedos, aterrado de perderla, ella tragó saliva, bastante seria, evitando el contacto con mis ojos.

La ayudé a meter la maleta en el coche, y conduje hacia el puerto en silencio, uno tan enorme que comenzaba a molestarme.

La acompañé a comprar el billete y luego la dejé junto al resto de pasajeros, ella sonrió, calmadamente, haciendo que yo también lo hiciese.

- Te quiero – me dijo, haciéndome sentir como un cabrón de mierda. Tragué saliva, lamí mis labios, y sentí su frente chocarse contra la mía, apoyando sus manos en mi nuca.

- Te quiero – contesté, ella sonrió, de nuevo, y besó mis labios. Era algo corto, ella no quería quedarse demasiado tiempo en ellos, pero yo necesitaba más, así que me aferré a ellos, humedeciéndolos, haciéndola reír. Su preciosa sonrisa, esa que solía calmarme el pasado, ni siquiera podía hacerlo en ese momento, no cuando eso me estaba quemando por dentro, necesitaba decírselo, no podría volver a ser yo mismo hasta que lo hiciese – Escucha, hay algo que...

- No – me cortó, volviendo a poyar su frente en la mía, cerrando los ojos, con fuerza, con el corazón encogido. Ella lo sabía ya, de alguna forma, aunque no entendía bien cómo podía hacerlo. Era medio bruja, María tenía razón – no lo estropees, esta despedida es perfecta, así como es – insistió, asentí, volviendo a besarla.

- Volveré a verte muy pronto – prometió, ella asintió, separándose un poco, pero sabía que algo iba mal, podía notarlo en la forma en la que temblaba su voz al hablarlo – sólo dos semanas.

- En dos semanas pueden pasar muchas cosas – dije, como un idiota. Ella volvió a tragar saliva – Iré a verte – sugerí, pero ella negó con la cabeza – estaré allí el día de reyes, como un puto regalo – insistí – te recogeré y nos iremos juntos a Salou.

- ¿Por qué te empeñas en hacer planes? – se quejó, divertida, en un intento desesperado por tomarse a broma ese momento. Sonreí, calmado – No pasa nada si al final no vienes.

- Estaré allí – prometí, ella asintió, El barco comenzó a dejar pasar a la gente, ella miró hacia atrás, agarró la bolsa y emprendió la marcha, pero la detuve, la agarré de la mano y tiré de ella, con fuerza, abrazándola, aterrado de perderla. Escondió su rostro en mi cuello, justo como solía hacer, apoyando sus labios en mi cuello, oliendo mi perfume.

- Te estaré esperando – me dijo, ansiosa, dejando de ser ella por un momento, en un intento desesperado por aferrarse a mí. La dejé marchar entonces, dándome cuenta de que iba a perderla, lo haría en cuanto le confesase la verdad.

Pero llegados a ese punto, la dejaría marchar, ya no podía hacer más por retenerla a mi lado. No quería volver a hacerle daño. Esa era la diferencia entre Iván y yo. Yo estaba dispuesto a dejar ir a la persona que amaba, sabiendo que estaría mejor sin mí. Pero él... era incapaz de hacer eso.


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