
Capítulo 13.
Capítulo 13. Sólo con mirarte.
(Omar)
Cuando desperté aquella mañana y la vi allí, durmiendo frente a mí, con esa carita tan morena, esas cejas tan perfectas, sus ojos cerrados, respirando calmadamente, no pude evitar sonreír. ¿Se podía ser más preciosa durmiendo? Me enamoré de ese bonito rostro en cuanto lo vi en ese estado.
Estuve más que tentado a quedarme así por horas, pero estaba ansioso por enseñarle la ciudad, quería enseñarle y recorrer con ella cada maldito lugar, quería compartir con ella mi mundo.
Acerqué mi rostro al suyo, y acaricié mi nariz con la suya, volviendo luego al mismo lugar, ella no se despertó, sólo arrugó la nariz, lo que me pareció cómico. Sonreí, divertido, apoyando el dorso de mis dedos en su mejilla, acariciándola, despacio.
Abrió los ojos, despacio, observándome allí, fue sonriendo poco a poco, y yo me sentí en una puta nube, no os podéis ni imaginar lo bien que se sentía mirarla, que ella lo hiciese. Tragué saliva, porque nunca en mi vida había presenciado una cosa igual, ni siquiera con Iván, mi mejor amigo, mi primer amor, el tipo del que estuve enamorado durante gran parte de mi vida. Aquello era mejor incluso que eso, nunca me había parado a hacer algo tan simple como eso, a detener mi mundo y pararme a observar. Y ella hacía eso, detenía mi mundo y me permitía que me tomase tiempo para observar las cosas, para apreciarlas, para enamorarme de ellas.
Ella me hacía bien, me hacía vivir en el presente, disfrutar de ese momento, sin pensar en qué pasaría después.
- Hola – me saludó, mientras yo ladeaba la mano, apoyando el pulgar sobre su pómulo, acariciándolo con suavidad, dibujando una tonta sonrisa en mi rostro.
- Hola – contesté, observando como ella agarraba mi mano y la acercaba a su boca, besándola en el dorso, con suavidad - ¿cómo puedes ser tan perfecta, incluso en este momento? – pregunté, haciéndola reír, algo avergonzada. Se tocó el rostro, escondiéndolo detrás de esa mano un momento, mientras yo sólo sonreía.
- ¿Dormiste aquí? – preguntó, de pronto, algo preocupada, al pensar en mi familia. Ensanché la sonrisa. Ella me encantaba, en todos los sentidos – Omar, tu madre habrá estado tan preocupada...
- Me quedé dormido – fue lo único que pude responder – después de hacerle el amor a la chica más bonita que he visto en mi vida – aseguré, y era cierto. Ella era la única chica que me gustaba, y nunca mejor dicho - ¿qué? – me quejé al ver su cara de desaprobación.
- ¿Desde cuando eres tan ñoño? – rompí a carcajadas, no pude evitarlo. Apoyé la mano en su mejilla, de nuevo, mientras ella levantaba la cabeza de la almohada y la dejaba caer sobre su mano, apoyando el codo en la cama.
- Deberíamos levantarnos – fue lo único que atiné a decir. ¡Dios! No podía dejar de mirarla, era preciosa – quiero enseñarte toda la ciudad – ella sonrió, en señal de que le apetecía la idea.
- Sólo con una condición – pidió, sonreí, incluso más, levantando la cama de la almohada, para colocarla en la misma posición que la de ella – que vayas a tu casa mientras me ducho, tu familia estará preocupada.
- Vale – la calmé, me puse en pie entonces, porque sabía que, si seguía allí, no podría irme a ninguna parte.
Me coloqué la ropa interior, los pantalones, y me ponía la camiseta cuando sentí su mirada. Sonreí, divertido, mirando hacia ella.
- ¿te diviertes? – pregunté, mientras Pao acariciaba sus labios, ¿estaba intentando provocarme? Porque si era así... lo estaba consiguiendo.
- Mucho – aseguro, dejé de bajarme la camiseta y caminé hacia ella, que se ponía de pie en ese justo instante, y caminaba en dirección al cuarto de baño. La detuve, agarrándola de la mano, y la besé, caminando, conduciéndole a la pared donde la hice mía la noche anterior.
- ¿Intentas provocarme? – quise saber, mientras ella reía, apoyando sus manos en mis hombros y la cabeza en la pared, mirándome con calma después – Paola – susurré, con una voz tan seductora que a ella se le hizo la boca agua – si juegas con fuego... - lo dejé en el aire, solté su mano, y me aferré a sus nalgas, haciéndola estremecer, apretándola contra mis caderas - ... te quemarás.
- Entonces quiero arder en el infierno – aceptó, con cierta malicia en sus palabras, sonreí, divertido.
- ¿Eso quieres? – insistí, apoyando la mano izquierda sobre su rostro, recorriendo su piel desnuda, después, tomándome todo el tiempo del mundo. Su garganta, su clavícula, su pecho derecho que apreté, haciéndola estremecer, mordiéndose el labio, mientras con la otra mano introducía un par de dedos en su ano, haciendo que chocase su cabeza varias veces contra la pared, dejándose llevar por lo que le hacía - ¿qué quieres? – pregunté, como si no lo supiese ya. Ella no dijo nada, siguió allí, dejándose llevar, mientras yo tiraba de su pecho hacia mí, echándome un poco hacia atrás, apartándola de la pared, bajando mi mano, para seguir recorriéndola. Su ombligo, su pelvis, su ... - ¡joder! – me quejé, en cuanto comprobé que ella estaba muy húmeda. Sonrió, con malicia, apartándome tras apoyar la mano en mi pecho, dándose la vuelta. Ella quería jugar, la conocía bien.
Me quité la camiseta, tirándola al suelo, los pantalones, y la seguí hasta el baño. Estaba abriendo la ducha cuando llegué hasta ella.
- No he terminado contigo todavía – le dije, agarrándola de la cintura, apretándola contra mi pelvis, de espalda, sintiendo su hermoso trasero presionando mis genitales. Ella gimió al sentir lo duro que me tenía, y yo me volví loco, completamente. La agarré del pelo, recordando aquello que me dijo una vez, estaba a punto de darle en esa postura que tanto le gustaba.
Me bajé los calzoncillos con una sola mano, mientras la obligaba a agachar su cabeza, agarrándola de ella, tirando de su cabello hacia atrás, mientras le proporcionaba la primera estocada.
Sus gemidos irrumpieron en el silencio de la habitación, poniéndome a cien. ¡Joder! Sí que le gustaba aquella postura, y estaba tan tremendamente lubricada, que entraba en ella con facilidad, ni siquiera tenía que guiarla.
Se agarró al borde de la bañera, mientras sentía mis embestidas, una tras otra, con fuerza, y yo no estaba ni un poco cerca de detenerme.
Metí un par de dedos en su ano, haciendo que ella se volviese aún más loca, y yo disfruté incluso más.
Estaba cerca del final, podía sentirlo en la forma en la que su interior se contraría y temblaba, en sus gemidos que subían, más y más, llegando a ser un puto concierto, seguramente estaríamos molestando a los vecinos. Pero me daba jodidamente igual, sólo quería follármela, hacerla disfrutar como nunca antes lo habían hecho.
Me corrí en cuanto ella se tersó, agarrándome del brazo, justo el que se aferraba a sus caderas, ladeando su cuerpo, mirándome con el rostro desencajado mientras lo hacía. Solté su pelo, observando como este se movía de forma majestuosa con cada movimiento que yo le proporcionaba.
Se enervó, se dio la vuelta y me besó, no necesitábamos decir nada, ya había sido perfecto de esa manera. Nuestros fluidos mancharon el suelo del baño, mientras el agua seguía cayendo, en la bañera, y ambos rompimos a reír.
(Paola)
Nos duchamos juntos, no podía ser de otra manera, entre besos, caricias y miradas cómplices, no necesitamos decir nada. Ya era perfecto tal y como era.
Nunca en toda mi vida había sentido algo así, jamás estuve con un hombre con el que no necesitase hablar, que con tan sólo una mirada ya sirviese para decirlo todo. Con él era así, siempre fue así, incluso cuando éramos sólo amigos.
Él me hacía sentir bien, me hacía sentir a salvo, volvía a ser yo misma cuando él me miraba, volvía a ser la Paola que me gustaba ser, esa que no le tenía miedo a nada, esa que vivía el ahora sin preocuparse por lo demás, esa con ganas de comerse el mundo, esa que brillaba con luz propia y contagiaba a los demás. Estar con él me hacía feliz, y eso era lo único que importaba en ese momento.
Le obligué a marchase a su casa después de eso, él no quería, pero yo necesitaba hacer las cosas bien. Sentía que era lo correcto, que él fuese a tranquilizar a sus padres, sobre que todo estaba bien.
No quería atraer toda su atención, él estaba allí de visita, con su familia, a mi podría volver a verme cuando volviésemos a la universidad, tendríamos todo el tiempo del mundo para estar juntos. Así que se sentía como algo correcto, cedérselo a su familia aquellos días.
Me puse un bonito vestido rojo, de cuello alto y unas botas negras, mis gafas de sol y nada más de abrigo, lo cierto es que el tiempo era bueno, no hacía demasiado frío, a pesar de encontrarnos en puro invierno. El cambio climático estaba cambiando el mundo tal y como lo conocemos hoy en día.
Compré algo para desayunar en el bar que había al lado del hotel, observando el lugar. Había mucha gente de allí, de diferentes nacionalidades, pero no parecía haber muchos prejuicios en ese aspecto, todos hablaban con todos, de forma calmada y civilizada. Sonreí, tomándome los dulces turcos, estaban deliciosos, y un café.
Luego me marché al puerto, justo al lugar dónde había quedado con él. Cuando le vi aparecer, venía con su hermana Fátima, pero estaba guapísimo. Sonreí, como una idiota, mientras ellos se iban acercando más y más.
- Hola – me saludó la muchacha, él sólo sonrió, calmado – soy Fátima, su hermana – se presentó, asentí, alegremente – he insistido en venir, espero que no te importe.
- No – la calmé, ella sabía que era sincera, así que tan sólo sonrió – está bien, así podéis enseñarme la ciudad, los dos – ella ensanchó la sonrisa, encantada con mi forma de verlo - ¿qué hacemos aquí, exactamente? – quise saber.
- Beni, mi novio, nos está esperando – aseguró, la miré sin comprender – vamos a hacer turismo en barco – añadió, sonreí, maravillada, pues nunca había hecho algo así, montar en barco para hacer turismo.
- Vamos – me animó él, emprendiendo la marcha hacia el puerto, había varios yates por aquella zona, pero nosotros seguimos andando más y más, hasta llegar a una pequeña barca a motor. El chico que estaba montado en ella nos saludó con la mano, y nos ayudó a subir – Beni – saludó él, chocándole la mano – ella es Pao – me presentó, él asintió, acercándose para darme un par de besos. No necesitó saber nada más, parecía que su novia le había puesto al río.
- Pues vámonos – puso rumbo hacia lo desconocido, mientras ambos nos sentábamos en el centro, en una tabla de madera, mirando hacia delante, sintiendo el olor a mar en mi rostro. Me encantaba aquella sensación.
- ¿A dónde vamos exactamente? – quise saber.
- Vamos a ver las murallas y el foso – aseguró Beni – y luego bordearemos la costa, normalmente esto es más bonito hacerlo en el atardecer, porque no es por nada, pero la puesta de sol en Ceuta... es preciosa.
- Quiero llevarla a otro lugar luego – contradijo él. Sonreí, mirando hacia él, sintiendo esas mariposas en el estómago.
El paseo en barco fue espectacular, vimos las murallas, el foso, y bordeamos la ciudad, fijándonos en lo bonito que se veía todo desde allí, sin darnos cuenta, nos dieron las dos de la tarde, momento que Omar aprovechó para dar por concluida la travesía.
- Pao – me llamó Fátima, justo cuando Beni hablaba de la universidad con Omar. Miré hacia ella, con una enorme sonrisa en el rostro – gracias, le haces bien a mi hermano.
- Él también me hace bien a mí – contesté.
- Eres la chica de la fiesta ¿no? – asentí, algo dubitativa, ella sonrió – sabía que no era sólo un juego, él nunca antes había estado con una chica. ¿te lo ha contado?
- Sí – la calmé, pues parecía incómoda por hablar de ese tema conmigo – lo sé.
- Al principio no lo entendía – me confesó, mirando hacia él de reojo, que en aquel momento reía, junto a su cuñado – él ha luchado mucho porque los demás lo entendiésemos, su condición sexual, por eso... - asentí, porque lo sabía, de primera mano – pero... él es feliz, y con eso me basta. Me da igual si no lo entiendo, si para él está bien, para mí también.
- Gracias – fue lo único que pude decir
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