Algo prestado
Por fin, tras más de dos inviernos, Kim Taehyung regresaba a casa. Las cosas habían cambiado mucho desde que se había ido de repente y sin dar explicaciones, o al menos habían cambiado tanto como podía cambiar la vida de un joven de alta sociedad como lo era Jimin. Nunca le faltaba el dinero, o los ropajes fastuosos, de finas sedas, pero su libertad estaba limitada por expectativas y responsabilidades que no tenía más alternativa que cumplir.
Desde que ambos eran niños, Kim Taehyung había sido el mejor amigo y confidente de Jimin. Habían crecido juntos, en casi todos los sentidos, pero jamás se habían considerado hermanos, como suele pasar en este tipo de historias mil veces contadas. Entre ellos, y solo entre ellos, porque sabían que podía provocar malentendidos y habladurías si llegaba a los oídos equivocados, decían que, más que mejores amigos, eran almas gemelas. Y lo creían de veras, pues, aunque nunca se quedaban sin tema de conversación, no eran necesarias las palabras para que se comprendieran a la perfección, y conocían como nadie las necesidades, gustos, y manera de proceder del otro. En las amistades de la corte, había muchos intereses, celos y falsedades en juego, pero Jimin y Taehyung sabían que su vínculo era realmente especial, aunque quizá desconocían hasta qué punto.
Sin embargo, su cercanía se había visto amenazada cuando Taehyung, tras pasar una tarde juntos, no distinta de muchas otras tardes, decidió súbitamente abandonar Busan para visitar a su familia en Daegu. Necesitaba tiempo para pensar, o eso fue lo que dijo en la única carta que le mandó a su amigo en un lapso de más de dos años, que en un principio no iban a ser más de tres meses. ¿Pensar en qué? ¿En qué, cuando la vida de jóvenes como ellos estaba más que escrita, más que pensada, desde antes incluso de que nacieran?
Solo supo la respuesta cuando Taehyung regresó, y la supo casi de inmediato. Por aquel entonces, como ya se ha dicho, la vida de Jimin había cambiado de la manera más plácidamente drástica en la que podía cambiar. Estaba prometido a una joven llamada Min Yoonji, de buena familia al igual que él. Yoonji tenía tez de porcelana, delicada y brillante. Era alta y con el cabello de un brillante azabache, y tenía un carácter reservado y dulce, pero también era firme en sus opiniones, que las mujeres de aquel entonces eran poco dadas a tener, sobre todo porque no les estaba permitido ni recomendado. Jimin admiraba a Yoonji, sentía que tenía mucho que aprender de ella y, por ello, se creía enamorado. Pero no sabía nada del amor, más allá de lo que decían los poetas y de lo que se había atrevido a imaginar.
Y sin embargo, pese al tiempo pasado, aún no se quitaba de la cabeza la extraña deserción de Taehyung. No parecía lógico atormentarse con ello cuando su futuro matrimonio le ofrecía incógnitas más dulces, pero tampoco podía evitarlo.
Faltaban pocos meses para la boda cuando Taehyung regresó de Daegu. Jimin acudió al baile en su honor con la cabeza hecha un lío. Quería preguntarle muchas cosas, pero cuando al fin reunió el coraje suficiente para acercarse a él, solo pudo hablarle como si no se hubiese ido más que por unas semanas, como si ambos fueran los mismos que habían sido la última vez que se vieron.
Y por fuera, Taehyung seguía siendo aquel muchacho de cabello oscuro y mirada fascinadora, cuya belleza turbaba a hombres y mujeres por igual. Los rizos negros caían por su frente como una cascada, y el sonreía con melancolía, mientras besaba galantemente las manos de algunas jóvenes cortesanas. Todas las miradas se tornaron en su dirección cuando entró por la puerta, pues durante semanas su inesperado regreso había sido la comidilla de la nobleza.
Jimin tenía facciones delicadas y poseía una belleza etérea, cautivadora. Era consciente de su magnetismo, pero había algo en el rostro, la voz y la manera de moverse de Taehyung que, incluso después de tanto tiempo, le causaban una sensación a la que no podía (o quizá temía) poner nombre.
En medio de una conversación extrañamente insípida y superficial en la que ambos participaban sin pensar o escuchar, Yoonji hizo acto de presencia y Jimin se levantó de golpe para presentarlos:
-Taehyung, esta es Min Yoonji, mi futura esposa. Yoonji, este es Kim Taehyung, mi mejor amigo.
-Encantada; vuestra fama os precede...-dijo la joven, ofreciéndole su mano a Taehyung para que la besara.
-Yo no tengo muchas referencias vuestras, pero si es verdad que Jimin ha decidido tomaros como esposa, sin duda debéis de ser una joven admirable-respondió Taehyung, con una extraña frialdad, justo antes de retirarse para hablar con otras viejas amistades.
-¿Cómo ha ido?-preguntó Yoonji, apretando cariñosamente la mano de su prometido.
-No lo sé, querida. Tengo la impresión de que he podido causarle algún daño, o de que al menos eso es lo que él piensa... y esa sospecha me está matando. A lo mejor es algo que está en mi cabeza, o me estoy atormentando por nada pero...lo noto distante...No me he atrevido a preguntarle.
-Ve a verle mañana, en casa de su abuela. Tenía una abuela aquí, en Busan...¿no fue eso lo que me dijiste?preguntó la joven. Jimin asintió con suavidad.- Querías cordones dorados para el hanbok nupcial...Con suerte, él podrá prestarte unos...Esa puede ser tu excusa para aclarar las cosas con él. Es tu mejor amigo, no deberías dejar que la falta de comunicación se interponga en eso, por mucho tiempo que haya transcurrido.
Jimin sabía que podría comprar cordones dorados en cualquier puesto del mercado, y que aún tenía tiempo para encargar tales menesteres al sastre que trabajaba para su familia, de modo que la excusa no parecía muy consistente. Pero, aunque fuera por el bien de su paz mental, necesitaba aclararlo todo con Taehyung. Y nadie tenía un guardarropa tan fino o lujoso como su amigo, de modo que podía pedirle prestada cualquier otra cosa...Era extraño, necesitar una excusa para ir a verle, cuando desde la infancia estaban acostumbrados a colarse cada uno en el cuarto del otro, de madrugada, tan solo para hablar hasta que amanecía...
...
A la mañana siguiente, muy temprano, Jimin se presentó en la puerta de la señora Kim. Taehyung estaba a medio vestir, pero accedió a verle en sus aposentos. Su actitud casi parecía demasiado recatada teniendo en cuenta las muchas veces que los dos se habían vestido, desvestido, peinado y despeinado juntos.
-He venido porque queda muy poco tiempo para mi boda...
-Sí, sí, tu gran día, ya lo sé...-repuso Taehyung, sin mirarle a los ojos, jugueteando con uno de sus mechones rizados.
-Quería...Que me prestaras alguno de tus lazos, o de tus joyas, si es posible...Quiero llevar algo de ti conmigo...y...-Jimin se sintió repentinamente consciente de sí mismo, y quiso desdecirse-...no lo sé...Nadie tiene cosas tan bonitas como las tuyas...Necesito algo que combine con mi hanbok y pensé que tú...
Taehyung se levantó y, por un momento le miró con extrañeza, casi dolido.
-Todo lo mío es tuyo, Jiminie-dijo, serio-. Ya lo sabes. Toma lo que quieras...¿De qué color es el hanbok que vas a llevar? Te buscaré uno similar para que no desentone cuando te lo pruebes...
Los ojos de Jimin se pasearon por la habitación. Respondió a Taehyung, distraído, mientras exploraba los armarios en busca de algún adorno, cualquiera. Realmente no le importaba. Solo quería atravesar la barrera invisible, la distancia que se había interpuesto entre ellos sin motivo aparente. Tomó una cinta dorada con ribetes púrpura, que podía enlazar en la zona de su pecho, y levantó la vista para encontrarse una vez más con los ojos penetrantes de Tae, con su expresión dolorosamente ilegible.
Su amigo le tendió un hanbok de color negro satinado, con bordados exquisitos en la zona de las mangas y la abertura del pecho. Sin hablar, con manos temblorosas y los ojos fijos en sus propios pies, Jimin se despojó del que llevaba puesto, más sencillo y de un tono azulado, y lo dejó caer en el suelo, quedando casi desnudo. Se sintió extrañamente vulnerable, a pesar de que Taehyung y él solían bañarse juntos cuando tenían quince años, y nunca antes se habían tenido vergüenza.
Taehyung se colocó frente a él, sin pronunciar palabra, y ató delicadamente la parte superior de su hanbok. Jimin sentía el latir apresurado de su propio corazón cada vez que su viejo amigo rozaba su piel mientras daba las lazadas. El joven de cabello rizado se arrodilló finalmente frente a él para atarle los zapatos, a pesar de que no era necesario, pues tan solo se estaba probando el lazo dorado.
Y entonces, aún en el suelo, como si no tuviera fuerzas para levantarse, Tae se atrevió a decir, con voz débil:
-Jiminie, he oído que estás enamorado de esa chica. ¿Es verdad, Jiminie...?
-Vamos a casarnos-respondió Jimin, desorientado.
Taehyung, tomándole de las manos, insistió:
-Eso ya lo sé, pero...¿la amas de verdad?
-Sí-susurró Jimin.
-Entonces, espero que seas muy feliz, y te deseo todo lo mejor. Estaré aquí siempre que me necesites y...
Se interrumpió. Le brillaban los ojos de una manera triste, y los escondió entre las manos del otro. Cuando le besó las palmas, Jimin sintió la humedad fría de sus lágrimas sobre su piel.
Y entonces, solo entonces, lo comprendió todo.
No había pasado nada. Él no había hecho nada, excepto quizá alentar involuntariamente unos sentimientos que a la sociedad le hubieran parecido antinaturales. Taehyung se había ido con la esperanza de dejar de amarle. Si se había rendido, o si había creído equivocadamente que ese amor le había abandonado, Jimin no podía decirlo. Pero aquella era una posibilidad que nunca se le había pasado por la cabeza. Era algo que ni se planteaba. Era algo desconocido, que precisamente por eso le había causado temor a Taehyung, que precisamente por eso parecía ahora iluminarles a los dos, con el conocimiento de que siempre se habían amado sin saberlo, sin sospecharlo siquiera.
Jimin ayudó a su amigo a levantarse. Estaba feliz, porque había aclarado esa duda, pero confundido y triste al mismo tiempo. Amaba a Yoonji, y le estaba permitido amarla. Pero seguramente amaba mucho más a Taehyung, desde hacía mucho más tiempo, y eso no se le permitía.
-Lo siento. Siento todo lo que ha pasado-dijo, con un suspiro.
-Nosotros no tenemos la culpa, Minie-repuso Taehyung.
-Bésame-murmuró Jimin, todavía temblando.
Hasta hacía unos instantes, nunca se le había pasado por la cabeza que querría besar a Taehyung. Era extraño y liberador, y realmente triste, saber que, durante tanto tiempo, aquel deseo había estado encerrado en su cuerpo y en su alma.
-¿Estás seguro...?-preguntó Taehyung.
Taehyung sí había sido consciente de aquel deseo por mucho más tiempo, y la certeza de que era correspondido era inesperada y condenatoria. Era casi peor, porque el tiempo se les agotaba, y no habían hecho más que perderlo. Estaban encerrados en un reloj de arena, hasta el cuello, a punto de ahogarse, y no había manera de romper el cristal porque no se habían dado cuenta antes de su encierro.
Jimin le respondió sin palabras.
Le besó como nunca había besado a Yoonji, como nunca había besado a nadie. Y se echó a llorar. Pasaron mucho tiempo abrazados, sin decir nada a ratos, y a ratos diciéndose todo lo que nunca se habían dicho en casi veinte años de amistad. Querían tocarse, pero sabían que, cuanto más lejos llegasen, más veces querrían ir por ese camino. Y era un camino que debían ocultar. Y el amor es algo que resulta excitante ocultar, pero no tanto cuando no te queda otra opción.
Y luego estaba Yoonji, porque lo mismo que Jimin nunca se había planteado que un hombre pudiese amar a otro de la misma forma en que se amaban los caballeros y la princesas en las novelas, tampoco se había planteado que alguien pudiese amar a dos personas a la vez. Al menos eso quería creer, aunque en el fondo supiera que, de haber podido elegir, siempre habría elegido a Taehyung. Y se sentía desleal, porque Yoonji siempre se había portado muy bien con él. Pero también se sentía atrapado, porque ya no sabía hasta qué punto amarla era una elección y hasta qué punto era un deber.
Parecía que solo había una salida; continuar con la boda como si nada hubiera pasado. Porque lo suyo con Taehyung no iba a tener un final de cuento, no importaba lo mucho que se quisieran.
...
De este modo, la boda se celebró. Kim Taehyung lo presenció todo desde la primera fila. Aunque al decir sus votos, era a Tae a quien Jimin imaginaba frente a él, no miró en su dirección ni una sola vez. Taehyung permanecía detrás de la larga cola del hanbok azul de Yoonji, compungido y lloroso, con lágrimas pugnando por salir de sus ojos que todos los invitados creyeron de emoción y felicidad. Todos menos el novio que, con la sola mención de esas lágrimas, sentía él mismo ganas de llorar. Y cuando besó a Yoonji, se echó a temblar en sus brazos. Le flaquearon las fuerzas. Sus piernas se doblaron. Recordó que esa mañana, había olido las cintas antes de enlazarlas en su pecho, y que tenían la misma fragancia que Taehyung; un aroma afrutado que no podía describir o definir pero que estaba y estaría siempre presente.
Esa noche, volvió a besar a su flamante esposa, mientras la desvestía. Jimin se hubiese mentido a sí mismo si se hubiese dicho que no la deseaba, porque así era, pero aún así se sentía triste y vencido. A su vez, las manos de Yoonji, comenzaron a deshacer con delicadeza la lazada púrpura que le había prestado Taehyung semanas antes. A pesar de lo ansiosa que estaba por tener por fin a Jimin para sí, por entero, se tomó el tiempo de desatar cada nudo cuidadosamente. Su boca se hundía en la de él, hambrienta. Jimin depositó a la joven en la alcoba con suavidad, y deslizó la mano por sus piernas. Ambos estaban completamente desnudos, a excepción del lazo, que seguía colgado en el cuello de Jimin, deshecho y decaído. Él se inclinó sobre su piel de nieve, ya no tan deseoso de marcarla con sus labios como una vez había creído que se sentiría. Ella llevó las manos al cuello de su marido, con la intención de retirar el adorno.
-No, déjalo...por favor, tengo frío-dijo Jimin, con voz débil.
Era una excusa tonta y absurda, pues poca calidez podían aportarle unas hebras de seda dispuestas sobre su cuello, cayendo por su pecho y espalda. Yoonji asintió. Era imposible saber si sospechaba algo de los afectos divididos de su esposo, pero en cualquier caso su devoción por él superaba cualquier conjetura. Ella se colocó sobre él, besando su rostro y bajando cada vez más por su abdomen y sus piernas. Jimin sintió escalofríos. Se sentía ausente, derrotado; una de sus manos estaba en el rostro de la joven, la otra acariciaba distraída aquella cinta de seda de color dorado purpúreo como el amanecer, como todos los amaneceres que ahora vería sin Taehyung...
...
Nota:
Hola! Lo siento mucho, la verdad es que siento la necesidad escribir, pero me cuesta más por la manera en que fluctúan mi inspiración y mi motivación así que os traigo un OS Vmin un poco cortito y agridulce (o triste). Sé que no es muy bueno, pero realmente es una re escritura de un relato que imaginé hace casi dos años, y mi estilo literario de entonces era más vago, más sencillo, así que he hecho lo que he podido para arreglarlo porque en su momento me gustaba la idea. Espero que lo hayáis disfrutado (?) aunque sea un poco.
Estoy pensando en escribir próximamente un Yoonseok y un Winterfalcon, pero el tiempo dirá.
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